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Latinoamérica

2 de abril del 2004

Sudáfrica y las secuelas del apartheid

Melina Vuknic
Observatorio de Conflictos, Argentina
http://ar.geocities.com/obserflictos

"No hay diferencia entre clases de gente.
Todo lo que hay en el mundo tiene origen divino."

Mahabharata, antiguo relato épico en sánscrito.(1)

"Sólo hay una casta: la humanidad."
Pampa, poeta y escritor indio. Siglo IX.(2)

"En el estado actual del conocimiento científico,
no hay justificación para afirmar que una raza
es intelectualmente superior o inferior a otra"

Claude Levi-Strauss, 1961.(3)

Con la palabra "apartheid" se denominó, en Sudáfrica, al sistema de segregación racial, opresión y explotación establecido por los blancos, la minoría gobernante (3 millones), para tener bajo su control a la mayoría no blanca (12 millones) y a los asuntos de la República. En lengua Afrikaner, el término significa "separación", y sirvió muy bien a los efectos de describir esa rígida división racial (4).

El Partido Nacional (PN) introdujo el "apartheid" en su programa electoral de 1948 y, tras su victoria, con Verwoerd (1950-1966) a la cabeza, pasó a formar parte de la política gubernamental de la República de Sudáfrica, hasta principios de la década de 1990. Con el objetivo de volver a tomar las riendas del poder, el PN se fanatizó al extremo con la lucha racial y, para llevarla a cabo, diseño la propuesta política del "apartheid", en 1947, en estos términos: "la política de nuestro país deberá estimular el "apartheid" total como el fin último de un proceso natural de desarrollo separado. El deber y la vocación primordiales del Estado es buscar el bienestar de Sudáfrica, y promover la felicidad y la prosperidad de sus ciudadanos, tanto los no blancos como los blancos. Teniendo en cuenta que tal tarea puede realizarse mejor preservando y resguardando la raza blanca, el PN profesa lo anterior como el principio fundamental de su política" (5).

Con el "apartheid", el PN se propuso buscar una salida a los temores que él mismo se encargó de agudizar, a cerca de un posible dominio negro: "Nuestro punto de vista es que en todas las esferas los europeos deben retener el derecho de gobernar el país y mantenerlo como el país del hombre blanco" (6). El ex primer ministro de la República de Sudáfrica, el Dr. Verwoerd, se dirigió al Parlamento de su país el 25 de enero de 1963, con estas palabras, justificando y definiendo la política de "apartheid": "Reducido a sus términos fundamentales, el problema es muy sencillo: estamos decididos a que Sudáfrica siga siendo blanca... Esto significa una sola cosa: la dominación de los blancos. No basta con que los blancos "dirijan" o "guíen"; es necesario que "dominen", que posean la supremacía. Si admitimos que el pueblo desea que los blancos puedan seguir defendiéndose gracias al mantenimiento de su dominación...afirmamos que ese resultado puede ser corregido por medio del desarrollo separado" (el resaltado es mío). En un discurso anterior, del 5 de julio de 1954, el Dr. Verwoerd intentó racionalizar su política racista diciendo: "Nuestro objetivo es terminar, en última instancia, con la discriminación, separando cada vez más al blanco del negro"(7).

"Apartheid", en síntesis, es el nombre con el que se designó a la política racista del gobierno sudafricano, dirigida a aplicar por la fuerza el llamado "desarrollo separado" o la "coexistencia ordenada" (otra expresión utilizada por el gobierno), de los sectores europeos por un lado y los sectores africanos (bantúes o aborígenes), mestizos y asiáticos por el otro.

Dicha política ha sido muy criticada en el ámbito internacional, tanto por diversos organismos como por la opinión pública en general, y dio lugar a diversas sanciones económicas por parte de numerosos países. Al interior de Sudáfrica, las personas que se oponían abiertamente al "apartheid" eran consideradas comunistas, lo que les permitió (estratégicamente) a los nacionalistas afrikaners, mezclar en su propaganda racial el miedo a una revolución social. En esa dirección, el gobierno surafricano decretó estrictas medidas de seguridad convirtiendo al país en un estado policial.

