Argentina: La lucha continúa
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Los Padres de Plaza de Mayo: Ricardo Braverman
Gisela Gaeta
"Claudio
era un libro abierto". Así definió quien fuera una de sus compañeras del Colegio
Carlos Pellegrini a Claudio Braverman, uno de los mejores alumnos y compañeros.
Su papá Ricardo homenajea a Claudio cada vez que lo menciona. Su primer hijo, el
varón, y todo lo que conlleva ese lugar en el podio de un matrimonio joven.
Los hijos son amados o abandonados. Aquellos padres que aman a sus hijos no los
abandonan nunca, desde que nacen y para siempre. Siguen sus pasos desde otro
lugar; el alerta lejano que se enciende por esa magia inexplicable cuando algo
pasa. Un raro movimiento del alma advierte el dolor o el peligro acechando al
hijo. Y salen en su ayuda. Difícilmente se haya errado el pronóstico.
Cuando Ricardo miraba a Claudio conocía sus pensamientos. No precisaba
respuestas; Claudio respondía con sólo mirarlo.
Marta y Ricardo sienten orgullo del hijo que tuvieron y que el terrorismo de
Estado de la década del 70 les arrebató. Claudio marcó un percentil superior a
100 cuando le realizaron un test de inteligencia para observar su coeficiente
intelectual. Ese resultado, sumado a un evidente aburrimiento en la clase,
inquietó a su maestra, quien consultó a Marta y
Ricardo acerca de la posibilidad de adelantarlo un grado escolar. Entre todos
pensaron que sería lo mejor para Claudio. Y así fue.
Después vino el secundario, la participación en el Centro de Estudiantes cuando
sus
Claudio Norberto Braverman, el hijo
compañeros de 3º año lo eligieron por unanimidad como delegado. Este fue el
comienzo del final. Tal vez un final anunciado, un final que no termina.
Por lo que se advierte Claudio fue un chico muy estimulado intelectualmente…
- Si, en cierta medida. Pero Claudio tenía una inteligencia natural, innata. Era
un gran lector, lo fue desde muy chico. Tenía una personalidad muy marcada:
siendo yo ingeniero electromecánico a él jamás se le hubiera ocurrido serlo.
Estaba por comenzar la carrera de medicina para luego dedicarse a la
psiquiatría. Le interesaba la psiquiatría infantil.
- Nuestra relación padre – hijo no era sólo buena, era más que buena. Fuimos muy
compañeros, yo estaba atento a todo lo suyo. Durante el ciclo escolar, tanto
primario como secundario, sólo en dos oportunidades fui a la escuela por algún
motivo que no fuese la terminación del año escolar. La primera; cuando la
maestra de 3º grado nos llamó a Marta y a mí para preguntarnos si nos parecía
conveniente adelantarlo un año, dado que de acuerdo a los exámenes que le habían
tomado, Claudio estaba en condiciones de adelantarse. Ya notaban que sus notas
eran excelentes y que a su vez se aburría en las clases. Y la segunda vez fue
estando ya en 4º año del secundario, a una reunión con los padres porque habían
aparecido en la escuela unos volantes amenazando de muerte a una lista de
alumnos; entre los nombres figuraba el de Claudio y el de una compañera de su
curso.
Eso ocurrió en el año 75 ¿no?
- Si, y había un clima extraño en el país, pero como mucha gente, no sabíamos
qué estaba pasando. Estábamos en democracia, con dificultades, claro, pero no
conocíamos nada sobre la Triple A y esos detalles que no eran de público
conocimiento. De todas maneras después de ese episodio yo lo llevaba y lo iba a
buscar al colegio. Él ya no era delegado de curso, pero había una realidad: su
nombre apareció en esos panfletos. Claudio era un pibe muy introvertido, no
mostraba preocupación, y entiendo que tampoco quería alarmar a la madre y a su
hermanita. Adoraba a Marisa y ella a él. Claudio la ayudaba mucho en las tareas
escolares, eran buenos amigos. Marisa era tres años menor que Claudio.
Hubo muchos desaparecidos del Colegio Carlos Pellegrini, ¿verdad?
