London Review of Books Traducido para Rebelión por Germán Leyens
El día después del asesinato en Gaza del líder de Hamas, Abdel Aziz al-Rantissi,
Yuval Steinitz fue entrevistado en la radio israelí. Steinitz es del Likud,
presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del Knesset [Parlamento
israelí]. Anteriormente enseñó filosofía occidental en la Universidad de Haifa,
donde su visión epistemológica del mundo fue conformada por nacionalistas
románticos como Gobineau y Fichte, que hacían hincapié en la pureza racial como
condición previa para la excelencia nacional. La traslación de esas nociones
europeas de superioridad a Israel se hizo evidente en cuanto el entrevistador le
preguntó por los planes gubernamentales para el resto de los dirigentes
palestinos. El entrevistado y el entrevistador se rieron y estuvieron de acuerdo
en que la política será, como iba a ser de otra manera, el asesinato o la
expulsión de toda la actual dirección: es decir de todos los miembros de la
Autoridad Palestina – unas cuarenta mil personas. 'Estoy tan feliz' dijo
Steinitz, 'de que los estadounidenses hayan terminado por entrar en razón y que
apoyan totalmente nuestras políticas'.
En la televisión, Benny Morris, de la Universidad Ben Gurion repitió su apoyo a
la limpieza étnica de los palestinos, afirmando que es el mejor medio de
solucionar el conflicto en Palestino. The New York Times y New
Republic estuvieron entre las numerosas plataformas que invitaron a Morris
para que ensayara sus puntos de vista.
Opiniones que solían ser consideradas en el mejor caso marginales, en el peor
lunáticas, se encuentran ahora al centro del consenso judío israelí, y son
diseminadas por académicos del establishment en los programas de máxima
audiencia de la televisión, como si fueran la única verdad. Israel en 2004 es
una sociedad paranoica dirigida por una fanática elite política, decidida a
llevar el conflicto a su fin por la fuerza y la destrucción, sea cual sea el
precio para su sociedad o sus potenciales víctimas. A menudo esta elite es
apoyada sólo por la administración de EE.UU., mientras el resto del mundo
contempla impotente y desconcertado.
Israel es actualmente como un avión que vuela con autopiloto. El trayecto ha
sido preplaneado, la velocidad predeterminada. El destino es la creación de un
Gran Israel que incluirá la mitad de Cisjordania y una pequeña parte de la
Franja de Gaza (casi un 90 por ciento de la Palestina histórica): será un Gran
Israel sin presencia palestina, con altos muros que lo separan de la población
autóctona de Palestina, que será comprimida en dos inmensos campos de prisión en
Gaza y lo que quede de Cisjordania. Los palestinos dentro de Israel podrán irse
y unirse a los millones de refugiados que languidecen en los campos o someterse
a un sistema de apartheid de discriminación y abuso. En muchas partes del mundo
occidental los medios siguen describiendo esto como la única ruta segura hacia
la paz y la estabilidad. Es como si el discurso de paz empleado por el Cuarteto
– EE.UU., la UE, Rusia y la ONU – desde que apareció el Mapa de Ruta, cegara a
muchos observadores razonables, que parecen seguir creyendo que ese camino tiene
algún sentido. Pero debería haber quedado en claro desde hace tiempo que Israel
se dirige hacia el desastre.
La última proposición de Ariel Sharon – otra estratagema destructiva presentada
como un plan de paz – se ajusta de forma muy natural a la historia de la
pacificación en Palestina a partir de Oslo. El proceso comenzó con un esfuerzo
genuino por crear dos estados independientes en Palestina e Israel, pero se
convirtió en un camino para que el centro sionista en Israel imponga su visión
de un Gran Israel con un bantustán palestino a su lado, y sin derechos de
restitución y de retorno para los refugiados palestinos. En el verano de 2000,
Israel y EE.UU. exigieron que los palestinos respalden esta visión de su futuro.
El plan de 'paz' de Sharon podrá no desviarse en mucho de previas
confabulaciones sionistas, y a pesar de ello parece que las cosas han empeorado
en Israel durante las últimas semanas. Los asesinatos del jeque Yassin y de
Rantissi, con el apoyo de EE.UU. para los planes de Sharon como fondo, son hitos
aterradores. El sentimiento es de estar atrapado en un avión que vuela para
llegar a una catástrofe para los ciudadanos israelíes a bordo, y que también
aniquilará de paso a los palestinos.
