El papel del sindicato de Trabajadores de la Educación y su
concepción del sindicalismo
Enrique Gandolfo
Una de las claves de la política económica del gobierno Kirchner, es el
millonario superávit fiscal, con el que se ha garantizado el pago de la deuda a
los acreedores "privilegiados": el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial y otros organismos financieros internacionales.
Un estudio del Ministerio de Economía[1], revela que "entre el 2001 y el 2003,
el gasto primario consolidado (Nación, Provincias, Municipios), sin incluir el
pago por intereses de la deuda, cayó el 29 % en términos reales. El gasto
público total se redujo del 35,6% del Producto Bruto Interno (PBI) en el 2001 al
29,4% en el 2003. Se estima que ese porcentaje se mantuvo en el 2004".
Esta poda en el gasto social encuentra entre los rubros más afectados a la
salud, la educación, las pensiones y las jubilaciones. Esto se debe a que los
haberes previsionales y los sueldos de docentes y estatales, aumentaron muy por
debajo de los índices inflacionarios. "Por ejemplo, el gasto en jubilaciones
subió de 21.828 millones en el 2001 a 24.631 en el 2003. Una suba del 13%,
cuando la inflación minorista fue del 45%. Así el gasto previsional, en términos
reales se redujo un 22%". La inversión educativa, cultural y científica se
redujo del 5,21 del PBI en el 2001 al 4,05 en el 2003.
Como afirman los docentes neuquinos es claro "que ante la fragmentación y el
proceso de destrucción de la educación en la Argentina, el ministro Filmus se ha
dedicado a sobrevolar la tragedia con gestos mediáticos, sosteniendo la
aplicación de la Ley Federal de Educación y la Ley de Educación Superior"[2].
Sin embargo, un rubro zafó de esta reducción del gasto público: los servicios
económicos subieron del 1,77 % al 2,46 % del PBI. Se trata de los subsidios
estatales para empresas privadas de energía y transporte.
Las luchas docentes
En este marco, no extraña que el 2005, se haya iniciado con grandes luchas
provinciales en torno a la demanda de aumentos salariales para los docentes. Con
acciones masivas las maestras y los maestros rionegrinos, santafesinos y
salteños han estado en el pico más alto de la protesta. Pero también hubo paros
y movilizaciones en Chaco, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Neuquén y
Jujuy.
Vale detenerse en el rol que ha jugado la conducción de la Confederación de
Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA), encabezada por
Hugo Yasky. No hubo en todo el período de marzo y abril, ningún intento de
nacionalizar un conflicto que excedía en mucho el marco provincial. Por el
contrario en los casos de Río Negro y Salta, la CTERA optó por actuar como
mediadora entre los reclamos docentes y los gobiernos provinciales. Cuando la
represión, se abatió sobre la ejemplar lucha de los docentes salteños, el
Consejo de Secretarios Generales de CTERA, más allá del repudio al accionar
policial, resolvió "solicitar la intervención de las autoridades del Ministerio
de Educación de la Nación, para abrir un cauce que permita generar respuestas a
los planteos del sector docente".
Por su parte el documento de política gremial de la lista Celeste de Sindicato
Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA), aprobado el 28
de abril en Tandil afirma "que necesitamos imperiosamente construir el sujeto
social que dé la lucha por el financiamiento educativo. Ello significa
profundizar el compromiso de CTERA y SUTEBA de encabezar el proceso de unidad de
la comunidad educativa".
Mientras ese "sujeto social", desplegaba toda su energía, rebasaba a la
conducción sindical, recuperaba la democracia asamblearia, se movilizaba
masivamente en toda la provincia de Salta y ponía en jaque al gobierno de
Romero, la conducción de CTERA llamaba a Filmus para que interviniera.
