Nuestro Planeta
|
17 de mayo del 2004
Plantas transg�nicas y antibi�ticos
Patrice Courvalin
Resumen
�Los Organismos Gen�ticamente Modificados representan riesgo de agravar el
problema crucial de la resistencia bacteriana?
Ahora que las bacterias desarrollan una resistencia cada vez m�s eficaz a todos
los antibi�ticos, la introducci�n en gran escala de plantas transg�nicas plantea
el riesgo de facilitarles esa tarea. Muchos de esos organismos gen�ticamente
modificados (OGMs) portan, integrado a su genoma, un gene de resistencia a los
antibi�ticos que sirve de marcador. Los expertos han tratado ese riesgo con
ligereza, pero es mucho m�s serio dado que paralelamente se favorece la
resistencia de las bacterias pat�genas al utilizar gran cantidad de antibi�ticos
en la alimentaci�n del ganado. Antes de esparcir los OGMs en el medio ambiente,
ser�a conveniente efectuar "construcciones gen�ticas" que no utilicen los genes
de resistencia.
* Responsable del Centro Nacional de Referencia sobre Mecanismos de Resistencia
a los Antibi�ticos y director de la Unidad de Agentes Antibacterianos del
Instituto Pasteur.
Traducci�n hecha por Greenpeace M�xico, del art�culo P. Courvalin. Plantes
transg�niques et antibiotiques. Les OGMs risquent-ils d'aggraver le probl�me
crucial de la r�sistence bact�rienne?, publicado en LA RECHERCHE, 309 MAI 1998.
La construcci�n y producci�n a gran escala de plantas gen�ticamente modificadas
o transg�nicas, genera muchas esperanzas, pero al mismo tiempo suscita numerosas
interrogantes. Una de las m�s graves ata�e a lo que llamamos la resistencia y
plantea dos cuestiones distintas. En primer lugar, la resistencia al producto
del gene transferido al interior de la planta, pero esta cuesti�n pertenece a un
campo diferente al m�o1. En segundo lugar, la resistencia a los antibi�ticos.
Esta �ltima podr�a esparcirse debido a los genes bacterianos utilizados para
llevar a cabo la operaci�n de transg�nesis y que se han dejado subsistir en la
planta transg�nica en la cual ya no son �tiles. No se puede excluir que esos
genes de resistencia a los antibi�ticos puedan emigrar de la planta transg�nica
a las bacterias. �Puede ese eventual "regreso al remitente" plantear un gran
riesgo de incrementar el fen�meno de la resistencia a los antibi�ticos de las
bacterias pat�genas para el hombre?
La transg�nesis consiste en introducir dentro el genoma de un organismo viviente
un gene extranjero, llamado transgene, el cual, se supone, conferir� una ventaja
ecol�gica, nutricional o de otro tipo, a su nuevo anfitri�n, llamado OGM
(organismo gen�ticamente modificado). El aislamiento y la purificaci�n del
transgene de inter�s se efect�an en el laboratorio por clonaci�n dentro de una
bacteria, generalmente Escherichia coli. La clonaci�n exige el empleo de
"vectores" que permitir�n introducir el gene dentro de la planta (ver el cuadro
"T�cnica de la transg�nesis"). Los vectores de clonaci�n bacteriana portan las
caracter�sticas de resistencia a los antibi�ticos para facilitar la selecci�n de
las construcciones gen�ticas. En ciertos OGMs, esos genes bacterianos se
transfieren con el transgene, a pesar de no tener ninguna utilidad en la planta
misma. Se trata pues de residuos de una de las etapas de la construcci�n
gen�tica. Seg�n el tipo de construcci�n efectuada, tales genes se expresan o no.
Se expresan por ejemplo en el tomate desarrollado por Calgene, pero muy
frecuentemente, como en el ma�z Novartis, no se expresan.
