Europa
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Conmoción en Kirguistán
El estrangulamiento de Rusia
Lisandro Otero
Rebelión
Una revuelta popular arrojó del poder a Askar Akayev, Presidente de Kirguistán y el parlamento nombró en su lugar a Kourmanbek Bakayev, líder de la oposición. Según los cables fue una multitud enfurecida la que logró la huida de Akayev en helicóptero hacia una base aérea rusa y enseguida, por avión, al vecino Kazajstán. Se han señalado elecciones para dentro de tres meses. Pudiera tratarse de una nueva treta del gobierno de Bush para continuar cerrando el cinturón de estrangulamiento en torno a Rusia.
Hace años visité Kirguistán. Es un hermoso país situado entre las montañas nevadas de Tianchan, en el Asia central, no muy lejos del Tibet y de la frontera china, a dos mil doscientos metros de altura. Dos tercios de sus habitantes son musulmanes. Su lago principal, Issyk-Kul, tiene más de cien kilómetros de largo y sus aguas saladas motivan que muchos geógrafos lo definan como un mar interior y no un lago. En el mes de octubre la temperatura no sobrepasa los cinco grados centígrados sobre cero, pero en julio se alcanza hasta 45 grados de agobiante calor.
En sus riberas hermosas muchachas envueltas en sus dulimanes de algodón de vivos colores, y cubiertas con turbantes de lienzo blanco, ofrecen pulmones de oveja hervidos, además del kumis, la leche de yegua fermentada, y un muestrario infinito de embuchados con tripas y entrañas de carneros y caballos. En las márgenes de ese lago las rosas llegan a alcanzar hasta cinco pulgadas de diámetro, son anchas y carnosas como repollos. En la mañana pueden verse gruesas gotas de rocío sobre los pétalos ambarinos o encarnados para subrayar su lozanía.
Su principal figura cultural es el novelista Chinguiz Aitmatov, amigo personal a quien visité en su casa de Bichkek, la capital. También conocí al presidente Akayev, quien es un distinguido científico y en una época presidió la Academia de Ciencias de aquél país. Al ocurrir la secesión de la URSS le fue ofrecida la presidencia de la nación a Aitmatov, quien declinó el honor y favoreció a Akayev.
Kirguistán siempre fue un país de nómadas mongoles dedicados al pastoreo bovino y ovino. En el siglo XVIII fue parte del imperio chino pero desde 1876 el imperialismo zarista la absorbió. En 1936 fue declarada república soviética. Desde entonces se convirtió en un país agrícola y minero cuyas exportaciones principales son el oro y el mercurio. Se declaró independiente, tras el golpe del ladrón aventurero Boris Yeltsin, en diciembre de 1991.
Según parece, Akayev había sumido su gestión presidencial en un régimen unipersonal y absolutista, y su familia se había enriquecido en el poder. Ayer las muchedumbres enfurecidas tomaron por asalto la sede del Gobierno, provocaron la huida del presidente e hicieron dimitir a parte de su equipo. En las últimas horas, con la oposición en el poder, los desórdenes callejeros han dejado tres muertos y un centenar de heridos.
Estados Unidos tiene un enorme interés en las ex repúblicas soviéticas y el plan de la rusóloga, Condoleezza Rice, es irlas convirtiendo, unas tras otra, en dóciles satélites del gobierno en Washington. Lo ocurrido en Kirguistán pudiera ser un episodio más de la maniobra de Estados Unidos por apoderarse del petróleo mundial y sus vías de comunicación y drenaje. Todos esos procesos anti rusos se disfrazan de "revoluciones de terciopelo" a favor de la "libertad y la democracia". En el fondo otros zarpazos de las transnacionales.
La región se debate en el secesionismo: Abjazia es separatista y Adjaria y Osetia del Sur actúan con autonomía del gobierno en Tiflis. De otra parte Georgia se debate entre las presiones de Oriente y Occidente. Otro tanto está sucediendo en Ucrania donde fue depuesto el presidente Leonid Kuchma y sustituido por el pro estadounidense Victor Yuschenko. Ucrania es aún la quinta potencia atómica con 1,300 ojivas nucleares y se ha movido entre un coqueteo con la OTAN y la supeditación a la esfera de influencia rusa.
La revuelta en Kirguistán se asemeja sospechosamente a las ocurridas en Georgia y Ucrania en los últimos tiempos. Es sabido que la CIA paga a alborotadores profesionales, a camorristas disfrazados de patriotas, a fanfarrones pendencieros que logran agitar a las masas con falsas reclamaciones de reforma. En el fondo de trata de incorporar a su red de estados vasallos a los remanentes de la otrora poderosa Unión Soviética.