La justicia argentina deniega la extradición del comandante
Salvador a Chile
La paradoja de una reputada democracia con pies de barro y raíces en la
tiranía
Erick Fajardo Pozo
El dictamen de libertad para el símbolo de la resistencia efectiva a la
dictadura de Pinochet expone la debilidad de una democracia chilena parida por
la tiranía. Apablaza está libre y esto pone aún más en evidencia la inequidad y
sumisión a la derecha, de una democracia socialista y una justicia chilena que
hace meses piden su extradición, pero que hace años dilatan el juicio y
sentencia a Augusto Pinochet
Con una altiva denuncia al perenne y omnipresente poder oligárquico en Chile y
con una dura crítica a la virtualidad de la democracia contemporánea en su país,
el ex guerrillero Sergio Galvarino Apablaza Guerra, "Comandante Salvador", se
dirigió al juez argentino Claudio Bonadío, en el discurso previo a la lectura de
su sentencia, en el juicio de extradición que le sigue el gobierno de Chile. La
apelación verbal fue el preludio de un dictamen de libertad para el ex líder del
FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) que celebrarán en Chile y en
Latinoamérica todos aquellos que después del golpe militar de 1973 decidieron
que la defensa de la libertad y el estado de derecho no prosperaría en el marco
del sistema jurídico imperialista y burgués.
Detenido en noviembre de 2004 en Argentina, portando documentación falsa,
Apablaza es el Némesis de Pinochet y su puesta en libertad reivindica el
prevalecer del derecho natural e inalienable del hombre a defender su libertad,
aún con las armas, frente a la agonía de un dictador y a los resabios del terror
que buscaron en la extradición del ex guerrillero la expiación final de una
época y una generación que mantiene abierta la herida del recuerdo y exponen la
debilidad de una democracia pactada con la tiranía.
El magistrado Bonadío rechazó el pedido de extradición del gobierno chileno
expresando que, al no estar acreditada la participación de Apablaza en la muerte
del senador chileno Jaime Guzmán y en el secuestro del aristócrata Cristián
Edwards, no correspondía el pedido. Según Bonadío, el proceso seguido por el
Estado chileno contra el "Comandante Salvador" no cumplió con requisitos del
derecho internacional. Se le declaró reo en rebeldía y se le sometió a proceso
en ausencia en Chile, sin que un abogado tuviera la posibilidad de rebatir los
argumentos que hicieron en su contra. Tragedia crónica en Latinoamérica
La denuncia de Apablaza sobre la hermenéutica de la conjura para derrocar a
Allende no deja de ser ilustrativa de lo sintomática y crónica que puede ser la
tragedia de la dominación para los pueblos de Latinoamérica. Según Apablaza, la
sedición contra Allende la inició la derecha "…a través de sus medios de
comunicación, especialmente de la cadena El Mercurio, de propiedad del clan
Edwards, que según informes del Senado de los Estados Unidos contó para ello con
millonarios fondos provenientes de ese país".
También denunció una transición democrática inconclusa y sin virtud. "Chile vive
una democracia engendrada como salida negociada a la tiranía", dijo.
"…Así comenzó el término formal de la dictadura, dando paso a un proceso de
transición democrática, que a entender del conjunto de fuerzas, aún hoy, a 15
años del recambio, no ha concluido".
El "Comandante Salvador" critica que la democracia chilena es tan real como la
existencia de senadores vitalicios y su justicia tan débil como podría serlo un
régimen de derecho bajo la permanente tutela de la tiranía.
"La débil democracia naciente dio sus primeros pasos protegida y tutelada, por
los mismos que la habían sepultado en el brutal bombardeo a La Moneda, quienes
hicieron explícita su decisión de hacer sentir su poder ante la menor acción que
pretendiera hacerlos responder por sus actos y crímenes de lesa humanidad.
El primer gobierno de la transición elaboró el concepto de justicia en la medida
de lo posible, es decir, aceptando las condiciones impuestas por el dictador,
atrincherado hasta marzo de 1998 en la Comandancia en Jefe del Ejército, y hasta
el 2002 en el Senado de la República, en calidad de miembro vitalicio, junto a
varios de sus cómplices que eran senadores no elegidos por el voto popular".
Del desenlace de la historia de Apablaza, lo subjetivo es quizá aún más valioso
que lo objetivo para el movimiento social en Latinoamérica. Más importante la
débil democracia que expone, que la victoria simbólica de la libertad del
guerrillero sobre una democracia que dilata vergonzosamente la sentencia contra
el dictador chileno.
En una paradoja demencial, la democracia más elogiada del continente pide
extradición y juicio para el único símbolo de la resistencia efectiva a la
dictadura, mientras parece esperar que la muerte rescate a Pinochet de la
justicia y al socialista Lagos de evidenciar su sumisión a la derecha.