Esas elecciones particularmente desafortunadas revelan ignorancia de la ecolog�a
de la resistencia a los antibi�ticos
Para sobrevivir en la presencia de antibi�ticos, las bacterias han desarrollado
diversos mecanismos de resistencia (1). Uno de los m�s eficaces y m�s esparcidos
es la s�ntesis de enzimas que desactivan los antibi�ticos. La producci�n de
estas enzimas generalmente se debe a la adquisici�n de genes provenientes de
otras bacterias, por transferencia "horizontal" (es decir, de una bacteria a
otra bacteria perteneciente a una especie o a un g�nero diferente por oposici�n
a la transferencia "vertical" de una generaci�n a la siguiente). La elevada
incidencia de resistencia a los antibi�ticos en las bacterias pat�genas se debe
principalmente al hecho de que �stas desarrollaron sistemas de transferencia de
ADN extremadamente eficientes y con un enorme espectro de anfitri�n. La
transferencia se efect�a por diferentes medios (2) : la conjugaci�n, la cual
implica contacto f�sico directo entre bacteria donante y bacteria receptora, y
por la cual el pl�smido pasa de una a otra; la transformaci�n, por la cual una
bacteria llamada "competente" incorpora ADN simple presente en el medio
ambiente; y la transducci�n durante la cual el ADN es transportado por un
bacteri�fago.
Son precisamente algunos de esos genes de resistencia los que se utilizan en la
construcci�n de plantas transg�nicas. Los dos criterios que rigen la elecci�n
entre los numerosos genes de resistencia a los antibi�ticos son su gran
incidencia en la naturaleza, o el hecho de que confieren resistencia a los
antibi�ticos que ya no se utilizan en la cl�nica humana. Como vamos a
demostrarlo, tales elecciones particularmente desafortunadas, s�lo revelan
ignorancia de la ecolog�a de la resistencia a los antibi�ticos (3) y
conocimientos muy superficiales sobre los mecanismos de resistencia y su
evoluci�n (4).
Casi inmediatamente despu�s de la introducci�n de la penicilina G en la cl�nica
a mediados de los a�os 40, surgieron cepas pat�genas resistentes a ese
antibi�tico. Las cepas resist�an al producir una enzima, la penicilinasa, que
hidrolizaba* el antibi�tico. Los qu�micos de la industria farmac�utica siguieron
dos pistas para evadir ese mecanismo. En primer lugar, la s�ntesis de mol�culas
derivadas de la penicilina G y refractarias a la acci�n de la enzima. En
seguida, la s�ntesis de inhibidores de la enzima que restauran la sensibilidad a
las penicilinas de las cepas productoras de penicilinasa y las cuales se
utilizan en asociaci�n con esos antibi�ticos.
El gene denominado blaTEM-1 muy utilizado en la modificaci�n gen�tica de las
plantas como el ma�z de Novartis recientemente autorizado, y en biolog�a
molecular en general, desencadena la producci�n de una penicilinasa capaz de
degradar muy eficazmente las penicilinas (penicilina G, ampicilina, amoxicilina,
etc.). As� pues, transfiere la resistencia a una de las clases de antibi�ticos
m�s utilizados en la terap�utica humana. Se sabe que las alteraciones de ese
gene pueden aumentar considerablemente el espectro de resistencia que confiere
la enzima cuya s�ntesis rige, y con ello alargar la lista de los antibi�ticos
que se vuelven ineficaces. En efecto, las mutaciones puntuales (es decir, el
cambio de un par de bases) en numerosos sitios de ese gene pueden conferir a la
enzima la propiedad de desactivar los cefalosporinos* m�s recientes (5), o la de
ser refractario a la acci�n de los inhibidores de las penicilinasas6 . As�, el
m�s simple acontecimiento gen�tico que se pueda concebir en ese gene --y se
considera que esa ocurrencia es inevitable con una frecuencia relativamente
elevada*-- es capaz de arruinar d�cadas de esfuerzos de la industria
farmac�utica y transferir una resistencia eficiente a los antibi�ticos,
particularmente a los utilizados en cl�nica, especialmente los administrados en
casos de infecciones graves, y con mucho, los m�s prescritos en el mundo.
