VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

La cerril hipocresía de los unos y los otros

Por Hernán López Echagüe
www.hlediario.cjb.net

Saber que un hombre de la naturaleza de Luis D’Elía acaba de echar mano de mi libro El Otro para precipitarse sobre un hombre de la naturaleza de Eduardo Duhalde, me causa un hastío abismal. De pronto, me encuentro apretujado entre los dichos y los anhelos de poder de dos abyectos y patéticos ejemplares de un lupanar al que, con formidable ingeniosidad, Kirchner ha resuelto denominar "nueva política".

Durante la desastrada presidencia de Duhalde, D’Elía supo actuar como diligente soplón del poder político. Una y otra vez, por todas partes, se abandonó al arte de la delación desprovista de fundamento: "infiltrados", "servicios de inteligencia", "funcionales a intereses dolarizadores", "hombres encapuchados y armados", les dijo a los miembros de los movimientos de trabajadores desocupados que han hecho de la autonomía su principio motor. Sobrevino, cabe recordar, la masacre de Avellaneda.

Presumo que el pobre D’Elía se limitó a leer el capítulo 8, "El camino de la droga", donde refiero la equívoca relación de Duhalde y su entorno con el embrollado mundo de la droga. Porque si se hubiera tomado el trabajo de leerlo con todo detalle, había de comprender que el libro, por sobre todas las cosas, refiere los rasgos más distintivos que caracterizan no ya su mismísima conducta, también la de su jefe --el presidente Kirchner--, la de Duhalde y la de buena parte del gabinete: clientelismo, falacia, arbitrariedad, corrupción, violencia, fatuidad, anacronismo, burocracia, coerción, ubicuidad, desdén, indolencia, contumacia.

La actividad política, en fin, empleada como simple y directo atajo hacia la prosperidad de pocos y el descalabro de muchos. La política como coartada.

El estrepitoso soldado de avanzada del Presidente quizá ignore que, en abril, mayo de 1996, cuando El Otro estaba en los anaqueles de las librerías, fue su jefe, Kirchner, el único jerarca del Partido Justicialista que, con visible indignación, soltó: "Ese libro es una terrible difamación contra un gran compañero peronista como Duhalde".

¿Y ahora? ¿Qué ha sucedido de improviso? Mi libro, con la velocidad de un guiño, ha cobrado la magnitud de obra digna de un pedestal.

Mejor lo ha dicho en alguna oportunidad Durito, ese concienzudo y fantasmagórico escarabajo zapatista que alumbró el subcomandante Marcos:

"Y entonces los políticos se hacen tenderos, o sea son los que se encargan de la tienda que antes era un país, o sea una casa de una gente. Y los políticos de antes ya no sirven para atender la tienda y es mejor poner otros que sí estudian y aprenden a ser encargados de las tiendas. Y éstos son los nuevos políticos, o sea que son tenderos. Y no importa pues si no saben nada de gobierno, sino lo que importa es que sepan atender la tienda y den buenas cuentas a su patrón que es el dinero mundial. Entonces en los gobiernos de los países destruidos por la globalización del poder pues ya no hay políticos, sino que hay tenderos. Y ahí, en las tiendas que antes eran países, las elecciones no son para poner un gobierno, sino para poner un tendero. Y entonces ponen a competir, o sea a pelearse entre sí, a gordos, flacos, altos, chaparros, de diferentes colores que empiezan a hablar y a hablar y pura habladora, pero nada que dicen lo más importante, o sea que todos son diferentes en su cara, pero todos son iguales en que van a ser tenderos"

Sí, gordos, flacos, altos, chaparros, todos pura habladura, metidos, sin rodeo ni escrúpulo, en un ciénaga que llaman elecciones y cuyo lugar común es el deseo vehemente de apropiarse de la gran tienda.