Antes de que el "apartheid" se convirtiera en política oficial, a mediados del siglo XX, Sudáfrica tenía ya una larga historia de segregación racial y dominio blanco. La actitud racista de los blancos tiene sus antecedentes en los primeros años de la colonia, con la ocupación europea del sur de África. Desde ese momento la creencia más extendida (falsas teorías) ha sido la de la supremacía de la raza blanca sobre la negra y mixta de los africanos. Un pasaje de "Trabajos perdidos" de Shakespeare dice: "Lo negro es atributo del infierno, el color de las mazmorras, el ceño sombrío de la noche" (8).

El cristianismo desfigurado de los colonizadores holandeses les sirvió para justificar sus prejuicios raciales. El interés desmesurado por preservar esa supremacía blanca se convirtió en una obsesión, hasta el punto de que el racismo, junto con la religiosidad y el nacionalismo, formaron la fisonomía del Estado sudafricano. Así, los partidos políticos y las diferentes organizaciones basaron sus actividades en doctrinas y programas donde el destino del país estaba estrechamente vinculado a los conceptos de discriminación racial y nacionalismo, como las metas superiores establecidas por Dios mismo. El propósito de los africaners de darle a su política racista un fundamento moral, ha llegado hasta distorsionar la Biblia por medio de una grosera interpretación de la Iglesia Holandesa Reformada. En efecto, esa Iglesia fijó en las Escrituras la justificación del "apartheid". Desde luego que el racismo sudafricano, como cualquier otro, no tiene fundamento moral alguno, y mucho menos el apoyo de la Biblia, pero para los afrikaners es parte de la filosofía sobre la vida, es una cuestión moralmente defendible porque su fin es la preservación del grupo social al cual le atribuyen características especiales, que lo hacen, necesariamente, el grupo superior dentro de los existentes en el país. Esto explica el empeño que ponen en separar a la comunidad blanca de los otros grupos, y en proveerla con todos los privilegios del poder político, cultural, social y económico. Todos los esfuerzos de los opositores del "apartheid" se toparon con la resistencia de quienes se creían vicarios de Dios, en una "cruzada" para evitar que la raza blanca perdiera sus privilegios. Dios, Patria y Raza eran las deidades a las que le rendían culto los afrikaners. Al problema de la conquista y colonización europea se sumó luego el de la esclavitud, y esos dos hechos históricos, más el prejuicio racial, determinaron una actitud en los Boers que los hizo creerse amos de la mayoría y los condujo a los más odiosos extremos de la discriminación racial con la política del Dr. Verwoerd.

La particularidad quizás más grave de la discriminación racial en la República de Sudáfrica, a mi entender, ha sido que allí el racismo alcanzó la categoría de doctrina y política oficial del Estado. El gobierno puso entonces en práctica una serie de leyes de "apartheid" por las cuales los distintos grupos étnicos, con excepción de los blancos, tenían restringidos sus derechos políticos, la movilidad dentro del territorio y aún algunos derechos individuales, causando un gran impacto en la vida cotidiana de todos los ciudadanos.

Dicha legislación clasificaba a la población en tres grupos raciales: blancos (en su mayoría europeos, descendientes sobre todo de holandeses, antes llamados "boers"-agricultores- y ahora "afrikaners"), bantúes o negros, y de color o mestizos. Posteriormente se añadieron los indios y pakistaníes como una cuarta categoría. Fijaba los lugares de asentamiento de cada grupo (organización de áreas específicas y pobres-poco productivas- donde debía residir el pueblo bantú, los "bantustanes") y limitaba la cantidad de tierra que podían poseer (redujo a un 13% de la extensión total del país, la tierra destinada a los negros); establecía los trabajos que podían realizar y el tipo de educación que podían recibir; prohibía cualquier tipo de contacto social entre las diferentes razas (por ejemplo, estaba prohibido el casamiento entre negros y bancos), autorizaba las instalaciones públicas separadas y la limitación de la población negra para movilizarse en determinadas zonas (esta movilidad se controlaba a través de una cédula de identidad de cada habitante, donde se detallaba su grupo étnico, su ocupación y domicilio); prohibía también la participación de los no blancos en el gobierno del Estado (no podían acceder al Parlamento).

