Argentina: La lucha continúa
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Políticos con votos
Respuesta a los Kirchner y a los Fernández
Jorge Altamira
El presidente Kirchner y sus laderos Fernández pusieron de manifiesto un grado
de deshonestidad superior al que se les conoce cuando, la semana pasada,
acusaron al Partido Obrero de ‘buscar visibilidad electoral’ por medio del apoyo
a piquetes y a las luchas sociales, y denunciaron nuestra orfandad de votos.
Tienden, con este procedimiento, una cortina de humo sobre sus propias carreras
políticas. ¿O es acaso posible ignorar que a ningún político tradicional o
capitalista los guían las convicciones o los principios y que toda su carrera
política no es otra cosa que acertar con la tienda que mejor los cobije para el
éxito de su arribismo político? Lo que caracteriza a los Kirchner, los Fernández
y todos los demás es haber cambiado cien veces de camiseta en función de hallar
el lugar que mejor prometía para sus necesidades electorales. Buena parte de
esos políticos no dudó incluso en sacrificar la metodología electoral y aceptar
la primacía de las botas cuando la clase capitalista creyó necesario recurrir a
un gobierno militar. No tienen votos porque sean peronistas; se han hecho
peronistas para entrar a un aparato que controla votos; ideológicamente ya han
profesado todas las doctrinas existentes y las que no existen también
Kirchner llegó a la presidencia de la Nación sin votos. Tenía el 6% de las
intenciones del electorado cuando Duhalde lo digitó como su delfín. Se puede
afirmar con absoluto rigor que arrebató el gobierno, de ninguna manera que lo
ganó en forma democrática. Ahora que tiene el poder en sus manos, e incluso
superpoderes, se encuentra en condiciones de manipular los recursos del Estado
para aspirar que sus alcahuetes digitados superen aquel porcentaje de votos. Sus
acuerdos con lo que su propia esposa llamó ‘mafias políticas’ pone de manifiesto
hasta qué extremo Kirchner carece de votos incluso manejando los medios
oficiales. Kirchner no consultó a nadie para vaciar el Banco de Santa Cruz y
privatizarlo en beneficio de sus amigos, ni tampoco para usar discrecionalmente
el dinero de las regalías petroleras y de la privatización del petróleo. Su
administración actual es una red de fondos fiduciarios, que financian toda
suerte de negocios, sin el control siquiera...del Congreso!
¿Qué decir de Alberto Fernández: menemista, cavallista, duhaldista y ahora
kirchnerista, sucesivamente? Es un hombre que huye constantemente de los
aparatos e intereses que han contado con sus servicios remunerados, espantado
por sus derrumbes. En la actualidad, se financia con el dinero de los afiliados
del Suterh, los cuales no fueron consultados acerca del destino de sus aportes
sindicales. ¿Acaso la burocracia sindical de los Fernández hace gala de
pluralidad electoral? Hace cuarenta años que usurpa los sindicatos a fuerza de
delación contra los activistas, proscripciones, estatutos mordaza, connivencia
con las patronales y hasta el crimen político. El gobierno actual, que hace gala
de setentismo cuando le conviene, se apoya en la burocracia sindical que asesinó
a los activistas de los 70. Los Fernández se quejan del izquierdismo de los
piquetes, que en todo caso es la expresión genuina de la evolución ideológica de
un sector de las masas, pero se complace con la CGT ‘peronista’ de los
saqueadores de las obras sociales.
Como en Chicago de los años 20 y Rosario y Buenos Aires de los 30, los políticos
patronales de Argentina atrapan votos por medio de aparatos que recurren al
monopolio de los medios de comunicación, a la corrupción económica, a la
explotación de redes clientelares y al uso de la estafa a la fe pública. Aníbal
Fernández, un incontinente verbal (porque amparado por el poder), dice que los
piqueteros ‘necesitan un muerto’, pero los asesinos de los muertos militan en el
campo bonaerense y no bonaerense de los Fernández. Estos ministros adoran las
elecciones, pero sólo si están amañadas por los servicios de espionaje y
protegidas por los aparatos de represión.
Menem y Chacho Alvarez tuvieron muchos votos, sin embargo hoy son cadáveres
políticos. Cavallo fue considerado el gran salvador del PJ en las elecciones de
1995; hoy tiene una intención de votos del 0.5%. Los tres presidieron el colapso
económico, social y político del país. ¿Cómo diablos se los podría exponer como
representantes de la soberanía popular? Si la UCR se ha partido en cuatro y el
peronismo va camino a partirse en ocho, ¿en qué sentido se pueden considerar
legitimados por la voluntad popular en contraste, por ejemplo, con el Partido
Obrero? El propio Kirchner se ve forzado a mendigar votos en una alianza con los
intendentes del conurbano bonaerense, con el menemista Romero de Salta, con De
la Sota de Córdoba, con Reutemann de Santa Fe, con el ‘banelco’ Gioja de San
Juan: ¿no cree Aníbal Fernández que el apoyo electoral que reivindica con
anticipación no es otra cosa que sinónimo de trabajo sucio?
La reivindicación del sistema electoral en curso en medio de una disgregación
descomunal de los partidos políticos tradicionales es un verdadero
contrasentido. ¿Qué es lo que se está votando exactamente? La incapacidad para
responder a esa pregunta constituye una estafa electoral sin medias tintas.
En medio de esta descomposición, el ‘exhibicionismo’ social y callejero del
Partido Obrero es más que una bocanada de aire fresco: abre una perspectiva. Si
el piquete es denostado como perjudicial para todas las clases sociales y en
especial para los que van a trabajar, es un contrasentido presentarlo como un
medio para ganar ‘visibilidad electoral’. Los ministros de Kirchner son
incapaces de juntar dos palabras sin contradecirse. Nuestra conducta estaría
demostrando lo contrario – la ausencia de especulación electoral de nuestra
parte. De parte del gobierno demuestra que ha roto todos los puentes con un
vasto sector social que en el último medio siglo ha seguido al peronismo y que
ahora milita con la izquierda. El veredicto está ahí: la Plaza de Mayo no es más
de los punteros del PJ ni de la burocracia sindical, sino de los piqueteros, de
los sindicatos combativos, del movimiento estudiantil, de las asambleas
populares y de la izquierda. Esto es lo que ‘jode’ a nuestros críticos – y no
desde ahora.
Los Fernández y los Kirchner no entienden es que nos medimos, unos y otros, con
distinta vara. La política democrática ‘construye poder’ sobre la base del
aparato y de la manipulación; por eso Cristina Fernández dijo en un viaje a
París que si fuera francesa sería bonapartista o sea chiraquiana – el partido
gaullista que reivindica la tradición napoleónica. El Partido Obrero construye
una alternativa de transformación social, de un lado sobre la base de las
contradicciones crecientes, imparables y brutales del capitalismo y, del otro,
sobre la tendencia de la clase obrera, que se expresa incluso en la más
elemental de sus luchas, a reconstruir a la sociedad sobre nuevas bases.