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TRANSGENICOS
SOBERBIA SUICIDA (PARTE IV)
Claudio Tygier
ARGENPRESS.info*
Este artículo corre el velo sobre las consecuencias de la utilización de la soja transgénica en América Latina y los productos asociados a esta como el glifosato, poniendo especial énfasis en dos aspectos: la salud humana y la diversidad biológica.
Balanceado e insumos
Los Estados Unidos produce alrededor de un 60% del volumen mundial de cultivos transgénicos, siendo la soya manipulada el segundo cultivo en importancia. La soya o sus derivados se hallan presentes en 2/3 de los alimentos procesados que consumen las personas. La soya es muy rica en proteínas y en grasas naturales. La mayor parte de la producción de soya se emplea en la fabricación de alimento balanceado para ganado, destinándose el remanente a producir insumos como la lecitina, derivada del aceite de la soya, utilizada como estabilizador o como emulsionante. El aceite de soya es otro insumo clave de la industria alimentaria, usado en decenas de miles de productos. En las etiquetas de los alimentos que lo contienen puede leerse 'aceites vegetales' o 'aceite vegetal hidrogenado'. La lecitina suele etiquetarse con su nombre o como E322. Estos insumos forman parte, entre otros, de productos como margarina, arenque ahumado, donuts, tortas, pan, galletas, carne, comida para bebés, alimentos dietéticos, cremas heladas, chocolates, papas fritas, mayonesa, salsas preparadas para pastas o pizzas.
¿Quién dice que son seguros?
No han sido llevados a cabo, ni aun en los EEUU, estudios para evaluar efectos en la salud por exposición aumentada al herbicida, debida a residuos del mismo presentes en fuentes alimenticias que resisten su aplicación, o los efectos de exposición acrecentada a plaguicidas incorporados en la substancia alimenticia. En los únicos casos en los que la Food and Drug Administration (FDA) exige análisis adicionales de alimentos que contengan OGM, es en aquellos en los que hubiese sido introducido en la fuente, en nuestro caso la planta, uno entre un pequeño grupo de entre 8 y 10 agentes alergénicos, más allá de eso, nada.
Mucha gente es alérgica a plantas alimenticias, debido a las proteínas producidas por ellas que tienen como función defenderlas contra plagas y enfermedades. A partir del hecho de que las plantas genéticamente modificadas están diseñadas, específicamente, para producir mayor cantidad de esas proteínas, se torna evidente que el potencial alergénico de esas plantas también aumentará.
Existen fundados temores de que ciertos cultivos dotados de un gene resistente a la ampicilina, podrían hacer inefectivo el tratamiento de ciertas enfermedades en humanos y en animales. La ampicilina es uno de los antibióticos usados más importantes. El mayor peligro reside en la posibilidad de que el gene se transfiera a bacterias patógenas, haciéndolas inmunes al tratamiento con este antibiótico.
¿Hay controles públicos para alimentos genéticamente manipulados?
La administración de medicamentos y alimentos de los EEUU, Food and Drug Administration, FDA por su sigla en inglés, no realiza pruebas ni requiere tests de seguridad para los alimentos genéticamente manipulados. Poco tiempo atrás, pudo saberse que los científicos de la FDA habían advertido a los funcionarios de esta institución que ellos (los mismos funcionarios) ignoran los peligros potenciales de los alimentos genéticamente manipulados. Tampoco la Agencia de Protección Ambiental, Environmental Protection Agency, EPA, ni el Departamento de Agricultura, USDA, exigen prueba alguna sobre los efectos de estos cultivos en la salud de seres humanos.
¿Existe algún motivo? Realmente sí. Como ha sido ampliamente informado, funcionarios de la FDA, la EPA y el USDA son, con frecuencia, recompensados con empleos muy bien remunerados en las compañías que ellos están controlando. Un informe reciente del Instituto Edmonds, brinda un listado de varios centenares de ejemplos posibles de relaciones de ida y vuelta entre los que regulan y las empresas que se supone que son reguladas por ellos. El Instituto Edmonds es una organización sin fines de lucro y de interés público dedicada a promover la salud y la sostenibilidad de los ecosistemas, y de sus habitantes. Ha publicado algunos trabajos señeros en materia de ciencia y de asesoramiento en políticas tecnológicas con impactos en la salud y ecosistemas: A Manual for Assessing Ecological and Human Health Effects of Genetically Engineered Organisms (Manual para evaluar efectos ecológicos y en la salud humana de los OGM) y A Brief History of Biotechnology Risk and Policy Debates in the US (Breve historia de la biotecnología: Debates en los Estados Unidos sobre riesgos y cursos de acción)
Muchos han expresado una seria preocupación, por el hecho de que los funcionarios de estas agencias gubernamentales ignoran los temores hechos explícitos de manera sistemática por sus propios científicos, así como los del público en general, y actúan por cuenta propia con el fin de complacer a las compañías que deben fiscalizar. Por ejemplo, el departamento de salud del Reino Unido elevó los niveles permitidos de residuos del herbicida Roundup - glifosato - en los alimentos, en 200 veces. Esto se llevó a cabo, a pesar de los peligros denunciados por importantes expertos en seguridad alimentaria. Aumentos similares en cantidad de residuos permitidos de plaguicidas o herbicidas han sido concedidos, en los Estados Unidos y en otros países, a solicitud de las empresas involucradas en la producción de alimentos genéticamente manipulados.
