Argentina: La lucha continúa
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Los gendarmes debieron replegarse en medio de una lluvia de piedras y palos
Pico Truncado es un polvorínEl conflicto laboral en Pico Truncado está fuera de control. Ayer, cientos
de personas avanzaron contra tropas de Gendarmería que estaban cerca del piquete
de la ruta que lleva a Las Heras. Hubo otro incidente en los pabellones donde se
alojan otros efectivos y además la reunión con el intendente y concejales
terminó en un tumulto.
Diario El Patagónico
19 de junio de 2005 - Caleta Olivia (aco)
Pese a que las informaciones suministradas a El Patagónico son confusas y
fraccionadas, queda en claro que hubo varios incidentes y que se produjeron casi
en forma simultánea, en el lapso que fue desde aproximadamente las 17 hasta las
18:30.
Uno de ellos tuvo epicentro en el quincho policial, donde desde el mediodía se
estaba llevando a cabo una mesa de diálogo entre el intendente Osvaldo Maimó,
concejales y representantes de otros organismos, junto con delegados de los
manifestantes.
Supuestamente -según voceros de los trabajadores en conflicto- el jefe comunal
ofreció un incremento salarial no remunerativo de 200 pesos para los agentes
municipales de planta permanente y de 100 para los contratados, más otros
beneficios menores, pero tal propuesta no incluía a los agentes provinciales.
De todos modos, varios delegados municipales querían que el incremento fuera al
básico, exigencia que trababa las negociaciones que se hacían en alto tono de
voz.
En ese ínterin, varias esposas de los trabajadores habrían ingresado
abruptamente al recinto y profirieron fuertes insultos contra las autoridades
políticas y también se produjeron intentos de agresiones.
ALERTA EN LA RUTA
Cuando aún no se había calmado la situación en el quincho municipal, alguien
alertó a los huelguistas de que decenas de gendarmes se estaban preparando en el
playón de una estación de servicio cerca de la salida a Las Heras, asegurándose
que estaban listos para ir a reprimir a la gente que cortaba el acceso por la
ruta 43.
Por si esto fuera poco, una emisora radial habría propalado también esa noticia
y cientos de vecinos -mayoritariamente familiares de los manifestantes- fueron
hacia ese lugar.
Uno de los piqueteros contó -vía telefónica- que los gendarmes «tenían varios
perros mastines que parecían del tipo Rotweiller». Añadió que también había tres
colectivos de Etap que los habían dejado en el lugar, además de un camión
hidrante y dos camionetas que llevaban a los oficiales.
«Además de los hombres, también había mujeres y chicos que avanzaron hacia ellos
y los obligamos a subirse a los colectivos y los otros vehículos para que se
fueran, porque estábamos dispuestos a todo», sostuvo el informante.
El mismo vocero admitió que cuando los móviles que llevaban a los gendarmes
pasaron por el piquete de la ruta 12, les arrojaron piedras y «algunos palos».
MAS DISTURBIOS
Pero los incidentes no terminaron en ese lugar, ya que otros vecinos
narraron que muchos piqueteros fueron luego hacia el barrio Gas del Estado,
donde hay dos pabellones que ahora pertenecen a Gendarmería.
Allí, mientras algunos se acercaron a discutir con los oficiales, otros
arremetieron contra numerosos efectivos apostados en el lugar, arrojándoles
piedras. Este foco de ira se mantenía hasta el cierre de nuestra edición y se
desconocía si se había agravado.
Por otro lado, otras fuentes alegaron que en realidad los gendarmes de élite que
se retiraron de la estación de servicio no lo hicieron tanto por la presión de
la gente que avanzó sobre ellos, sino porque ya tenían órdenes de replegarse.
Como fuera, hasta anoche no fue posible constatar el paso de los micros que los
transportaban por Caleta Olivia y hasta se consideraba probable que hubieran
recibido una orden de replegarse hasta determinada posición de la ruta,
previendo irrumpir nuevamente de madrugada con directivas de despejar las rutas
de manifestantes.
Ante esta circunstancia, otro vocero de los piqueteros anticipó tres hipótesis
de estrategias que podrían utilizar: «si vienen y nos ordenan que salgamos, nos
iremos a la banquina y más tarde volvermos, tantas veces como sea necesario para
cansarlos. También podemos sentarnos y que si quieren que nos peguen o nos pasen
por encima con los colectivos para que el país sepa de la masacre. Pero también
deben saber que vamos a defendernos hasta las últimas consecuencias».
Si bien en el curso de las últimas semanas hubo contacto directo entre oficiales
de esa fuerza de seguridad y piqueteros, fue en la tarde noche del último
miércoles cuando el clima comenzó a tensarse más de la cuenta.
Aris Quiesslin, un empleado municipal que se plegó al paro y los piquetes, contó
que a eso de las 19:30 se hizo presente en uno de los cortes de ruta el
comandante Gustavo Caserotto, el jefe de la Agrupación XVI que llegó desde Río
Gallegos.
«Nos dijo en principio que él no venía con su gente a reprimir, sino a dialogar
y que lo hacía por directivas de Presidencia de la Nación ya que nuestra
protesta tenía repercusión en todo el país», comentó el vocero.
«Nos aseguró que su misión era acercar a las partes para lograr una solución
pacífica el conflicto y que llamaría al intendente (Osvaldo Maimó) para que nos
juntáramos, pero cuando le dijimos que el intendente se había levantado de una
reunión por estar disconforme, nos aseguró que lo iba a traer de las pestañas,
al mejor estilo militar».
«El jueves por la mañana, aproximadamente a las 10:30, volvió y nos dimos cuenta
de que nos estaba engañando porque ahí nos dijo que teníamos que irnos porque su
misión dependía de la juez local, así que la conversación terminó porque le
informamos que nosotros nos quedábamos donde estábamos hasta que accedan a
nuestros reclamos», añadió el piquetero.
En rigor, otra de las tantas situaciones límites se había vivido días antes
cuando unos 30 efectivos policiales arribaron desde Río Gallegos, presididos por
el comisario (RE) Hugo Llamazares, jefe de la institución, quienes se apostaron
en el edificio central de la comuna.
Aparentemente habían ingresado por atrás para evitar el choque con los
piqueteros que bloqueaban ese inmueble, donde luego de un tumulto con
funcionarios que querían ingresar, la presidenta del Concejo Deliberante, Selma
Salas, recibió un golpe en el rostro.