Argentina: La lucha continúa
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Los Quiñones: una familia desalojada
Diana Gagliano
Revista Multiflores
Colectivo Karavana
Informe MOCASE 4ª parte - Santiago del Estero
A un año de la intervención en la provincia, Los Quiñones, una familia
campesina integrante del Mocase todavía no recupera su tierra. Abogados
implicados en la estafa que consumó el desalojo hoy ocupan altos puestos en el
gobierno provincial. Las promesas se disipan mientras en el campo de Los Juríes,
una empresa plantó soja transgénica que está contaminando el agua y los terrenos
aledaños.
Nada cambió en Santiago del Estero
"Santiago del Estero tiene que acabar con la tiranía de la corrupción y de la
impunidad", declaró en su asunción hace exactamente un año el entonces
flamante interventor Pablo Lanusse. En el documento previo a la intervención que
había firmado junto al Secretario de Derechos Humanos Eduardo Luís Duhalde,
marcaban como principal objetivo apuntar al saneamiento del poder judicial y la
policía en dicha provincia.
Sin embargo, la impunidad continúa en el caso de la familia campesina
Quiñones de la localidad de Los Juríes e integrante del Mocase
(Movimiento Campesino de Santiago del Estero), ellos fueron desalojados de
sus tierras mediante sucesivas estafas, represiones policiales y complicidad de
jueces.
En los primeros días de la intervención, Lanusse y Fernando Rinaldi ( no es con
y?), Secretario de Derechos Humanos en la provincia, recibieron a la familia
Quiñones en Añatuya: "quédense tranquilos que lo de los desalojos pasaba en
otra época, ya no va a pasar más", los tranquilizaba Rinaldi. "Nos
quedamos contentos. Y a las cinco de la tarde, cuando nos comunicamos a Los
Juríes, nos enteramos que nos estaban desalojando de nuevo con muchísima
policía", explica Graciela, una de las hermanas.
El abogado de la familia, Luís Horacio Santucho, denuncia que: "Pasó
Juárez, pasó la intervención, llegó otro gobierno que supuestamente significaba
un cambio y lo único que hay es una continuidad permanente de la impunidad en el
caso de Los Quiñones".
Uno de los abogados que consumó la estafa que concluyó con el desalojo, Pedro
Simón, actualmente es Diputado Provincial y ocupa la Segunda Presidencia de la
Legislatura Provincial. "También hay otro de los abogados de este equipo, un
radical que está en contra –declara Santucho-. Tanto los peronistas como
los radicales están juntos para mover sus influencias en nuestra contra. O sea
que la situación política vuelve a estar muy complicada".
Cronología de una estafa
Don Silvano Quiñones fue uno de los primeros pobladores de Los Juríes, una
localidad perteneciente al departamento de Taboada a 80 kilómetros de la ciudad
de Añatuya y a 280 de la capital de Santiago. El hombre se instaló en el lote
41, a 12 Km. de Los Juríes, en un predio que hoy abarca 485 hectáreas. En una
esquina donde no había nadie y todo era monte, comenzó a construir su rancho.
Allí vivió con su señora doña Reina y sus hijos, todos nacidos y criados entre
cultivos de algodón, maíz, sorgo, zapallo, sandía, melón y batata. Asimismo,
donaron una hectárea lindera al lote 41 para la construcción de una escuela
rural y llevan adelante una biblioteca popular en Los Juríes.
La Escuela Nº 1.113 se llama " Solidaridad " y concurren ochenta niños que
cursan el nivel primario. A partir del año 2001, al ver que los jóvenes de
menores recursos económicos que cursaban el secundario no contaban con libros
suficientes, tramitaron la creación de la Biblioteca Popular " Alfonsina Storni
".
"El campo de Los Quiñones es uno de los mejores terrenos de la zona, tiene
buena agua. Tiene mucho valor porque el suelo está conservado. Lo cuidaron sin
hacer soja ni meter ningún tipo de veneno. Hay mucha plata en juego y de allí
vienen los intereses", afirma Santucho.
Cuando muere Don Silvano, Eduardo Secchi, quien era entonces el abogado de
confianza de la familia, engaña a Doña Reina y abre el camino a la estafa: le
hace firmar una hoja en blanco mediante la cuál le cede los derechos posesorios
del campo. "Mi mami terminó segundo grado, apenas sabía leer y además
confiaba en quien fue nuestro abogado durante 20 años y era como de la familia.
Fue una firma en la que ni siquiera había un escribano", dice Graciela.