El gene blaTEM-1 se encuentra distribuido en las enterobacterias* responsables
en especial de las infecciones adquiridas en los hospitales y llamadas
nosocomiales. Asimismo aparece en la mitad de las Escherichia coli, bacterias
presentes en el tubo digestivo que, en ciertas condiciones, pueden provocar
infecciones. Es, al contrario, incorrecto pensar que ese gene est� presente en
"50% de las bacterias pat�genas del tubo digestivo"3. Su predominio en las
bacterias pat�genas responsables de diarrea (salmonelas, shigellas, Escherichia
coli, productores de ciertos factores de virulencia y el Vibrio cholerae) var�a
seg�n las especies, pero de ninguna manera sobrepasa algunos puntos
porcentuales. Adem�s, la producci�n de las penicilinasas en Europa a�n no ha
sido detectada en el enterococo, bacteria intestinal pat�gena para los sujetos
inmunodeficientes, la cual se a�sla cada vez con mayor frecuencia en la
patolog�a humana, cuando que tales cepas se han descrito ya en Norte y Sur
Am�rica. El gene blaTEM-1 entonces no es ni anodino ni ubicuo en las bacterias
pat�genas para el hombre.
Las bacterias pat�genas, entre ellas Staphilococcus aureus desarrollan creciente
resistencia a los antibi�ticos utilizados con m�s frecuencia. El asunto es
particularmente preocupante en los hospitales, donde las infecciones se
multiplican
Se han utilizados otros genes bacterianos para la modificaci�n gen�tica de las
plantas. El gene aph3'-2, conocido tambi�n bajo la designaci�n NPTII, es uno de
los m�s utilizados: se le vuelve a encontrar por ejemplo en el tomate de Calgene,
en una colza de PGS y una colza de Calgene, etc. Introduce resistencia a ciertos
antibi�ticos de la familia de los amin�sidos, especialmente la kanamicina y la
neomicina. Debido a su toxicidad, esos antibi�ticos son poco utilizados en la
terap�utica humana. Pero a semejanza del gene blaTEM-1 una mutaci�n puntual en
ese gene puede conferir a la bacteria que le aloja, la resistencia a un derivado
de la kanamicina, la amicacina7 . Este amin�sido se utiliza ampliamente para el
tratamiento de infecciones nosocomiales y recientemente se le indica en el
tratamiento de la tuberculosis: se sabe que el bacilo de Koch resiste cada vez
m�s los antibi�ticos normalmente administrados para eliminarlo.
El gene aph3'-38 , emparentado con el anterior, especifica de entrada la
resistencia a la amicacina; una resistencia vergonzosa, dado que es indetectable
por las t�cnicas comunes de estudio de la sensibilidad in vitro de las bacterias
a los antibi�ticos utilizadas en los laboratorios de bacteriolog�a.
Un cuarto gene de resistencia utilizado en las construcciones de OGMs, aad3"9,
utilizado adem�s en una variedad de algod�n de Monsanto, confiere resistencia a
la estreptomicina y a la espectinomicina. Si este �ltimo antibi�tico se utiliza
exclusivamente, y cada vez menos en el tratamiento de la gonorrea, existe un
nuevo inter�s en la estreptomicina a pesar de los efectos secundarios
indeseables (toxicidad, dolor en el punto de inyecci�n). En efecto, este
amin�sido, no presenta, por oposici�n a los dem�s miembros de esta familia,
resistencia cruzada con la gentamicina en las bacterias Gram positivas*
(estafilococos, estreptococos y enterococos). Puesto que la resistencia a la
gentamicina es cada vez m�s frecuente en lo enterococos, la estreptomicina es
indicada de nuevo en asociaci�n con penicilinas en infecciones severas como la
endocard�a (infecci�n bacteriana, esencialmente localizada en las v�lvulas
cardiacas)9.