Neobscurantismo empresarial
Los investigadores de la Universidad de Berkeley, David Quist e Ignacio Chapela publicaron un artículo en la revista Nature, correspondiente a la edición de noviembre de 2001. Allí anunciaban el descubrimiento de restos de maíz transgénico en las variedades de maíz autóctono mexicano. Lo más alarmante del caso, afirmaban los investigadores, era el hecho de haberse comprobado que el ADN de las plantas manipúladas se había fragmentado, procediendo a desplazar, en contra de todas las garantías ofrecidas por el lobby biotecnológico, al genoma del maíz nativo local. La contaminación era algo innegable, sin embargo, la segunda comprobación echaba por tierra la seriedad y confiabilidad de toda la progaganda difundida. que aseguraba la imposibilidad absoluta de que los genes introducidos en la transgénesis se desplazaran alguna vez del lugar preciso del genoma donde fueran insertados.
Esto era demasiado. Anteriormente, en 1997, Monsanto había estado al borde de la quiebra, como resultado del desprestigio ganado por su desleal campaña en pro de los OGM. La empresa fue obligada en varios procesos a pagar sendas multas. Luego de la bomba que significó el artículo de Nature, la corporación contrató a una empresa de relaciones públicas, Bivings Group, especializada en campañas por Internet. Esta empresa instrumentó una campaña de difamación en perjuicio de los investigadores de Berkeley. Contrató científicos que trabajaban para la industria de la biotecnología, con el fin de impugnar las investigaciones de Quist y Chapela y recurrió también al expediente de crear personas ficticias para ensuciar el debate. La violencia y el chantaje dieron sus frutos: Nature tomó la decisión de retractarse. Esto no tenía precedente alguno en la trayectoria de esta prestigiosa publicación.
Hay sin embargo, algunos fracasos que, por su magnitud y difusión fuera de reuniones de directorio y de laboratorios, han trascendido, permitiendo verificar in situ las deficiencias de los cultivos transgénicos y sus efectos negativos emergentes.
El fiasco del algodón transgénico
De hecho, los ingenieros genéticos carecen del conocimiento necesario acerca de la interacción entre genes, y entre éstos y el ambiente, como para ser capaces de predecir si su 'edificar construcciones con bloques' realmente sirve. Una experiencia aleccionadora ocurrió en el año 1996 y su escenario fueron vastas regiones de los Estados Unidos. Se trata del algodón transgénico NuCOTN®, conocido comercialmente como 'Bollgard' dotado con la capacidad de producir la toxina Bt, (Bacillum thuringiensis) que lo protegería de la larva (Helicoverpa zea) y de la larva del tabaco, (Heliothis virescens). Una temporada estival de inusual calor y singular sequedad obligó a plagas y plantas a comportarse de manera distinta a lo previsto y planificado. El stress generado en las plantas por el calor y la sequía provocó cambios en la síntesis proteica, algo que sucedía normalmente con una planta de algodón convencional. Al parecer uno de los cambios involucró la producción de la toxina Bt, alcanzando niveles inferiores a los hipotéticos bajo condiciones normales. Para Helicoverpa zea, el calor y la sequedad no constituyen obstáculo alguno en su ciclo vital.
Entonces, ocurrió lo peor: se combinaron niveles bajos de producción de toxina con gusanos que disponían de condiciones inmejorables: escaso control, competencia nula y abundancia de alimento. Como resultado de todo esto, la mitad de las 810.000 hectáreas sembradas con el algodón transgénico NuCOTN®, sufrieron daños por el ataque de la plaga y Monsanto se vió en la necesidad de ordenar la aplicación de plaguicidas convencionales para evitar la pérdida total de la cosecha.
Habiendo la plaga llegado, en algunos casos, a atacar exitosamente hasta un 60% de las plantas. Dede un comienzo, los agricultores advirtieron que el Bollgard no era capaz de producir el insecticida (la toxina Bt) en cantidades suficientes y con la rapidez necesaria, como para proteger los primeros brotes contra las orugas. El daño económico estimado alcanzó los U$S 1.000 millones. Pero podría ser todavía peor. Las plagas podrían adquirir resistencia al insecticida Bt, dejando a muchos agricultores desamparados ante la ineficacia, inducida, de un importante método de control biológico.
