Argentina: La lucha continúa
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Rita Vagliati cuenta la vida de una familia con padre represor y madre "loca"
"Mamá decía que papá era el Demonio"
La mujer que va a cambiar su apellido para no llamarse más como su padre
represor y torturador hace un crudo relato de "cosas de mi mamá loca", del
"agujero negro" en que vivía por las mentiras y de cómo aprendió marxismo con
los libros que el padre saqueaba a los desaparecidos.
Ana Rita Pretti Vagliati quiere descartar el nombre paterno.
"Mi mamá
estuvo internada en un psiquiátrico y mi temor siempre fue volverme loca como
ella. Hoy pienso que no tiene nada de malo parecerme a ella, porque adoro un
montón de cosas de mi mamá loca, porque fue capaz de hacer cualquier cosa para
salvarnos a mí y a mis tres hermanos." Rita Vagliati, como ella quiere llamarse
en homenaje a su madre, Juana Vagliati, y para salir del "agujero negro" en el
que estuvo encerrada, está dispuesta a romper con el estigma del apellido
paterno, heredado de Valentín Milton Pretti, el comisario que secuestró y mató
durante la dictadura militar. Sin pregunta previa y después de largo tiempo de
pedir reserva sobre ese aspecto de la personalidad materna, reivindicó la
saludable locura de Juana: "Mi familia siempre anuló a mi mamá loca, y ella era
admirable. Mi papá, ante mis estallidos de enojo por lo que él era (un
torturador), siempre planteaba como justificativo que yo sufría ‘de los
nervios’, como mi mamá". En un largo diálogo con Página/12, acompañada por su
terapeuta Emilio Montilla, la joven recordó que los primeros libros sobre
marxismo los leyó en su casa, donde llegaron porque su padre los había saqueado
del domicilio de personas que están desaparecidas.
Según un relato de mamá Juana, en 1976 el comisario Pretti llevó a la casa
familiar de Temperley a un joven, Gabriel, que habría estado en el centro
clandestino conocido como El Pozo de Banfield y que hoy estaría desaparecido.
Rita recuerda que su madre, "en sus delirios místicos, decía que había que optar
con quién estar para salvar al mundo del Apocalipsis, con Gabriel, que era
Jesucristo, o con mi papá Milton, el Demonio". El propio Pretti reconoció ante
Rita la existencia de Gabriel, que tenía un apellido judío y era hijo de un
amigo de la familia, pero nunca le confirmó "si estaba muerto o si había viajado
a Israel".
Montilla fue el terapeuta de Rita hasta hace un año y con él fue que decidió
hacer público su pedido al Poder Judicial para cambiar de apellido. "Ella quería
desarrollar su vida como periodista (se recibió en la Universidad de Lomas de
Zamora) y quería cerrar el ‘agujero negro’ que significaba su apellido a la hora
de la exposición pública, por eso decidimos hacer el pedido". Rita recuerda que
cuando la eligieron como candidata a presidenta del centro de estudiantes, su
primera angustia fue "sentarlos y decirles, yo soy fulana de tal. ¿Ustedes están
seguros?" El apellido "era su trauma", confirma Montilla.
La cuestión se agravó luego de la muerte de su mamá, Juana, en 1997. Rita, que
vivía sola en su casa de Temperley, temía tener que volver a compartirla con él.
"Con Emilio trabajamos muchísimo el miedo de ser como mi mamá, una mujer
oprimida por un hombre como mi papá. El tema de la locura estaba muy planteado
en mi familia. Yo era la mujer y heredaba todas las enfermedades de mi mamá. Mi
familia trabajó en esto, cualquier actitud de ‘Ana Rita’, es porque ‘Ana Rita es
especial’." Con su terapeuta logró romper con el trauma de parecerse a su mamá.
"¿Qué tiene de malo eso? Hay un montón de cosas que adoro de mi mamá loca porque
ella es la más admirable de toda mi familia."
Cuenta que "en lo económico, que es lo que más respeta esta sociedad patriarcal,
mi mamá loca era capaz de hacer lo que sea para mantenernos. Cuando estaba bien,
no podía hacer nada, pero estando loca y a pesar de su ceguera, porque no veía
casi nada, se fue a Miramar para conseguir el dinero necesario y todos los días
viajaba, ciega, a la Capital Federal. Mi mamá era muy audaz estando loca". En
ese punto, Montilla refuerza la idea: "Juana, a pesar de todo, tenía una lucidez
absolutamente descarnada, pero enorme". Para el psicólogo, "la ternura de Juana
fue para Rita la fuga de ese agujero negro, fue como una pared blanca donde
empezar a escribir otra historia. La locura como una posibilidad, no como la
muerte".
Rita, que tuvo y tiene militancia en agrupaciones de izquierda, recuerda que su
"primer contacto con el pensamiento marxista" fue a través de su madre, quien
había guardado libros como "el diccionario marxista-leninista o las actas
tupamaras. Mi mamá me dijo que me los quedara y después entendí que esos libros
eran de desaparecidos y algunos hasta tenían dedicatorias. Esos libros los había
traído a casa mi papá". Con una sonrisa, como siempre que habla de su madre,
cuenta que ella "en su locura un día se puso a limpiar y tiró todo, muebles,
libros, plantas. Pasó un botellero, le dio todo eso y 300 pesos".
El saqueo no sólo fue obra de los represores de la dictadura. Montilla, quien
hizo una investigación sobre asesinos seriales, explica que "ellos también
siempre se llevan algo de la víctima, como si fuera una medalla, un trofeo". El
comisario Pretti, además de las denuncias por el secuestro y la tortura de
personas que estuvieron en varios centros clandestinos de detención, tenía
varias acusaciones por extorsionar a los familiares de desaparecidos. "A mí sólo
me dejó deudas (al morir el 11 de abril de este año), pero soy consciente de que
mi viejo manejó mucha guita en ese tiempo. El era un magnate para afuera de mi
casa, pero no para adentro."
