Argentina: La lucha continúa
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Kirchner en el Gobierno; Lavagna en el poder
Juan Gaudenzi.
Radio Nederlant
En el sistema de gobierno argentino se ha producido un insólito cambio de roles: el ministro de Economía, Roberto Lavagna, representa al Estado, garantiza la continuidad institucional y la gobernabilidad. El presidente Néstor Kirchner, en tanto, actúa como un primer ministro: toma partido, se define y pronuncia, defiende y ataca, divide y construye alianzas, se somete a la voluntad popular. Es circunstancial. Lavagna imprescindible para el sistema: fue ministro del gobierno provisional de Eduardo Duhalde. Ahora, según él, se encarga de lo" verdaderamente importante", mientras a los políticos (¿a Kirchner también?) les deja la poesía.
Así lo explicó el propio Lavagna en una reciente entrevista:
"Estoy en un área, en una esfera, en una dimensión distinta. Mi función es
seguir aportando con todo mi equipo a la gobernabilidad argentina desde una
cuestión central como es la economía. Esta esfera no tiene por qué mezclarse con
el día a día político. Si se mezclara entonces la incidencia de la política
sobre la economía sería muy fuerte y terminaríamos en una situación no deseada".
Por eso cuando se le peguntó de qué lado se ubica en la confrontación ente
Kirchner y su ex padrino político, Duhalde, respondió: "Ni de un lado ni del
oro. Pero tampoco en el medio. Estoy para otra cosa, haciendo algo distinto" (le
bastó decir: "... por encima de todo".).
¿Y su opinión sobre las propuestas de campaña de cara a las elecciones
legislativas del 23 de octubre próximo?
"Este es un periodo preelectoral y en el no hay nada más parecido a las promesas
políticas que la poesía. Se habla con vehemencia, se tiran ideas, si dicen
frases bonitas, pero, ¿sabe cuál es la diferencia entre el poeta y el político?
En algún momento el político tiene que rendir cuentas frente a la realidad
concreta. El poeta no".
La historia y la ciencia política se caracterizan como "bonapartistas" (por Luis
Bonaparte y no por Napoleón) a los gobiernos/Estados que simulan situarse por
encima de la lucha de clases, de los avatares políticos, como una forma de
defender mejor los intereses de los poderosos en tiempos de crisis. En este
sentido, mientras Kirchner se mantiene en el centro de la arena política
enfrentando al caduco y corrupto aparato del Justicialismo para impulsar un
modelo que para algunos es un "peronismo agiornado" y para otros un "populismo
neo-liberal", Lavagna opta por un estilo "bonapartista", beneficiando a las
grandes empresas argentinas y a las trasnacionales y, en última instancia, a las
políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) que Kirchner tanto critica.
Una formula casi perfecta para negociar con el organismo multilateral y
denostarlo al mismo tiempo, en momentos en que Argentina necesita destrabar un
acuerdo con el FMI para renegociar vencimientos por mas de 1.700 millones de
dólares de aquí a fin de año, pero en medio de la primera etapa de una campaña
electoral en la que el componente populista del kirchnerismo le exige mostrarse
más anti-fondomonetario que nunca.
¿El tañido de que campaña es el que resuena con más fuerza en la sede del FMI,
en Washington, a donde esta semana llegara una misión encabezada por el
secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, para negociar un programa de
refinanciamiento de tres años?
El de la campaña de Lavagna, por supuesto, aunque quien la tañe sea un hombre de
aspecto delicado y pulcro, nada estridente, de hablar pausado y estilo de
prolijo burócrata internacional.
Sin llegar a la incondicionalidad del ex presidente Carlos Menem y su ministro
de Economía, Domingo Cavallo, Lavagna tienen suficientes antecedentes y
"méritos" como para que el organismo internacional lo considere un aliado
confiable:
- Después del colapso de finales del 2001 y principios del 2002, como hombre
clave del gobierno provisional de Duhalde aceptó que el FMI asumiera la
conducción económica y política del país.
- Fueron el FMI, el gobierno de Estados Unidos y el stablishment nacional
quienes dispusieron que mantuviera su cargo como garantía de continuidad y
factor de confianza/control en el imprevisible gobierno del hasta entonces casi
desconocido gobernador de la remota provincia de Santa Cruz.
- En el proceso de recomposición del sistema financiero y del capitalismo
argentino en general impulsado desde entonces Lavagna dio muestras claras de
adherir a la tan famosa como falaz teoría del "derrame", según la cual - en
pocas palabras - los miles de millones de pobres y miserables de todo el mundo
deben esperar resignados y sumisos en esa situación hasta que los capitalistas
de sus respectivas naciones ganen tanto dinero que puedan permitir que una
pequeña parte de este escurra hacia abajo en la pirámide social en forma de
aumentos salariales y mejoras sociales. ¿Qué otra conclusión puede inferirse de
estas declaraciones del ministro?
- "Los salarios no generan inflación cuando están acompañados de un fuerte
aumento de la productividad (mayor rendimiento hora/hombre = mas plusvalía en
poder del empresario), de mejora en la inversión (el empresario reinvierte
cuando vislumbra condiciones para ganar más), de mejora en la calidad
competitiva de los mercados (la sobrevivencia de los más fuertes) y de otro
montón de cosas".
- Lavagna aceptó la exigencia del FMI de compensar a los bancos por las llamadas
"pérdidas asimétricas" (prestamos realizados en dólares; devolución en pesos
devaluados).
- También, el constante aumento del superávit primario (no contabiliza los
intereses) de las finanzas públicas, que ya llega al 4 por ciento y que se
destina, en primer lugar, al pago de la deuda externa.
- Lavagna coincide con el FMI en la necesidad de revisar (aumentar) las tarifas
de los servicios públicos privatizados (la mayoría en manos de empresas
extranjeras) y espera poder hacerlo después de las elecciones de octubre.
- También comparte la preocupación del FMI por un rebrote inflacionario, por
pequeño que sea, adjudicándole la principal responsabilidad - como
tradicionalmente lo han hecho todos los grandes grupos de poder económico - a
los aumentos salariales que esos mismos grupos se encargan automáticamente de
trasladar a sus precios para no perder no un céntimo de su tasa de rentabilidad.
"¿Si los aumentos salariales no generan inflación por qué no piden duplicarlos o
triplicarlos o multiplicarlos por diez?", argumentó el ministro.