En relación con esta cuestión, el profesor Fred Gould de la North Carolina State University señalaba, en el momento en que esta catástrofe ocurría, que de no haber habido ola de calor y sequía, los problemas con las plagas habrían aparecido igualmente. En las pruebas de campo previas a la siembra masiva - recordaba el científico - el algodón transgénico no mataba la totalidad de la plaga, sino solamente el 80% de ella. Remarcó Gould que '80% de mortandad es exactamente el indicador que los investigadores usan cuando desean criar insectos resistentes a tóxicos'. Según este investigador, sembrar algodón Bt es el método perfecto para criar orugas resistentes al Bt.
La parte de la plaga...
Para demorar el desarrollo de resistencia en los insectos a la toxina Bt, aunque no para impedirla, una estrategia recomendada por Monsanto es plantar 'refugios'. ¿En qué consisten? Se trata de sembrar, en áreas cercanas al cultivo con Bt incorporada, la misma planta (algodón en este caso), pero no-manipulada, es decir algodón convencional que no producirá la toxina. Los insectos tendrán preferencia por este algodón que no es tóxico para ellos, disminuyendo la presión selectiva que los hará, más temprano que tarde, resistentes al herbicida. La pregunta es qué superficie debe destinarse a refugios. Monsanto recomienda, reconociendo con ello tácitamente que la plaga ha de volverse resistente, el 4% del total de la superficie sembrada. El profesor Gould argumenta que esta superficie de refugios bastaría para el caso de que la mortandad fuese del 100%. Pero como fue realmente de un 80%, se requiere al menos un 20% del área total de siembra destinado a refugios. A mediados del año 2002, en una transmisión de CBC, Canadian Broadcasting Company, la emisora radial internacional de Canadá en onda corta, tuvimos la oportunidad de oir cómo la directora del Departamento de Entomología Agrícola de la universidad de Toronto, reprochaba al director de investigaciones de Monsanto que el área necesaria para refugios superaba el 30%, pudiendo llegar hasta el 40% del total de superficie sembrada. Dijo textualmente 'no podemos recomendar a los productores que sacrifiquen, sin más, a la plaga el 40% de la cosecha'. No hubo respuesta del representante de Monsanto.
Invalidez rigurosa
Es una necesidad crítica que la evaluación científica de los riesgos potenciales, inherentes a los organismos genéticamente modificados, se funde en conceptos apropiados. Ahora se observa que un buen número de esquemas conceptuales de seguridad genética ha estado basado en ideas científicas que han resultado desactualizadas. Uno de los esquemas más difundidos, cuya vigencia es sólo publicitaria, demuestra categóricamente que la ingeniería genética no es otra cosa, sino la extensión de los métodos usuales, tradicionales, de selección de variedades de cultivo.
Sin embargo la realidad es otra: los mecanismos de ambos métodos (tradicional y manipulación genética) y sus potencialidades guardan profundas diferencias. Esto no implica que todo organismo genéticamente modificado (OGM), sea peligroso en términos ecológicos, sino que algunos tipos de OGM pueden ser considerablemente más peligrosos que los organismos producidos mediante selección tradicional de cultivos, en especial en el caso de que un organismo huésped, ecológicamente competitivo, fuese suplementado con caracteres nuevos que puedan aumentar su competitividad con otras especies. Además, los efectos genéticos colaterales ponen sobre el tapete cuestiones de seguridad alimentaria, y tampoco puede descartarse la posibilidad de que éstos (los efectos genéticos colaterales) puedan aumentar su competitividad ecológica, aun pudiendo esto ser ocasional. Las parcelas experimentales en el campo tienen una función específica: reunir datos útiles para analizar los peligros de liberar OGM a escala comercial en el medioambiente. Sin embargo, no tiene rigor científico considerar que una pequeña población confinada y aislada de competidores potenciales en el campo, valida argumentos sobre seguridad, y que si en ese caso experimental controlado 'nada ocurrió', puede concluirse entonces que el OGM no ofrece peligros para su comercialización o que todos los OGM se comportarán de manera similar.
Estrategias de la ilusión según una teología 'natural'
Entre 1978 y 1986 ha venido utilizándose una variedad de argumentos, con el fin de convencernos de que todos los organismos genéticamente modificados deben ser confiables. Estos argumentos recibieron una crítica sistemática por algunos destacados especialistas y fueron analizados en numerosos talleres técnicos. Como resultado de ello, hoy apenas se recurre a esos argumentos. En forma breve, son los siguientes:
1) La ingeniería genética no es diferente de la reproducción sexual ordinaria, por lo tanto no presenta riesgos nuevos.