Muchos africanos se opusieron a estas restricciones con una escalada de violencia, huelgas, boicots y manifestaciones en el interior del país. En la década de 1950, cuando el "apartheid" ya se había adoptado como política oficial, el ANC (Congreso Nacional Africano, fundado en 1912) declaró que "Sudáfrica era de todos sus habitantes, ya fueran negros o blancos" (9) y luchó de forma activa por su abolición, hasta que después de los disturbios antiapartheid en Sharpeville, en marzo de 1960, el gobierno ilegalizó cualquier organización política negra, incluido el ANC. Pero las presiones continuaron, y entonces el gobierno sudafricano se vio obligado a revocar algunas de esas restricciones. Entre 1975 y 1985 el gobierno aprobó una serie de reformas que permitieron la organización de sindicatos negros y cierto grado de actividad política por parte de la oposición. En 1984, la Constitución abrió de modo parcial la participación en el Parlamento a los mestizos y a la población asiática, pero continuó excluyendo a los negros (más del 75% de la población). Se produjeron más enfrentamientos urbanos y a medida que crecía la presión externa sobre la República de Sudáfrica, se iba debilitando la política segregacionista del gobierno. En 1990 el presidente electo Frederik de Klerk puso fin al "apartheid" con la liberación del dirigente negro Nelson Mandela y la legalización de las organizaciones políticas negras.

Todas esas leyes que mencioné fueron derogadas en 1992 con la declaración definitiva del fin del "apartheid". En abril de 1994 se produjeron las primeras elecciones democráticas y multirraciales de la historia de Sudáfrica. En ellas resultó electo presidente Nelson Mandela, el principal líder negro, al frente del Congreso Nacional Africano, que había permanecido durante 27 años en prisión. También se creó una nueva Constitución y se estableció una nueva división del territorio que daba fin a la existencia de los "bantustanes". Esta transición que experimentó Sudáfrica hacia la democracia multirracial se constituyó en un acontecimiento político sumamente importante, que implicó una metamorfosis social, política y económica que aún perdura. A través de ese camino, Sudáfrica logró pacíficamente deshacerse del régimen de segregación racial y su correspondiente modelo económico autárquico para emerger como una sociedad democrática, multirracial y con un sistema económico abierto. El papel protagónico en esta transición "pacífica", sin lugar a dudas, le correspondió a Nelson Mandela, primer presidente del CNA (con Mbeki como vicepresidente) y Nóbel de la Paz por su visión política y su espíritu conciliador.

El fin del Apartheid como institución, es decir, el hecho de que ya no existiera la segregación racial de forma oficial y legal, no implicó su extinción en la realidad concreta y cotidiana, ni en la mentalidad de los actores sociales. Todos los espacios de la vida de los ciudadanos sudafricanos, sobre todo de los negros, aún hoy se encuentran influenciados por la lógica de la estigmatización social, la segregación racial, la discriminación, puesto que el Estado Sudafricano mantuvo por décadas, con todos los aparatos que instituyó para ello: una educación de apartheid, una justicia de apartheid, una economía de apartheid y hasta una constitución política de apartheid. Es decir, logró imponer una ideología tan fuerte, generó una conciencia colectiva tal, que en la mentalidad del colectivo social, el "apartheid" no podía desaparecer tan fácilmente como se deroga una ley. El hecho de que la sociedad, en general, necesitara de mecanismos de adaptación que le permitiera sobrevivir con la imposición del régimen en todos los ámbitos de su cotidianeidad, implicaba la aprehensión de otros nuevos para transitar la nueva etapa "pos-apartheid" en armonía. Ese aprendizaje necesitaba tiempo y mucho empeño para lograr la definitiva integración, pero no todos estaban dispuestos a sacrificarse en el logro de tal fin. Que se perpetúe, "pos-apartheid", lo peor de ese régimen nefasto en la ideología y en la mentalidad de los actores colectivos hace que sigan existiendo desigualdades sociales, económicas y políticas entre la población blanca y la población negra. Por ejemplo, en la práctica de los deportes más importantes del país, negros y blancos se disputan el monopolio de los mismos, y en materia de educación pública las cosas no son diferentes: si bien poco a poco se fueron democratizando las inscripciones a las escuelas, el "apartheid" continúa entre los estudiantes porque trasladan a la escuela la visión que sus padres tienen de las cosas, y porque la comunidad educativa toda aún no se adapta al cambio. Además, la gran mayoría de los negros no dispone de los medios necesarios para pagar a sus hijos una educación en los colegios de categoría: deben contentarse con lo que se suele llamar el sistema "bantú" de enseñanza primaria, inadecuado y de bajo nivel. Por lo demás, muchos niños negros ni siquiera están escolarizados.

