Latinoamérica
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Entrevista con Paí Oliva
La esperanza del Paraguay es su juventud
Carlos Amorín
Rel-Uita
http://www.rel-uita.org/
Todo Paraguay lo conoce como Paí Oliva, y su audición radial matutina es
probablemente la de mayor audiencia. Este sacerdote jesuita es actualmente un
referente ético unánimemente reconocido, en un país dominado por un grupo de
mafias que se ha apropiado de la economía, de la política y hasta del futuro. En
pocas frases, el Paí traza aquí un retrato de la realidad rural paraguaya.
-¿Cuál es la situación en el medio rural?
-La mayoría de la población paraguaya es campesina, aunque esto tiende a
igualarse por mitades en la actualidad. Este sector, como la mayor parte de la
población urbana, es muy pobre. Enfrente hay un pequeño puñado de ricos muy
ricos. La diferencia es abismal. El dinero de los paraguayos ricos está en los
bancos estadounidenses o suizos, mientras que en el país no hay inversión, no
hay industrias, no hay producción con valor agregado. El resultado es que dos
terceras partes del país viven en la pobreza, y la otra tercera parte en la
miseria absoluta. Acá nadie se muere de hambre porque por lo menos un mango, una
naranja, algo para comer siempre se encuentra -esto no es un desierto sino una
tierra generosa-, pero la desnutrición es enorme.
La estructura del sistema de tenencia de la tierra -con profundas raíces
históricas que se remontan al fin de la Guerra de la Triple Alianza- generó una
gran concentración de la propiedad y relegó a las mayorías campesinas a las
tierras menos productivas y al minifundio. Inclusive la mayor parte de ellos no
posee ningún título que pruebe que su tierra les pertenece. En Asunción se han
vendido tierras donde había gente afincada desde hacía varias décadas, y quedan
completamente indefensos. Las familias son numerosas, a menudo de 15 o más
hijos, que cuando crecen deben obtener su propia tierra. Así se lo ve al
campesino, flaco, desdentado, con señales de desnutrición, porque está
completamente abandonado. Es lógico, pues, que reclamen tierra para trabajar,
para sobrevivir. El asunto es que ya no queda casi tierra fiscal, porque el
Instituto de Bienestar Rural la ha vendido a extranjeros de manera ilegítima. En
épocas de mucha corrupción, algún jerarca de paso por el IBR hasta vendió la
misma tierra dos veces a distintos extranjeros. Los grandes propietarios plantan
soja en la tierra agrícola, y en la de menor calidad crían ganado, y si tienen
tierra improductiva tampoco quieren desprenderse de ella. Decir "reforma
agraria" es usar una mala palabra.
-Por eso invaden tierras.
-Los campesinos invaden las tierras corriendo riesgos muy grandes, a veces los
sacan a palos, pero a veces a balazos. Llevan casi 60 muertos en los últimos
años. Lo más triste es que cuando consiguen tierras empiezan a enfrentar nuevos
problemas, quizá más difíciles de resolver que el de la propiedad: no hay
caminos, no hay semillas, no hay máquinas ni mercado ni ayuda de nadie. No hay
una política agrícola. El gobierno no hace mucho que digamos, y el campesino
está condenado a la desnutrición y el aburrimiento. La válvula de escape de la
presión en el ámbito rural es la emigración hacia Asunción, e inclusive hacia
Buenos Aires.
Las familias que han quedado donde hay grandes estancias -me refiero a predios
de hasta 400 mil hectáreas, que en Paraguay los hay- son islotes en un océano de
soja. Las avionetas fumigan todo, incluyendo a la gente. Hubo un sitio donde
había una escuela que era sometida a fumigaciones reiteradas. Hubo niños
quemados y enfermos por los productos químicos. Hasta hay campesinos muertos a
consecuencia de esto. Y por si fuera poco ahora han aparecido brasileños que
compran grandes estancias y también los pequeños predios a 200 o 300 dólares la
hectárea. Para un campesino 3 mil dólares es una fortuna, entonces vende y
emigra a la ciudad, pero al cabo de un año no le queda nada.