2) La ingeniería genética siempre impondrá una carga metabólica adicional tan considerable, que los organismos transgénicos serán siempre no competitivos en términos ecológicos.
3) La ingeniería genética no es capaz de crear nada realmente nuevo, porque millones de años de evolución han probado todas las combinaciones posibles de genes. Y todo aquello que hoy no existe es porque ha probado ser no adaptativo.
4) La ingeniería genética solamente puede hacer un organismo menos perfecto que lo hecho por la evolución.
5) La naturaleza mantiene a todas las poblaciones en equilibrio; rechazará las novedades transgénicas o las conservará en equilibrio como ocurrió con los huéspedes originales.
Una razón por la que estos argumentos han tenido algún atractivo, es el hecho de no estar familiarizada la mayoría de los biólogos con el progreso conceptual en el terreno de la ecología, y de la biología evolutiva, que tuvo lugar en las postrimerías del siglo XX.
Las visiones imperantes en el siglo XIX y a comienzos del XX abrigaban la idea de la perfección de las adaptaciones y de un equilibrio simplista en el ámbito de la naturaleza. Aunque se presentaban como teorías seculares, sólo lo fueron de manera superficial. Esta forma de pensar encajaba exactamente en la antigua tradición deísta fundada en una 'teología natural' que interpretaba el universo físico como un sistema de relojería perfecto e integrado que, de ningún modo podría mejorarse, aunque sí conocerse. En otras palabras, esa visión mecanicista es producto del proceso de secularización ocurrido en Europa entre los siglos XVI y XVIII.
La concepción actual sobre la ecología y la evolución deja mucho más margen a la idea de que, si una variedad silvestre o cuasi-silvestre de un organismo resultara modificada genéticamente, mediante una novedosa y adaptativa combinación de características genéticas, entonces, pese a las imperfecciones que pudiera presentar dicha variedad, la nueva criatura podría, en el caso en que los beneficios ecológicos del o de los caracteres introducidos tuvieran mayor peso que los costos ecológicos, persistir en un medio natural libremente integrado, y en algunas ocasiones alterar o interferir la organización ad-hoc de las comunidades y de los ecosistemas.
Tabaco con cola y frutillas con escamas
Desde los lejanos tiempos en que los seres humanos comenzaron a cultivar plantas y criar animales para obtener alimentos, han estado también esforzándose para mejorarlos y producir en forma más eficiente. Mediante los mecanismos naturales de la cruza, que no es sino un camino evolutivo de asegurar la diversidad genética, los agricultores han sido capaces de alterar las características biológicas de la descendencia, a través de la selección y apareamiento de los padres que portan las características deseadas. Este tipo de cruza solamente tiene lugar entre especies de plantas o de animales que se hallan emparentados genéticamente. Ahora, con el surgimiento de la ingeniería genética, existe la posibilidad de superar las barreras naturales en la cruza de especies. Los 'ingenieros genéticos' pueden cortar y extraer fragmentos de la cadena de ADN de un organismo vivo, e insertarlos en el ADN de especies totalmente diferentes y distantes.
La mayoría de las plantas alimenticias más importantes en el mundo ha sido probada en versiones manipuladas genéticamente, o bien están siendo objeto de dichas pruebas. Hasta la fecha, al menos 38 especies de plantas diferentes han sido manipuladas y probadas en experimentos de campo. Fueron insertados genes animales en plantas, genes de bacteria en plantas alimentcias domesticadas y genes humanos en plantas y animales. Por ejemplo, se ha implantado en laboratorio un gene humano en un salmón, en una trucha y en arroz, genes de pollo en papas, genes de peces en frutillas, genes de ratón en el tabaco y genes de bacteria y de virus en pepinos y en tomates.
Una ingeniería no muy ingenieril
Quienes abogan por liberalizar las regulaciones concernientes a OGM, parecen haber arribado a un argumento que intuitivamente resulta atrayente, aunque es equívoco en términos científicos. Expresado en pocas palabras, este argumento dice así: La nueva biotecnología (la ingeniería genética) con ADN recombinante (ADNr) y técnicas relacionadas sólo cambia de posición genes entre cromosomas. Los seres humanos han estado cambiando de posición genes durante miles de años en cultivos tradicionales de maíz, trigo, o en bovinos, bacilos de yogur o levaduras de cerveza, y estos cambios nunca han dado como resultado una criatura peligrosa. El entrelazamiento de genes de alta tecnología con ADNr, permite actualmente cambiar de posición genes con mucha mayor precisión y, por tanto, esto debería ser aún más seguro que el desarrollo por métodos tradicionales, donde los resultados han sido en mayor medida impredecibles. Pero, ¿es realmente así?