Todo esto me lleva a plantear que, más allá de la acción de la Justicia sobre los crímenes y delitos cometidos en esos años, es necesario un examen de conciencia de todos los actores de la tragedia vivida, para demostrar la pervivencia de los imperativos de ese nefasto régimen; y además que no alcanza con el castigo a los culpables, sino que lo que hace realmente falta es generar una conciencia social generalizada de integración ciudadana por el bien del país. Éste creo que es el punto central hoy a resolver en Sudáfrica, como lo fue ni bien instalado el régimen de "apartheid": buscar los mecanismos culturales adecuados para adaptarse a un nuevo cambio, "el pos-apartheid", un cambio que ahora incluye a toda la población en igualdad de condiciones, al menos en teoría.

En esta nueva coyuntura que emergía, el poder económico comenzó a darle la espalda a la otrora poderosa minoría racista sudafricana. Directores de importantes empresas sudafricanas hicieron actos públicos de arrepentimiento por el apoyo prestado en algún momento al régimen racista. Hayan sido lágrimas de cocodrilo o sincero arrepentimiento, lo cierto es que las empresas sudafricanas han comenzado a descubrir, al final del "apartheid", las ventajas de no tener "sanciones" y de poder comerciar libremente con todo el mundo. Es por eso que la expresión "Nueva Sudáfrica" tiene distintos significados según el color del la piel, el origen y las opiniones políticas del interlocutor. Los cambios que más saltan a la vista luego del fin del "apartheid" tienen que ver con que las personas se alternan unas con otras sin distinción de razas, no hay colas separadas en las tiendas, los bancos y las paradas de autobuses. La segregación escolar, como mencioné anteriormente, no existe en teoría porque en la realidad las cosas no son tan así; y los partidos políticos, movimientos de liberación y sindicatos negros tienen ahora una existencia legal. En general, se observa en los blancos una sensibilización creciente a las legítimas reivindicaciones relativas a la igualdad política y social de los negros y otros grupos étnicos oprimidos.

La lucha contra el "apartheid" fue universal y la condujeron, además de los Órganos y Comités de la ONU, organizaciones privadas y públicas de todo el mundo. Incluso la Conferencia Sudafricana de Obispos Católicos reafirmó, en 1964, la política oficial de la Iglesia Católica contraria al "apartheid". En 1957, la Conferencia dijo que "el principio básico del "apartheid" es la preservación de lo que se llama la civilización occidental. Esta se identifica con la supremacía blanca, de los derechos políticos, sociales, económicos y culturales. Las personas de otras razas se deben satisfacer con lo que el hombre blanco juzga que se les puede conceder sin poner en peligro su posición privilegiada. La supremacía blanca anula la justicia. Margina las enseñanzas de Cristo..." (10).

En respuesta a los crímenes y las violaciones a los derechos humanos cometidos por fuerzas policiales, para- policiales y organizaciones terroristas durante las cuatro décadas y media en que imperó el "apartheid", se creó la Comisión de Verdad y Reconciliación que presidía el arzobispo anglicano Desmond Tutu, Premio Nóbel de la Paz. Sus miembros debieron hacerse cargo de analizar el cuadro nacional e internacional de la República Sudafricana a lo largo de medio siglo, abarcando los organismos estatales, las organizaciones políticas y religiosas (blancas y negras) y el conjunto de la sociedad civil. Lo destacable de su trabajo fue que escuchó los testimonios de las víctimas y también de los responsables de las torturas y ejecuciones, y que se ocupó de los abusos cometidos por todas las partes que luchaban a favor y en contra del "apartheid".

El tema de los derechos humanos como sujetos de derecho internacional es uno de los que suscita mayor interés entre los que han provocado y provocan polémicas en las Naciones Unidas y fuera de ellas. Sin embargo la ONU ha tenido que vencer muchas resistencias y obstáculos al afirmar su interés en las garantías de la persona humana porque, no obstante que la Carta de esa Organización Internacional consagró en su preámbulo la fe de sus fundadores en "Los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de los derechos de hombres y mujeres" y que entre sus "Propósitos y Principios incluyó "el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión", lo cierto es que en la Conferencia de San Francisco las grandes potencias lograron establecer dentro de la Carta la disposición del párrafo 7 del artículo 2 -llamada "cláusula de la jurisdicción doméstica"- , por la que se prohíbe a la ONU "intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados" (11). Las grandes potencias se propusieron, con dicha norma, poner límites a las facultades de la Organización.