El principal riesgo de la presencia de genes de resistencia en las plantas
modificadas gen�ticamente es el de contribuir a la diseminaci�n de la
resistencia a los antibi�ticos en las bacterias pat�genas. Mientras que los
transgenes de inter�s agr�cola (resistencia a la toxina de bacillus
thuringiensis o a los herbicidas por ejemplo) podr�an diseminar por v�a sexual a
las especies pr�ximas, la forma de transferir la resistencia a los antibi�ticos
de las plantas hacia las bacterias podr�a resultar de una transferencia
horizontal de ADN.
Siempre es necesario tener presente que las oportunidades de intercambio de
material gen�tico entre organismos en la naturaleza son inmensas
Es cierto que los conocimientos sobre la transferencia de informaci�n gen�tica
entre organismos muy alejados en el plan filogen�tico son recientes y en campos
limitados, y que nuestro conocimiento est� en plena evoluci�n. Si la existencia
de un flujo de genes de los cocci de Gram positivo hacia los bacilos de Gram
negativo10 y la existencia de un sistema de transferencia gen�tica de las
bacterias hacia las plantas11 en condiciones naturales se conocen desde hace
quince a�os, la demostraci�n en el laboratorio de una transferencia de ADN de
los bacilos de Gram negativo a los cocci de Gram positivo, de las bacterias a
los hongos12 o a las c�lulas de los mam�feros, incluyendo las humanas,13 es en
cambio mucho m�s reciente.
Se ha probado que las transferencias de ADN pueden implicar a los reinos m�s
alejados. La transferencia inversa, que nos preocupa actualmente, de los
eucariotes a los procariotes, es pues concebible en realidad, y se ha propuesto
en algunos casos, especialmente de manera muy convincente, para el gene Pgi, que
porta el c�digo de una enzima, la isomerasa de la glucosa de fosfato14 , y para
los genes de los campos del tipo III de las prote�nas fibronectinas15.
La transferencia directa de ADN de las plantas a las bacterias no se ha
reproducido puesto que no ha sido sujeto de estudios extensos. Ese resultado
negativo no nos autoriza a considerar que el hecho de su posible aparici�n "no
tiene raz�n para plantearse"16. Es necesario recordar constante-mente que son
inmensas las oportunidades de intercambio de material gen�tico entre organismos
vivos en la naturaleza, y que la recreaci�n de esas condiciones en el
laboratorio, y a�n en el terreno, puede ser m�s dif�cil, por no decir imposible
actualmente. Esto subraya la pobre capacidad de predicci�n de los experimentos
realizados en el laboratorio.
A causa de las etapas que se requieren, cada una con su baja probabilidad de
ocurrencia, y de que la barrera de especie es una certeza, la posibilidad de la
transferencia de genes de las plantas a las bacterias, si existe, es, por lo
menos en teor�a probablemente rara; excepto si, como vamos a ver, uno se las
ingenia para multiplicar las construcciones y las circunstancias que favorezcan
el hecho. En fin, es inevitable, al contrario de lo que se ha pretendido, que el
cultivo intenso de una planta que aloja un gene de resistencia y por ello
aumenta el n�mero de copias de ese gene en la naturaleza, s� favorece su
evoluci�n y diseminaci�n.
La diseminaci�n horizontal de informaci�n gen�tica implica tres etapas: la
transferencia del ADN, su estabilizaci�n en el nuevo anfitri�n (requisito para
asegurar su transmisi�n a la descendencia) y su expresi�n.
