Transnacionales despejan camino para cultivo de transgénicos
en Venezuela
Claudia Jardim
Alai-amlatina
Desinformación, falta de fiscalización y buena propaganda. Estos son los
elementos que han favorecido a las transnacionales productoras de semillas
genéticamente modificadas para preparar el terreno a la producción de
transgénicos en Venezuela. Los productores aseguran que ya están realizándose
experimentos con maíz transgénico. El campo venezolano continúa bajo la amenaza
de los intereses de las industrias productoras de semillas genéticamente
modificadas.
En abril de este año, alertado por un líder brasileño del movimiento Vía
Campesina sobre los proyectos de la transnacional Monsanto de cultivar soya
transgénica en el país, el presidente de la República, Hugo Chávez prohibió el
uso de transgénicos en la producción agrícola. La declaración del presidente fue
aplaudida por los movimientos sociales y campesinos de todo el continente que
luchan contra la dominación de las transnacionales en la agricultura.
Sin embargo, más allá del discurso del presidente, nada se ha hecho. Ninguna ley
ni decreto fue expedido para prohibir o reglamentar el manejo de los
transgénicos en el país. Algo semejante a lo que ocurrió en Brasil durante el
gobierno de Cardoso. Cuando se inició la plantación ilegal en los campos de Río
Grande del Sur, el Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT) no fiscalizó la
producción ni tampoco la entrada de semillas provenientes de Estados Unidos y
Argentina (primero y segundo productores mundiales de transgénicos,
respectivamente)
El presidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA),
Prudencio Chacón afirma que el 70% de las semillas venezolanas son importadas, y
admite que no hay control aduanero para la entrada de semillas. "Es bastante
probable que así como hicieron en otros países, las semillas entren de
contrabando, pero no tenemos control", afirma.
La falta de equipos capaces de detectar a los transgénicos es uno de los
factores que imposibilitan la fiscalización. "No tenemos equipos. Para realizar
pruebas tendríamos que contratar a una empresa privada, a altos costos", afirma
Jesús Ramos Oropeza, Director general de la oficina Nacional de Diversidad
Biológica del Ministerio del Medio Ambiente.
Oropeza, que integra la comisión que discute el proyecto de Ley de Biotecnología
dice que están realizando foros de debates para evaluar las consecuencias de los
Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) en la agricultura antes que sea
decidido el marco legal. Mientras se espera la elaboración de la ley, el Estado
se basa en el Principio de Precaución previsto en el Protocolo de Cartagena, del
cual Venezuela es firmante. "Todavía no sabemos si es bueno o malo. Lo cierto es
que los transgénicos van contra la lógica del gobierno, porque generan
dependencia", asegura.
Mientras se discute el marco legal, las transnacionales Cargill, Monsanto y
Pioneer -tres de las cinco empresas que controlan el mercado mundial de
semillas- y que tienen el control del mercado venezolano con la venta de
semillas híbridas (estériles) están cada vez más arraigadas en el país. La
Dekalb, una de las representantes de Monsanto es patrocinadora del equipo
Criollitos pre-infantil de béisbol. En la Argentina, la Deklab es la productora
del maíz transgénico Rondup Ready.
De acuerdo con el presidente de la Asociación de Productores Rurales de
Portuguesa (Asoportuguesa) las empresas transnacionales ya están cultivando
semillas genéticamente modificadas. "Ya existen transgénicos, están haciendo
experimentos con mucha discreción", afirma Juan Palacios. "Tanto los vendedores
como los agricultores comentan que Monsanto ya está experimentando con el maíz
transgénico", reitera el agrónomo de la Asociación, Orlando Villegas.
Tanto los representantes del gobierno como los productores no descartan la
posibilidad de que existan plantaciones ilegales en el país. "La única garantía
que tenemos de que las semillas no son transgénicas es la palabra de la empresa.
Certificar las semillas vuelve la importación todavía más costosa", afirma Jorge
Alvarado, gerente general de Fedeagro.
De acuerdo a la Ley de Semillas, todos los pedidos para experimentos con
transgénicos deben ser llevados el Ministerio del Medio Ambiente que debe
aprobar la inocuidad biológica de la investigación. El representante del MMA,
Jesús Ramos Oropeza, asegura que ninguna solicitud para la realización de
investigaciones fue elevada al ministerio. "Nadie ha solicitado autorización,
pero como no tenemos fiscalización, nadie puede asegurar que no existe", dice.
