La lucha por los derechos fundamentales
Lo que el Garrahan dice
Gustavo Robles
Argenpress
La lucha de los trabajadores del Hospital Garrahan se ha instalado como tema de
fundamental importancia para la población, y ha puesto sobre el tapete las
contradicciones flagrantes que provoca el sistema en el que vivimos de la manera
más cruda: las necesidades de los trabajadores, de los pacientes, es decir del
pueblo, por un lado, y los intereses de las clases dominantes (expresada en la
actitud de los funcionarios, del hospital y del gobierno), por el otro.
Con los medios de comunicación como herramienta fundamental para formar opinión
de acuerdo a sus intereses, los ganadores, los privilegiados que acumulan
ganancias sin parar, las minorías que siempre se benefician en detrimento de las
mayorías tratan (y en gran medida lo logran, aparentemente), de contraponer los
intereses de los trabajadores entre sí, es decir, huelguistas contra pacientes,
enfrentando pobre contra pobre, explotado contra explotado, con la misma o peor
perversión que la de aquellos que enfrentan a dos gallos en una riña sólo para
satisfacerse y beneficiarse. Por supuesto que lo hacen basándose en la mentira,
tergiversando la realidad.
Nada dicen estos fariseos de la dedicación de los trabajadores, del amor
depositado en los niños, sin los cuales la excelencia y el prestigio del
Garrahan jamás hubiesen sido posibles, ya que deben lidiar diariamente con la
falta de recursos y presupuesto. Nada se preguntan a cerca de por qué 'es
normal' que se den turnos para operaciones a un año de espera, nada dicen sobre
que las postergaciones son comunes, y mucho menos que éstas incluso disminuyeron
durante el conflicto. Los micrófonos están siempre y permanentemente para los
críticos, y muy rara vez para los cientos de agradecidos con los trabajadores.
Los padres de los chicos enarbolan su desesperación, pues su lógica y
fundamental preocupación es la salud de sus hijos. Para ellos, la barrera entre
la cura y sus retoños es la huelga y, por supuesto, los que la llevan a cabo,
los trabajadores. Abordan lo inmediato, lo más cercano y, aunque suene duro, lo
más fácil y cómodo. Se quedan en los efectos y no van hacia las causas.
En esa necesidad se montan de una manera asqueante los directivos del hospital y
los sectores que antes mencionamos, los dueños de los privilegios. 'El derecho a
la salud de los niños está por encima del derecho a reclamar' nos dicen los
mismos que defienden el derecho de los automovilistas por encima de aquellos
que, entre otras cosas, se movilizan también para defender el derecho a la salud
de sus hijos. Pero claro, ellos, como dueños de los medios de comunicación, o
simplemente como sus lacayos, presentan las cosas en el envase que más les
conviene.
Son ellos, en esta realidad, los que deberían garantizar que la salud sea un
derecho y no un negocio, y, al mismo tiempo, una retribución justa y digna para
todos los trabajadores. Sin embargo nada de eso ocurre.
Entonces llegamos a la cuestión fundamental, aquella que nos quieren ocultar
-otra vez- los ganadores de siempre: ¿se puede construir una sociedad justa
cuando se debe dirimir permanentemente qué derecho prevalece sobre otro?
¿O será que la injusticia está en la esencia misma del sistema -el capitalismo-
que hace enfrentar a los pobres por sus derechos, cuando la raíz del problema
está en otro lado, en los que manejan a los gallos de riña, en los que se
benefician siempre y son la causa de esos reclamos?
A esos canallas no les importa nada la salud de los chicos, porque sino, en vez
de pagar miles de millones de dólares de una Deuda ilegal, ilegítima y
fraudulenta, utilizarían esos recursos para aumentar el presupuesto de salud,
para así tener un Garrahan en cada municipio y en cada provincia del país, con
sus trabajadores bien pagos, lo que implica un salario mínimo igual a la canasta
familiar, o sea, los $1800 que piden con total justicia los huelguistas del
Garrahan.
Recordemos que el gobierno de Kirchner pagó desde que comenzó su mandato más de
13.000 MILLONES de dólares a los acreedores externos, unos 39.000 MILLONES de
pesos ¿cuántos hospitales se hubiesen podido construir, cuántos equipar como
corresponde con sólo parte de esos recursos? ¿Por qué no se privilegia la Deuda
Interna, lo que significa también recomponer los salarios de los trabajadores
por encima de la canasta familiar?