- Hubo varios, pero Claudio fue el único de su turno que desapareció mientras
cursaba el año lectivo. Cuando terminó la primaria lo anotamos para el ingreso
al Nacional de Buenos Aires y el Carlos Pellegrini. Rindió examen en los dos
colegios. Ingresó a los dos. Los exámenes finales arrojaron un puntaje tan alto
que lo ubicaron entre los 10 mejores promedios entre los 500 chicos postulantes.
Eso le permitió elegir en cuál de las dos escuelas quería comenzar su
secundario. Sinceramente, yo deseaba que no eligiera el Buenos Aires, siempre se
caracterizó por tener un estudiantado muy politizado. No me imaginaba que en el
Pellegrini ocurría lo mismo. Es decir, no desconocía que los chicos se
organizaban en centros estudiantiles, algo que por otra parte ocurría en todas
las escuelas en mayor o menor grado, pero el Buenos Aires tenía más historia en
este tipo de actividades.
- Finalmente eligió el Pellegrini porque un amigo de él también ingresó, y
bueno, prefirió comenzar el ciclo un poco más acompañado. Claudio siempre fue
muy tímido, introvertido, era muy observador, entonces le costaba integrarse al
grupo inmediatamente, pero en un lapso corto ya se hacía amigo de todos sin
problemas. Cuando era muy chiquito Marta lo llevaba a jugar a la plaza y lo
acercaba a los otros nenes para que se integrara, él solo no lo hacía. Una vez
que estaba con los demás, inmediatamente jugaba y compartía con todos.
- Pero a pesar de ser callado, tenía un potencial impresionante a nivel del
intelecto. Él decidía todo acerca de sus estudios y escuelas donde anotarse.
Siendo esa una tarea que nos correspondía a los padres, Claudio tenía muy claro
todo en cuanto a su educación. En ese sentido se parecía mucho a mí. Yo fui hijo
de inmigrantes llegados al país en el año 30. Para los que recién llegaban las
cosas no eran nada fáciles. Había que trabajar mucho para sobrevivir, mis padres
alquilaban vivienda y por ese motivo nos mudábamos con frecuencia, lo cual
provocaba cambios de barrio y de escuelas también. Mis padres, ocupados como
estaban, poco tiempo tenían para recorrer escuelas, entonces yo por propia
iniciativa me buscaba la escuela e iba y me anotaba solo. Gracias a esa voluntad
y al deseo de prosperar en el futuro, perseveré hasta lograr mi título de
ingeniero electromecánico. Y Claudio era igual. Claro que nosotros estábamos
atentos a su educación, pero jamás hizo falta movilizarnos demasiado, él hacía
todo solo.
¿En qué escuela hizo la primaria?
- Empezó en la Nº 10, Gregoria Pérez y la terminó en la Julio A. Roca, en la
calle Libertad al lado del Teatro Colón. Cuando terminó le entregaron la medalla
al mejor alumno.
Marta nos trae café y masas. Se sienta al lado de su compañero de toda la vida a
escuchar lo que tantas veces recuerda, una y otra vez; sistemáticamente. Se
queda en silencio respetando el lugar de su esposo y papá del hijo que les
arrancaron. De tanto en tanto asiente con la cabeza a lo que comenta Ricardo y
en ocasiones se advierte en sus ojos la humedad incontenible de ese dolor que no
va a desaparecer. Marta pertenece a esa generación de padres y madres a quienes
lo único que no les desapareció ha sido el dolor.
Marta me muestra fotos de Claudio, y Ricardo me trae su cuaderno del último
grado con una cariñosa dedicatoria escrita por su maestra.
El modular que tienen en el living está repleto de fotos de Claudio cuando era
chiquito, con Marisa, todos juntos en la playa, los tres nietos de Marta y
Ricardo, la foto de bodas de Marisa y la foto inexistente de la fiesta de
graduación de Claudio en el Carlos Pellegrini. La gran ausente.
¿Claudio estaba de novio cuando lo secuestraron?
- Si, estaba de novio con Susana desde 3º año. Eran compañeros del Pellegrini.
