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Argentina: La lucha continúa

Mensaje leído por la abanderada de la Universidad Nacional del Comahue en la 93ª Promoción


A las Autoridades Académicas, Profesores
Personal de la Universidad Nacional del Comahue, Invitados en general y
Amigos y Colegas de la nonagésimo tercera Promoción.

Estoy muy honrada de haber sido elegida para dirigirles unas palabras en esta ceremonia. Un honor, un gran compromiso y un reconocimiento que acepto con suma humildad. Intentaré aprovechar este espacio para expresar mi más sincera opinión y contarles parte de mi experiencia en mi tránsito por la Universidad.

Dice el lingüista estadounidense Noam Chomsky, en un artículo poco difundido, que 'en los últimos 25 años, ha habido un ataque generalizado a la solidaridad, al derecho social o cualquier cosa que interfiera con el poder privado. Son muchos los objetivos, uno de ellos es indudablemente la educación'. Quienes hoy egresamos debemos agradecer a nuestra Universidad Pública, autónoma y gratuita los aprendizajes que nos llevamos. No me refiero sólo a los contenidos curriculares, que cualquier brillante autodidacta podría alcanzar en su casa, sino a la adquisición de conductas relacionadas con los valores éticos y con los democráticos.

Para que se entienda mejor; años más, años menos, quienes hoy recibimos nuestro título hemos pasado alguna o algunas de las 'crisis' de nuestra casa de estudios. En mi caso, ingresé en el 2001, año neurálgico para las Universidades, la Argentina y el mundo. Ese año, en los tres meses de paro, recibí innumerables enseñanzas: en las asambleas, aprendí el funcionamiento político y económico de las Universidades. En los pasillos, aprendí que desde cada disciplina la realidad se analiza de formas diferentes y que el intercambio de esos análisis permite un mosaico mucho más rico que da lugar a las lecturas entre y detrás de las líneas de los medios de comunicación. En los piquetes en el Puente, aprendí que entre la Universidad y la sociedad en que se inserta hay un abismo no muy difícil de saltar, basta con marchar junto a los integrantes de un barrio marginal para comprender el concepto de variedad subestándar o acercarse a Zanón para entender los movimientos obreros de principios del siglo XXI o marchar con los docentes para comprender que nuestro futuro como tales será siempre de lucha contra un sistema injusto. También, aprendí la historia de los movimientos de la Universidad. Recuerdo en particular una asamblea en la que mi profesora de Griego intervino para comentar cómo en los sesenta, cuando ella había estudiado, habían sorteado problemas similares; inmediatamente habló mi profesora de Literatura hispanoamericana y nos contó su experiencia en los setenta y luego, en el mismo sentido, la ayudante de Hispanoamericana, sus vivencias en los ochenta. Entonces comprendí que las crisis son parte de la construcción de la Universidad que cada uno de nosotros queremos.

En el 2002, la Asamblea Universitaria me mostró la otra cara del mundo académico: la de las negociaciones y la corrupción de un sistema viciado.

En el 2004, una nueva crisis vino a enseñarnos lo que nos faltaba aprender. Permítanme presentarme, yo soy una de los 120 que en noviembre pasado decidió tomar las instalaciones de la nuestra Casa de Estudios. Quizás a algunos de los aquí presentes, informados sólo por la versión oficial de los medios de prensa local, les sorprenda que alguien con buen rendimiento académico haya participado de tales acciones. Pues les tengo noticias, aunque a las autoridades académicas y a otros les pese, la Toma fue enteramente ideada, efectivizada y conducida por estudiantes.

Dice el escritor cubano José Martí: 'un hombre que obedece a un mal gobierno sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer leyes injustas no es un hombre honrado'. No voy a detenerme ahora a hablar de la Ley Federal de Educación, ni de la Ley de Educación Superior. Quienes hoy nos graduamos de profesores hemos estudiado el modelo nefasto que la sostiene, los valores pobres que promulga, las innumerables contradicciones que posee y las desventajas que acarrea su aplicación. Y quienes no lo han estudiado como contenido curricular habrán escuchado a docentes de las diversas provincias y al propio Ministro de Educación, el Dr. Filmus referirse a los graves perjuicios que esta Ley ha engendrado y la necesidad de derogarla o modificarla.

¿Qué hicimos en la Toma? Estudiamos. Cada uno repasaba lo que tenía que rendir en los parciales y finales, pero todos estudiamos la Ley, sus implicancias, reglamentaciones complementarias, etc. A diferencia del 2001, cuando el problema era eminentemente financiero, el año pasado lo que estaba en crisis era no sólo la aplicación de la Ley sino qué modelo de Universidad queríamos. Permítanme tomar las palabras del Dr. Doeswijk, en un artículo que ningún medio quiso publicarle: en el conflicto de noviembre estaban en oposición dos proyectos, 'un proyecto de y para privilegiados de una Universidad con ingreso restricto, dócil a las políticas oficiales y dictámenes de jueces, con posgrados arancelados, con docentes divididos por una nada pulcra política de incentivos y categorizaciones desiguales. El otro proyecto es una utopía, pero las utopías existen para ser realizadas. Es una Universidad participativa, gratuita, pública y solidaria con los trabajadores y los sectores sociales postergados'.

