VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

La lucha por los derechos fundamentales
Lo que el Garrahan dice

Gustavo Robles
Argenpress

La lucha de los trabajadores del Hospital Garrahan se ha instalado como tema de fundamental importancia para la población, y ha puesto sobre el tapete las contradicciones flagrantes que provoca el sistema en el que vivimos de la manera más cruda: las necesidades de los trabajadores, de los pacientes, es decir del pueblo, por un lado, y los intereses de las clases dominantes (expresada en la actitud de los funcionarios, del hospital y del gobierno), por el otro.
Con los medios de comunicación como herramienta fundamental para formar opinión de acuerdo a sus intereses, los ganadores, los privilegiados que acumulan ganancias sin parar, las minorías que siempre se benefician en detrimento de las mayorías tratan (y en gran medida lo logran, aparentemente), de contraponer los intereses de los trabajadores entre sí, es decir, huelguistas contra pacientes, enfrentando pobre contra pobre, explotado contra explotado, con la misma o peor perversión que la de aquellos que enfrentan a dos gallos en una riña sólo para satisfacerse y beneficiarse. Por supuesto que lo hacen basándose en la mentira, tergiversando la realidad.

Nada dicen estos fariseos de la dedicación de los trabajadores, del amor depositado en los niños, sin los cuales la excelencia y el prestigio del Garrahan jamás hubiesen sido posibles, ya que deben lidiar diariamente con la falta de recursos y presupuesto. Nada se preguntan a cerca de por qué 'es normal' que se den turnos para operaciones a un año de espera, nada dicen sobre que las postergaciones son comunes, y mucho menos que éstas incluso disminuyeron durante el conflicto. Los micrófonos están siempre y permanentemente para los críticos, y muy rara vez para los cientos de agradecidos con los trabajadores.

Los padres de los chicos enarbolan su desesperación, pues su lógica y fundamental preocupación es la salud de sus hijos. Para ellos, la barrera entre la cura y sus retoños es la huelga y, por supuesto, los que la llevan a cabo, los trabajadores. Abordan lo inmediato, lo más cercano y, aunque suene duro, lo más fácil y cómodo. Se quedan en los efectos y no van hacia las causas.

En esa necesidad se montan de una manera asqueante los directivos del hospital y los sectores que antes mencionamos, los dueños de los privilegios. 'El derecho a la salud de los niños está por encima del derecho a reclamar' nos dicen los mismos que defienden el derecho de los automovilistas por encima de aquellos que, entre otras cosas, se movilizan también para defender el derecho a la salud de sus hijos. Pero claro, ellos, como dueños de los medios de comunicación, o simplemente como sus lacayos, presentan las cosas en el envase que más les conviene.

Son ellos, en esta realidad, los que deberían garantizar que la salud sea un derecho y no un negocio, y, al mismo tiempo, una retribución justa y digna para todos los trabajadores. Sin embargo nada de eso ocurre.

Entonces llegamos a la cuestión fundamental, aquella que nos quieren ocultar -otra vez- los ganadores de siempre: ¿se puede construir una sociedad justa cuando se debe dirimir permanentemente qué derecho prevalece sobre otro?

¿O será que la injusticia está en la esencia misma del sistema -el capitalismo- que hace enfrentar a los pobres por sus derechos, cuando la raíz del problema está en otro lado, en los que manejan a los gallos de riña, en los que se benefician siempre y son la causa de esos reclamos?

A esos canallas no les importa nada la salud de los chicos, porque sino, en vez de pagar miles de millones de dólares de una Deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta, utilizarían esos recursos para aumentar el presupuesto de salud, para así tener un Garrahan en cada municipio y en cada provincia del país, con sus trabajadores bien pagos, lo que implica un salario mínimo igual a la canasta familiar, o sea, los $1800 que piden con total justicia los huelguistas del Garrahan.

Recordemos que el gobierno de Kirchner pagó desde que comenzó su mandato más de 13.000 MILLONES de dólares a los acreedores externos, unos 39.000 MILLONES de pesos ¿cuántos hospitales se hubiesen podido construir, cuántos equipar como corresponde con sólo parte de esos recursos? ¿Por qué no se privilegia la Deuda Interna, lo que significa también recomponer los salarios de los trabajadores por encima de la canasta familiar?