Fue su primera novia desde los 15 hasta los 17 años. Lo mismo para Susana, él
fue su primer amor. La última vez que hablamos por teléfono me dijo que ella
nunca se olvidó de Claudio y que guarda su foto escondida. Ese día se despidió
de mí y me pidió disculpas porque no iba a poder llamarme más. Susana cuando
secuestraron a Claudio se fue a Brasil y años más tarde conoció a un muchacho
con el que luego se casó. De todas maneras ella me seguía llamando, pero esa vez
me dijo que su marido se ponía muy celoso por la historia de Claudio y entonces
se despidió y ya no volvimos a hablar más.
Por lo que puedo deducir respecto a la personalidad de Claudio, no parece que
hubiera guardado una participación muy activa como militante. ¿Hasta dónde
llegaba su militancia? O, mejor dicho ¿cuál era esa militancia tan comprometida?
- Fuera de la participación en el Centro de Estudiantes como delegado en 3º año,
otra cosa no hubo. Los años siguientes ya no volvió a ser delegado. En una
oportunidad los alumnos tomaron el colegio por un reclamo. Él nos llamó para
avisarnos que se quedaba allí con sus compañeros, pero yo no lo dejé, le dije
que era muy arriesgado y lo fui a buscar al colegio. Poco tiempo después, en el
mes de septiembre secuestraron a dos ex alumnos del Pellegrini.
- Claudio no salía en horarios inusuales ni dormía fuera de la casa, salvo
cuando se quedaba en la casa de su abuela, la madre de Marta, que era muy mayor
y él quería acompañarla. Nunca tuvimos noticias de alguna otra militancia. Tenía
su ideología por supuesto, era guevarista, todos los jóvenes de entonces
admiraban al Che Guevara. Sí estaba muy preocupado por el futuro del país,
quería un país mejor. Pero jamás se hubiera involucrado en la lucha armada, de
eso estoy segurísimo. Y está claro que nos hubiéramos dado cuenta, sobre todo
porque nunca se fue a vivir a otro lugar, ni andaba escondiéndose cambiando de
domicilio como hacían efectivamente los muchachos que formaban parte de los
grupos armados. Él vivió con nosotros hasta el día que lo vinieron a buscar.
- Me acuerdo que alguna vez hablamos sobre la situación que estaba atravesando
la Argentina y él me dijo que no tenía miedo porque no había ningún motivo para
que lo detuvieran. Y así confiamos en eso. De haber imaginado lo que iba a
ocurrir, lo hubiésemos sacado del país.
Con los años vimos que no hacía falta pertenecer a los grupos de militantes
armados para que a alguien lo llevaran y nunca más apareciera. ¿Cuándo y cómo lo
secuestraron a Claudio?
- El 30 de octubre del 76. Faltaban veinte días para que terminara el
secundario. Justamente ese día nos entregaron los resultados de unos análisis
que le habían hecho a Marisa. Ella estuvo muy enferma y en un momento se
sospechaba que tenía leucemia. Tenía trece años. Estuvimos desesperados hasta
que nos entregaron los estudios que finalmente salieron bien y se descartó la
enfermedad. Como estábamos felices los cuatro, decidimos salir a festejar. Nos
fuimos a comer pizza, fue también Susana.
- Claudio había quedado con su abuela que esa noche dormiría en su casa,
entonces acompañó a Susana y se fue a lo de mi suegra. Nosotros nos fuimos para
nuestra casa.
- Alrededor de las 23.50 golpearon la puerta del departamento -o sea no llamaron
por el portero eléctrico-. Nos llamó la atención, pero no golpearon
agresivamente. Pregunto quién era y del otro lado el portero me pide que abra la
puerta. Marta dijo: – "Qué raro Ernesto a esta hora… ¿qué le pasará?". Cuando
abrí la puerta detrás de él se metieron quince tipos armados, con ropa de
civiles y a cara descubierta. Nos pusieron a los tres contra la pared. Marisa
estaba muerta de miedo, pobrecita. Revisaron todo; se metieron en el cuarto de
Claudio y lo dieron vuelta, literalmente, revisaron todo. Claudio había cumplido
los años el 8 de septiembre y le habían regalado unos libros en tres tomos de
EUDEBA. Uno trataba sobre la Revolución de México, el otro sobre la Revolución
chilena y otro que no me acuerdo ya, pero eran hechos históricos. Por supuesto
se los llevaron. Yo les pregunté por qué había tantos problemas con esos libros
que los publicaba la Editorial de la Universidad de Buenos Aires, y estaban a la
venta libremente en cualquier librería. Me hicieron callar, por supuesto.