-¿Y el gobierno qué hace?
-La Constitución dice que hay que expropiar, pero en las arcas del Estado
paraguayo no hay dinero para pagar tanta tierra. Otra solución sería hacer una
reforma agraria y poner límites a la cantidad de tierra que se puede tener, y
aún siempre y cuando sea usada productivamente, porque en la actualidad se
considera tierra cultivada a la que le han puesto un alambrado alrededor,
situación en la que están centenares de miles de hectáreas, tal vez millones. Es
un recurso utilizado con meros fines especulativos.
Hay tantas injusticias que el campesinado está harto. También ellos han cometido
algún exceso, como recibir tierra con montes que han talado y luego abandonaron
el lugar para invadir otra tierra. Pero hay que ponerse en la piel de ellos, que
necesitan comer, y la verdad es que por más tierra que invadan siguen tan flacos
como antes.
-Ese vaciamiento del campo es, además, una amenaza a la cultura tradicional,
campesina.
-Acá estamos cerca de una población nueva llamada El Bañado que creció como un
hongo al lado del río. Allí hay 15 mil personas, y en total en este momento hay
50 mil personas en varios asentamientos junto al río, en terrenos absolutamente
inundables, viviendo en una pobreza extrema. Son casi todos campesinos
emigrados. Los jóvenes, adolescentes, ya no tienen la cultura campesina de sus
padres, y como son marginales tampoco tienen una cultura urbana. El desarraigo
de esa juventud es inimaginable. Sus padres todavía añoran el lugar que
abandonaron, pero los chicos no son de ningún lado. Es espantoso.
-¿No hay una tentación a la violencia?
-Creo que el paraguayo es pacífico, pero cuando se enfada es extremadamente
violento. Demasiada paciencia ha tenido el paraguayo ante tanta injusticia.
Puntual y muy esporádicamente se ha ejercido la violencia. Pero desde el fin de
la dictadura en 1989 no conozco que haya muerto algún policía en enfrentamientos
con campesinos, y sin embargo de éstos ya llevamos como 60 muertos. La represión
es brutal. Los masacran. Los pobrecitos con sus machetillos, con un pedazo de
palito, frente a policías gordotes, bien alimentados, con casco y armadura por
delante... Los barren. La gran violencia en el Paraguay es la económica, y
después la policial. Los grandes medios de comunicación pertenecen a personas
ricas que también son terratenientes. En sus diarios ponen fotos de "feroces"
campesinos con palos en las manos, con machetes. Nunca machetearon a un policía.
Jamás. Son exageraciones para asustar a la gente.
-El Movimiento Sin Tierra de Brasil reconoce sus orígenes en la "Pastoral de
la tierra", de las comunidades católicas de base. ¿Cuál ha sido el papel de la
iglesia católica en Paraguay?
-Acá existieron las Ligas Agrarias Cristianas durante la dictadura de Stroesner.
Era un modelo de relación del campesinado con la economía, el grupo social, la
religión... Tenían sus propias escuelas donde aplicaban una metodología
pedagógica que en aquella época era novedosa, porque estudiaban las materias
curriculares normales como geografía y lenguaje, pero siempre partiendo de lo
que tenían alrededor, del predio de la escuela, después del pueblo, la
provincia, el país la región... En 1976, en lo que se conoce como la "Semana
santa dolorosa", se desató una represión atroz contra este movimiento. Hubo
decenas de muertos y desaparecidos, centenares de prisioneros. Los actuales
movimientos campesinos son herederos de aquellas Ligas. Algunos imitan un poco a
los Sin Tierra de Brasil y otros tienen características más paraguayas.
-¿Cómo define esas características?
