Latinoamérica
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Inventario de perplejidades
Lo que aguantó Chávez
José Manuel Ponte
La Opinión de A Coruña
No podrá quejarse la llamada "oposición democrática" de Venezuela de lo
democrático que les ha salido el presidente Chávez. Por mucho que renieguen de
él y por mucho que lo consideren un dictador populista. Para empezar, el actual
mandatario ganó las elecciones por amplísima mayoría, tras una larga etapa de
gobiernos corruptos -tanto socialdemócratas como democristianos- que habían
dejado un país tan rico en la más absoluta de las miserias. Después, consiguió
aprobar una nueva constitución que incluía la posibilidad de un referéndum
revocatorio, lo que constituye una garantía democrática, desconocida hasta ahora
en el resto de sistemas parlamentarios. Y, por último, ha vuelto a ganar
limpiamente ese mismo referéndum que le planteó la oposición, como reconoce todo
el mundo, excepto los derrotados. Más democracia no cabe.
Pero, antes de eso, hubo de soportar una feroz campaña denigratoria de la
prensa, la radio y la televisión de su propio país -mayoritariamente en manos de
los opositores-; un intento de golpe de Estado, con apoyo explicito de Bush y de
Aznar; el sabotaje de la industria petrolera; el boicot del suministro de gas y
electricidad a los barrios pobres; el pistolerismo provocador y la agitación
permanente en la calle. Todos esos intentos fracasaron y ya sólo les queda
recurrir directamente al asesinato, como propone impúdicamente Carlos Andrés
Pérez, ex presidente del Gobierno, procesado por corrupción en rebeldía. "Como
un perro debe morir Chávez", le deseó el que fuera durante tantos años
vicepresidente de la Internacional Socialista, gracias entre otras cosas a sus
generosas donaciones a los partidos hermanos, con cargo al maná petrolero. Visto
desde una relativa lejanía, el odio a Chávez sólo resulta explicable en la
perspectiva de la defensa de unos privilegios que se consideraban cuasi
sagrados, por parte de la gran burguesía y de una clase media no demasiado
extensa.
En Venezuela, el 70% de la población vive en la pobreza y es, precisamente, ese
sector mayoritario el que apoya a Chávez y a su política de utilizar la riqueza
inmensa del país para corregir las desigualdades sociales. Por eso mismo, es
difícil de entender la postura del cardenal Rosalio Castillo, que atribuyó la
victoria de Chávez en el referéndum al simple hecho de "haber dado 70 dólares a
cada uno de los pobres que votó". Que diga tal cosa un alto representante de una
Iglesia que lleva más de dos mil años haciendo de los pobres su razón de
existir, suena a risa blasfema.
Y tampoco es manca, la opinión de nuestro don Mariano Rajoy que, al tiempo que
felicita a Chávez por su rotundo éxito, le recuerda que la democracia "no
consiste sólo en ganar elecciones sino en comportarse como deberían hacerlo los
demócratas". Es pena que no haya caído en la cuenta que eso es justamente lo que
deberían haber hecho los de la oposición venezolana: portarse como unos
demócratas y dejar gobernar al que ha elegido el pueblo. Aunque no les guste.