Navidades en Líbano El día que bombardearon el pueblo natal de la Virgen María
Annie C. Higgins
CounterPunch Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Safuria, Líbano
Justo en las afueras de Trípoli en el norte del Líbano se encuentra el campo de refugiados Nahr al-Barid. Fue el primer campo de refugiados establecido para palestinos en Líbano, y sigue siendo el hogar de esta gente de inmensa paciencia y esperanzas, que viven en el exilio desde hace cincuenta y cinco años. Abrigaba el deseo de volver a Nahr al-Barid, que había visitado brevemente en esta misma época hace dos años.
Llevé conmigo fotografías que había tomado allí; una era del señor Salim Abu- Ghunaym, que nos había contado de la huida de su familia de Safuria en 1948 cuando era muchacho. Primero encontré a su sobrina y cuando ella llevó la foto a su tío, su mujer supo de inmediato quién la había tomado: "¡Fue la que hablaba dialecto egipcio!" Recuerdo cómo me había pedido que lo disculpara en un momento en el que sus recuerdos lo colmaron de emoción. Pero volvió, fresco y sonriente, diciendo: "Bendito sea Dios/Alhamdulillah." No perdió tiempo con quejas o acusaciones.
También recordé que aprendí algo nuevo y perturbador. Su aldea, Safuria, fue el primer sitio que los comandos judíos bombardearon desde aviones. [Fue antes de que se declarara el estado de Israel, por lo tanto no eran aún israelíes.] Safuria es también el pueblo natal de la madre de la Virgen María, y tiene un antiguo monasterio/dayr dedicado a ella, Dayr Santa Ana. Así que atacaron por avión primero el recuerdo de la abuela de Jesús.
Durante esta visita, escuché nuevos hechos sobre la aldea que me recordaron mis lecturas de la Biblia. Salim, o Abu Bahaa' como lo llaman, se excitó al recordar antiguas escenas, e insistió en nombrar los sitios con exactitud. Cuando no podía recordar un nombre, hacía que su sobrina corriera a la casa de al lado a preguntar a su madre. Mientras pintaba los huertos en su imaginación, nos encontrábamos a oscuras como sucede a menudo todos los días en los campos de refugiados, escasos de electricidad. Iluminaba un sitio en la oscuridad con una pequeña luz roja de la linterna/fannous en su llavero. Entonces, en segundos, las luces de repuesto, alimentadas con baterías, se encendían. Me encantó la pequeña linterna, así que me la obsequió, con una típica generosidad árabe.
Más adelante en Beirut, un pequeño amigo se fascinó ante la pequeña linterna/fannous. Con su curiosidad de niño de tres años, Giorgio descubrió cómo encenderla. No podía dejar de jugar con la pequeña luz roja. Incluso la encontró en el bolsillo con cremallera de mi inmensa bolsa. ¡Evidentemente se había ganado la lucecita!
Pero mientras tanto aquí en Nahr al-Barid, Abu Bahaa' siguió reconstituyendo un cuadro que incluía a la comunidad cristiana armenia que se había establecido allí después de la guerra, y que luego huyó como lo hicieron todos al oír que venían los judíos. Hizo un gesto de dolor al recordar los inolvidables alaridos de las ovejas cuando les disparaban. Seguro que ese terror no fue el legado del Buen Pastor que había recorrido estas regiones. Pero lo que me sorprendió fue cuando me contaron de los dos Belén diferentes. Él recordaba los olivares de Belén Efrata en esta región norteña cerca Nazaret.
Mas tú, Belén Efrata,
pequeña para estar entre las familias de Judá,
de ti me saldrá el
que será Señor en Israel;
y sus salidas son desde el principio,
desde los días de la eternidad.
(Miqueas 5:2-3)
Belén en su niñez, explicó Abu Bahaa', era diferente del Belén cerca de Jerusalén donde José el carpintero y la Virgen María fueron para que naciera Jesús
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,...
San Lucas 2:4.
Dos mil años más tarde, todos los que consideran que Jesús es el Mesías, o Cristo, tanto cristianos como musulmanes, fueron expulsados de la aldea de la madre de la madre de Jesús. Pensaron que sería por algunas semanas, hasta que se detuvieran los ataques. Cinco decenios más tarde siguen exiliados de su amada patria. Partieron apresurados, algunos descalzos, y huyeron hasta llegar a pie a Nahr al-Barid, un viaje que toma unas tres horas en coche por rutas modernas. Pensemos en la Virgen María, corriendo descalza en Safuria, donde se preserva una huella en piedra, que dicen es de ella.