Luego la familia contrató los servicios del abogado Nelson Vicente García quien,
en sociedad con Secchi, engañó también a los hijos herederos y liberó el camino
para transferir la propiedad a la empresa Sartor, que les proveía las semillas
para el cultivo del algodón.
Los Quiñones fueron desalojados por primera vez en el 2003. La policía rompió
muebles y varios elementos de la casa desaparecieron. Ellos no bajaron los
brazos y volvieron en tres ocasiones a recuperar su tierra, sufriendo sucesivos
desalojos. El 7 de mayo del año pasado, el juez Armando Mansilla y setenta
efectivos policiales irrumpieron en el terreno mientras los chicos de la escuela
jugaban un torneo de fútbol. El juez indicó a dedo a quiénes debían detener y
esposaron a Walter y Hugo Quiñones, Nildo González (suegro de Walter) y Lucho
Catán, dirigente del Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del Estero). Los
chicos lloraban atemorizados ante una cantidad de policías que jamás habían
visto por esos lares.
Los detenidos estuvieron siete días incomunicados y fueron procesados por
"Usurpación de Propiedad y Desobediencia Judicial". Finalmente la apelación del
abogado Santucho logró que se declare nulo el expediente. "Fue por los
gruesos errores que cometió el juez –aclara el abogado-. Pero no por la
cuestión de fondo que nosotros planteamos: Nosotros decimos que no hubo delito
por usurpación, porque el campo es de ellos, no tienen ánimo de dolo. El delito
no existe porque el campo les pertenece".
La maldición de la soja
Actualmente el campo de los Quiñones está ocupado por la empresa Peiretti, una
firma que llegó a Santiago del Estero desde Santa Fé, después de las
inundaciones. Una firme presencia policial custodia los cultivos de soja
transgénica mantenidos con agroquímicos que contaminan la escasa agua potable de
la zona, arruinan los cultivos vecinos y perjudican la riqueza de la tierra de
la cuál alguna vez se sustentó la familia campesina desalojada. "Nosotros
estamos en una situación económica caótica porque hace tiempo que no se siembra,
que no se recauda nada, que el campo no produce nada", reclama Gisela,
otra de las hermanas Quiñones.
Graciela considera a la soja como sinónimo de la destrucción:¨Los Peiretti no
abonan la tierra, porque el abono implica que haya animales. No se puede sembrar
otro cereal o semillas de algodón, porque tiene que pasar tiempo para que haya
abono. Además los fertilizantes persisten unos cinco años en los cuáles no podés
sembrar otra cosa que no sea soja".
Gisela asegura que los Peiretti conocían el conflicto del terreno con sus
estafas y desalojos: "Me acuerdo de estar explicando lo que ocurría con
nuestro campo frente a la escuela y que uno de los Peiretti estaba ahí
escuchando todo. Hasta se acercó a decirme que cuando se solucionen los
problemas él iba a traer un cordero para que festejemos. Es un chanta".
El MOCASE y su lucha por la tierra
Cuando el 1º de abril la intervención llegó a Santiago, más de 500 campesinos
marchaban en Los Juríes acompañando a los Quiñones. "Nunca se vió tanta gente
manifestándose en la zona. Parecían las fiestas patronales. –Se entusiasma
Graciela-. Es que la tierra es nuestra, es nuestra forma de vida y nuestra
vida está dada allí".
Los Quiñones no son un caso aislado en la provincia, como así tampoco la
organización campesina. "Luis Catán estuvo siempre, que es del Mocase y tiene
una cooperativa en Los Juríes. Estamos en permanente contacto con él. También
con la zonal del departamento Figueroa. La familia Contreras, del Mocase de
Quimilí, también sufrió un desalojo similar y recurrieron a mí para que les
lleve comida. Considero que esta zonal va a apoyar, porque cuando Roque Acuña
estuvo preso nosotros también estuvimos allí, llevándole comida y acercándole
ropa. Además él mencionó nuestro caso en un encuentro en la Casa de Gobierno y
en ese momento lo ví y sentí que estaba sintiendo lo mismo que nosotros, que lo
sufría tanto como nosotros", dice esperanzada Graciela, mientras la familia
entera sigue buscando difusión y apoyo para recuperar la tierra que les
pertenece.
Cuando los Quiñones fueron desalojados, no les dejaron llevar ni a su perro.
Hoy, un rayo de luz entra por la ventana. Cacao, el perro de los Quiñones
recuperó su libertad y volvió con dueños.
La noche llega intensa, el lucero ilumina la demanda campesina.