Lo que significaría realmente un cambio democrático en
Oriente Medio
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por J.A. Julián
Introducción
Estados Unidos e Israel propugnan una política de "cambio de régimen" en
Oriente Medio, basándose para ello en la intervención militar, tanto abierta
como encubierta, según el ejemplo de la invasión estadounidense de Irak y los
asesinatos israelíes de líderes palestinos. Los ideólogos aseguran que los
actuales líderes de Oriente Medio son corruptos, incompetentes y despóticos y
que las "reformas democráticas" y la "economía de libre mercado" solamente
pueden realizarse mediante una "transición a la democracia" impuesta desde el
exterior.
Los sectores críticos con esta política aseguran que una auténtica democracia
incrementaría el antiimperialismo, acrecentaría el apoyo a los palestinos,
profundizaría el aislamiento de EE UU e Israel, limitaría la inversión
estadounidense y redistribuiría la riqueza de los países árabes. Aseguran
también que el historial reciente de EE UU e Israel (Irak y Palestina) muestra
que el "cambio de régimen" no conduce la democracia y la prosperidad, sino a
regímenes corruptos, gobiernos títere y pobreza masiva. Asimismo, afirman que
la "ideología democrática" no tiene nada que ver con la democracia, sino de lo
que se trata es de imponer un mayor control económico y político de EE UU e
Israel, conseguir el reconocimiento de este último país por parte de regímenes
clientelistas árabes, y dirigir el control estadounidense del petróleo y el
acceso de Israel a una energía barata y al agua. La opinión pública árabe
La democracia implica que la opinión pública mayoritaria pueda hallar su vía
de expresión por medio de representantes políticos libremente elegidos. Sin
embargo, en todos los aspectos políticos importantes, la opinión pública árabe
es abrumadoramente más crítica de las políticas y prácticas estadounidenses
que los mismos gobernantes autoritarios actuales que estadounidenses y
sionistas israelíes critican y pretenden reemplazar.
Una reciente encuesta elaborada en junio de 2004 por el respetado profesional
John Zogby, basada en una muestra de 3.300 ciudadanos de Egipto, Jordania,
Líbano, Marruecos, Arabia Saudí, y los Emiratos Árabes Unidos demostró que la
opinión favorable respecto a EE UU varía entre un 20% en Líbano y un 2% en
Egipto. Entre los países más estrechamente aliados a EE UU y necesitados de
reformas democráticas, la amplia mayoría de la población es hostil al gobierno
de EE UU: en Marruecos, el 89% de la población se opone a las políticas
estadounidenses; en Arabia Saudí el 96%; en Jordania el 85%; el Líbano el 80%;
en Egipto el 98% y en los Emiratos Árabes Unidos el 86%.
Además, la tendencia histórica va hacia una creciente hostilidad en relación
con EE UU. En Marruecos, las opiniones pro estadounidenses disminuyeron del
38% al 11% entre 2002 y 2004; en Arabia Saudí del 20% al 4%; en Jordania del
34% al 15%; en Líbano del 26% al 20%; y en Egipto del 15% al 2%. La única
excepción a esta tendencia general se registra en los Emiratos Árabes Unidos,
en los que ha habido un ligero incremento favorable de 11% al 14%.
Teniendo en cuenta el represivo clima político impuesto por los regímenes
favorables a EE UU en los países citados, el extraordinario nivel de oposición
a EE UU no tiene precedente. Hace falta valor para manifestar públicamente una
oposición a la política estatal oficial en países como Arabia Saudí,
Marruecos, Egipto y Jordania, países en los que la oposición ha sido
encarcelada, torturada o incluso eliminada.
La citada oposición no se basa en la "envidia" de la prosperidad de EE UU o en
el "odio ciego a todo lo que representa EE UU", como tampoco es producto de la
"hostilidad arabe-musulmana hacia la modernidad", tal como determinados
políticos de los dos partidos políticos principales de EE UU aseguran,
opiniones que son coreadas por los medios de comunicación de masas, la
academia, los "expertos", los periodistas y los líderes de las principales
organizaciones sionistas. La oposición árabe se dirige en primer lugar hacia
la política de EE UU: la invasión, ocupación, destrucción y colonización de
Afganistán e Irak, y el apoyo incondicional al régimen fascista judío de Ariel
Sharon y a sus políticas genocidas contra los palestinos. La oposición popular
árabe se dirige contra las amenazas de EE UU de lanzar nuevas guerras y
ataques militares contra Irán, Siria y Arabia Saudí. La oposición se
fundamenta en las políticas estadounidenses de apropiación y privatización de
las compañías petrolíferas públicas y su transferencia a las corporaciones
transnacionales. Se trata de una oposición racional y democrática contra el
imperialismo estadounidense y no contra todo lo que representa EE UU. Tal como
el encuestador citado, John Zogby, destaca, las políticas de EE UU contra
Irak, "el terrorismo", los árabes y Palestina consiguen unos niveles de
aprobación extremadamente bajos, a la vez que las actitudes de la población
árabe hacia la ciencia y la tecnología de EE UU, su libertad y democracia, su
pueblo, su cine y televisión y sus productos educativos consigue unos
resultados algo mejores (Aljazeera.net, 23.7.2004).