Parte de mi propósito en los campos de refugiados es preservar, aunque no sea en piedra, las voces de los poetas locales. Un joven poeta, estudiante universitario, prestó especial atención cuando mencioné el campo de refugiados Balata, cerca de Nablús, una ciudad famosa por la preservación de sus antiguas moradas, la mayoría de las cuales han sido diezmadas por el ejército israelí en los últimos años. Un resto de los judíos originales siguen residiendo en paz y seguridad en Nablús, como lo han hecho a través de los ciclos de conversiones al cristianismo y al Islam. Nablús, la ciudad conocida por su antigua arquitectura y por sus dulces y el jabón de aceite de oliva de la actualidad: el joven poeta se preguntaba si allí yo había oído hablar de alguien con su apellido. Su padre y su tía huyeron de Palestina en 1948 y a pesar de continuos intentos de comunicarse durante cinco décadas, jamás han logrado encontrar un indicio de la familia que dejaron atrás.
A los que consideran a Jesús como Mesías, o Cristo, incluyendo a musulmanes y cristianos, no les permiten que retornen a su patria, que es la patria de Jesús. El Mesías, o Cristo, es universal. Así también lo es el amor a la patria. Igualmente el trato a seres humanos como humanos. Es mi esperanza que mis correligionarios y especialmente mis conciudadanos se enterarán de que los musulmanes también honran a Jesús como el Mesías, o Cristo, el hijo de la Virgen María, y que veneran la historia de su cura de los enfermos y su alimentación de la multitud como lo testimonia la Biblia y el Quran; y mi doble esperanza es que mis correligionarios recordarán que los judíos expresan el espíritu de compasión y justicia que Jesús enseñó y practicó.
Delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra.
Juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con rectitud.
Salmos 98:9
En Cana [Qana] de Galilea, Jesús convirtió el agua en vino hace milenios.
En Cana [Qana], bombas israelíes aerotransportadas, acabaron en 1996 con las vidas de refugiados que se guarecían en un complejo de la ONU. Robert Fisk menciona una "extraordinaria" observación que un superviviente hizo a un visitante estadounidense, sin darse cuenta de que era judío:
"No hay que acusar a todos los judíos. Algunos judíos son buenos y
han dicho la verdad sobre lo que nos sucedió. Hay judíos en EE.UU.
que tratan de ayudarnos y que no apoyan lo que nos hacen los israelíes."
Robert Fisk, Pity the Nation, 2002, página 685.
Esta declaración inspira, pero no es extraordinaria. Escucho este abrazo natural de humanidad todos los días de árabes, la mayoría musulmanes. Escucho esta aceptación positiva de los judíos repetida y sinceramente de palestinos que viven en el exilio.
Si los musulmanes pueden decir esto de judíos, ¿no podemos nosotros, y me dirijo especialmente a mis queridos cristianos de extracción occidental, abrir también nuestros corazones a una visión realista y humana de nuestros prójimos? ¿No podemos hacer el esfuerzo de poner en duda la propaganda que genera el miedo repetida y continuamente como la gran mentira que representa, y saludar la oportunidad de encontrar sitio en nuestros corazones, nuestras mentes y conversaciones para una visión real de nuestros vecinos?
¿Quién es mi vecino?
Jesús respondió con una parábola en la que menciona al Buen Samaritano, tan famoso en la actualidad. La Humanidad es nuestro vecino. Por favor, recuérdenlo y difúndanlo.
El pobre y rico Rey Herodes temía que un niño se apoderara de su corona. Sus temores lo llevaron a masacrar bebés. Pero sus sospechas eran irrelevantes: el "rey" que consideraba como rival tenía una misión espiritual, no política. Mi esperanza es que mis conciudadanos dejarán de lado sus temores de musulmanes y judíos y de seres humanos deshumanizados, y que dejarán de apoyar políticas que asesinan a los inocentes. Los temores se convierten en políticas que masacran a los inocentes igual como en tiempos de Herodes. Debemos desarrollarnos más allá de Herodes. Debemos dejar pasar un poco de luz y dejar de creer en mentiras sobre sectores enteros de la población del mundo.
Como el pequeño Giorgio con la linterna, busquemos esa luz y amémosla, aun si nos trae sólo un poco de luminosidad.
30 de diciembre de 2003
* Annie C. Higgins se especializa en estudios árabes e islámicos, y actualmente investiga en Yenín, Palestina Ocupada