Latinoamérica
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Heinz Dieterich
Rebelión Toda revolución triunfante tiene dos enemigos mortales: el bloqueo
externo de la contrarrevolución internacional y el bloqueo interno por la ineficiencia
de los recursos humanos.
El factor humano es decisivo en todo proceso productivo, nos enseñó la economía
política de Karl Marx hace siglo y medio. Esa verdad se extiende, por supuesto,
al mayor proceso de producción que la voluntad e inteligencia humana pueda emprender:
la construcción revolucionaria de una nueva sociedad a partir de las estructuras
y dinámicas de la existente.
La tarea consiste en crear, desde el software y hardware del antiguo régimen,
un nuevo software y hardware cualitativamente diferente y superior al original.
Ser eficiente en esa tarea significa disponer de la facultad de lograr el efecto
deseado, la nueva sociedad.
En este sentido "eficiencia" tiene tres referentes: 1. abarca la capacidad de
comprender los potenciales y límites de la situación revolucionaria; 2. presupone
la eficacia de la razón instrumental, capaz de optimizar la relación entre medios
y fines y, 3. respeta los señalamientos de la ética de la vida, la ética material.
El bloqueo interno a la creación de la nueva sociedad ---profundamente analizado
por Lenin en su discusión de la burocracia zarista y el bolchevismo, por Mao
en el problema de la burocracia, del gran salto adelante y la revolución cultural
y por el Che en sus reflexiones sobre el hombre nuevo y el trabajo voluntario,
entre tantos otros líderes de la transformación profunda planeada--- es el resultado
de diversos factores del antiguo régimen.
En Venezuela, por ejemplo, el régimen bi-oligárquico de socialdemócratas y socialcristianos
generó durante décadas una cultura sociopolítica y laboral de enorme esterilidad
productiva. Nutriéndose de la renta petrolera, los respectivos gobiernos fomentaron
una cultura del trabajo departamentalizado y verticalizado que en muchos aspectos
es reminiscente de la matriz mental generada en los trabajadores del socialismo
realmente existente.
Al estilo de los movimientos terroristas, el proceso de trabajo se dividió en
pequeñas células, fuera de las cuales nadie conoce ni se hace responsable del
trabajo de los demás. Esta segmentación es un caldo de cultivo para el pensamiento
en pequeños feudos propios, la envidia y el sabotaje al éxito del otro, que
se convierten en pérdidas enormes de productividad.
El elemento clave de la eficiencia neuronal humana es la conectividad entre
los elementos particulares del sistema. El sistema bi-oligárquico atentaba precisamente
contra esta estructura de organización, combinando la anarquía de los microniveles
con una excesiva verticalización formal, que hace imposible la flexibilidad
de la gestión empresarial e institucional que la economía y sociedad del siglo
XXI exigen.
Esa verticalización de las estructuras laborales, con el correspondiente desentendimiento
de los empleados de sus responsabilidades para con el buen funcionamiento de
la macroinstitución, se ha convertido en un fuerte freno al desarrollo de la
eficiencia de la revolución bolivariana.
Las infladas capas de empleados de cuello blanco, acostumbrados a reproducirse
en las agradables condiciones laborales de los archipiélagos aireacondicionados
urbanos de la capital, sostenidos por el abundante flujo de los petrodólares,
no sólo absorbían partes considerables del excedente económico requerido para
actividades productivas, sino fungieron como un sistema esclerotizante sobre
todo el cuerpo productivo de la sociedad.
Un ejemplo de esa cultura parasitaria fue la empresa estatal petrolera PdVSA
que después del segundo golpe de Estado de la oligarquía, el estrangulamiento
petrolero, dio de baja a 17,000 empleados implicados en la asonada. Hoy día,
produce lo mismo que antes del sabotaje, pero con 15,000 empleados superfluos
menos.
La escasa diversificación de las fuerzas productivas de la economía venezolana
de monoproducción; la criminal desatención de la oligarquía de las necesidades
educativas del pueblo, así como una política de corrupción endémica y de clientelismo
generaron obstáculos casi infranqueables para la construcción de una democracia
participativa, tal como pretenden las vanguardias del proceso.
A esa cultura heredada de la antieficiencia, de la irresponsabilidad laboral,
de la falta de iniciativa y de la búsqueda exclusiva del beneficio propio, se
agrega el obstáculo de los caballos de Troya, oportunistas e infiltrados del
antiguo régimen, en las instituciones que deben conducir el proceso de cambio.
Desde el interior del proceso de transición sabotean para hacer fracasar la
transformación social, aprovechando las superestructuras legales, políticas,
económicas y militares del antiguo régimen.
Luis Miquelena, quien ocupó un sinnúmero de funciones y puestos importantes
dentro del proceso, fue uno de los camaleones de este tipo. Miquelena potenció
durante sus años en el chavismo el desarrollo de la corriente de derecha dentro
del chavismo.
Era el interlocutor que hablaba en nombre del gobierno con los grandes capitales
nacionales e internacionales. Cuando hubo choques entre la corriente revolucionaria
del chavismo, encabezada por el Presidente, y sectores más moderados, Miquelena
actuó como muro de contención.
La ruptura se dio con la aprobación de las leyes de la reforma agraria y de
hidrocarburos, a la cual Miquelena se opuso, presionado por Estados Unidos.
Es entonces, cuando sale de gabinete. Al darse el golpe de Estado de abril del
2002, se pone públicamente al lado de los golpistas.
