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Argentina: La lucha continúa

Identificados los restos de tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, desaparecidas en 1977
Germen de resistencia 

 
Agencia Walsh
 
El documento leído por Ana María Careaga, durante la conferencia de prensa realizada en UTPBA, explica la tarea fundacional de Esther, María y Azucena en la organización Madres de Plaza de Mayo y repasa lo ocurrido desde sus desapariciones, en diciembre de 1977, hasta ser identificadas este año.

“El hallazgo e identificación de sus restos, resultado del valioso e importante trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fue posible gracias a la denodada e inclaudicable lucha de los organismos de derechos humanos –sostenida desde hace casi 30 años- por la Verdad, por la Justicia, contra la Impunidad.

Estas madres –ejemplo de ética y de lucha colectiva- fueron, junto a otras mujeres en iguales circunstancias, quienes impulsaron y crearon el movimiento de las Madres de Plaza de Mayo.

El operativo –en el que fueron secuestradas estas mujeres- fue resultado de la infiltración del entonces teniente de fragata Alfredo Astiz en el grupo de familiares, quien se había presentado como hermano de un detenido-desaparecido con el seudónimo de Gustavo Niño. La desaparición de Esther, Mary y Azucena no fue fortuita. Quisieron acabar con la organización Madres. Pero no fue así, ese germen de resistencia habría de ser imparable.

Durante 28 años, los familiares hemos sostenido nuestro reclamo de Verdad y Justicia. Hoy como resultado de esa lucha, podemos conocer y hacer conocer parte de esta verdad. Por innumerables testimonios de los sobrevivientes de la ESMA, pudimos saber que nuestras madres estuvieron allí, que fueron torturadas y posteriormente trasladadas. Alrededor del 20 de diciembre de 1977 comenzaron a aparecer cuerpos en la costa del Océano Atlántico, entre Santa Teresita y Mar del Tuyú, que fueron presurosamente enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle, Provincia de Buenos Aires.

A partir de la tarea de los antropólogos, que permitió el hallazgo y posterior identificación de los restos de Esther, María y Azucena, hoy se comprueba el circuito del terror. Sus restos, que presentan múltiples fracturas provocadas por el impacto de una caída desde gran altura, certifican que fueron arrojadas vivas al mar, poniendo al descubierto la dimensión real del horror.

Esta verdad era conocida por el Departamento de Estado Norteamericano, como consta en documentos clasificados, en los cuales el entonces Embajador de los Estados Unidos en la Argentina, Raúl Castro, revela que la embajada norteamericana había obtenido información confidencial de una fuente protegida del gobierno argentino, acerca del hallazgo de siete cuerpos en la costa Atlántica, entre los cuales se encontrarían las madres secuestradas por fuerzas de seguridad entre el 8 y 10 de diciembre de 1977. Este informe tiene fecha de marzo de 1978.

Hoy, con la declaración de inconstitucionalidad de las Leyes de Punto Final y Obediencia de Vida –producto, una vez más, de la lucha de las organizaciones- se abre una nueva etapa para que se haga justicia, para que quienes cometieron estos crímenes paguen por lo que hicieron. Esa justicia -que aún se le adeuda al conjunto de la sociedad- fue reiteradamente postergada, no sólo mediante las mencionadas leyes, sino también a través del Indulto, aún vigente. Continuaremos con las acciones legales ya iniciadas y ampliaremos esta demanda también contra todos los que conocían estos hechos y no lo denunciaron.

Exigimos que se busque y se entregue a los familiares la información que todavía está en poder de las Fuerzas Armadas sobre cada uno de los detenidos-desaparecidos.

Nuestras madres, incansables luchadoras que dieron sus vidas por sus hijos, no pudieron vencer a la muerte pero eran tan obstinadas que pudieron vencer al olvido. Y volvieron. Volvieron con el mar, como si hubieran querido dar cuenta, una vez más, de esa tenacidad que las caracterizó en vida. La presencia de sus restos da testimonio de que no se puede desaparecer lo evidente. Volvieron con ese amor incondicional que sólo las madres tienen por sus hijos, para seguir luchando por ellos, por nosotros.