-Insistiría en el "aguante", en el aspecto pacífico pero decidido, valiente, en
condiciones de lucha siempre muy desiguales. A los pobrecitos se los ve flacos,
tomando mate, nada más, viviendo semanas bajo unos techos de nailon al borde de
las estancias. El campesino paraguayo es demasiado bueno.
-¿Qué hace la superestructura política al respecto?
-Nada. Muchos son terratenientes, así que tienen miedo que los campesinos les
invadan sus estancias. Ellos son los responsables de que en un país en donde el
campo está despoblado, los campesinos no tengan tierra para trabajar. Ahora
votaron una ley llamada de "Adecuación tributaria". Un formidable economista
paraguayo, Ricardo Franco, preguntó en un programa de tevé si esta ley servirá
para disminuir las desigualdades o para mantenerlas. Y está claro que el sistema
político es el soporte de la injusticia actual. El gobierno actual ha expropiado
un par de estancias y las ha entregado a los campesinos, pero es algo
circunstancial, gestos populistas.
-¿Cuál es el papel de la mujer en esa situación?
-Es muy sacrificado e importante. La mujer es la que más sufre en Paraguay,
porque uno ve al campesino flacucho laborando la tierra, pero siempre están
algunos hijos ayudando, y a menudo también la mujer, que además tiene que llevar
el cuidado de 8 o 10 hijos como suele ser la integración familiar campesina.
Ella hace lo mismo que el marido, y también todo lo demás porque el machismo
hace que el hombre no se ocupe de las tareas domésticas. En Paraguay las madres
campesinas son heroínas. En el medio rural quedan más de manifiesto las
"ruindades" del sistema que en la ciudad se disimulan un poco.
-¿Por dónde podrá aparecer una alternativa?
-Cualquier Presidente que tengamos estará presionado por diversos factores: la
política exterior de Estados Unidos, las transnacionales que querrán adueñarse
de la energía, el agua, las mafias locales... Si no accede a esas presiones no
tendrá dinero para funcionar, no terminará su mandato. La solución es que el
pueblo se organice y empuje al Presidente por el otro lado y ahí se verá. Es
posible que igualmente se fracase, pero por lo menos el pueblo podría acumular
la experiencia de haberse organizado, unido, en torno a un objetivo común, algo
que hace mucho tiempo no sucede en Paraguay. Es probable que a la hora de volver
a votar el pueblo eligiera mejor. Es lo que ha logrado recientemente el pueblo
boliviano. Se necesitan victorias a nivel nacional, aunque sean chiquitas y
breves, pero victorias. La pregunta es si hay políticos tan patriotas y
valientes de respetar a ese pueblo, sabiendo que probablemente no termine su
período e incluso que su vida correrá peligro. La otra dificultad es que todavía
hay sectores sociales muy grandes que funcionan con el viejo sistema caudillista
en el cual una vez en el poder el caudillo hace lo que quiere, y en primer lugar
trabaja para mantener al pueblo dividido, porque el caudillo prefiere ser cabeza
de ratón antes que cola de león. Los partidos políticos son bolsas de gatos, y
en consecuencia el campesinado está atomizado en un montón de facciones. En
Paraguay cuando alguien dice: hagamos una red, uno debe entender: hagamos una
red subordinada a mí.
-No tiene usted mucha esperanza...
-Sí, la tengo, pero esto va a durar diez años, después Paraguay podría cambiar.
Fíjese que más del 30 por ciento de la población tiene menos de 15 años, y el 39
por ciento tiene entre 15 y 30 años. Casi el 70 por ciento de toda esa población
joven no tiene trabajo. Hay 7 mil docentes que no tienen empleo, y cada año
salen 5 mil más. Hay ahí un potencial muy grande de cambio porque son casi un
millón de votos. Pero esta juventud no está inscrita en los registros
electorales y a nadie le interesa que estén. Serán ellos los que tendrán que
luchar para hacerse un espacio en la vida política paraguaya, porque nadie les
regalará nada. Esta es la esperanza del Paraguay: el potencial de su juventud.