Algo más que ocho mentiras

(apostilla a un artículo de Pascual Serrano)

Antonio Maira
Cádiz Rebelde

El País vuelve a las andadas
Después de varias semanas de relativa tregua –El País necesitaba recuperar la credibilidad muy dañada por su apoyo expreso a los sucesivos procesos golpistas- los medios de Prisa han vuelto a la carga contra el gobierno democrático y popular de Venezuela.
Pascual Serrano, en un artículo titulado
"Las ocho mentiras de un editorial de El País sobre Venezuela", ha analizado las falsedades que subyacen en el conjunto de juicios de valor que realiza este órgano de Falsimedia en un editorial del día 8 de marzo titulado "La caldera venezolana".
Serrano –que responde inmediatamente a la publicación del editorial- se queda inevitablemente corto. La manipulación de El País que –hay que recordar para evaluar las falsedades en su conjunto- apoyó descaradamente el golpe del 11 de abril que encabezó formalmente, como presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona, y también el lock out empresarial y sabotaje petrolero de los meses de diciembre de 2002 y enero siguiente dirigidos por los mismos golpistas personales e institucionales de abril, está muy bien definida en el discurso global de ese editorial. También está anticipado y enmarcado por el artículo "Venezuela bajo el volcán", publicado precisamente el día 7 de marzo, un gigantesco monumento a la falsedad escrito por ese individuo, gran estrella del periódico, que es desde hace ya muchos años la "infame versión final" del peruano Mario Vargas Llosa.
Vayamos al discurso global contenido en "La caldera venezolana" sin más atención a ese prólogo infame e indigno que ya he mencionado.
El País constata el clima de confrontación en Venezuela, "que empuja al abismo" y que, según el periódico, tiene dos causas, una general, relacionada con la presencia personal de Chávez en la presidencia, y otra coyuntural vinculada a la decisión de las autoridades electorales de cuestionar la validez de un tercio de las firmas recogidas por la oposición para promover un referéndum revocatorio contra el presidente.
El País no admite, ni como duda, la existencia de un fraude en la recogida de firmas pese a que la información documental de ese fraude ha sido reiteradamente ofrecida por el gobierno venezolano a los medios de comunicación nacionales e internacionales, y a que nada menos que 630.000 firmas –que han sido intervenidas por la propia oposición y consideradas válidas- han sido anuladas nada menos que por ser atribuidas a ciudadanos ya fallecidos, a menores de edad y a extranjeros. Las 870.000 firmas dudosas –cuyas planillas también han sido ofrecidas a la verificación de los medios internacionales- correspondientes a las llamadas "planillas planas" han incurrido en graves anomalías: la misma mano ha rellenado los datos de varios supuestos firmantes y o ha firmado por varios de ellos.
Con esa premisa absoluta de la inexistencia de fraude –que rechaza información fundamental comprobable- El País construye un discurso absolutamente cínico y tramposo. En primer lugar el Consejo Nacional Electoral –cuyos elementos probatorios y de juicio están al alcance de Falsimedia- no ha actuado con imparcialidad porque en él "Chávez tiene la mayoría" y ha decidido "con el aval de las Fuerzas Armadas".
Es obvio que El País sólo consideraría imparcial una resolución que hubiese aceptado sin reservas la validez de las firmas presentadas: "A medida que era claro que la oposición recogería sin problemas los 2,4 millones de firmas". Lo cierto es que la propia oposición reconoció, según conversaciones grabadas entre sus líderes, la recogida de 1,9 millones de firmas. Lo cierto es también que la oposición retrasó durante varias semanas la entrega de las firmas recogidas, previsiblemente para la fabricación de las firmas ahora anuladas y de las planillas planas de firmas sometidas a revalidación por las autoridades electorales.
Curiosamente, El País sólo habla de fraude cuando se refiere al juicio de Chávez, no sobre la recogida de votos de una oposición doblemente golpista –cuyo honradez considera indiscutible el periódico-, sino sobre el propio "experimento" constitucional (así le llama El País al referéndum revocatorio que ha profundizado la democracia participativa en la constitución bolivariana). La manipulación y la desvergüenza son casi magistrales: "Pero a medida que era claro que la oposición recogería sin problemas los 2,4 millones de firmas (20% del electorado) necesarias para su convocatoria, el presidente se ha distanciado del experimento, al que ahora considera un fraude".
El País, que niega toda objetividad al poder electoral venezolano se lo otorga sin dificultad al Centro Carter y a la Organización de Estados Americanos (OEA). También miente en esto porque le atribuye a estos "mediadores" la calificación de las anulaciones y objeciones que el CNE le ha puesto a las firmas como "tecnicismos". En realidad ese juicio, que califica la resistencia legal a un fraude colosal como "tecnicismo", corresponde a las máximas autoridades de la Secretaría de Estado del gobierno de los Estados Unidos.

La fortaleza de Chávez en la defensa del derecho a gobernar que le ha dado el pueblo venezolano, y su resistencia a la intromisión descarada y continua de los Estados Unidos, merece el siguiente juicio del órgano más institucional –en sentido global- de la Falsimedia española: "El propio presidente encabeza esta dialéctica nefasta con intervenciones progresivamente incendiarias y un discurso conspirativo impropio del presidente". Para El País la entrega del proyecto bolivariano a la oligarquía venezolana así como la obediencia plena a los "amigos" del norte, es la conducta apropiada de un presidente.
La llamada a la intervención externa y al retorno al gobierno oligárquico aparece entre líneas en este órgano de Prisa: "Ningún país puede estar a merced de la calle. Menos si es el quinto exportador mundial del petróleo".
Una confrontación que según El País "conduce al abismo" tiene que ser resuelta de manera inmediata. Por eso la solución es la retirada de Chávez: "Ningún gobernante responsable debe permitir que un litigio sobre su persona escinda a los ciudadanos en dos bandos". Los ciudadanos deben ser gobernados por la oligarquía de siempre y unificados, en su opulencia o su miseria, por una buena policía.
Finalmente la dirección de El País concluye con la necesidad de que Chávez convierta un triunfo político en el primer escalón de una derrota por abandono: "La obligación de Chávez es abrir la válvula de escape constitucional que permita a los venezolanos sustanciar en las urnas la opinión que les merece su turbulento liderazgo".
Es decir, Chávez debe someterse ante el fraude y ceder ante el chantaje.