Una nueva del jefe de Gobierno porteño. Ansioso por ocupar el lugar de 'mejor alumno' de la usura internacional que dejó vacante Menem, se apresuró a renegociar la deuda de la ciudad (los bonos Tango) en condiciones muy desfavorables, sin quita en plazos y tasas de interés mucho peores que los del canje de la deuda externa nacional recién concluido. Tan difíciles fueron las condiciones de la renegociación que su dureza fue la causa alegada por el propio Aníbal Ibarra para crear un Fondo Anticíclico que asegurara el cumplimiento de las obligaciones en caso de caer la recaudación fiscal.
Cualquiera diría que tan fea experiencia desalentaría nuevos endeudamientos de la administración porteña. Pero ya se sabe lo que pasa con los adictos: no pueden prescindir de su dosis.
Los legisladores ibarristas y macristas se aprestan a aprobar un nuevo proyecto de endeudamiento externo. El pretexto es en esta oportunidad la construcción de dos canales paralelos al arroyo Maldonado, que supuestamente eliminarían las periódicas inundaciones. La obra es la alternativa que el mismo Ibarra definió hace tres años como la 'más lenta y costosa' para resolver el problema y, además, desde el punto de vista técnico provoca cuestionamientos que no han sido claramente respondidos por la administración. Por otra parte, no se ha abierto un debate público que sería indispensable en una obra de semejante envergadura. Pero, aunque fuera la mejor solución, quedaría en pie el punto de su financiamiento.
El proyecto del Ejecutivo contempla tomar un crédito de 130 millones de dólares para la ejecución de las obras de los canales paralelos al entubamiento del Maldonado.
El costo total de la obra asciende a $ 600 millones, de los cuales 400 serían cubiertos con el préstamo otorgado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (rama del Banco Mundial) y 200 con fondos propios del Gobierno de la Ciudad.
Los ejercicios 2003 y 2004 dejaron un superávit de aproximadamente $ 1.400 millones de pesos, parte de los cuales se destinaron al Fondo Anticíclico. ¿Cuál es la lógica de que la Ciudad se endeude en 130 millones de dólares, puesto que cuenta con dinero propio y, de todas maneras, tiene que usarlo para cubrir un tercio del gasto total de la obra?
¿No es preferible aplicar en este caso el criterio de 'vivir con lo nuestro'? Tenemos la experiencia de los últimos tres años: el país no recibió ni un dólar de crédito externo y lo que no impidió un fuerte crecimiento económico. Tenemos también la experiencia de los largos años en que el país se endeudó a lo bobo con el exterior, hasta llegar a la brutal crisis de fines de 2001.
En todo caso, si hiciera falta un financiamiento, éste podría contraerse con el Banco Ciudad o el Banco Nación, en pesos, eludiendo así el riesgo de un aumento en el valor del dólar, algo que es perfectamente posible en un plazo tan extenso como son los veinte años del préstamo que se pretende contratar con el BIRF.
La concreción del crédito supone el pago inmediato de una comisión de compromiso del 0,85%, es decir alrededor de un millón de dólares. Empezamos mal: de arranque hay que desembolsar un millón.
La operación compromete además las finanzas de la Ciudad por veinte años. Durante los primeros cinco sólo se pagarían intereses, que en una estimación conservadora ascenderán a cuatro millones y medio de dólares anuales en cuotas semestrales. Durante los quince años siguientes, los pagos serán de amortización del capital e intereses, superando los doce millones de dólares anuales, siempre en cuotas semestrales.
En total, la devolución, siempre en una estimación conservadora, superará los 190 millones de dólares. Sin necesidad alguna, puesto que hay dinero propio suficiente, se hipoteca el futuro de los ciudadanos y se terminará gastando más de un 50% adicional sobre el costo de las obras.
Los funcionarios afirman que la tasa de interés es (tasa Libor más 0,50%, lo que al día de hoy significa 3,46%). Pero hay que considerar que este es un momento de tasas excepcionalmente bajas en el mercado mundial. Al tratarse de una tasa variable, cualquier aumento perfectamente previsible en las tasas internacionales aumentará la carga financiera, con las graves consecuencias sobre las finanzas públicas, como lo indica la larga experiencia nacional y local en materia de endeudamiento externo.
Tomar el crédito del BIRF obliga a contratar la consultoría y la realización de las obras de acuerdo con las normas y procedimientos de esa institución, lo que implica una licitación internacional. De manera que, en definitiva, el dinero conseguido por el préstamo terminará volviendo a irse de la Ciudad y del país hacia el exterior como pago a las empresas contratadas. El saldo neto será que el pueblo de la Ciudad terminará pagando durante veinte años y con un fuerte costo adicional para enriquecer a la 'patria contratista' del exterior.