No. De hecho se trata de una retórica reduccionista, sin sustento científico, que pretende unificar bajo un mismo criterio la crianza tradicional y el método basado en ADN recombinante. La retórica, por más elegancia dialéctica que exhiba, no es un método científico comparativo válido. Dejarse llevar sin cuidado por argumentos de esta clase, puede conducirnos a traicionarnos con relación a nuestras propias pretensiones.
Dividiremos la refutación en dos partes. La primera parte estará consagrada a rebatir formalmente el argumento, mediante un experimento imaginario, y la segunda a poner en evidencia su carácter falaz mediante un contraejemplo. Vayamos al experimento imaginario. El argumento se funda en que ignorar 3.500 millones de años de evolución, en los mecanismos de selección genética, equivale a la temeridad suicida que se relata a continuación: Es sabido que, en el momento en que un paracaidista toca el suelo al finalizar el salto, la velocidad con que lo hace, es equivalente a la de una caída libre desde una altura de seis (6) metros. Pues bien, resulta que un día, un especialista en paracaidismo de acrobacia acepta una apuesta con varios colegas. Las condiciones pactadas establecían que él se arrojaría del avión desde 5.000 metros, y no abriría el paracaídas hasta llegar a una altitud de 400 metros sobre el suelo. El margen para tener éxito en este caso es por demás escaso; requiriéndose nervios de acero y una singular intrepidez para lograr algo así. Imaginemos por un momento que ya caemos libremente con nuestro amigo acróbata con una aceleración de 9,80 m/s - valor impuesto por la gravitación de nuestra madre Tierra - mientras éste mira su altímetro con inocultable ansiedad, hasta llegar a la altura convenida en la apuesta, y jala de la cuerda del paracaídas, que para su sorpresa no se abre. Inmediatamente prueba con la cuerda del paracaídas de emergencia con idéntico resultado...Entonces, piensa nuestro héroe '¡¡qué pena perder una apuesta así!!'; continúa sin embargo observando atentamente su altímetro, hasta que éste le indica que ya se halla a seis metros del suelo, y entonces dice '¡¡desde aquí salto!!'. Creemos que dadas las evidencias disponibles, la manipulación genética intenta salvar las apariencias como si se tratara de un salto libre de sólo seis metros, ya no en el vacío sino en la genética evolutiva.
Otras bombas inteligentes (y biológicas)
Vayamos ahora al anunciado contraejemplo. Comenzaremos diciendo que en total contradicción con la soberbia propia de las declaraciones de los productores de OGM y de sus comunicadores asalariados, la incertidumbre y la imposibilidad de predecir con exactitud qué sucede al introducir ADNr en un organismo constituye la norma en el ámbito de la ingeniería genética. La pretendida 'precisión científica' y 'exactitud' en la transferencia de genes declamada por los apologetas de la manipulación genética, no es más que una coartada publicitaria montada por intereses corporativos transnacionales, dirigida a anestesiar a la opinión pública mediante el recurso a la autoridad de la ciencia, e inducirla a aceptar sin reparos estos productos-quimera. Esta postura ideológica es un residuo de la creencia, presente desde la infancia de esta tecnología, unas dos décadas atrás, de que un gene constituía una unidad discreta, aislable, responsable por la producción de una proteína específica, identificable con una función y que actuaba en forma independiente respecto a todos los otros genes en general, y de aquellos situados en su proximidad en especial. Si un gene transmitía la instrucción para producir un pigmento de determinado color, por ejemplo, entonces se pensaba que era ésa su función exclusiva y nada más. Su ubicación en la cadena de ADN, o la vecindad con otros genes no implicarían diferencia alguna en su función.
Los hallazgos más recientes confirman que esta concepción se caracteriza por una marcada falta de conocimiento y de comprensión del modo cómo operan los genes y se organizan. Esto implica una incapacidad casi absoluta para predecir qué pasará cuando un gene es tomado de un organismo y insertado al azar en otro. A pesar de su pomposo nombre, la ingeniería genética no puede dirigir a un gene a insertarse en un sitio determinado, ni prever con certidumbre dónde el gene se ubicará. De esta forma, el transgene puede terminar en cualquier vecindad de genes y puede aún insertarse en otro gene. Aquí también hay fuego amistoso y daños colaterales.
Silenciamiento de genes
Este problema resultó inesperadamente manifiesto, y multiplicado, en pruebas de campo realizadas en Alemania a principios de los '90 con 20.000 petunias (Petunia hybrida), flores genéticamente manipuladas. En ellas se había insertado un gene para el color rojo extraído del maíz y otro gene para generar resistencia a antibióticos proveniente de una bacteria. En teoría, la petunia manipulada exhibiría esas características agregadas a las propias normales, no obstante, en los otros aspectos la petunia debería continuar sin cambios. Pero, al ser transplantadas en la tierra las petunias modificadas, éstas tenían mayor número de hojas y de yemas axilares, más resistencia a patógenos (especialmente hongos) y menor fertilidad. Todas estas características no tenían ninguna relación con el gene del color ni con aquél de resistencia a antibióticos y diferían de aquellas de las petunias no modificadas. No es posible predecir estos múltiples efectos colaterales de los genes introducidos no relacionados (pleiotropía) y no siempre son visibles o detectables con facilidad.
