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Latinoamérica


25 de abril del 2004

México
El poder de Zinacantán

Andrés Aubry
La Jornada

El macizo volcánico del Huitepec es, desde hace siglos, la perspectiva preferida de los corredores en las rústicas casonas de San Cristóbal. En su cumbre de 2 mil 700 metros sobre el nivel del mar convergen tres municipios: los de la ciudad, de Chamula y de Zinacantán.

Como se sabe por la valentía de Hermann Bellinghausen, este escenario turístico se manchó de sangre el 10 de abril. Pese a una administración, cuyo discurso destantea una vez más a sus electores, y al silencio mediático de la diversión pascual, mi teléfono me indica que ya dio la vuelta al mundo.

Los 30 mil tzotziles de Zinacantán viven en un angosto y restringido territorio, cercado al poniente por Ixtapa, nombre que le vale su sal, comercializada por zinacantecos asentados en este ejido fuera de su municipio; al norte, en toda su extensión, por Chamula, de población tan saturada que no cabe en una superficie municipal de por sí mucho mayor que la de Zinacantán; al este por San Cristóbal y su mercado, y al sur, en el valle central, por Chiapa de Corzo, por los tzotziles de San Lucas y los ladinos de Acala.

Esta información geográfica explica los problemas de Zinacantán, arrinconado dentro de las montañas de los Altos y trepado en un promontorio al borde de la barranca vertical que, a la altura de Pasté, en proximidad de Jech'vó y de los dos Elambós, Bajo y Alto, se precipita, mil 600 metros abajo, hacia los valles centrales en torno al Grijalva.

Esta posición incómoda en bellísimos paisajes le creó agudos problemas agrarios, pero convirtió al pueblo en territorio estratégico porque une dos economías muy distintas: la de tierra fría en torno a San Cristóbal y la de tierra caliente en torno a Chiapa o Tuxtla, y entre dos focos políticos polarizados por la historia.

Desde 1524, los zinacantecos contactados por los españoles en Chiapa (hoy de Corzo) se ofrecieron a colaborar en la conquista de Chamula. Toda la historia chiapaneca del siglo XIX se explica por una rivalidad ríspida entre los liberales de Tuxtla en los valles centrales y los conservadores alteños de San Cristóbal, con zinacantecos de por medio. Este proceso se alargó en la revolución con la competencia entre mapaches de abajo y pinedistas de arriba (además de episodios menores en la guerra del Pajarito y la lucha carrancista). En la inmediata posrevolución los zinacantecos dieron paso, desde sus caminos de abrupta vertiente, a obregonistas para repeler la revuelta reaccionaria delahuertista, con la cual se había aliado Pineda, en dos batallas sucesivas, en La Ventana, donde se juntan las mojoneras de Zinacantán, Chamula y San Cristóbal. Cada uno de los dos bandos buscaba la mediación o la intervención de los zinacantecos.

Lo que nos regresa a la geografía: la cabecera de Zinacantán está en la extremidad noreste de su territorio, mientras Nachij está en su puro centro, asentado en el pivote vial que da acceso a ambos polos: a la salida de los caminos que se dirigen a los dos pueblos más problemáticos y combativos de la conquista (abajo Chiapa, arriba Chamula), luego en la Colonia a los Valles y a los Altos, y después de la Independencia teniendo a la mano los dos liderazgos antagónicos de Tuxtla y San Cristóbal.

Los problemas agrarios echaron aceite en el fuego. Zinacantán tiene un solo y pequeño ejido, fronterizo con Chamula, invadido por sus campesinos sin tierra (aunque muchas veces por la venalidad de los ejidatarios porque atrajeron a sus campesinos para venderles parcelas, por supuesto ilegalmente). Los zinacantecos sin tierra dieron la vuelta a la dificultad, primero arriando mulas para acarrear mercancías por todas las veredas de Chiapas con sus recuas, como hábiles marchantes y famosos caminantes entre las dos economías complementarias; segundo, compensando la falta de tierra con cultivos intensivos de flores, cultivadas en el exiguo espacio de viveros bajo plástico. Otros, menos afortunados, tenían que negociar parcelas con los finqueros de los valles, de los cuales vinieron a ser aparceros (consiguiendo un derecho a cultivar por su cuenta parte de ellas liberadas del monte por su trabajo) o medieros (pagándolas al amo con la mitad de su cosecha), cuyo producto tenía onerosamente que acarrearse hasta su paraje de los Altos; la mecanización de este campo, a partir de los años 80, se las quitó y los dejó en el desempleo.