Otro ejemplo de los recursos humanos que estuvieron cercanos al Presidente Chávez,
sin compartir ideológicamente o políticamente su proyecto, es el general Manuel
Rosendo. Rosendo escaló posiciones hasta llegar a ser jefe del Comando Unificado
de las Fuerzas Armadas (CUFAM), que convirtió en uno de los centros del golpismo.
Rosendo fue el responsable de que no se activara el plan de contención de los
golpistas, el 11/12 de abril del 2002.
Desde entonces ha estado conspirando con militares entreguistas, muchos de ellos
entrenados en la Escuela de las Américas, y se le acusa haber sido coautor del
Plan Guarimba, último intento de subversión del proceso, ejecutado a partir
del 27 de febrero del presente.
El tercer ejemplo de esos caballos de Troya es el de Milos Alcalay, exembajador
de Venezuela ante la ONU. Durante 32 años sirvió de manera rastrera a los gobiernos
de la oligarquía. Durante el gobierno actual mantuvo la misma actitud. Por ejemplo,
siempre saludaba al Presidente Hugo Chávez con el saludo militar, "Mi Comandante",
cuando el es diplomático de carrera y no militar.
En febrero de 1989, cuando el gobierno de Carlos Andrés Pérez provocó el Caracazo,
matando y desapareciendo a alrededor de dos mil civiles, no dijo ni una palabra.
Esa misma actitud rastrera la mostró durante el golpe militar contra Hugo Chávez.
El 12 de abril, Alcalay envió un fax al gobierno de facto, poniéndose a sus
órdenes e instigando por teléfono a varios embajadores para que se adhiriesen
al gobierno dictatorial de Carmona. En esos momentos hubo muertos, desaparecidos,
disolución de poderes públicos y violaciones a los derechos humanos, pero Alcalay
no protestó ni con una sola palabra.
Finalmente, cuando renunció en forma teatral al cargo de embajador ante la ONU,
ya no era embajador, porque había sido asignado a NOn.
la embajada de Venezuela en Gran Bretaña. Inclusive, una semana antes de su
renuncia se le había informado de dos investigaciones, abiertas contra él por
sospechas de corrupción administrativa durante su gestión en las embajadas venezolanas
en Brasil y ante la ONU.
Cuando se entera de que se han descubierto desvíos de fondos por decenas de
miles de dólares bajo su gestión, renuncia por la supuesta violación de los
derechos humanos en Venezuela, durante el último golpe de Estado de febrero,
a fin de salvar su imagen y su "pellejo".
En sus intentos por superar el cuello de botella de cuadros profesionales de
alto nivel, de comprobada ética y de compromiso con la transformación social,
la Revolución se ha beneficiado de dos elementos: el fracaso del golpe militar
y la ayuda de la Revolución Cubana.
Los grandes proyectos de avance social, como de educación, de salud pública,
de alfabetización, y de la de activación del campo, que en Venezuela se llaman
"Misiones", han podido desarrollarse a una velocidad vertiginosa, entre otros
factores, por el apoyo de Cuba.
La enorme experiencia cubana en los campos mencionados ha permitido superar
el cuello de botella de los cuadros comprometidos, con la asimilación de esas
experiencias, métodos y cuadros humanos, en la tierra de Bolívar. Actualmente
hay alrededor de diez mil jóvenes venezolanos que se perfeccionan en instituciones
profesionales y educativas en la isla.
Si esa simbiosis entre las dos revoluciones latinoamericanas ha sido fundamental
para su sobrevivencia, el golpe de Estado de abril del 2002 sirvió como un gran
filtro que dejó claro en menos de 36 horas, quienes eran los contrarrevolucionarios
que militaban en las filas chavistas y quienes eran los auténticos cuadros del
cambio.
El propio Presidente se mantuvo firme durante su secuestro y se negó a dimitir,
lo que fue un factor clave en la posterior derrota de la subversión. Oficiales
como los generales García Carneiro, hoy, Ministro de Defensa; Raúl Baduel, hoy
Comandante del Ejército; Wilmar Castro, actual Ministro de Producción y Comercio
e innumerables otros oficiales con sus tropas, como el actual comandante de
la Policía Militar, Montilla Pantoja, se definieron a favor de la Revolución.
Así mismo, civiles como el abogado, poeta y diputado Tarek William Saab, quien
estuvo a punto de ser asesinado por una turba encabezada por sujetos vinculados
al complejo militar- industrial sionista; Aristóbulo Istúriz, Ministro de Educación;
Freddy Bernal, alcalde del Municipio Libertador y su mano derecha Amilcar Figueroa,
entre otros miles y miles de cuadros del pueblo, se perfilaron como protagonistas
de las futuras etapas de construcción bolivariana.
La Revolución venezolana, que el Presidente Chávez suele llamar también, "Misión
Cristo", ha entrado en su fase decisiva, debido a que su carácter antiimperialista
la hace incompatible con la política guerrerista del neofascismo global.
La capacidad de la revolución de generar cuadros capaces de trabajar en redes
de profesionalismo y solidaridad, superando la anarquía e ineficiencia que todavía
caracterizan a ciertos sectores del Estado y de la sociedad venezolanas, será
crucial para derrotar a las fuerzas destructivas del imperio y de la oligarquía.
Porque el ser humano es la fuerza decisiva en todo proceso de producción: en
el campo, en la fábrica y en la revolución.