¿Que hilo conductor amarra a Yasky y compañía, para terminar en el lodo de la
colaboración con el Estado? No se trata de una casualidad. Es una concepción del
sindicalismo, que solo demanda reconocimiento e integración a la mesa donde se
discuten las políticas educativas; que se ve a sí mismo como un grupo de
presión, para actuar en los límites que le permite el Estado. La misma
concepción que en su momento, llevó a muchos dirigentes sindicales a apoyar el
gobierno de la Alianza. Todo bajo la máscara de un progresismo que no alcanza,
para ocultar la perspectiva que subyace en esta política: la de un sindicato
integrado al aparato de gobierno, discutiendo mano a mano pero con una relación
de fuerzas muy desfavorable, como se redistribuye la riqueza y que "el Estado
vuelva a hacerse cargo de tramos sustantivos del financiamiento educativo"[3].
Ocurre que ser aceptado en la mesa del poder tiene condiciones. Y la dirigencia
de la CTERA con Hugo Yasky a la cabeza, esta dispuesta a cumplirlas. Una de
ellas es renunciar a la independencia política. Otra, a reconocerse como miembro
de una clase social. La tercera es abdicar en la lucha por transformaciones de
raíz, que enfrenten los problemas existentes e impulsen soluciones de fondo. En
lugar de eso el poder determina un marco, y permite plantear objetivos modestos,
que al problema lo dejan intacto.
El hilo que conduce del gobierno a la CTERA
La idea de que es posible redistribuir la riqueza y humanizar al capital, que
subyace a esta concepción del sindicalismo, es la cuerda que lo une al gobierno.
Esa misma idea fue expresada con claridad por Cristina Kirchner el 30 de abril
en Montevideo: "estamos de acuerdo en que queremos una economía capitalista.
Para eso hay que producir y alentar el consumo. Los organismos acreedores
quieren un capitalismo sin consumo. Imposible. Fíjense con sus recetas lo que
pasó en la región". No dice, que con su receta "re-distribucionista", entre el
2003 y el 2004, la brecha entre el 10% de los más rico y el 10% de los más
pobres en Argentina, se agrandó. Cada integrante de una familia rica gana ahora
32,8 veces que el de los hogares pobres. A comienzos del 2004, esa diferencia
era de 31 veces (cifras del INDEC, Clarín 11/3/05). Esto ocurre en el marco de
una economía en crecimiento. Como se ve ni tan siquiera el consuelo del
"derrame".
La sintonía entre el gobierno y la conducción de la CTERA, también queda de
manifiesto en la caravana educativa, que recorre las provincias en demanda de
una Ley de Finaciamiento Educativo. La CTERA reclama una ley, por la cual el
Estado Nacional se comprometa a invertir el 6% del PBI en educación. El 15 de
abril, Kirchner de visita en Alemania, anunció que piensa elevar el presupuesto
del área en los próximos 5 años desde el 4% del PBI, hasta llevarlo al 6%. Para
concretar estos anuncios, el gobierno enviaría en los próximos días al Congreso
un proyecto de ley de financiamiento educativo. Si cumpliera, con esta promesa,
habría que esperar cinco años, para que la inversión educativa sobrepasara
apenas la del 2001 (5,21%).
Objetivos tan modestos, se explican, porque la decisión política de seguir
pagando una deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta, no deja margen para
redistribucionismo alguno y choca de frente con la pretensión de humanizar el
capital.
Por su parte la dirigencia de la CTERA, cumplirá el papel que le toca en estos
casos a la concepción del sindicalismo que sostiene y practica: embellecer la
realidad. Presentará esto como un gran logro, mientras la mayoría de los
docentes del país seguiremos padeciendo la penuria económica y el desguace de la
escuela pública.
Hay otro camino: recuperar nuestros sindicatos como herramienta de lucha.
Deshacernos de los que concilian con el poder y reconocernos como parte de una
clase, que al mismo tiempo que defiende sus derechos y la educación pública,
busca conectarse con las demandas de otros trabajadores y oprimidos para
intervenir también en el plano político, con la perspectiva de que esta realidad
que padecemos y que a veces nos agobia, debe ser transformada. Luchamos porque
queremos vivir en una sociedad liberada de la explotación, la ignorancia y la
opresión.
* Secretario General de SUTEBA [Trabajadores de la Educación], Bahía Blanca