¿Qué autoridad moral tienen entonces esos funcionarios -que ganan fortunas a
costillas del pueblo- para criticar o, peor aún, trasladar responsabilidades
propias a los trabajadores, cuando de ellos depende la distribución del
presupuesto nacional y lo hacen contra los intereses populares?
Si las políticas implementadas provocan que más de la mitad de los argentinos
estén por debajo del nivel de la pobreza, que haya alrededor diez millones de
indigentes, que seres humanos se mueran por causas evitables (lo cual constituye
un verdadero genocidio)... ¿quién es el terrorista?
Los que provocaron y provocan el desastre, el hambre y la miseria son los que
critican a los que reaccionan ante tanto oprobio. El mundo del revés.
'Donde hay una necesidad hay un derecho' dijo Eva Perón alguna vez, y esa frase
es de una claridad y una justicia cristalinas. Las necesidades humanas deben
satisfacerse, y si una política o un sistema no lo hace, está cometiendo una
injusticia. Allí está la raíz del problema. La huelga no es más que la
resultante de las injusticias cometidas contra los trabajadores. Acusarlos a
ellos es quedarse mirando al árbol que tapa el bosque. Los padres de los chicos
pacientes del Garrahan también son trabajadores a los que seguramente no se les
paga como corresponde, y ellos también deberían bregar por un salario mínimo
igual a la canasta familiar. Los trabajadores del Garrahan, en ese sentido, no
sólo están luchando por sus salarios, sino por los de todos los demás
trabajadores del país.
Deberíamos apoyarlos solamente por ello.
De lo contrario, si ponemos un derecho básico por sobre otro, ¿qué tipo de
sociedad estaríamos construyendo? Es la sociedad en su conjunto la que debe
garantizar la satisfacción de esas necesidades, y debe hacerlo a través del
Estado, el cual debería representar los intereses de las mayorías. No son
culpables un grupo de trabajadores que luchan por sus derechos con total
justicia del abandono de los chicos, sino el Estado y sus funcionarios, sobre
todo cuando tienen recursos para hacerlo pero los derivan para satisfacer otros
intereses -los del G7, el FMI, el Banco Mundial y los monopolios
transnacionales-.
Porque sino, ¿qué es lo que proponen los críticos de los compañeros huelguistas:
volver a la esclavitud? ¿Crear cuerpos de esclavos profesionales para satisfacer
cada necesidad 'popular'? ¿Médicos esclavos, enfermeros esclavos, auxiliares
esclavos, maestros, profesores, científicos, obreros, todos esclavos? ¿es esa la
sociedad que queremos? Para algunos canallas -los ganadores de siempre- eso
sería lo ideal. Pero para todos aquellos que vivimos de nuestro trabajo, para
todos aquellos que soñamos un mundo justo, el reclamo debería dirigirse dónde y
a quién corresponda, y eso es a los que diseñan la realidad, administran
nuestras vidas, y en vez de hacerlo para nuestro bienestar lo hacen para el de
un ínfima minoría. La salud pública, universal y gratuita es un derecho
fundamental, pero debe garantizarlo el Estado; al igual que el salario digno de
los trabajadores, para asegurar, justamente, la posibilidad de una vida digna.
En todo caso, va siendo tiempo de preguntarnos si son éstos los dirigentes, los
gobernantes que debiéramos tener, y más aún, si con esta estructura social -la
capitalista- se podrá llegar a lograr una sociedad justa, cuando vemos que en
realidad los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más y más
pobres.
La lucha de los trabajadores del Garrahan, entonces, está totalmente
justificada, es necesaria y, además, es inevitable, pues todos los seres humanos
tenemos aspiraciones al bienestar que nos merecemos: por eso los reclamos
salariales se extienden por todo el país, como reguero de pólvora. Y se
constituyen en un eslabón fundamental hacia un reparto cada vez más justo de la
riqueza que todos generamos, y hacia otro tipo de sociedad, en la cual no haya
conflictos entre las necesidades y los derechos populares.
Y por eso merecen todo nuestro apoyo y solidaridad.