El regreso de un gene de resistencia a los antibi�ticos de una planta
gen�ticamente modificada hacia las bacterias podr�a producirse en dos tipos de
circunstancias. La primera ser�a una transferencia en el tubo digestivo (de
animales o del hombre) a las bacterias presentes en el mismo. La estabilidad
t�rmica del ADN es tal que, en algunos casos, los genes de resistencia no ser�n
desnaturalizados por la preparaci�n de los alimentos antes de su ingesti�n. En
el ecosistema intestinal, las bacterias que pertenecen a una multitud de
especies, la mayor�a a�n no descritas, existen en n�meros extremadamente
elevados y en etapas fisiol�gicas variadas. Algunas pueden hallarse en estado de
competencia, es decir, aptas para incorporar el ADN de una planta liberado
durante la digesti�n - especialmente el fragmento portador del gene de
resistencia blaTEM-1 el cual, si se toma en cuenta su peque�o tama�o (858 pares
de bases), tiene fuerte probabilidad de permanecer intacto. Adem�s, ya que las
bacterias est�n en contacto muy �ntimo unas con otras, el tubo digestivo
representa un ecosistema extremadamente favorable para los intercambios
gen�ticos entre bacterias que pertenecen a g�neros diferentes17 . En estas
condiciones, el gene de resistencia podr�a ser recuperado por transformaci�n por
una bacteria naturalmente competente, transmitido verticalmente a su
descendencia al ocurrir las divisiones celulares; pero igualmente de forma
horizontal a otros micro-organismos. El estudio de la evoluci�n de la
resistencia bacteriana a los antibi�ticos durante los �ltimos veinte a�os nos ha
ense�ado que dado el tama�o gigantesco de las poblaciones involucradas, un
acontecimiento, a�n extremadamente raro, puede suceder aunque las condiciones de
selecci�n adecuadas est�n apenas presentes18.
Desde ese punto de vista, la utilizaci�n masiva de antibi�ticos como promotores
del crecimiento en la alimentaci�n animal crea las condiciones m�s favorables
para la selecci�n de la transferencia, despu�s para la diseminaci�n de la
resistencia. Trabajos recientes, a prop�sito de la utilizaci�n de los
antibi�ticos como suplementos alimenticios para animales, demostraron que son
posibles tanto la colonizaci�n del tubo digestivo del hombre por bacterias de
origen animal, como la transferencia de genes de resistencia a los antibi�ticos
de tales micro-organismos a las bacterias comensales del hombre. Como el ma�z
transg�nico se destina principalmente a la alimentaci�n animal, la conjunci�n
del uso de antibi�ticos en la alimentaci�n animal y de los OGMs no puede hacer
m�s que acrecentar el riesgo de diseminaci�n.
La segunda circunstancia posible de regreso de los genes a las bacterias, es que
ADN de plantas transg�nicas en descomposici�n, especialmente de c�lulas de
ra�ces, pase a las bacterias que habitan el suelo. Esta posibilidad tiene a su
favor el hecho de que el ADN, al contrario de las ideas recibidas y transmitidas
a�n recientemente4, es una mol�cula extremadamente estable en los suelos y que
ciertas especies bacterianas tel�ricas pueden espont�nea y eficazmente
incorporar ADN19. Microorganismos, tales como los Acinetobacter, forman parte de
las bacterias responsables de infecciones en los enfermos inmunodeficientes que
representan una fracci�n creciente de la sociedad (pacientes con SIDA, pacientes
que presentan leucemia o alg�n c�ncer, enfermos que hayan sufrido un
transplante, o est�n hospitalizados en servicios de reanimaci�n, ancianos).
Adem�s del regreso del gene, es necesario, para su transmisi�n a la descendencia
y su expresi�n continua, que el ADN que entre, se estabilice en la nueva c�lula
anfitriona. La estabilizaci�n se efect�a por recombinaci�n hom�loga entre las
secuencias que flanquean al gene de resistencia y el ADN de la bacteria
receptora: el procedimiento es tanto m�s eficaz cuanto m�s se extiendan las
zonas de homologaci�n que interact�an. Sucede que numerosas plantas transg�nicas,
incluidas las recientemente autorizadas para su cultivo en Francia, surgen de la
adquisici�n por electrotransformaci�n (aplicaci�n de un campo el�ctrico) o por
biol�stica o biobal�stica (bombardeo de las c�lulas con microbalas recubiertas
del transgene), no solamente del gene de resistencia a los antibi�ticos, sino
tambi�n de grandes regiones adyacentes de ADN bacteriano, es decir de la casi
totalidad del pl�smido de inicio. Se trata entonces de construcciones que no
solamente son "poco est�ticas"3, sino "gen�ticamente incorrectas", porque
resultan de aproximaciones poco precisas. Cuando se estabiliza, el gene puede
integrarse, ya sea en el cromosoma --para ser parte del genoma de la bacteria y
as� ser transmitido de forma estable a su progenie-- o, de manera m�s
preocupante, en un elemento gen�tico m�vil3, tal como un pl�smido o un
transposon: en ese caso ser� transmitido no solamente en forma vertical, sino
tambi�n horizontal, de bacteria a bacteria, por conjugaci�n, movilizaci�n o
transformaci�n.