Pero este camino ha sido aprobado ahora por Washington, y ya no es puesto en
duda en Israel. Las voces disidentes dentro y fuera del país parecen haberse
debilitado o desaparecido. Intentos pasados de imponer la visión de un Gran
Israel bajo el pretexto de un plan de paz fueron combatidos: muchos solían
rechazar semejantes políticas, o por lo menos dudaban antes de apoyarlas
públicamente. Esto ha cambiado: los instintos críticos tanto de intelectuales
como de periodistas se han ido agotando en los últimos cuatro años. Existe un
vacío ético que permite que el gobierno siga asesinando a palestinos desarmados
y, gracias a toques de queda y largos períodos de cerco, hambreando a la
sociedad ocupada. Peor aún, también alienta a políticos e intelectuales de la
tendencia dominante a exhortar a la limpieza étnica y a la mayor ruina de
Palestina y su pueblo.
Anteriores gobiernos de EE.UU. apoyaron las políticas israelíes, cuando
representaban posiciones judías consensuales, y sin considerar en qué medida
afectaban a, o eran percibidas por, los palestinos. Este apoyo, sin embargo,
solía requerir negociación y un cierto toma y daca. Incluso antes de la
irrupción de la segunda Intifada en octubre de 2000, algunos en Washington
trataron de distanciar a EE.UU. de la respuesta israelí a la insurrección. Por
un tiempo, pareció que los estadounidenses se preocupaban porque varios
palestinos eran asesinados cada día, y porque muchas de las víctimas eran niños;
también existía descontento por el uso de castigos colectivos por Israel, por
las demoliciones de casas y los arrestos. Pero se acostumbraron a todo esto, y
cuando el consenso judío israelí sancionó el asalto militar contra Cisjordania
en abril de 2002 – un episodio de crueldad sin precedentes en la sucia historia
de la ocupación – EE.UU. sólo objetó a los actos unilaterales de anexión y
asentamiento que estaban expresamente prohibidos por el Mapa de Ruta auspiciado
por los anglo- estadounidenses. Ahora, exactamente dos años más tarde, Sharon
solicitó el apoyo estadounidense y británico para el asentamiento colonialista
en Cisjordania, y lo obtuvo. Su plan, que pasa en Israel por un plan de paz
consensual, fue primero rechazado por EE.UU. como improductivo (el resto del
mundo lo condenó en términos más enérgicos). Los israelíes, sin embargo,
esperaban que las similitudes entre la conducta de EE.UU. en Irak y las
políticas de Israel en Palestina llevarían a un cambio de la posición de EE.UU.
El avión de Sharon estuvo en la pista tres horas mientras, en su interior,
Sharon se negaba a permitir que despegara hacia Washington hasta que tuviera la
aprobación de EE.UU. para su nuevo plan. Dijo que no podría unir al público
judío israelí tras su programa de retirada sin apoyo de EE.UU. Solía tomar un
cierto tiempo hasta que EE.UU. terminara por someterse a la necesidad de un
consenso de los políticos israelíes ( y en este caso la necesidad de Sharon de
convencer al público israelí de que confiara en él ante el juicio pendiente en
el que se le podría considerar culpable de corrupción personal generalizada).
Esta vez sólo le tomó unas pocas horas.
Debería haberle tomado mucho más tiempo a la administración de EE.UU. En
esencia, Sharon estaba pidiéndole a Bush que renunciara a casi todos los
compromisos que EE.UU. hizo respecto a Palestina. El plan ofrece una retirada
israelí de Gaza (aunque los israelíes se fueron en 1993), y el cierre de un
puñado de asentamientos que siguen allí, así como de algunos más en Cisjordania,
a cambio de la anexión a Israel de la mayoría de los asentamientos en
Cisjordania. Esto ocurrirá sólo después que Israel haya acordonado toda
Cisjordania con un muro que requerirá años hasta que sea completado y que la
mayoría de los países consideran una violación de los derechos humanos de los
palestinos. Sharon también exigió un claro rechazo estadounidense del derecho al
retorno de los palestinos – un derecho que fue reconocido por la ONU en
diciembre de 1948. Por primera vez, Washington dio su apoyo a un mapa de ruta
que deja la mayor parte de Cisjordania en manos israelíes y a todos los
refugiados en el exilio.
