Latinoamérica
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Bolivia, al rescate de los hidrocarburos
Guillermo Almeyra
La Joranda
La guerra del agua en Cochabamba no sólo hizo retroceder la privatización
de ese recurso sino que también marcó el comienzo del desarrollo de un doble
poder (las calles enfrentadas al palacio) que condujo a la huida del presidente
gringo Gonzalo Goni Sánchez de Lozada, a la derrota de los planes
de la embajada de Estados Unidos y a la inestabilidad extrema del gobierno
actual de Carlos Mesa. La mezcla entre la economía moral y el nacionalismo
antimperialista que constituye el bagaje político de los trabajadores bolivianos
es el combustible que alimenta la radicalización y masificación de los
movimientos campesinos-indígenas y sindicales que se extienden por todo el país.
Una expresión de ambas es lo que sucedió en Ayo Ayo, pequeña ciudad a 80
kilómetros de La Paz, donde el pueblo mató al alcalde, al que acusaba de
corrupción y abusos, y expulsó de la provincia a la policía y a los
procuradores, remplazándolos por una "policía sindical" y por procuradores
nombrados, como el alcalde, en asamblea. Hay que recordar al respecto que en
Bolivia, desde la revolución de julio de 1952, los sindicatos obreros, la
Central Obrera Boliviana y las centrales departamentales y los sindicatos
campesinos, de amas de casa, hasta de contrabandistas, fueron instrumentos de
organización de la vida social de los trabajadores, centros de su resistencia,
órganos de su poder dual y, por lo tanto, en Ayo Ayo formar un Estado paralelo
desde abajo lleva a recurrir a la forma "sindical", que representa el peso
ideológico de los obreros en la vida política boliviana y la especificidad de la
misma.
Otra expresión es el boicot activo al referéndum sobre los energéticos, repudio
que fue decretado por la Central Obrera Departamental del Alto y las
asociaciones vecinales, a pesar de que la mayoría de la población y de las
tendencias y partidos de izquierda participarán, pero con sus propias
posiciones, en el referéndum convocado por el gobierno para tratar de
legitimarse con un voto eventualmente favorable a su política frente a las
petroleras privadas.
Los votos por la nacionalización del petróleo, contra la venta del mismo a las
trasnacionales, por un control sobre éstas, probablemente serán mayoritarios en
un referéndum que será resolutivo y no consultivo. Mesa podrá servirse sin
embargo del resultado para negociar con las empresas y con las direcciones
políticas de oposición, así como con los sectores de la burguesía boliviana,
particularmente en las zonas petroleras de Tarija y de Santa Cruz, que quieren
exportar el petróleo a cualquier costo y constituyen una derecha poderosa,
antindígena y partidaria de la represión.
Queda en pie, sin embargo, el hecho de que, sobre una política que afecta el
futuro mismo del país, se recurrió al instrumento democrático del referéndum
popular resolutivo. Y que, en la misma línea, la modificación de la ley
electoral permite que asociaciones o comunidades indígenas actúen en igualdad de
condiciones políticas con los partidos, sin tener que subordinarse a éstos.
Aunque es evidente que la fragmentación del campo indígena y popular favorece
incluso el enfrentamiento entre los diferentes sectores políticos o étnicos del
mismo (y, por lo tanto, al gobierno), una ampliación de las actividades
políticas de las comunidades y de los diversos grupos de la sociedad civil
boliviana la politiza y plantea el problema de la construcción de un frente
popular por la alternativa, con una política antimperialista que preserve los
recursos naturales del país y los ponga al servicio del desarrollo de sus
pobrísimos habitantes, a los que la crisis argentina y brasileña les cierra
incluso la válvula de la emigración.
Aún no existen en Bolivia partidos controlados por las bases y con
funcionamiento horizontal y democrático que ponga límites al verticalismo y el
autoritarismo de los caudillos políticos o sindicales (como el ex diputado
aymara Felipe Quispe, líder de la Central Campesina, o Evo Morales, líder
campesino cocalero y presidente del partido Movimiento al Socialismo). Las
divergencias en cuanto a qué política proponer ante el referéndum de este
domingo 18 aumentan la confusión política entre los trabajadores y favorecen,
por lo tanto, al gobierno de Mesa, que todavía debe enfrentar las elecciones
municipales antes de alcanzar su meta ambicionada, llegar a las elecciones
presidenciales todavía en el gobierno, batiendo récords. Cualquiera que sea el
resultado del referéndum, ni el gas ni el petróleo podrán ser regalados a las
trasnacionales como pretendía Goni. Queda, por consiguiente, la necesidad
de formular un plan energético alternativo común con Argentina y Brasil,
obligando a los gobiernos de esos países a discutir con su población respectiva
y ofreciendo a Perú su participación en el mismo. También existe la necesidad de
organizar directamente una asamblea constituyente autoconvocada para estabilizar
el país y evitar los enfrentamientos entre los diversos sectores de la oposición
de izquierda.
galmeyra@jornada.com.mx