En el marco de los Derechos Humanos, entonces, el "apartheid" sudafricano puede concebirse como un caso de discriminación racial que se ha convertido en el prototipo de la violación a la dignidad humana. Considero que los derechos humanos son parte de la naturaleza misma del hombre y, como tales, no deben ser sometidos a ideologías, ni limitados por motivos "de raza, sexo, edad, lenguaje, opinión, origen, condición social o religión". Por lo tanto, tal vez sería necesaria alguna modificación en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que la haga valer verdaderamente para todos los seres humanos.

En 1999, la Asamblea Nacional Sudafricana eligió a Thabo Mbeki (vicepresidente desde 1994) como Jefe de Estado en las segundas elecciones democráticas del país. Ser el sucesor de Mandela no fue tarea fácil pero, aunque le fue imposible igualar la reputación de su predecesor, logró presentarse como un gestor eficaz, intelectual, pragmático y con experiencia internacional. De todos modos, fue inevitable que surgiera cierta desconfianza en torno a su persona y a lo que sería su gestión, pues Sudáfrica era un país en crisis y revolución, con múltiples focos de conflictos que amenazaban por todos los flancos, cuyo estallido social había logrado mantener en estado latente Nelson Mandela. Se le reprocha a Mbeki su actuación con respecto a la epidemia del SIDA, su ambigüedad frente a la minoría blanca sudafricana y su postura ante la explosión racial de Zimbabwe. Su apuesta por la ortodoxia económica cada vez es más cuestionada dado que no está produciendo los resultados deseados. A continuación ampliaré sobre su actuación en cada una de esas cuestiones.

El 12% de la población está infectada por el SIDA, y otras enfermedades, como la tuberculosis o la malaria, están rebrotando con fuerza. En cuanto a este tema concretamente, se le cuestiona a Mbeki su negligente postura en torno al SIDA al desafiar a la ciencia y cuestionar la relación entre el virus (VIH) y la enfermedad (SIDA), sobre todo porque esta actitud trajo consigo el retraso en el suministro de medicamentos para evitar la transmisión madre-hijo, la pérdida de eficacia de las campañas preventivas, etc. Posteriormente dejó de lado esa postura y puso más énfasis en la relación existente entre el SIDA y pobreza. Consideró que sería mayor el beneficio social partir de la provisión de agua potable que seguir financiando anti-retrovirales, ineficaces sin agua potable. El gobierno dejó de financiar medicamentos porque creía que primero era necesario investigar más el tema. De todos modos, continuó al frente de las negociaciones internacionales para que los países en vías de desarrollo puedan acceder a medicamentos anti-SIDA en términos más favorables. Fue esta, una política muy cuestionada y controvertida.

En cuanto a su actitud frente a la minoría blanca, Mbeki habla sin tabúes sobre el problema racial y critica la postura de los blancos, hasta el punto de revivir el odio en la población negra. En ese sentido, se le acusó de estar re-racializando la sociedad sudafricana. A diferencia de la concepción de Mandela, de una Sudáfrica multirracial pero unida ("el país del arco iris"), Mbeki la ve como dos naciones, una de blancos ricos y otra de negros pobres. Consecuente con esa idea, no pidió ningún tipo de compensación económica, como reclamaban algunas organizaciones, para los afectados por el régimen de "apartheid", sino que sólo se limitó a solicitar que las antiguas colonias se disculparan por las injusticias del pasado. En consecuencia, por la ultrajante colonización y el sistema de segregación racial, la mayoría de los recursos siguen concentrándose en manos de los blancos que representan tan sólo el 11% de la población. Efectivamente es uno de los países con la distribución de la riqueza más desigual del mundo.

En un contexto semejante, la criminalidad se constituyó en uno de los mayores problemas que asola a esta nación, y que afecta tanto a los blancos como a los negros. Al hacerse cada vez más generalizado el descontento, la población comenzó a preguntarse cuáles habían sido los beneficios reales obtenidos con el fin del "apartheid". Mandela entonces, para calmar los ánimos, se esforzó por revalorizar los progresos conseguidos: agua corriente, electricidad, teléfono, etc., pero no se olvidó de denunciar la reticencia de los blancos a aceptar los cambios, como tampoco la debilidad de las luchas emprendidas contra la criminalidad y la corrupción. La controversia a cerca de los métodos de represión ha adquirido un tinte racial, y tal vez las tensiones raciales sean ahora más fuertes que durante el "apartheid", sobre todo cuando en la discusión intervienen aquellos partidarios de la pena de muerte, abolida en 1995. Las consecuencias de esta coyuntura de inseguridad, son varias: por un lado, cobró un verdadero impulso la industria de la seguridad privada; por otro lado, la emigración de muchos de los mejores "cerebros" surafricanos, principalmente de la comunidad blanca (ingenieros, médicos, profesores) sobre todo hacia Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, generándole al país un verdadero y alarmante déficit intelectual, que con el tiempo acarreará nuevas consecuencias negativas.