En memoria de Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco y Azucena Villaflor de De Vincenti; en memoria de todos los demás detenidos-desaparecidos del grupo de la iglesia Santa Cruz: Angela Auad, Remo Berardo, Raquel Bulit, Horacio Elbert, Julio Fondovilla, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y las religiosas francesas Alice Domon y Leonie Duquet; y en memoria de los 30 mil detenidos-desaparecidos, exigimos Verdad y Justicia. Cárcel común a todos los genocidas. No vamos a olvidar, no vamos a perdonar. Juicio y castigo a todos los culpables.”

Buenos Aires, 8 de julio de 2005.
Firman: Ester, Mabel y Ana María Careaga; Ana y Luis Salvador Bianco; Cecilia y Pedro Eduardo De Vincenti

LA LARGA MARCHA DE AZUCENA

Azucena Villaflor de Devicenti, fundadora de Madres de Plaza de Mayo.

Azucena fue inscripta en el Registro Civil de Piñeyro por su padre, Florentino Villaflor, como nacida el 7 de abril de 1924 en su domicilio de la calle Uruguayana 2730, de madre desconocida. Emma Nitz, la madre, tenía 15 años de edad, y no solamente no quiso reconocer a su hija, sino que tampoco se avenía a criarla, así que Florentino le pidió a su hermana mayor, Magdalena, que lo hiciera. Magdalena se casó poco tiempo después con Alfonso Moeremans, un obrero textil de la empresa Masllorens, donde ella trabajó más de 10 años, y tuvieron tres hijas. Para ellas, Azucena fue su hermana mayor.

Mantuvo una buena relación con papá Florentino, que la veía regularmente, pero no así con Emma. Cuando cumple 15 años, sin embargo, su madre se presentó en el Registro Civil para denunciar como propia esa hija que había negado. Dicen que incluso llegó a amenazar a Florentino con abandonarlo si no lo apoyaba para lograr que su hija viviera con ellos. Lo logra.

Azucena debe abandonar sus estudios e ir a trabajar, primero como obrera del vidrio, y luego como telefonista en Siam. Allí conoce a quien luego será su marido, un delegado de sección que se llama Pedro Carmelo De Vicenti.

Cuando cumple los 21 años vuelve a vivir en lo de Magdalena, lo que constituye una fiesta familiar, y el 11 de agosto de 1949 se casa con Pedro. De ese matrimonio nacen cuatro niños: Pedro, Néstor, Adrián y Cecilia. Ambos abandonan la fábrica Siam y ponen un pequeño almacén; con el tiempo, dejan de pasar penurias económicas, Pedro adquiere un camión con el que hace transporte de petróleo, compran una casita en la calle Crámer, cerca del viaducto de Avellaneda, y hasta construyen en el generoso terreno una casa más cómoda.

Para los niños, la visita de los sábados a la abuela Magdalena es un rito amable.

Néstor inicia su militancia a principios de los ’70, con gran oposición de su padre y menos de su madre, que comparte algunas de las cosas que dice. Cuando es secuestrado, en 1976, Azucena se lanza a la calle, a tratar de buscar información de su paradero como tantas otras. Es en una de esas esperas angustiantes y tediosas, en la sede del Vicariato Castrense, en que lanza la idea de ganar la Plaza de Mayo, para lograr ser atendidas por el Presidente Videla. Algunas la siguen, y son catorce ese 30 de abril de 1977, pero en los sucesivos encuentros fueron más, y ante la requisitoria policial de que ‘no hay permiso de reunión, circulen’, comenzaron caminar en círculo alrededor de la pirámide.

Lo que sigue de la historia es mucho más conocido, y suena como reciente a pesar de los casi 28 años transcurridos. Hay una reunión, en la iglesia de la Santa Cruz, para juntar dinero para una solicitada que saldría en el diario La Nación el 10 de diciembre; hay un delator, un infiltrado, un personaje obsceno que ni siquiera merece ser llamado Judas, porque hasta Judas comprendió la gravedad de su acción; hay una patota de asalariados del poder; hay, en fin, la reacción ya histórica del poder cuando se ve amenazado: Noche y Niebla. Oscuridad: para no ver, para que no lo vean. Niebla: para desorientar, para que no lo ubiquen.