Después de que Comahue el 26 de noviembre de 2004 democráticamente decidiera optar por trabajar en este segundo modelo, era necesario que se diera el debate sobre el ingreso en nuestras carreras. Y aquí está otra de las enseñanzas de la Universidad pública: como ciudadanos debemos velar por nuestros derechos constantemente, puesto que la vorágine 'contra la solidaridad' acecha en todo momento. Resultó que tres gobiernos universitarios pudieron violar nuestro estatuto durante diez años, y lo que es peor aún, intentan mantenerse en ese estado de ilegalidad. Miles de ciudadanos de Río Negro y Neuquén han quedado excluidos del sistema universitario por un examen ilegal, pregunto ¿cómo nuestra Universidad les ha negado el derecho constitucional a estudiar? ¿cómo se los ha privado de aprender todo lo que yo aprendí siquiera en mis primeros meses de carrera? ¿cómo algunos de mis compañeros pueden defender un modelo de exclusión?

En una Argentina en la que desde la década del noventa el tránsito hacia una participación plena en la sociedad del conocimiento se está transformando en uno de los principales factores de marginación social, está claro que los intereses detrás de esta postura no son una cuestión de meras políticas universitarias, de ser así no se habría llamado a una Asamblea y no se hubiera recurrido a un órgano ajeno a nuestra Institución después de que un Consejo Superior decidiera enmendar la falta cometida los últimos diez años.

Creo que los tiempos de crisis han visto nacer algunas de las obras de pensamiento más importantes, tanto en el campo de las ciencias como el de la teoría política, la filosofía, y, en general, el estudio de la sociedad. Gracias a ellos, los egresados de hoy hemos madurado científica, política y socialmente.

En fin, si mi paso por la universidad estuviese escrito en un cuento o en una novela, como analista literaria lo primero que haría sería suponer que el autor ha elegido el paro del 2001 y la Toma -seguida del conflicto en Medicina- como hechos que han de darle una unidad a toda la carrera, desde el inicio hasta el fin. Ahora bien, no existe tal autor, ¿cómo leo estos años de aprendizajes? Déjenme compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la misión de la Universidad, que me gustaría ver reflejada en todos los graduados de Comahue.

Aunque nos pese, hoy la Academia sigue cumpliendo las mismas funciones que antes de 1918, en palabras del antropólogo brasileño Ribeiro: 'lucir pequeñas hazañas científicas o culturales; ennoblecer con diplomas e ilustrar superficialmente a las capas medias; glorificar la erudición académica a través de programas demagógicos de difusión cultural; y sobre todo, satisfacer las necesidades de repuesto de cuadros sumisos para las funciones técnico profesionales de nivel superior requeridos para regir la burocracia estatal, operar las empresas productivas y conducir los servicios'.

La Universidad se distingue en su quehacer científico porque debe ser capaz de fundamentar la validez de los conocimientos. Una Universidad degradada es aquella que se autoreproduce, que se torna profesionalista, en términos de Risieri Fondizi. Hay que observar a la Institución con sus dos caras: la de sus fines esenciales y la de sus compromisos sociales. Es excelente una Academia que proporciona a sus egresados una preparación conforme a los estándares internacionales de competencia académica, científica y tecnológica, pero lo es sobre todo si incorpora y forma jóvenes en condiciones de inferioridad por su entorno económico y social, les proporciona un conjunto de ideas que no hubieran podido adquirir en su medio y los convierte en promotores de la mejora de su comunidad.

Las relaciones Universidad - sociedad, si bien deben ser ágiles y a la vez más reflexivas que en épocas anteriores, no deben moverse hacia el otro extremo y responder únicamente al cortoplacismo de las demandas del mercado. Nuestras obligaciones como graduados de una Universidad Pública son con la SOCIEDAD, con el pueblo, no con el mercado.

A modo de conclusión, creo que la Universidad existe para la búsqueda y transmisión del conocimiento, para el afianzamiento de los valores trascendentales del hombre y nada de ello debe ser considerado sólo en términos de mera rentabilidad, ganancias y pérdidas o de producción de recursos humanos para el mercado del trabajo. Es una institución que responde a los valores constitucionales y no a políticas contingentes. Esta es la filosofía de la Universidad Pública, esta es la filosofía que hoy quería recordar y defender.

En lo referente a los desafíos que representa el futuro y al rol que en ese escenario nos cabe a los graduados de esta Universidad, el punto de partida se sustenta en la concepción de los compromisos éticos, culturales, sociales y políticos que están en la base de nuestra formación. Ahora bien, no desconozco que el futuro en nuestra adolorida patria es incierto. La realidad de la nación ha tocado con fuerza a muchos de nosotros, pero creemos que eso en vez de debilitar el optimismo, debe llevarnos a fortalecer las intenciones y el empuje por sacar a la Argentina adelante, manteniéndonos conscientes de las dificultades reales y de que la solución, independientemente de cuál sea o de quién la de, no es a corto plazo. Esta ha de ser nuestra forma de devolverle a la Universidad Pública, esa gran Universidad, a la cual queremos profundamente y de la cual nos sentimos partícipes, todo lo que nos ha dado.

He aquí las reflexiones que deseaba compartir con Uds. en un día tan especial. Mucha suerte.