En 1948 llegaba a Chiapas la carretera Panamericana. Su trazo dejó a la cabecera arrinconada en su esquinero excéntrico, pero potencializó Navenchauc y Nachij, que se promovieron en pujante centro económico entre los mercados de Chiapa y San Cristóbal. En 1975, el gobernador Velasco Suárez edificó una iglesia en Navenchauc que no tardó en retar a la ancestral de la cabecera, la cual, después de perder su relativa importancia económica, vio desaparecer también su otro prestigio local: el religioso y cultural.

A partir de ese momento los arrieros se deshicieron de sus mulas y compraron camiones que no se conformaron con surcar las terracerías de Chiapas porque se aventaron a las carreteras de México y Guatemala vía Tapachula. Los cultivadores de flores aprovecharon sus servicios para llevarlas al aeropuerto y ahora se venden hasta en Japón. Los prósperos camioneros se asentaron en Patosil, en una cumbre que domina, al norte, la pequeña cuenca de Zinacantán (y sus productores de flores) y al sur, el pueblo de Nachij, en el que tienen sus oficinas, bodegas y mercado turístico en la Panamericana.

En 1994 estalla el levantamiento zapatista, alimentado por palabras que cantan hasta dentro y un discurso antipoder. Nachij pirateó el lenguaje de los usos y costumbres, retó a los ancianos de la cabecera a "obedecer" la nueva "mayoría" (la de su nuevo caciquismo); en vez de perpetuar su mando cultural y político, a reconocer que ya no quedaba "nada" para ellos y que "todo" debía compartirse entre "todos" (es decir, con ellos), y ulteriormente se adjudicaron armas de contrabando. El PRI, que se sustentaba en la vieja jerarquía de la cabecera, trató de coquetear a la nueva fuerza pujante, la de Nachij, pero este partido ya se había desprestigiado. "Grupos de oposición y disidentes de las ya desgastadas alianzas que gobernaban bajo del nombre del PRI, se unieron para echar del ayuntamiento a caciques priístas (...) El hecho de que el gobierno estatal dejara de hacer respetar las concesiones de rutas rompió la columna vertebral de la coalición dominante de camioneros. Irónicamente, el más despótico y violento integrante de dicha coalición, pensando en obtener alguna ventaja, hasta se alió con el PRD y se declaró democrático y zapatista" (George Collier). Cerca de Nachij, Elambó y Pasté (que no llegaban a poderosos camioneros) eran "samuelistas" ya desde 1979; el cambio de los tiempos no les daba miedo, probaron la disidencia apoyando al gobernador en rebeldía Amado Avendaño, y hoy son parajes zapatistas.

El nuevo clima ofrecía oportunidades al clan de Nachij; después de monopolizar la economía de Zinacantán, luego de despojar a la cabecera de su liderazgo cultural, conquistó el poder político, fluctuando de PRI a PRD (y un breve antecedente panista en la vieja cabecera) y viceversa, según la coyuntura politiquera del momento.

Ahora, el peligro para ellos es que la verdadera autonomía los despoje de la con- quista de su nuevo y triple liderazgo. Si el candidato postulado por el autor intelectual del 10 de abril es un circunstancial perredista de Pasté, presunto actor de la matanza, es porque la pobreza de estos parajes no es ningún peligro para el vecino monopolio camionero, dispuesto a ceder el ayuntamiento a quien le deje el poder real. Como le antoja una autonomía (la de Nachij), conceptualizada y desnaturalizada como la del nuevo caciquismo, no le quedaba otra que aplastar la verdadera que va emergiendo entre Jech'vó y Pasté. La culpabilización de las víctimas del 10 de abril, la acción a posteriori de la policía y su ausentismo en el acto, por tanto la probable impunidad de los culpables, y la falta de definición de la respuesta oficial, sugieren que, desde la posición geoestratégica de Nachij, la guerra de baja intensidad va encontrando un nuevo terreno.