Azucena no fue a esa reunión, pero fue igualmente capturada el 10 de diciembre de 1977, cuando por fin salió la solicitada. Cuentan algunos sobrevivientes de la ESMA que su conducta en ese infierno fue ejemplar, por lo solidaria, y por intentar recordar los nombres de todos los secuestrados para, eventualmente, dar a conocer públicamente su situación.

Nota: Azucena era sobrina de don Aníbal Villaflor (delegado Municipal de Avellaneda o intendente provisorio, que debió renunciar después de plegarse a una huelga de los empleados del municipio que dirigía), y prima –sus padres eran hermanos- de Josefina (Negrita) y de Raimundo (Negro) y de su esposa Elsa Martínez, militantes sindicales y populares detenidos-desaparecidos el 3 y 4 de agosto de 1979, también por los esbirros de Masera.

Eduardo M. Pérez. Agencia Rodolfo Walsh. Fuentes: propias, y del libro “Los Villaflor de Avellaneda” de Enrique Arrosagaray. Ed. De la Flor, 1993.

CON DIGNIDAD Y MIRADA LIMPIA

María Ponce de Bianco, madre de Plaza de Mayo.

María Ponce de Bianco nació el 6 de julio de 1924, en Tucumán, y aunque sólo fue al colegio hasta quinto grado, leía muchísimo y tenía una gran formación autodidacta.

Cuentan que fumaba, usaba pantalones, manejaba el dinero y los negocios. Que era una excelente cocinera y atea.

Tenía una colchonería en Alberdi al 7000. Después del secuestro de su hija, cerró el negocio familiar y se dedicó tiempo completo a buscarla.

Su hijo Luis la definió como “una negra india tucumana de ley”. “Ella me enseñó a no temer a los mendigos, a la gente diferente, siempre decía: ‘Andá con dignidad y mirada limpia’”, recordó.

Según su amiga Marta Gómez “su madurez política la llevó a romper con el partido comunista para transformarse en una activa y lúcida militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)”.

Ana Bianco, su hija, dice que María rompió con el PC por la posición política frente al genocidio.

Era una luchadora que no esperaba nada a cambio, sólo la satisfacción ante la vida.

Agencia Walsh. Fuentes: UTPBA y Página 12

VOY SEGUIR HASTA QUE APAREZCAN TODOS

Esther Ballestrino de Careaga, madre de Plaza de Mayo.

Esther Ballestrino de Careaga nació en Uruguay, el 20 de enero de 1918. Creció en Paraguay, donde militó en el Febrerismo, un movimiento socialista con un programa de liberación nacional. Era Maestra Normal y Doctora en Bioquímica y Farmacia. Había estudiado en la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay.

Durante la dictadura militar de Higinio Morínigo (entre 1940 y 1947) organizó el movimiento femenino del Paraguay. Fue su primera secretaria General. Perseguida, en 1947 se refugió en Argentina, donde se casó con Raymundo Careaga y tuvo tres hijas.

Después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Esther solicitó y obtuvo la condición de refugiada del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Pero su casa fue allanada varias veces. El 13 de septiembre de 1976 la dictadura secuestró a su yerno, Manuel Carlos Cuevas, marido de su hija Mabel. El 13 de junio de 1977 se llevaron a Ana María, su hija menor que estaba embarazada de tres meses.

“Ante mi secuestro, empezó a trabajar con los familiares de desaparecidos que, ante la falta de respuesta a sus reclamos, comienzan a reunirse en organismos, iglesias y en la Plaza de Mayo. Cuando fui liberada ella fue a la Plaza y las otras Madres le dijeron: Ahora se terminó tu búsqueda, encontraste a tu hija. Mi mamá les contestó: No. Voy seguir hasta que aparezcan todos”, cuenta Ana Maria, que actualmente es secretaria de Derechos Humanos de la Utpba.

Fue detenida y desaparecida el 8 de diciembre de 1977.

Fuentes: UTPBA y Página 12