"Yo fui una chica de clase media, estudié en colegios privados, pero al mismo
tiempo, a veces debíamos dos o tres cuotas porque no teníamos dinero. Recuerdo
momentos en los que comíamos tortas fritas con mate cocido, mientras mi papá se
aparecía dos por tres con un auto nuevo. El siempre estaba impecable. Le dejaba
la mitad del sueldo a mi mamá y él se quedaba con la otra parte, pero nosotros
éramos cinco. Además, él tenía los delirios de tener niñeras, mucamas, pero
cuando mi mamá se enfermaba teníamos 800 pesos de deuda en el almacén."
La familia vivió situaciones "de mucho delirio de guita" y otros "de muchísima
pobreza". Eso hacía que Juana tomara precauciones, en los buenos tiempos, para
cuando llegaran los malos: "Cuando mi mamá murió, encontramos una lata de aceite
de oliva en el placard, que ella guardaba para algún momento especial. También
escondía paquetitos con plata, restos de la venta de una propiedad para pagar
deudas".
Rita se apena porque Juana "se murió sin disfrutar de la ropa nueva que tenía y
que yo estuve un año sin poder tirar". Como siempre, el recuerdo tiene la
contraparte del padre: "A veces se aparecía con camisetas, todas iguales y del
mismo talle, compradas al por mayor; nos uniformaba y nos quedaban por acá". Y
remata con un gesto para explicar que eran enormes. Montilla comenta que en
Pretti operaba "la misma disociación psicótica que con el dinero. El podía ser
el hombre más psicótico y perverso, y al mismo tiempo ser papá, sin que esos dos
núcleos entren en contradicción. Es una habilidad, entre comillas, que podía
desarrollar un hombre como él".
"Más allá de ser policía y torturador, él era tierra fértil para eso. De a ratos
era el chiquito que había nacido en Corrientes y que vivió en Ingeniero Budge, y
de a ratos era el cana de camisa almidonada." Para conocer a fondo a su padre,
Rita tuvo que tomar contacto con algunos de sus 13 tíos por vía paterna y sus 56
primos. "Mi tía mayor fue la hermana madre que le indicaba por dónde ir. Es la
que lo metió en la policía. No había terminado el primario antes de ingresar en
la escuela de Policía", la Juan Vucetich de La Plata.
"Mi mamá metía en la misma bolsa a todos los Pretti, pero yo viví con la hermana
más chica de mi papá y por ella conocí su historia. De los seis hermanos
varones, tres se hicieron canas: uno de la Federal, otro de la Bonaerense y otro
del Servicio Penitenciario. Pero mis otros tres tíos son laburantes, bien
proles, y espero que no se enojen, pero también timberos. A mis tíos timberos
los admiro, los quiero muchísimo, y al tío de la Federal, le mando un saludo",
dice Rita y se ríe.
El comisario Pretti tuvo varias parejas, incluso mientras vivía bajo el mismo
techo con su esposa Juana. Una de las novias tuvo contacto con Rita y le
confirmó que su padre siempre había manejado "muchísimo dinero". Carmen L., a
quien la entrevistada define como "buchona de la cana", le relató también un
episodio increíble: "Ella me dijo que una vez, mientras hacían el amor con mi
papá en un auto, vinieron unos tipos a matarlo y ella sacó un arma y, según me
dijo, los mató". Desde ese día, a Carmen le quedó el mote de "Pepita, la
pistolera".
Rita duda de la participación que tuvieron en la represión figuras como la
mencionada Carmen L. o Roberto Franzetti, que era el chofer de su padre. "Los
dos son civiles y están vivos". Otro de los que frecuentaban su casa era el cabo
Norberto Cozzani, un ex integrante de los grupos de tareas a los que perteneció
el comisario Pretti y que eran comandados por el general Ramón Camps. "Mi papá
me dejó un escrito en el cual Cozzani hace una reivindicación y un relato
pormenorizado de lo que hicieron durante la dictadura."
Cuando vuelve a los años más duros de su adolescencia, Rita expresa una enorme
gratitud hacia varias profesoras que tuvo en el Instituto Apostolado Católico,
donde cursó sus estudios primarios y secundarios. De manera especial menciona a
una de ellas, cuyo nombre pide que se mantenga en reserva, que sufrió
intimidaciones de parte del comisario Pretti, por haber hablado, en clase, sobre
el juicio a las Juntas Militares, en uno de los cuales él estuvo como acusado.
"Fueron dos años en los cuales mi papá, cada vez que me llevaba al colegio, se
acercaba para amenazarla. Una vez le dijo: ‘Yo ahora estoy teniendo muchos
problemas, si no me encargaría de esto’. A pesar de lo que había pasado, cuando
ella se enteró, por los diarios, de que mi viejo había estado prófugo en el
Paraguay, se acercó y me dijo ‘contá conmigo’."
Todas las docentes fueron "muy cuidadosas" y "no bien se enteraron quién era mi
papá, que era ‘Saracho’ (el nombre de guerra que usaba en los centros de
detención), hablaron entre ellas y coincidieron en que yo era ‘otra persona y no
tenemos que relacionarla con su padre’". Eso es, en definitiva, lo que hoy está
pidiendo Rita Vagliati ante un tribunal de familia de Lomas de Zamora: "Mi
planteo no es solo jurídico sino también político. No quiero pertenecer al mundo
de mi padre y de tantos como él. Quiero poder elegir y, para ello, siento que
tengo la responsabilidad de desligarme de su mundo, de sus prácticas y de lo
último que me queda de él: el apellido Pretti".