La tercera y �ltima etapa necesaria para la transferencia consiste en la
expresi�n del gene de resistencia en la bacteria anfitriona. Para los genes de
resistencia a ampicilina, estreptomicina y espectinomicina, que permanecen en
las construcciones bajo control de un promotor* bacteriano, la expresi�n ser�
total e inmediata en las bacterias Gram negativas. En lo que concierne al gene
de resistencia a la kanamicina, la situaci�n es m�s compleja en la medida en que
su expresi�n se liga a su integraci�n descendente de un promotor bacteriano.
Esto �ltimo se debe al hecho de que las construcciones gen�ticas colocaron ese
gene bajo control de un promotor eucariote que es a priori no funcional dentro
de las bacterias. La probabilidad de expresi�n del gene de resistencia a la
kanamicina, es aqu� mucho m�s d�bil por tanto, que la de los dem�s genes de
resistencia.
Cuando la eficacia de la transferencia horizontal de los genes de las plantas a
las bacterias, a�n no se ha observado, se considera inveros�mil, sin punto de
comparaci�n con la eficacia de los sistemas de intercambios gen�ticos
desarrollados por las bacterias, no queda m�s que la interrogante.
�Es oportuno dejar subsistir en las plantas transg�nicas, genes que son in�tiles
para ellas pero confieren resistencia a familias grandes e importantes de
antibi�ticos, o a antibi�ticos que se est�n retomando en la curaci�n de ciertas
enfermedades? Dejar genes que forman parte de construcciones gen�ticas
bloqueadas que acumulan estructuras favorables a un regreso eventual hacia las
bacterias? Y, sobre todo, hacerlo ahora que se dispone de t�cnicas que autorizan
construcciones "gen�ticamente correctas" perfectamente definidas y que evitan
esos genes de resistencia.
�Es oportuno no aplicar el principio de precauci�n al autorizar la diseminaci�n
de construcciones "de primera generaci�n" quiz� �tiles para el progreso de las
t�cnicas de transg�nesis, pero impropias para su utilizaci�n en el campo? �Y
esto justo ahora, cuando el "sistema de biovigilancia" se ver� imposibilitado
para evaluar el impacto de esas construcciones sobre la diseminaci�n de la
resistencia a los antibi�ticos, ya que el origen de un gene no "marcado" es
imposible rastrearlo bajo condiciones naturales11?
�Es oportuno crear un precedente capaz de incitar a los productores de semillas
a descuidar las precauciones m�s elementales? Todo ello, �es oportuno ahora
cuando hace m�s de veinte a�os que no se ha introducido ninguna familia nueva de
antibi�ticos en los tratamientos cl�nicos?
REFERENCIAS
1. P. Courvalin et A. Philippon. "M�canismes biochimiques de la r�sistance
bact�rienne aux agents antibact�riens", in Le Minor et M. V�ron (eds.),
Bact�riologie m�dicale, Flammarion, 1989.
2. P. Courvalin et P. Trieu-Cout, "Plasmides et transposons de r�sistance aux
antibiotiques" in L. Le Minot y M. V�ron (eds.) Bact�riologie m�dicale,
Flammarion, 1989.
3. A. Kahn, "Pourquoi tant de haine contre ce pauvre ma�s? " Le Monde, 9
d�cembre 1997. A. Kahn, "Les OGM permettront de nourrir la plan�te en respectant
l'environnement". Les Echos,. 18 d�cembre 1997.
4. P. Berche, "R�sistance aux antibiotiques: l'impact des plantes transg�niques
para�t anecdotique", Le Quotidien du M�dicin, 18 f�vrier, 1998.