En la elaboración de este reportaje se intentó consultar a Monsanto para
comentar estas afirmaciones, pero fuimos informados por la empresa que su
portavoz estaba fuera del país.
Esta no es la primera denuncia sobre sospechas de cultivos ilegales de
transgénicos en el país. Investigadores de la Red de Acción y Alternativas al
Uso de Agrotóxicos en Venezuela (Rapalve) sospechan que el "Proyecto Algodón",
creado recientemente por el Ministerio de Agricultura y Tierras, pretende
utilizar semillas transgénicas de Monsanto, que supuestamente ya iniciaron
experimentos de campo en el país.
Campaña campo adentro
La estrategia utilizada en países como Argentina, Brasil y Colombia para
convencer a los agricultores a adoptar las variedades transgénicas también ha
sido exitosa en Venezuela. En el estado Portuguesa, uno de los mayores
productores de maíz en el país (base de la dieta de la población), gran parte de
los productores están convencidos de los supuestos beneficios de los OGMs. "No
somos biólogos, pero la información que tenemos de otros países es que podemos
bajar los costos de producción. Estamos dispuestos a experimentar", afirma Juan
Palacios.
El presidente de Asoportuguesa, que dice acompañar de cerca las discusiones
sobre transgénicos en el país, apoya la liberación del cultivo de semillas
genéticamente modificadas. "Las empresas extranjeras tienen tecnología más
avanzada y dominan la producción de maíz en el mundo. No podemos detener esa
tecnología", dice.
Para el gerente general de la Confederación Nacional de Asociaciones de
Productores Agropecuarios (Fedeagro) otro factor atractivo sería la reducción de
costos de producción. "Lo apoyamos porque el medio ambiente está muy degradado
por el uso de agrotóxicos. Con los transgénicos podremos reducir el uso de
herbicidas y aumentar la producción", afirma Alvarado.
A diferencia de lo que afirman los productores venezolanos, la historia de la
vecina Argentina que sirvió de laboratorio de los OGMs en América Latina, revela
que la productividad y la economía no son parte de la ecuación de cultivo de
transgénicos. La capacidad de producción del país se va reduciendo con cada
nueva zafra.
Lo mismo sucede con el uso de herbicidas. Las hierbas dañinas se hacen
resistentes al herbicida, lo que exige la aplicación de cantidades mayores de
las utilizadas cuando se inició el cultivo de soya o maíz transgénicos. Estos
dos factores han significado mas gastos y mayor contaminación de las aguas
subterráneas y de los suelos que pierden fertilidad.
Los especialistas comparan el glifosfato, base del herbicida aplicado en el uso
de transgénicos, al llamado Agente Naranja -poderoso herbicida utilizado por
Estados Unidos durante la guerra de Vietnam-, responsable por la muerte y
deformación de millares de personas. En Colombia, la versión del Agente Naranja
comercializado por Monsanto es el Roundup Ultra, utilizado para fumigar las
plantaciones de coca, dónde millares de campesinos están siendo contaminados.
Contradicción
A pesar que el gobierno de Chávez tiene una posición contundente contra el
monopolio de las transnacionales en diversos sectores de la economía, en
especial en al alimentación, las acciones adoptadas por el Ministerio de
Agricultura caminan a contramano de la lógica de la Revolución Bolivariana. De
acuerdo con Asoportuguesa, 985 variedades de las semillas de maíz importadas por
el país son híbridas y 70% de ellas provienen de empresas extranjeras. Esto
significa que la mayoría de los productores ya tienen acceso a las semillas
controladas por las transnacionales.
Este es uno de los motivos que puede llevar al productor Orlando Nardini a
cultivar transgénicos. Nardini cuenta que se convenció de las ventajas que los
transgénicos pueden traer cuando fue a Brasil a comprar maquinaria agrícola. "Me
llevaron a conocer una hacienda en No Me Toque (Río Grande del Sur) de la
Monsanto y me gustó".