La violencia es, en última instancia, una consecuencia directa de la cada vez más debilitada situación económica y social: caída del producto bruto interno, devaluación de la moneda nacional, etc. El punto más débil de la economía de Sudáfrica sigue siendo su dependencia del cambio del oro.

La desocupación aumenta cada día más y presenta uno de los índices más altos del mundo: aproximadamente el 35% de la población económicamente activa, compuesto por el 50% de la población negra. Más del 60% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y una de las medidas implementadas por las autoridades para bajar tales porcentajes, consiste en la detención de inmigrantes clandestinos (varios millones de negros llegados de países vecinos). Estos viven sumidos en la más absoluta pobreza (carecen de servicios tan básicos como el agua corriente y la electricidad), y se concentran sobre todo en los nuevos suburbios que han surgido en el gran barrio negro de Soweto.

Según las palabras de José Guimón, Sudáfrica es "una mezcla única de primer y tercer mundo" (12), es decir, un país que reproduce dentro de sus fronteras la realidad mundial global de un enorme desequilibrio entre países ricos -representados por los blancos de Sudáfrica- y los países pobres -representados por los negros-.

El tercer foco polémico que involucra a Mbeki tiene que ver con su postura ante la crisis de Zimbabwe. Se cree que está siendo demasiado permisivo con el presidente Mugabe, sabiendo que éste promueve en su país la ocupación violenta de la tierra de los blancos y que, por lo tanto, representa una seria amenaza para la democracia. En lugar de repudiar esas acciones y cortar relaciones con el país vecino, Mbeki optó por la diplomacia para intentar solucionar la crisis, e incluso aumentó la ayuda económica a Zimbabwe.

Las fronteras con otros seis países con mayores apuros, como Zimbabwe o Mozambique, representan otro foco importante de conflicto. Miles de inmigrantes pretenden entrar cada año a territorio surafricano. Muchos mueren en el intento, al atravesar zonas salvajes poco vigiladas, otros lo logran, pero sufren el rechazo y las agresiones de la población negra Sudafricana, puesto que los ven como una amenaza a sus ya escasas posibilidades de encontrar trabajo y les acusan de haber traído el SIDA al país.

Todos estos factores se conjugaron para generar cierta desconfianza en torno a la persona y a la gestión de Mbeki. Sin embargo, en el terreno internacional, es decir fuera de Sudáfrica, es muy bien visto. Se ha convertido en uno de los líderes más influyentes del continente, promoviendo la necesidad de un enfoque más integrador a nivel regional para lograr el desarrollo de África. Incluso llegó a idear un interesante plan con la intención de generar el "Renacimiento Africano", con adeptos no sólo del propio continente sino también de los países ricos. En el mismo propone una mayor condonación de la deuda, medidas para mejorar el acceso de productos africanos al mercado europeo, y ayuda para afrontar la crisis sanitaria y la brecha digital entre África y occidente. Además, solicita de los líderes africanos la implantación de mecanismos para asegurar elecciones democráticas y buen gobierno, así como el compromiso para acabar con las guerras que oprimen al continente. Llegó a tener también una destacada participación en organizaciones regionales como la "Comunidad de Desarrollo Económico del África Austral" o la "Organización de la Unidad Africana", y fue el presidente del "Movimiento de Países no Alineados". La mayoría de los analistas y de los involucrados directos observan, en esa política, la posibilidad de un diálogo histórico y muy fructífero a largo plazo. Sin embargo, no son pocos a los que les genera cierta desconfianza.