5. W.Sougakoff et al. Rev. Infect. Dis., 10, 879, 1988.
6. G. Vedel et al. , J. Antimicrob. Chemother. 30, 449, 1992.
7. S. Kocabiyik et M. H. Perlin, FEMS Microbiol. Letters. 72, 199, 1992.
8. Trieu-Cuot et P. Courvalin., Gene. 23,331,1983.
9. R. Leclercq et al. , Clin. Infect. Dis., 16, 331, 1993.
10. P. Courvalin, Antimicrob. Agents Chemother., 38,1447,1994.
11. V. Buchanan-Wollaston et al., Nature, 328, 170, 1987.
12. J. A. Heinemann et G. F. Sprague Jr., Nature, 340, 205, 1989.
13. P. Courvalin et al. C.R. Acad. Sci. Ser. III., 318, 1207, 1995.
14. L. A. Katz, J. Mol. Evol., 43, 453, 1996.
15. E. Little et al., J. Mol. Evol., 39, 631, 1994.
16. A. Kahn, "Faut-il avoir peur des aliments transg�niques?", Elle, 2711,
p.160, 15 d�cembre 1997.
17. F. Doucet-Populaire et al., Antimicrob. Agents Chemother., 36, 502, 1992.
18. Y. Duval-Iflash et al. Infect. Immun., 28, 981, 1980.
19. J. Sihorski et al. , Microbiology, 144, 569, 1998.
20. Y. Demarly et M. Sibi, Am�lioration des plants et biotechnologies. John
Liebbey, Eurotext, 1996, p. 131.
La Recherche ha publicado sobre el tema tambi�n:
I. T. Mikkelsen, T. Hauser et R. B. Jorgensen, "Les g�nes prennent la cl� des
champs", febrero de 1997.
II. Doroth�e Beno�t-Browaeys. "L'etiquetage des nouveaux aliments et un leurre",
junio 1997.
T�CNICA DE TRANSFORMACI�N DE ORGANISMOS
Los genes que portan la caracter�stica que se quiere transmitir, llamados genes
de inter�s, son de or�genes diferentes (plantas, bacterias,etc.). Se les
transfiere al interior de una planta mediante una operaci�n llamada transg�nesis.
Esta operaci�n utiliza vectores que con la mayor frecuencia provienen de
bacterias. Se comienza, despu�s de haber aislado el gene de inter�s y de
integrarlo en pl�smidos: se trata de peque�as mol�culas de ADN circulares de
algunos miles de bases de largo que se encuentran en el seno de algunas
bacterias20.
Pl�smido circular constru�do en laboratorio a partir de un pl�smido bacteriano.
La incorporaci�n se realiza en diferentes etapas utilizando enzimas como las
ligasas, que ligan dos fragmentos de ADN. Enseguida el pl�smido, a su vez, se
introduce en una bacteria, generalmente de la especie Escherichia coli. Se
cultivan colonias de E. coli transformadas as� para preparar el pl�smido vector.
Para integrar ese pl�smido transformado en la planta, existen dos t�cnicas
principales. La m�s extendida consiste en utilizar como intermediaria a otra
bacteria, Agrobacterium tumefaciens, la cual presenta naturalmente capacidad de
introducir fragmentos de ADN en el genoma de las plantas. El pl�smido se
transfiere de E. coli a A. tumefaciens por choque t�rmico o por conjugaci�n.
Despu�s se realiza un co cultivo de A. tumefaciens con un fragmento de tejido
vegetal (fragmento de hoja, tallo, embri�n, etc., seg�n la planta).
Una parte del pl�smido que contiene el gene de inter�s se transfiere al n�cleo
de la c�lula vegetal y se integra en su genoma -es precisamente debido a esta
propiedad que se utiliza A. tumefaciens.