Después comenzaron a preguntarme si vivía alguien más en la casa. Era evidente
que ya sabían que así era, saquearon por completo el cuarto de Claudio. Les dije
que si, que mi hijo vivía con nosotros pero que se había quedado a dormir en la
casa de un amigo. Ahí me preguntaron cómo se llamaba el amigo, les dije que se
llamaba Mario, claro que era un nombre inventado, Claudio no tenía ningún amigo
llamado así. Querían saber el teléfono, la dirección, todos los datos; yo
insistí en que no tenía ni idea sobre esos datos. Decidieron quedarse a
esperarlo. Se acomodaron, algunos se acostaron a dormir, comieron, tomaron, se
adueñaron de la casa.
O sea que la idea era quedarse hasta la hora que fuese necesario, ni la más
mínima intención de irse. ¿Ustedes no tenían posibilidad de llamar a la casa de
la abuela y avisarle?
- No, no había manera. Lo primero que hicieron cuando entraron fue desconectar
el teléfono. Después de interrogarnos hasta el hartazgo, nos encerraron en el
cuarto bajo llave a los tres. Pasaban las horas y dentro de todo guardábamos la
esperanza de que Claudio no fuera a regresar hasta pasado el mediodía. Los
sábados a la mañana tenía educación física en el Colegio. Se había llevado la
ropa para irse desde la casa de la abuela. Pero la suerte no estuvo de nuestro
lado y esa mañana amaneció lloviendo. Y a las 9 de la mañana escuchamos el
timbre y que le decían a Claudio que se quedara quieto, que no se resistiera.
Todo esto lo escuchábamos desde el cuarto en el que nos habían encerrado.
Después el silencio, se lo habían llevado.
- Cuando nos asomamos por la ventana vimos que la cuadra estaba minada de Falcon
verdes. A Claudio lo metieron adentro de un baúl. En cuanto pudimos salir
bajamos corriendo, no sé muy bien para qué, pero queríamos saber si alguien
había visto algo, si nos podían orientar en qué sentido se habían dirigido los
coches. Cuando bajamos lo encontré al portero en el hall de entrada, yo estaba
furioso con él, no podía entender por qué cuando lo vio llegar no le avisó que
lo estaban esperando, que se fuera para otro lado. Pero dijo que no se imaginaba
que todavía podían estar ahí. También dijo que él tenía hijos y esposa y no
quería correr riesgos. Está claro que sabía que los tipos estaban en el
edificio, por lo que supimos después habían recorrido todos los pisos. Pero si
hubo algo revelador, sin dudas eran los Falcon estacionados por toda la cuadra,
eran más que evidentes.
¿Qué se hace a partir de ese episodio trágico? No puedo imaginármelo. ¿Cuál es
el primer paso?
- Marta lo que hizo primero fue ir a llamar a Susana, la novia de Claudio.
Inmediatamente la familia le preparó la valija y la sacó del país. Salió para
Montevideo y de allí se fue a Brasil. También llamó a una compañera de la
escuela que era muy amiga de los dos y así fue como llegó hasta oídos de la
compañera aquella de 4º año que figuraba en la lista de amenazados junto a
Claudio. Esa chica no cursó el 5º año en el Colegio, lo rindió libre. Pero
gracias a esa cadena de llamados, también logró irse del país.
- Después empezó la búsqueda, el peregrinar por todos los rincones específicos
donde pudieran darnos alguna información. Lo primero que hicimos fue presentar
un habeas corpus. Lo hicimos ante la Dra. Servini de Cubría, que por ese
entonces estaba a cargo de un juzgado de menores. Pedimos ayuda y hablamos con
todo aquel que pudimos. Lo fuimos a ver a monseñor Emilio Grasselli y lo único
que nos dijo fue: "No lo busque más". Le escribimos una carta a Bob Kennedy y él
nos respondió con mucho afecto y prometiendo averiguar qué era lo que había
pasado con Claudio. Quien nos ayudó mucho fue el rabino Marshall Meyer, a
nosotros y a todos los padres de desaparecidos que lo iban a ver.