Pero también hay más cosas positivas a rescatar que, incorporadas correctamente en una política de desarrollo finamente ideada, ayudarían a que Sudáfrica despegara en todos los sentidos. Por ejemplo, el hecho de que es un país que cuenta con abundantes recursos. Teniendo en cuenta la renta per cápita, se puede decir que Sudáfrica no es un país pobre sino de ingresos medios. Es el estado más rico del continente, gracias a su situación geográfica y a sus recursos naturales. La minería es uno de los pilares básicos de su economía. Las exportaciones de empresas surafricanas dominan el mercado mundial de oro y diamantes. Su madera y sus vinos están ganando, progresivamente, su cuota en el mercado mundial y el turismo está experimentando un fuerte crecimiento, a pesar del crimen. Cuenta además, según el FMI, con "sólidas infraestructuras, una industria globalmente competitiva y un sistema financiero sano y robusto". De a poco va consolidándose como un país estable en términos políticos y macroeconómicos y por todo ello muchos opinan que se ha convertido en la gran esperanza del continente africano.

En lo que respecta a la ortodoxia económica implementada por el gobierno, debemos remontarnos a 1996, cuando el CNA diseñó una estrategia denominada GEAR -siglas en inglés de Crecimiento, Empleo y Redistribución- que tenía dos objetivos: Por un lado, promover la ortodoxia económica, como el motor que impulsaría un crecimiento de la renta nacional y del empleo. Sudáfrica, en ese sentido, ha seguido al pie de la letra la política encomendada por el FMI que incluía, entre otras medidas, reformas estructurales, austeridad presupuestaria, liberalización de capitales, bienes y servicios, y privatizaciones de empresas públicas. Los cambios han tenido un fuerte impacto en la economía local, sobre todo porque hasta la década del '90 era un país autárquico, encerrado en sí mismo, como consecuencia de la sanción internacional al "apartheid". Por el otro, luchar contra la pobreza y la desigualdad racial. Para ello se recurrió a la mejora de los servicios públicos -dirigidos durante el apartheid mayoritariamente hacia los blancos-, a políticas de discriminación positiva -como la imposición de cuotas raciales en las plantillas de empresas de cierto tamaño- y a políticas de transferencia de propiedad - de tierra, recursos mineros y acciones de sociedades.

El problema es que no resultó fácil luchar en ambos frentes. La disciplina fiscal limitó la capacidad de ampliar los servicios públicos. La discriminación positiva desalentó a los inversores, que desaprobaron la excesiva intervención pública y la mayor rigidez del mercado laboral. El gobierno se encontraba atrapado ya que, además de compensar a los negros por las injusticias del pasado para garantizar la paz social, también debía crear un clima que favoreciera la inversión. Según Mbeki, había que "satisfacer las expectativas de los negros sin despertar el miedo de los blancos" (13). Ante la disyuntiva, el presidente optó por privilegiar las demandas del mercado por encima de las demandas sociales. Suponía que la pobreza disminuiría si la economía crecía y si el mundo comenzaba a creer en una Sudáfrica más estable. Muchos opinan que el gran logro de Mbeki consistió en alcanzar una estabilidad macroeconómica y una industria competitiva a nivel mundial.

Pese a todo ello, el desempleo y la pobreza mantienen sus cifras alarmantes, y el SIDA amenaza con deshacer todos los progresos económicos y sociales logrados hasta el momento. Los ciudadanos comienzan a presionar al gobierno al sentirse desilusionados y descreídos de las supuestas ventajas que traería consigo la ortodoxia económica, y reclaman entonces medidas más radicales. COSATU - el sindicato más importante y miembro de la coalición del gobierno- desaprueba la política económica de Mbeki, aduciendo que la sociedad, en su conjunto, en particular la clase obrera y los pobres, soportan los costos de su política económica conservadora -en consecuencia intensifica las huelgas. El ínfimo crecimiento económico no alcanza para reducir el desempleo. La afluencia de inversión extranjera ha sido decepcionante y la libertad de circulación de capitales ha facilitado que muchas multinacionales surafricanas trasladaran sus sedes a otros países. Los avances en el terreno redistributivo también fueron muy tímidos: sólo el 2% de la tierra se ha transferido a los negros, del 30% prometido.

Pese a los escasos resultados, la opinión más generalizada, como mencioné anteriormente, es la de que la gestión de Mbeki ha sido relativamente satisfactoria. Los analistas consideran que su gobierno es uno de los más eficaces y menos corruptos del continente. Pero esa imagen comenzó a derrumbarse. Incluso el FMI, el mayor promotor mundial de la disciplina fiscal, consideró que era necesario un cambio de estrategia, y propuso que Sudáfrica se endeudara y gastara más. Lo demandaba la grave crisis social y lo permitía la buena trayectoria del gobierno y la moderada deuda pública (menos del 30% del PIB).