En otro experimento se extrajo un gene de la petunia, el cual se creía responsable por la pigmentación y se lo alteró de forma tal que estuviera funcionando constantemente, es decir, produciendo continuamente la 'molécula de color' relevante. Luego fue insertado nuevamente en otras plantas de petunia que tenían su propio gene productor de color sin modificar. Los investigadores esperaban que las flores de petunia resultantes fuesen de un tono de rojo más intenso que el usual. A pesar de ello, en una prueba de campo grande con 30.000 plantas, hasta un 50% de las plantas mostraba irregularidades inesperadas en su coloración, irregularidades que incluían flores completamente blancas. Se hizo evidente que los genes responsables de la coloración habían sido desactivados o 'silenciados'.
La genética, nuevo juego de azar
Este fenómeno de 'silenciamiento de genes', recientemente descubierto, se debe a la presencia de copias múltiples del mismo gene. La adición de tan sólo una copia de un gene homólogo, puede silenciar todos los genes homólogos en lugar de reforzarlos. Se cree que el silenciamiento del gene ha jugado un rol substancial en la evolución de los genes, genomas y mecanismos que controlan la expresión del gene. Además es poco lo que se conoce acerca de los factores ambientales que pueden activar o desactivar las secuencias de genes.
La introducción de genes noveles en las plantas también pueden resultar en la desaparición de los genes recientemente introducidos, o, a la inversa, en la multiplicación de los mismos en grandes cantidades. En un experimento realizado con arroz (Orya sativa) que había sido genéticamente modificado con un gene que confería resistencia a antibióticos, los científicos descubrieron que cada descendencia poseía tanto más como menos copias del gene, que las poseídas por la planta madre mediante un patrón que parecía regirse por el azar.
Mientras que algunos científicos están tratando, con fervor, de descifrar los secretos de la organización de los genes y otros estudiando el desarrollo de niveles de resistencia en las plantas e insectos, la industria se halla en este momento aplicando a gran escala con propósitos comerciales un conocimiento hasta ahora incompleto y limitado, sin importar qué riesgos podría acarrear para el medioambiente y para las personas esta tecnología 'novata'.
Dopaje genético
Con respecto a las afirmaciones en el sentido de que la ingeniería genética no plantea riesgos diferentes a los propios de la reproducción sexual evolutiva, conviene recordar que se trata de comparar un método reproductivo que fue implementado hace apenas algo más de dos décadas, con procesos probados, mejorados y seleccionados al cabo de cientos de millones de años...Es ésta idea la que ha motivado el empleo de la imagen conceptual basada en el ejemplo del paracaidista, aunque, para mantener realmente las proporciones, nuestro 'héroe' debería haberse lanzado, como mínimo, en caída libre desde la estación orbital espacial internacional...
Existen, por lo tanto, razones objetivas que permiten diferenciar el proceso de introducir en un organismo ADN recombinante (transgénesis) de la forma tradicional mediante la cual la humanidad ha practicado la cruzas inter e intraespecíficas durante milenios. La mayor parte de los proyectos acometidos hasta ahora por la ingeniería genética, consistió en introducir nuevas características genotípicas, no-adaptativas, en genomas de huéspedes ecológicamente no competitivos. Estas manipulaciones no implican peligro en términos ecológicos. Pero, al introducir características adaptativas en huéspedes que, sí son ecológicamente competitivos, se corre el riesgo de crear organismos supercompetitivos con posibles alteraciones de funciones ecológicas. Estas alteraciones tornan a los nuevos organismos en competidores inusuales dentro del ecosistema, brindándoles ventajas imposibles de contrarrestar para otros organismos, con resultados imprevisibles para el equilibrio interespecífico y dentro de la especie a la que pertenezca el OGM. Para comprender mejor la situación creada, imagine el lector que en una partida de ajedrez, repentinamente uno de los jugadores tiene la posibilidad de mover sus torres como si fuesen caballos, además de seguir haciéndolo también como torres, y su rival no tiene acceso de ninguna manera a esa 'innovación'. Ningún talento magistral estaría en condiciones de compensar esta desmesurada ventaja, y el resultado sería el mismo, sin importar el número de partidas que se jugase. La posesión de las dos torres-caballos (quimera ajedrecística) constituiría una ventaja irreductible para el resto de los jugadores, que no podrían valerse de ella, de manera análoga a la ventaja conferida por resistencia a insecticidas o a un herbicida, introducida en una planta, con respecto a otros ejemplares de la especie, o de otras especies competidoras que no tuvieran esta caraterística.
