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El gobierno establece zona libre para paramilitares
Evandro Bonfim
ADITAL
Los últimos dos días en Colombia han sido de intensas negociaciones entre la
administración del presidente Alvaro Uribe y los miembros del Estado Mayor
Negociador de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) para la concertación de
la zona de ubicación en Tierralta, Córdoba. Esta área tendrá vigencia mínima de
seis meses, pero hay perspectivas de prorrogación del plazo al encargo de los
paramilitares, quienes tendrán carta blanca del gobierno para actuar en el
territorio asignado de 368 km² al norte del país.
'Durante la vigencia de la zona, se suspenden las órdenes de captura y las
operaciones ofensivas contra los miembros de los grupos de autodefensa que se
encuentren dentro del territorio delimitado', determina el gobierno conforme los
términos del acuerdo entre el Alto Comisionado para la Paz, órgano del Estado
colombiano, y las AUC. Aunque el espacio cedido no sea tan extenso, con esta
medida la zona de ubicación puede convertirse en un paraíso legal al cual los
paramilitares podrán afluir en caso de infracciones.
El tratado ha sido resultado de reuniones entre las partes ocurridas ayer, día
13 de mayo y miércoles, día 12, en Santa Fe de Ralito, con el acompañamiento de
la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la Organización de los
Estados Americanos (MAPP/OEA) y la Iglesia Católica, que están encargadas de
fiscalizar la existencia de la zona paramilitar.
Nuevo pacto entre gobierno y paramilitares
Los tratados, entre el actual gobierno colombiano y paramilitares, son antiguos
tanto en el ámbito oficial como con relación al negado vínculo oficioso entre
ejército nacional y mercenarios. Mientras Uribe desconsidera las invitaciones a
negociar acuerdos de paz con organizaciones guerrilleras, como en el caso del
canje humanitario, éste es el segundo pacto firmado entre el presidente y las
AUC, pese el rotundo fracaso ya del anterior que previa el cese de hostilidades
y la progresiva desarticulación del grupo armado.
El gobierno colombiano divulgó en febrero de este año el balance con los
resultados de la tregua acordada entre los paramilitares y Uribe. El documento
abarca el periodo de diciembre de 2002, cuando los paramilitares manifestaron la
voluntad de acogerse a la oferta de paz del gobierno, declarando un cese de
hostilidades, hasta diciembre del año pasado, con vistas a lograr la
desmovilización total de los grupos paramilitares antes del 2006.
Pero en estos doce meses el reporte revela que las infracciones al cese de
hostilidades atribuidas a los grupos de autodefensas corresponden a 362
homicidios y 16 casos de masacres. Además, durante el mismo período, según la
organización Fondelibertad, los grupos de autodefensa serían responsables de 180
casos de secuestro.
Por cuenta de estos hechos admitidos por el propio gobierno, se ha conformado el
reciente tratado, que tiene como objetivo 'la definición de un cronograma de
concentración y desmovilización de los miembros de las Autodefensas Unidas de
Colombia y contribuir al perfeccionamiento y verificación del cese de
hostilidades', es decir, una nueva chance para que los paramilitares se
rehabilitaran, según cree Uribe, pero con jurisdicción sobre una parte del
territorio colombiano.
Sin embargo, el acuerdo reafirma la vigencia de las leyes colombianas en la zona
de ubicación y exige el respeto a la población que habita la región. Además, el
tratado prohíbe formalmente los paramilitares de desarrollar entrenamiento
armado, aunque ellos puedan portar armas y municiones desde que registradas por
la OEA, que también cuidará del tránsito de paramilitares para dentro y fuera de
la zona.
Todavía ni el cumplimiento de estas normas ni la verificación hecha por el
organismo interamericano podrán ser fácilmente observados por la opinión
pública. Para mantener la 'confidencialidad concertada en la negociación y
objetividad en la información publica', según el texto del acuerdo, la Misión de
la OEA deberá controlar el acceso de medios de comunicaciones y el flujo de
informaciones de la zona. Se debe destacar que el cargo de secretario general de
la OEA es ocupado por el ex presidente colombiano César Gaviria, que ya ha
sufrido acusaciones de actuar de manera arbitraria con relación al conflicto del
país sudamericano en nombre de la organización.
Más militarización y desplazamiento a vista
Aunque el gobierno diga que el acuerdo con los paramilitares debe 'facilitar la
participación ciudadana y contribución de los colombianos al proceso', el clima
en el país es de aprehensión y la preocupación de la comunidad internacional se
amplía con las perspectivas de militarización que corren paralelas a estas
negociaciones, resultando en más desplazamientos.
La principal arremetida hacia la intensificación de los conflictos está siendo
el 'Plan Patriota', que pretende enviar alrededor de 15 mil soldados contra las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en las regiones de más
difícil acceso controladas por la guerrilla al sur del país. Se estima el aporte
de 110 millones de dólares del Plan Colombia para esta ofensiva, que contará
además con el emplazamiento de contratistas, personal mercenario militar
contratado especialmente por el gobierno de EEUU, nueva táctica para evitar
perder soldados en guerras ajenas.
Incluso la Comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes de
Estados Unidos ha confirmado la mayor presencia de militares del país directa e
indirecta en Colombia. El órgano legislativo decidió aumentar de 400 para 500 el
número de efectivos con nacionalidad estadounidense y eliminar el límite para la
presencia de contratistas privados en el país.
Toda esta movilización está implicando el recrudecimiento de los embates entre
ejército, guerrilla y paramilitares. De acuerdo a un comunicado de las FARC,
sólo en los primeros veinte días de abril han muerto 202 militares de las
Fuerzas Militares de Colombia y otros 249 heridos en enfrentamientos con las
diferentes unidades de las FARC que hacen parte del Bloque Oriental. El país
está divido en dos frentes de guerra: el este y el oeste, cada cual sobre la
responsabilidad de un bloque de la organización guerrillera.
Aún conforme con el documento, las FARC reconocen la muerte de quince de sus
combatientes y de otros diez heridos, desmintiendo declaraciones del gobierno de
que los embates han representados grandes bajas para las FARC. De ahí se
entiende la ampliación de la ayuda militar estadounidense y la retomada de los
acuerdos con los paramilitares, que siguen batallando en contra la guerrilla y
provocando advertencias de la Organización das Naciones Unidas (ONU) delante de
los impactos de las escaramuzas de esta pluralidad de actores armados.
También en abril un equipo humanitario de la ONU en Colombia afirmó temer el
aumento de desplazamientos de la población civil en el departamento del Chocó si
el gobierno no interviene para restaurar la seguridad. Según la misión conjunta
de cinco agencias de la ONU que se encuentran en esa región en el noroeste del
país, unos 1.200 indígenas de la etnia Emberá han sido desplazados.
En esa zona se han registrado enfrentamientos entre las rebeldes Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia y las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia.
La región selvática del Chocó es considerada como un corredor estratégico para
el tráfico de drogas y armas.
Asimismo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) está
exigiendo a los grupos armados guerrilleros y paramilitares de Colombia que
respeten a la comunidad indígena Paez. Los Paeces fueron víctimas de varios
ataques que tuvieron lugar el pasado fin de semana en Toribio, a 500 kilómetros
de Bogotá, por parte de las FARC y los paramilitares.
De acuerdo a la oficina en Colombia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR), el problema de desplazamiento atinge a 816 municipios de
los 1.100 que tiene Colombia, es decir el 75% del país. Según estimativas del
organismo, casi un millón de personas ha sido forzada a emprender el éxodo
interno por cuenta de amenazas a propia vida en virtud del conflicto.