¿Qué autoridad moral tienen entonces esos funcionarios -que ganan fortunas a costillas del pueblo- para criticar o, peor aún, trasladar responsabilidades propias a los trabajadores, cuando de ellos depende la distribución del presupuesto nacional y lo hacen contra los intereses populares?

Si las políticas implementadas provocan que más de la mitad de los argentinos estén por debajo del nivel de la pobreza, que haya alrededor diez millones de indigentes, que seres humanos se mueran por causas evitables (lo cual constituye un verdadero genocidio)... ¿quién es el terrorista?

Los que provocaron y provocan el desastre, el hambre y la miseria son los que critican a los que reaccionan ante tanto oprobio. El mundo del revés.

'Donde hay una necesidad hay un derecho' dijo Eva Perón alguna vez, y esa frase es de una claridad y una justicia cristalinas. Las necesidades humanas deben satisfacerse, y si una política o un sistema no lo hace, está cometiendo una injusticia. Allí está la raíz del problema. La huelga no es más que la resultante de las injusticias cometidas contra los trabajadores. Acusarlos a ellos es quedarse mirando al árbol que tapa el bosque. Los padres de los chicos pacientes del Garrahan también son trabajadores a los que seguramente no se les paga como corresponde, y ellos también deberían bregar por un salario mínimo igual a la canasta familiar. Los trabajadores del Garrahan, en ese sentido, no sólo están luchando por sus salarios, sino por los de todos los demás trabajadores del país.

Deberíamos apoyarlos solamente por ello.

De lo contrario, si ponemos un derecho básico por sobre otro, ¿qué tipo de sociedad estaríamos construyendo? Es la sociedad en su conjunto la que debe garantizar la satisfacción de esas necesidades, y debe hacerlo a través del Estado, el cual debería representar los intereses de las mayorías. No son culpables un grupo de trabajadores que luchan por sus derechos con total justicia del abandono de los chicos, sino el Estado y sus funcionarios, sobre todo cuando tienen recursos para hacerlo pero los derivan para satisfacer otros intereses -los del G7, el FMI, el Banco Mundial y los monopolios transnacionales-.

Porque sino, ¿qué es lo que proponen los críticos de los compañeros huelguistas: volver a la esclavitud? ¿Crear cuerpos de esclavos profesionales para satisfacer cada necesidad 'popular'? ¿Médicos esclavos, enfermeros esclavos, auxiliares esclavos, maestros, profesores, científicos, obreros, todos esclavos? ¿es esa la sociedad que queremos? Para algunos canallas -los ganadores de siempre- eso sería lo ideal. Pero para todos aquellos que vivimos de nuestro trabajo, para todos aquellos que soñamos un mundo justo, el reclamo debería dirigirse dónde y a quién corresponda, y eso es a los que diseñan la realidad, administran nuestras vidas, y en vez de hacerlo para nuestro bienestar lo hacen para el de un ínfima minoría. La salud pública, universal y gratuita es un derecho fundamental, pero debe garantizarlo el Estado; al igual que el salario digno de los trabajadores, para asegurar, justamente, la posibilidad de una vida digna.

En todo caso, va siendo tiempo de preguntarnos si son éstos los dirigentes, los gobernantes que debiéramos tener, y más aún, si con esta estructura social -la capitalista- se podrá llegar a lograr una sociedad justa, cuando vemos que en realidad los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más y más pobres.

La lucha de los trabajadores del Garrahan, entonces, está totalmente justificada, es necesaria y, además, es inevitable, pues todos los seres humanos tenemos aspiraciones al bienestar que nos merecemos: por eso los reclamos salariales se extienden por todo el país, como reguero de pólvora. Y se constituyen en un eslabón fundamental hacia un reparto cada vez más justo de la riqueza que todos generamos, y hacia otro tipo de sociedad, en la cual no haya conflictos entre las necesidades y los derechos populares.

Y por eso merecen todo nuestro apoyo y solidaridad.