Impredictibilidad inevitable
El fenómeno descripto anteriormente, conocido como 'pleiotropía', hace surgir dudas respecto a la seguridad alimentaria, la toxicidad y la generación de alergias. Las plantas se defienden de los insectos, de mamíferos herbívoros y de patógenos mediante la producción de substancias químicas bioactivas que son agresivas o tóxicas. En relación con este tema, preocupa a los investigadores el hecho que, en las plantas transgénicas pueda alterarse la biosíntesis en determinadas secuencias de reacciones bioquímicas, y producirse así compuestos bioactivos que estarían presentes en niveles más elevados o que fuesen tóxicos completamente nuevos y, por lo tanto, su antídoto desconocido. Conviene tener presente que en este caso, no habría tratamiento inmediato para las mismas.
En efecto, pues aun las plantas ecológicamente inocuas podrían presentar, en teoría, problemas de seguridad alimentaria, debido a modificaciones inesperadas, requiriéndose en esos casos precauciones adecuadas.
'Esta es una tecnología imperfecta con peligros inherentes...Lo más preocupante es lo impredecible de los resultados' declaró el Dr. Michael Antoniou, británico, profesor senior de biología molecular.
La ingeniería genética crea formas de vida totalmente nuevas. Estos organismos están vivos, pueden mutar, multiplicarse, reproducirse con otra formas de vida y continuar reproduciéndose durante generaciones. En todo el mundo se ha registrado ejemplos de catástrofes inducidas por la introducción de especies exóticas en hábitats nuevos o la destrucción de ecosistemas (ver Lecciones olvidadas más abajo). Se sabe ahora que al cambiar un componente en un ecosistema, puede dispararse una serie de cambios en cascada que lo afectan en su totalidad. Sin embargo, la industria de la biotecnología sostiene que estas especies extrañas no causarán problemas.
El círculo vicioso y la noria química
Existe consenso en cuanto a que los OGM causarán problemas cuya gravedad no resulta posible predecir. En la medida en que malezas e insectos son expuestos en forma repetida a un herbicida o plaguicida, se tornan gradualmente tolerantes a la toxina. Así actúan los mecanismos de presión selectiva. Esto significa que la cantidad requerida de esas substancias para lograr el mismo efecto será mayor cada vez. Esto conduce a perpetuar la 'noria química', en la que los agricultores se ven, con el tiempo, obligados a usar agroquímicos en mayor cantidad y más potentes para controlar plagas y malezas. Esto implica mayor contaminación en el entorno y más daños a las variedades de plantas cercanas y a la fertilidad del suelo. Las consecuencias de esto no se restringen al medioambiente. La soya Monsanto está diseñada para soportar la exposición a su 'propio' herbicida, lo que implica una presencia mayor de tóxicos en nuestra comida. El maíz Bt de Novartis incorpora el plaguicida directamente en la planta, incrementando el contenido de agroquímicos en los alimentos. Las consecuencias de ingerir la soya Monsanto y el maíz Novartis para nuestra salud son, en gran medida, desconocidas, a causa de que el ADN recombinante introducido en la genética de estas plantas, nunca antes, ni por azar, había estado en nuestra dieta diaria.
Amenaza para los medios de sustento de los trabajadores agrícolas
El mecanismo descrito como 'noria química' genera la dependencia incondicional del productor a una tecnología única y patentada. Mediante la ingeniería genética, el control de la agricultura pasa progresivamente a manos de los gigantes de la industria de agroquímicos, que establecen derechos de propiedad intelectual sobre los organismos modificados. Una vez patentados éstos, sólo se accede a las semillas a través del pago de regalías agregadas a su precio. Puede que, en algún momento, algunas especies de plantas se tornen totalmente inaccesibles para los agricultores y puede que, aun las variedades de plantas nativas antes libremente cultivadas y comercializadas lleguen a estar restringidas.
Los productores que adquieren semillas genéticamente manipuladas, se encierran mediante esos acuerdos con las multinacionales que las producen. En el caso de Monsanto, por ejemplo, los agricultores que desean sembrar la soya manipulada deben pagar, en primer término, elevados precios por las semillas, luego firman un convenio para utilizar por un período establecido exclusivamente el herbicida de Monsanto, Roundup, así como para autorizar inspecciones puntuales sobre sus operaciones. Contratos como éstos obligan, legal y económicamente, a los agricultores a someterse al control y supervisión corporativos. Finalmente toda la cadena productiva, desde las semillas, pasando por la cosecha, hasta el procesamiento, podrá ser controlada por las transnacionales, y los métodos de producción de alimentos locales han de ser dejados de lado. Los productores de éstos serán expulsados del mercado, como ha ocurrido en los EEUU, y pasarán a engrosar las filas de desocupados hacinados en ciudades o en prisiones.