No obstante, las opiniones favorables en los países árabes hacia estos
aspectos culturales de EE UU y su pueblo están disminuyendo. Dado que perciben
que los votantes estadounidenses eligen legisladores y candidatos
presidenciales que apoyan incondicionalmente políticas como la limpieza étnica
de Israel y la invasión de Irak, la opinión pública árabe ve cada vez a la
opinión pública estadounidense como responsable de los crímenes del imperio.
Las guerras de conquista y pillaje han provocado una oposición generalizada a
lo largo de la historia. Las amenazas militares y la tipificación racista de
naciones y pueblos vecinos generaliza la hostilidad en cada época. La
abrumadora oposición árabe a las políticas de EE UU, a sus líderes e
instituciones, tiene justificación histórica, es moralmente legítima y se basa
en principios democráticos de soberanía nacional y autodeterminación.
La exigencia estadounidense e israelí de "reformas democráticas" y de
"construcción de naciones" otorgaría personalidad política a millones de
árabes que actualmente están excluidos de cualquier participación política, y
permitiría que partidos políticos masivos, nacionalistas y populistas
emergiesen de la ilegalidad y consiguiesen nuevos adherentes. Las reformas
democráticas permitirían que más del 90% de la opinión pública árabe pudiese
debatir en público y escribir y leer en los medios de comunicación de masas,
libre del control las actuales monarquías o repúblicas despóticas pro
estadounidenses. Surgirían nuevos regímenes, democráticos y representativos,
que responderían mejor a las actuales mayorías. Asimismo, los resultados de
una reforma auténticamente democrática consistirían en un apoyo oficial mayor
a los palestinos, una oposición mayor a la intervención militar de EE UU, un
mayor control público sobre el petróleo y los mercados nacionales, una mayor
independencia en materia de política exterior y la transferencia de miles de
millones de petrodólares, que actualmente están invertidos en EE UU en bonos y
acciones, hacia los servicios públicos (sanidad y educación), la industria y
la creación de empleo.
Washington, los neoconservadores (tanto gentiles como judíos) e Israel saben
muy bien que una auténtica reforma democrática y un cambio de régimen desde
abajo serían perjudiciales para sus objetivos globales y regionales de
creación de imperio. La última cosa del mundo que EE UU e Israel desean es que
el 90% del pueblo árabe disponga de representantes libremente elegidos que
reflejen su nacionalismo y sus preocupaciones en materia de bienestar social.
Cuando Washington e Israel reclaman "reformas democráticas" y "cambio de
régimen", lo que realmente desean es la imposición por la fuerza y la
cooptación de regímenes que sirvan a sus intereses, contra el 90% de la
opinión pública árabe. El significado real de un término como "cambio de
régimen" podemos hallarlo en Irak y Afganistán, países en los que EE UU han
impuesto gobernantes títere protegidos por las fuerzas militares de EE UU o de
países subordinados. Una vez instalados, los gobiernos títere organizan
"elecciones" con el fin de darle una pátina de "legitimidad" al dominio
colonial.
Para Israel, una imposición de regímenes títere creados por EE UU significaría
el reconocimiento del país por los países árabes, el acceso al petróleo, mayor
inversión y oportunidades comerciales, ventas de armamentos y consolidación
del poder regional. La propuesta estadounidense de democratización no tiene
nada que ver con ningún principio democrático, y sí tiene que ver en cambio
con gobiernos todavía más violentos y dictatoriales que los existentes
actualmente entre los regímenes clientelistas pro estadounidenses. El "cambio
de régimen" en la dirección que proponen EE UU e Israel comportaría nuevas
guerras similares a la de Irak, invasiones y saqueos de bienes. Exigiría una
mayor destrucción de los limitados espacios públicos existentes, con el fin de
silenciar a esas mayorías superiores al 90% que actualmente se oponen a la
agresión estadounidense. No existe en absoluto ningún tipo de base social
masiva en ninguno de los aspirantes democráticos del mundo árabe de apoyo a un
régimen impuesto por EE UU, precisamente debido al carácter profundamente
antidemocrático y antinacional de dicho cambio. En Oriente Medio y el Magreb
menos del 10% de la población apoya las actuales políticas estadounidenses,
por lo que el apoyo de nuevas intervenciones en sus propios países sería
todavía menor. La única "base" política de EE UU para su "democratización de
Oriente Medio" es su gran socio regional: Israel. Los principales defensores
de una asociación EE UU-Israel para imponer cambios de régimen en Oriente
Medio son los ideólogos sionistas existentes en el seno del gobierno EE UU y
de los medios de comunicación.
Por el momento, la resistencia democrática en Irak ha bloqueado los grandiosos
planes de EE UU de conquista regional que se esconden en la retórica de
"democratización" y "cambio de régimen". No obstante, cabe esperar que
Washington e Israel lancen nuevos ataques contra Irán, Sudán y Arabia Saudí
con el fin de establecer nuevos enclaves imperiales, aún cuando tal acción
vaya contra la opinión de más del 90% del pueblo árabe.