Argentina: La lucha continúa
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Se murió el pajarito, ahora deben morir los indultos
"La ferocidad y violencia son crímenes que no conocen los soldados de la libertad, y si contra mis esperanzas, alguno de los nuestros olvidase sus deberes, declaro desde ahora que será inexorablemente castigado... Yo lo castigaré de un modo terrible; y él desaparecerá de entre nosotros con oprobio e ignominia"
José de San Martín – 8 de setiembre de 1820
por Hugo Alberto de Pedro
El fallecimiento del cruel represor genocida Carlos Guillermo Suárez Mason ocurrido ayer nos confirma una vez más los errores políticos cometidos desde el advenimiento de la democracia en 1983. Sin las radicales Leyes del Olvido -Punto Final y Obediencia Debida- y los peronistas Indultos no se hubiera escapado este "pajarito" de padecer la más severa de las efectivas condenas.
La muerte lo encontró solamente en la condición de encarcelado no por los delitos cometidos, sino por haber eludido en dos oportunidades a la justicia, una cuando se fugó a los Estados Unidos de Norteamérica y otra al violar su arresto domiciliario.
Revolvernos en las atrocidades cometidas por este criminal no creo que contribuya a que nadie se forme opinión sobre él. Está todo dicho. Está todo probado. Y hasta su propio reconocimiento hecho público y ante la justicia me liberan de abundar sobre macabro personaje.
En el día de su muerte, ayer, los diputados nacionales del radicalismo, peronismo y de otros tantos en representación de la derecha no permitieron dar debate sobre los proyectos de ley para establecer la nulidad de los indultos. Una cuestión alarmante ya que en esos momentos estaban muchos vivando a Diego Armando Maradona en el mismísimo Congreso Nacional porque le otorgaban un premio con nombre de prócer, Sarmiento.
Solamente veintiún legisladores, como siempre representantes de la izquierda y la centroizquierda vernácula, estuvieron presentes para dar el necesario y debido debate sobre el particular; y que fuera "prohibido" por el presidente peronista del cuerpo Eduardo Camaño. Recordemos que éste señor no es la primera vez que demuestra su desprecio por las minorías parlamentarias y que, sin embargo, es el primero en anotarse en cuanta gira presidencial se hace.
Uno se pregunta, y se seguirá preguntando, para qué existen en la Argentina los seudo-representantes del pueblo si no es para legislar y permitir los debates de ideas y opiniones. La historia nos impone recordar que cada vez que los senadores y diputados se oponen a la discusión es porque hay intereses superlativos en juego, así ha sido con el debate parlamentario sobre la deuda externa, las leyes del olvido, el aborto y la lista es demasiado extensa para este artículo.
Obviamente que la celeridad únicamente encuentra su camino cuando desde el Poder Ejecutivo se mandan leyes para su pronta sanción, sin trabajo de comisiones parlamentarias y de trámites súper rápidos. Una cuestión, desde ya, no inventada por la actual administración estatal pero si perfeccionada con la discrecionalidad en el uso de los fondos públicos.
22 de junio del 2005