Lo que no le contaron a Nardini es que además de comprar la semilla, los
agricultores tienen que pagar regalías por el uso de la tecnología desarrollada
por la transnacional, como les ocurre a los productores brasileños que plantaron
ilegalmente soya transgénica en Río Grande del Sur. La Monsanto, que conquistó
en la Organización Mundial de Comercio (OMC) la patente mundial de soya
transgénica, cobrará a los agricultores en Brasil cerca de U$ 0,40 por cada
saco.
El presidente del INIA, Prudencio Chacón considera que la cuestión económica es
uno de los factores más preocupantes en la adopción de transgénicos, señala
además que hay fallas del gobierno en este aspecto y cree que no es posible
exigir a los agricultores que produzcan variedades de semillas, si el Estado no
les proporciona alternativas. "No podremos luchar con las transnacionales si no
garantizamos el acceso de los productores a las semillas", sostiene.
Soberanía alimentaria Vs. agronegocio
El control de las transnacionales sobre la producción de semillas en el mundo
camina al lado del modelo agroindustrial de producción. No les interesa a las
empresas productoras de semillas el cultivo de pequeñas parcelas. Es preciso una
vasta producción de monocultivos para que sea rentable para las industrias que
ganan con la venta del paquete de las semillas y los herbicidas resistentes a
las hierbas dañinas.
Este modelo defendido por la agroindustria de transgénicos como una de las
alternativas para acabar con el hambre en el mundo ha sido responsable de la
expulsión de millares de agricultores que se ven obligados a abandonar el campo,
sea por el eminente conflicto por la posesión de la tierra (con la expansión
violenta de los latifundios motocultivadores) o por la falta de condiciones de
producción. En Argentina se estima que al menos 300 mil pequeños productores
fueron expulsados de sus tierras y hoy son parte de los bolsones de miseria que
se desparraman por todo el país.
La amenaza a la biodiversidad es otra consecuencia de la adopción de semillas
genéticamente modificadas. La producción de maíz transgénico en campos mexicanos
hizo que casi la totalidad de las semillas criollas, originarias del país,
fueran eliminadas. El riesgo de contaminación con el maíz es bastante elevado
porque se trata de una semilla 100% polinizable, o sea que el polen es llevado
por el viento a largas distancias, promoviendo la contaminación de los cultivos
convencionales.
"La reducción de la diversidad genética significa limitar las posibilidades de
una dieta rica y variada. Amenaza la producción alimentaria, el aumento de las
rentas, la superación de los obstáculos ambientales y la ordenación de los
ecosistemas" afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación (FAO) en su último informe sobre Seguridad Alimentaria.
En Venezuela, aunque el presidente Chávez defienda la conquista de la soberanía
alimentaria y el desarrollo de la pequeña agricultura, en la práctica las cosas
no caminan de la misma manera. El director general de la Oficina Nacional de
Diversidad Biológica del Ministerio del Ambiente, Jesús Ramos Oropeza, afirma
que ausencia de un modelo agrícola sustentable ha contribuido a la reducción de
la biodiversidad en el país. "Aunque sin usar transgénicos hemos reducido la
diversidad de las semillas por causa de prácticas agrícolas economicistas", dice
Oropeza.
Mientras tanto, el Ministerio de Agricultura y Tierras no da señales de querer
cambiar la lógica de producción. Mientras se espera la recuperación de los
8.646.217 hectáreas de tierras propiedad del Estado para la reforma agraria y el
desarrollo de cooperativas agrícolas, el modelo "economicista" es el que tiende
a ser utilizado. En opinión de Franco Manrique, del Comité de Tierras Urbanas y
de la coordinación de Rapalve, el "Plan de Cultivo" anunciado por el MAT
continúa privilegiando a los grandes productores.
Según el Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INIA) el proyecto para la
creación de un Programa Nacional de Producción de semillas debe reducir en un
25% la importación. Esto significa que gran parte de las variedades utilizadas
para el programa agrícola venezolano no serán producidas en el país.
"Hay una serie de contradicciones en este proceso. La salida es producir
nuestras propias semillas y desarrollar la agricultura de los pequeños
productores, para poder garantizar nuestra soberanía alimentaria", afirma
Manrique, que ha reproducido semillas de hortalizas en pequeñas cooperativas de
la región Oeste del país a partir de técnicas aprendidas de los campesinos del
Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) del Brasil. "Creo que
podremos hacer la revolución también en la agricultura", afirma Manrique.