Argentina: La lucha continúa
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Todos podemos hacer algo por la libertad de los presos y presas de la legislatura
Hoy se cumplen 13 meses de la injusta detención de
nuestros familiares y compañeros, detenidos el 16 de julio de 2004 para
convertirlos en prisioneros de la llamada Causa Legislatura. Son 15
hombres y mujeres que ese día participaron de una movilización contra el
Código Contravencional. Por tercera vez, la justicia les ha negado la
excarcelación. La primera, la jueza Silvia Ramond. La segunda, la misma Cámara
que liberó a María Julia Alsogaray y Omar Chabán, alegando que podían fugarse.
La tercera, el tribunal oral Nº 17, el mismo día que la justicia se la concedió
a Raúl Castells, a pesar de haber presentado una "caución moral" que garantizaba
el pleno cumplimiento del proceso legal, firmada por Nora Cortiñas, Madre de
Plaza de Mayo; el Serpaj; el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos; el
cura de la iglesia de Constitución y el pastor de la Iglesia Metodista
Evangélica de Flores.
Hoy comienza su huelga de hambre Pablo Martín Amitrano, 30 años,
porteño, vendedor de panchos. Es la única manera que tiene un inocente tras las
rejas de expresar lo que siente: desesperación por la indiferencia, por la
injusticia, por el abuso de sus derechos.
Nosotros, sus familiares y compañeros, sabemos que Pablo es el primero pero no
el último de los prisioneros que escogerá este camino de exponer su salud -lo
último que les queda- para que los escuchen.
No pudimos, en estos largos 13 meses, defenderlos de los atropellos judiciales,
quizá porque no quisimos que sean utilizados por las internas políticas ni los
shows mediáticos. Aún así, comprobamos hoy que el gobierno los sigue utilizando
como un "caso testigo" para vaya a saber qué especulación electoral.
Nuestros familiares, nuestros compañeros, son mujeres y hombres sin militancia
política; trabajadores a los que solo les quedó la calle para ganar el sustento
de sus familias. Gente pobre, que conoce sus derechos y los defiende.
Si gente así está hoy injustamente detenida, alejada de sus hijos, sus madres,
sus familias, es porque algo muy grave sucede en la Argentina.
Hoy, hay 15 hombres y mujeres acusados de privación ilegítima de la
libertad y coacción agravada por participar de una manifestación, sin más
pruebas que los testimonios de los policías que los atraparon de civil, sin
identificación. Es grave que esto suceda, pero mucho más que una, dos, tres
veces, la justicia lo convalide. Es grave que el fiscal encargado de acusarlos
ni siquiera se tome la molestia de mencionar en su alegato a algunos de los
detenidos, pero más grave es que solo unos pocos se indignen por esto.
Así, cada uno de estos hombres y mujeres se fue convirtiendo en un "paquete"
llamado Causa Legislatura mediante el cual el poder político-judicial nos
quiere hacer creer que ha investigado los sucesos ocurridos en la Legislatura,
el día en que se transformó en un escenario montando para dirimir las internas
del gobierno (varios ex funcionarios que cayeron ese día ya dieron cuenta de
ello en sus declaraciones públicas) y arrasar con los derechos de los que menos
tienen, pero no se callan.
Con dolor, pero con firmeza y como desde hacer 13 meses, acompañeremos el
reclamo de justicia de nuestros familiares y compañeros hasta que nos escuchen.
Nuestro mensaje es simple: tenemos derecho a reclamar trabajo, tenemos derecho a
manifestar nuestra opinión públicamente, tenemos derecho a protestar
contra una norma que nos obliga al hambre. Nos han hecho creer, sin embargo, que
con la Causa Legislatura se cruzó un límite. Nos han refregado los embates a la
puerta del Palacio Legislativo para que así lo creamos. Pues bien: trece meses
después para nosotros está claro qué límite se cruzó ese día. Ninguno de los
detenidos ha sido identificado como el autor de esos desmanes, pero ahí siguen:
encerrados.
Hacemos responsable al gobierno de haber cruzado un umbral, de haber convertido
en rehenes de la política a nuestros familiares y compañeros, violando todos los
límites de nuestros derechos hasta convertirlos en delitos.
Sabemos que la realidad de nuestro país está repleta de conflictos; que no es
fácil –por más que nos lo quieran hacer creer- que la justicia sea justa, que la
política sea limpia, que la democracia sea democrática. Pero también sabemos que
si desde hace 13 meses hay 15 hombres y mujeres inocentes tras las rejas, es
porque algo más injusto, más sucio y más autoritario estamos permitiendo que
suceda.
Todos podemos hacer algo para exigir la libertad de los presos y presas de la
Legislatura: hablar de ellos, hablar con ellos, gritar sus nombres en un
cartel o en una carta.
Cualquier cosa que hagamos es importante.
Cualquiera, menos el silencio.