A pesar de todo, el partido de Nelson Mandela goza aún de la confianza de la población negra (tal vez por lo que significa para ellos la imagen y las opiniones de ese líder verdaderamente carismático) y Thabo Mbeki ha logrado hacerse de una imagen de hombre de estado. El prestigio del ANC, sin embargo, se ha visto un poco afectado por la querella que ha provocado la publicación del informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Aparte de las atrocidades y torturas cometidas por la policía en tiempos del "apartheid", la comisión ha investigado acerca de la represión llevada a cabo en las filas del mismo ANC, en el extranjero, sobre los militantes sospechosos de ser agentes dobles. El ANC ha reprochado a la Comisión su mala fe, aunque finalmente Mandela terminó por aceptar el informe.

A modo de conclusión, sostengo que es totalmente imprevisible el porvenir de Sudáfrica. La magnitud de sus cambios y la particularidad de su estructura socio-económica no pueden generar más que incertidumbres sobre su futuro: Es un país polarizado, con desigualdades y desequilibrios, que sufre una grave crisis sanitaria y cuenta con diversos focos de conflicto. Es una joven democracia cargada de ilusiones, rica en recursos y relativamente estable política y económicamente. Su futuro está condicionado por las oportunidades y por las amenazas externas. Sin embargo, es posible una visión optimista si se toma en consideración el éxito logrado en la tan difícil transición política que debió afrontar. Mandela afirma que siempre es más fácil llamar la atención sobre los errores y problemas, porque son más perceptibles, sobre todo cuando son ajenos. Además, a la hora de cuestionar el accionar de Mbeki habría que considerar la dificultad de su trabajo y sus enormes responsabilidades: Se hizo cargo de un país en crisis, y debió ocuparse de consolidar las instituciones y organizaciones de una democracia en construcción, además de liderar el desarrollo del continente más desastroso del mundo.

Sostengo, además, que la necesidad actual es educar a las nuevas generaciones de sudafricanos en la convivencia, la solidaridad y la integración, además de eliminar el enfrentamiento existente entre quienes se adaptaron finalmente al cambio político y cultural iniciado en el país y quienes aún se reconocen como conservadores. No puede saberse hacia dónde va la política interior surafricana. La batalla "pos-apartheid" recién comienza, y tal vez sean necesarias varias generaciones de nativos y una educación integradora para borrar el estigma racial. La sociedad surafricana continúa aún buscando solucionar uno de los más confusos problemas raciales, consecuencia de su propia evolución económica y cultural. Y a esa misión se avocan hoy todos los esfuerzos.

Como reflexión final, me remito a las citas que incluí en el comienzo del trabajo para indicar que la humanidad siempre conoció, a lo largo de toda su historia, conflictos entre diferentes sectores de una misma sociedad, que han ido variando con el transcurrir del tiempo, tomando características diferentes que los han hecho propios de sus épocas. También con ese transcurrir han ido cambiando las explicaciones que se les han dado a los mismos, desde las míticas, pasando por las religiosas, hasta llegar a los planteos científicos de la actualidad. Explicaciones que, en boca de uno u otro de los bandos, han servido simplemente como justificativo para el mantenimiento de divisiones sociales sin sentido real.



BIBLIOGRAFÍA:

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Wauthier, C., "Sudáfrica después de Mandela" en Le Monde Diplomatique, ed. Española, junio, 2000.



Notas:

1) Guru, Gopal, El Apartheid oculto en la India. http://www.unesco.org/courier/2001_ 09/sp/doss22.htm

2) Ibidem

3) Levi-Strauss, Claude, Race and History, p.7, 5º edición, UNESCO, 1961.

4) Ki-Zerbo, Joseph, Historia del África Negra. Alianza, Madrid, 198

5) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, cap.II.

6) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, cap.II.

7) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, cap.II.

8) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, cap. III.

9) Ki-Zerbo, Op. Cit.

10) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, p. 27.

11) Volio Jiménez, Fernando,...Apartheid, prototipo de discriminación racial, Universidad de Costa Rica, 1971, p. 13.

12) Guimón, J., "La complejidad sudafricana", en Papeles de cuestiones internacionales Nº 76. Centro de investigación para la paz, Madrid, 2001.

13) Guimón, J., "Un prisma distinto para afrontar los retos de África". Entrevista a Thabo Mbeki, presidente de Sudáfrica, en Papeles de cuestiones internacionales Nº 76. Centro de investigación para la paz, Madrid, 2001.