- Después nos reuníamos una vez por semana en la APDH (Asamblea Permanente por
los Derechos del Hombre) y también con Emilio Mignone en el CELS (Centro de
Estudios Legales y Sociales). Allí todas las semanas íbamos a escuchar novedades
o a ver si alguien tenía alguna información.
- Por supuesto que fuimos a denunciar al Ministerio del Interior, hacíamos las
famosas filas en donde se conocieron y nació el movimiento de Madres de Plaza de
Mayo. Recuerdo que el día que llegaron los representantes de la OEA y todos nos
abalanzamos para denunciar ante ellos lo que habían hecho con nuestros hijos,
pasaron por el lugar dos Falcon verdes con cintas negras.
- Era tan grande nuestra desesperación que hasta fuimos a ver a la astróloga
Lily Sullos.
¿Supieron finalmente adónde lo llevaron? ¿Cuál fue su lugar de detención?
- No, nunca supimos nada. En 29 años jamás logramos dar con algún sobreviviente
que hubiera visto a Claudio en los centros de detención. Yo tengo la impresión
de que lo llevó el Ejército. Unos días antes yo vi pasar por la puerta de casa
un jeep del Ejército con varios tipos vestidos con uniformes verdes. También
puede haber sido casualidad, circulaban por todos lados, las veinticuatro horas
del día.
Sin embargo la metodología, los Falcon, la ropa de civil apuntaría más hacia un
grupo de tareas, y creo que ellos trabajaban con la Policía…
- Si, es cierto, pero no eran privativos únicamente de la Policía, trabajaban
para todos, eran mercenarios. Tengo toda la impresión de que fue el Ejército y
que tal vez lo llevaron a Campo de Mayo. Pero nunca dimos con ningún
sobreviviente de allí.
¿Ustedes continúan la militancia en algún organismo de derechos humanos?
- Si, formamos parte de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en
Argentina, que en sus principios fue fundada por el rabino Marshall Meyer junto
con Hermann Schiller. Nació como Movimiento Judío por los Derechos Humanos y
básicamente se pronunciaba contra la connivencia entre instituciones judías y su
silencio ante las desapariciones de personas. Después el rabino Meyer regresó a
su país y continuó la lucha desde un templo en Manhattan. Fue una gran persona,
ha hecho muchas cosas no sólo por la comunidad judía, también por la humanidad.
Lo hemos querido mucho.
Marta y Ricardo "me echan" de la casa. Antes de comenzar la entrevista, les
había comentado que el último tren que me llevaba hasta mi aldea salía a las
20.34. Con la inquietud que demuestran los papás cuando se preocupan por sus
hijos, se inquietaban al ver pasar la hora. Ricardo calculaba minuciosamente el
tiempo que me llevaría llegar hasta la parada del colectivo y el traslado hasta
la estación de trenes. Me despertó cierta ternura esa preocupación. Pero no
quise irme sin que Ricardo cerrara la entrevista con alguna consideración que le
pareciera relevante mencionar.
- No, ya no tengo nada más que agregar. Todo lo que pueda decir son
lamentaciones. Y ya hemos pasado los límites del lamento. Ya hubo demasiados
lamentos, y no nos han devuelto a nuestro hijo.
Claudio Norberto Braverman nació el 8 de septiembre de 1958. Fue arrancado de su
casa el 30 de octubre de 1976 a la edad de 17 años. Nunca más se supo de él.
Claudio es uno de los pocos casos de detenidos – desparecidos de quienes no hay
testimonio de sobrevivientes que los hayan identificado. Si alguien lo vio y
puede aportar datos sobre el último lugar en donde estuvo detenido, se puede
comunicar con Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Un padre, una madre y
una hermana, necesitan saber. Necesitan verdad y justicia para seguir viviendo
sin Claudio.
Gisela Gaeta