Peter Rosset, director del Food First Institute de California, ha descripto con impresionante realismo la situación en los Estados Unidos en materia de ocupación laboral en áreas rurales: mientras que la población rural apenas alcanza el millón y medio de personas, la población carcelaria supera ya la cifra de dos millones. Un buen número de estos son trabajadores rurales afroamericanos que han sido desplazados de la actividad agrícola.
Cabe preguntarnos ¿Qué se hizo de la Farmer's Republic de los tiempos de Abraham Lincoln y la Homestead Act?
Pobreza a dos bandas
Alimentar a los hambrientos implica la existencia de más, no de menos, familias agricultoras produciendo cultivos sostenibles. Los agrocultivos industriales en el Norte han tenido como consecuencia precios bajos, empujando a las familias agricultoras fuera del negocio agrícola-alimentario. Por otra parte, los excedentes enviados a los países necesitados de alimentos son vendidos a precios ridículamente bajos, empujando también allí a las familias agricultoras fuera de la actividad agrícola. Los cultivos de alta tecnología ligados al uso de químicos tóxicos no podrían, en el largo plazo, beneficiar a esas familias, en especial en áreas de pobreza. Para la gente más pobre y hambrienta, los costosos productos de la ingeniería genética son inaplicables a sus sistemas de cultivo, en primer lugar, a causa de que no pueden pagar la tecnología. Para los agricultores que pueden pagar la tecnología de la ingeniería genética, los ahorros monetarios en el corto plazo mediante el uso menor de químicos se contraerán con el tiempo, a medida que las plagas de los cultivos y las malezas desarrollen resistencia y se requiera una mayor cantidad de químicos para lograr el mismo efecto de los anteriores niveles. Dados los elevados costos vinculados con el crecimiento de estos cultivos, la ingeniería genética, no puede ser, sencillamente, una respuesta viable para las necesidades alimentarias de las naciones en desarrollo.
La agricultura tradicional es efectiva
Un gran número de estudios ha mostrado que la agricultura familiar tradicional, tanto en el mundo en desarrollo, como en el Norte, tiene una elevada productividad y sostenibilidad. En el informe de la US National Academy of Sciences titulado 'Agricultura alternativa' (1989) se halló que los establecimientos agrícolas que no emplean ni plaguicidas ni fertilizantes químicos son tan productivos como aquellos que los utilizan. En América Latina, los programas de conservación de suelos y con fertilización orgánica triplicaron o cuadruplicaron los rendimientos anuales. En los países en desarrollo, tales iniciativas junto con la reforma agraria, programas de crédito, educación, organización comunitaria y capacitación en el cuidado de la tierra, son la mejor manera para reducir el hambre y mantener a los agricultores dentro del esquema de producción.
Las penas son de nosotros, los beneficios son ajenos
En un trabajo publicado con el sugestivo título 'Transgénicos y fracaso del modelo agropecuario argentino', el ingeniero agrónomo Adolfo Boy integrante de la Red por una América Latina libre de Transgénicos, grupo de reflexión rural describe crudamente la realidad impuesta a partir de la masificación de cultivos transgénicos en el país que fuera el 'granero del mundo': La expulsión de agricultores, - afirma Boy en el artículo - especialmente pequeños y medianos, que van quedando fuera de la creciente escala productiva, es otra impactante realidad del campo argentino, que conduce a la concentración de tierras en manos de los pool de siembra, nueva forma empresarial del contratista, con mayor escala que aquél y capitales provenientes de fondos de inversión bancarios (fuera del sector agropecuario). Como afirmara Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina: 'los mismos lineamientos de política económica y agropecuaria, siguen condenando a la desaparición a miles de productores, y con ello, se sigue diseñando en Argentina una agricultura sin agricultores'. En este sentido, la realidad es inapelable: entre 1988 y 2002 desaparecieron 103.405 establecimientos agrícolas en Argentina, más del 30,5% del total en la región pampeana (60.000 establecimientos), sumado al hecho de la adquisición por extranjeros de campos subvaluados con una superficie total de 17.000.000 de hectáreas. Los datos presentados por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) en ocasión del Censo Nacional Agropecuario realizado en el 2002 muestran una reducción abrupta en el número de explotaciones agropecuarias en el país austral: 24,5% menos que en 1988. Una encuesta privada revela que esta cifra alcanza al 31% de los establecimientos que había en la provincia de Buenos Aires.
Con respecto a la supuesta disminución de uso de agroquímicos, Adolfo Boy explica que 'también manejando hábilmente las cifras se dice que el consumo de glifosato disminuyó, e incluso se menciona que Argentina ha ahorrado en este concepto U$S 400 millones, con la consiguiente disminución de la contaminación ambiental. La realidad puede consultarse en