Bush es influenciado por sionistas cristianos que ven en la actual confabulación
israelí otro paso hacia el cumplimiento de un panorama apocalíptico que traerá
el Segundo Advenimiento de Cristo. Sus consejeros neoconservadores, más laicos,
están impresionados por la guerra contra Hamas que acompaña a las promesas de
evicción y paz de Israel. Las operaciones aparentemente exitosas de Israel son
una prueba por persona interpuesta de que la propia 'guerra contra el terror' de
EE.UU. puede triunfar. El 'éxito' de Israel, pregonado a los cuatro vientos por
el ministro de defensa, es una cínica deformación de los hechos en el terreno.
La relativa disminución de la actividad de la guerrilla y del terrorismo, ha
sido lograda con toques de queda y cercos, mediante el encarcelamiento en sus
casas de más de dos millones de personas, sin trabajo o alimentos, durante
prolongados períodos. Incluso los neoconservadores deberían ver que esto no va a
asegurar una solución a largo plazo para la hostilidad y la violencia provocada
por un poder ocupante, sea en Irak o en Palestina.
El plan de Sharon ha sido aprobado por los maestros del sesgo de Bush, que
pueden presentarlo como otro paso hacia la paz y distraer de los fracasos en
Irak. Probablemente es también aceptable para consejeros más ecuánimes, que
están tan desesperados por ver que algo cambia que se han auto-persuadidos de
que el plan ofrece una posibilidad de paz y de un futuro mejor. Esta gente
olvidó hace tiempo cómo distinguir entre el poder hipnotizador del lenguaje y la
realidad que pretende describir. Mientras el plan contenga la mágica palabra
'retirada', es considerado como algo esencialmente bueno por algunos periodistas
usualmente serenos en Estados Unidos, por los líderes del partido laborista
israelí (que tienden a unirse al gobierno de Sharon en nombre del sagrado
consenso), e incluso por el recién elegido líder del partido de la izquierda
israelí, Yossi Beilin.
Dos importante politólogos de la Universidad de Tel Aviv, uno de ellos esta
mañana en la radio, el otro en las noticias de la televisión de esta noche,
explicaron que Hamas ha mudado su central a Damasco, y así – lo saben de buena
fuente – Israel tendrá que entrar en acción también en ese país (Haaretz publicó
un informe similar). También estimaron que ya que va a durar años hasta que se
complete el muro alrededor de Cisjordania, no habrá un verdadero retiro de la
Franja de Gaza durante mucho tiempo. La buena noticia fue que la Intifada ha
sido rota y que Israel tiene tiempo para decidir, sin ser sometido a ninguna
presión exterior, especialmente no de EE.UU., sobre cómo mejor construir su
futuro estado ahora que Palestina ha desaparecido para siempre.
El término clave es 'presión exterior'. Los gobiernos de Europa y de EE.UU. no
están dispuestos a, o son incapaces de, detener la ocupación y de impedir el
aniquilamiento de los palestinos. Los israelíes que están dispuestos a
participar en un movimiento contra la ocupación se ven superados en número,
desmoralizados y paralizados ante el consenso y su hegemonía. La responsabilidad
la tiene la sociedad civil en Europa y EE.UU., que debe hacer todo lo posible
para lograr que los israelíes comprendan que políticas como las de Sharon tienen
su precio. Desde el boicot académico a las sanciones económicas, hay que
considerar y emplear todos los medios posibles en Occidente: sus gobiernos no
son menos responsables que Israel por catástrofes pasadas, presentes y futuras
sufridas por el pueblo palestino. Esto debería ocurrir no sólo por razones
morales o históricas, sino también en aras de la seguridad e incluso de la
supervivencia europea. Como la violencia que siguió los eventos del 11 de
septiembre de 2001 nos ha demostrado tan dolorosamente, el conflicto palestino
está socavando el delicado tejido multicultural de la sociedad europea, ya que
empuja a EE.UU. y al mundo musulmán más y más hacia una pesadilla. La presión
sobre Israel es un pequeño precio a pagar por el bien de la paz global, la
estabilidad regional y la reconciliación en Palestina.
* Ilan Pappe enseña ciencias políticas en la Universidad de Haifa, y es jefe
del Instituto Emil Touma de Estudios Palestinos en Israel. "A History of Modern
Palestine: One Land, Two Peoples" fue publicado por Cambridge en 2003.