El otro gran m�todo de transferencia llamado "biobal�stica o biol�stica"
consiste en extraer el pl�smido de E.coli, y cubrir con �l peque�as balas de
tungsteno o de oro del tama�o de un micr�n de di�metro y bombardear directamente
con ellas las c�lulas vegetales, de la cuales, algunas integran el gene de
manera aleatoria. Este m�todo es m�s apropiado para las plantas monocotiledonas
(ma�z, sorgo, arroz�) con las cuales la transformaci�n con A. tumefaciens
resulta poco eficiente.
A fin de verificar el �xito de la operaci�n se integra en el pl�smido vector,
unido al gene de inter�s, un gene marcador o reportero, que permite seleccionar
las c�lulas vegetales que integraron el gene de inter�s. Los genes marcadores
utilizados son los de resistencia a los antibi�ticos o a los herbicidas. La
verificaci�n es f�cil: en cada etapa, se seleccionan las c�lulas vegetales
transformadas por su capacidad de multiplicarse en un medio que contiene el
antibi�tico o el herbicida considerado. Las que sobreviven portan el gene de
inter�s. A pesar de que se investigan otras t�cnicas para "marcar" el gene de
inter�s, por lo general, la selecci�n por antibi�ticos es la que se sigue
practicando.
�CUAL ALTERNATIVA?
Herv� Kempf
Los genes de resistencia a los antibi�ticos son el marcador de selecci�n m�s
utilizado en las construcciones gen�ticas. Pero los industriales, conscientes de
los problemas que plantean, buscan activamente alternativas. La primera es
utilizar como marcador un gene de resistencia a un herbicida. Esta soluci�n
parece ser la preferida por muchos industriales como Monsanto Rhone-Poulenc. La
segunda consiste en colocar un gene marcador y un gene de inter�s en dos
fragmentos diferentes de ADN que pueden integrarse en dos sitios de genoma, y
separarlos en la descendencia de las plantas. Esta t�cnica es costosa y no puede
aplicarse a las plantas que se reproducen por multiplicaci�n vegetativa
(esquejes o tub�rculos, como la papa). Otra m�s, es colocar el gene marcador en
medio de secuencias espec�ficas, que reconocidas enseguida por una enzima que
las corta, permite eliminar el gene indeseable. Ese m�todo se llama "sistema
CRELOX". Se estudian otras t�cnicas m�s, como hacer la selecci�n por genes que
dan un cierto color a la planta que lo porta.
A�n no es posible decir si todos esos m�todos alternativos de marcaje son
inofensivos desde el punto de vista del medio ambiente o de la salud. M�s a�n,
la lista presentada aqu� es incompleta: los industriales estudian otras
t�cnicas, aunque en forma discreta debido a la intensa competencia comercial que
domina este campo.
Formas de transferencia de informaci�n gen�tica entre bacterias
En la naturaleza una transferencia puede efectuarse por diferentes medios: la
conjugaci�n, la transformaci�n y la transducci�n.
1) La conjugaci�n. Existe contacto f�sico directo entre la bacteria donante y la
receptora, y el pl�smido pasa de una a otra.
2)La transformaci�n: La bacteria incorpora ADN simple presente en el medio
ambiente a su cromosoma.
3)La transducci�n. El ADN es trasladado por un virus bacteri�fago.
GLOSARIO
� Hidr�lisis. Es un reacci�n qu�mica durante la cual hay ruptura de uniones
establecidas por mol�culas de agua.
� Cefalosporinos. Grupo de antibi�ticos de la familia de las b- lactaminas, cuyo
m�s vieja representante es la penicilina G.
� La tasa media de mutaciones en las bacterias es del orden de 10-7 a 10-9.
� Enterobacterias. Bacterias especialmente encontradas en el tubo digestivo del
hombre y los animales.
� Promotor. Es una regi�n del ADN a partir de la cual se inicia la expresi�n de
un gene vecino. Un gene no puede pues expresarse si no es bajo el control de un
promotor que es espec�fico para �l.
� Bacterias Gram positivas y Gram negativas. Se distinguen seg�n su reacci�n
diferente a una t�cnica de coloraci�n, establecida por el dan�s Christian Gram.