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Latinoamérica

OTRA VEZ EL PUEBLO HAITIANO HA SIDO ENGAÑADO

Comunicado del Comité Democrático Haitiano

El desenlace de la primera parte de la tragedia que se desarrolla en Haití desde hace ya bastante tiempo era previsible: la renuncia y la posterior salida de Aristide. Obviamente, los últimos acontecimientos no aclaran todo el panorama, pero ayudan a entender el rol de los EE.UU., Francia, Canadá, OEA, CARICOM, Plataforma Democrática y los rebeldes armados e inclusive el del propio gobierno de Aristide.
A todas luces, una vez más, los EE.UU. definieron una situación imponiendo la caída de un gobierno. Durante varias semanas, sus principales figuras demostraron confusión a partir de declaraciones contradictorias.
Primero querían mantener a Aristide hasta el fin de su mandato, pero luego cambiaron de parecer en los últimos días cuando fracasó el plan preparado por la comunidad internacional con la intención de formar un gobierno compartido entre Aristide y la oposición. Plan que había aceptado Aristide a pesar que limitaba enormemente su poder, pero que la oposición había rechazado. A partir de ahí, quedaba claro que el imperialismo no se había jugado a fondo, porque esa oposición no tiene agallas suficientes - como tampoco es su política - para oponerse a Washington. Las máscaras se habían caído, el circo había terminado, y las horas de Aristide en el poder se acercaban rápidamente a su final.
En efecto, con Washington que le había soltado la mano, cercado por hombres armados que amenazaban entrar en Puerto Príncipe para sacarlo, con sus policías que huían al escuchar el primer tiro, la suerte de Aristide estaba echada. Su única salvación hubiese sido un urgente llamamiento a sus partidarios en armas a defender su gobierno y denunciar al mismo tiempo los verdaderos propósitos del imperialismo y sus lacayos. Por el contrario, Aristide, fiel a su política de traición a los intereses populares, apostó todas sus fichas sobre Washington. Así, prefirió repetir como un loro que se quedaba hasta el final de su mandato en febrero de 2006, que estaba dispuesto a morir, y lo más lamentable: llamaba para salvar su pellejo a la intervención de una fuerza multinacional encabezada por los EE. UU.
Comportamiento totalmente ridículo cuando Washinton ya había tomado la decisión de sacarlo de la escena.
Ceguera política, desubicación, límites políticos, cobardía, traición política, no sé cuál de todos estos factores tuvo mayor peso en ese comportamiento de Aristide, seguramente hubo un poco de cada uno.
En cuanto a su gobierno, no surgió ninguna cabeza lúcida capaz de plantear la única alternativa para evitar la hecatombe. Al contrario, todos sus ministros, secretarios, etc. acompañaron a Aristide repitiendo las mismas fórmulas tan inoperantes como vergonzosas para un Movimiento que se reclamó siempre del campo popular.
No sé si el Movimiento Lavalas desaparecerá definitivamente de la escena política haitiana, pero si quiere sobrevivir tendrá que operar un giro de 180º . Insisto tanto sobre el Movimiento Lavalas, porque es necesario sacar rápidamente las conclusiones o lecciones de su rotundo fracaso. Lo digo así porque entiendo que la oposición no está ofreciendo nada mejor. Vale entonces repetir ahora una postura que sostuve siempre: el imperialismo es el árbitro de la situación en Haití, maneja todas las cartas que hoy tienen algún poder de decisión, por ende hace falta urgentemente la creación de una organización política revolucionaria para no seguir siendo furgón de cola de proyectos armados por el imperialismo, los burgueses y socialdemócratas.
Una primera reflexión acerca del movimiento armado se impone. En primer lugar, los EE.UU. no hicieron nada para combatirlo. En segundo lugar, su comandante, el ex Comisario Guy Philippe, había declarado que no había atacado Puerto Príncipe porque había leído en Internet que los EE.UU. habían solicitado a los rebeldes de detener la ofensiva sobre Puerto Príncipe y a Aristide de tomar su responsabilidad. Por lo tanto, él había juzgado oportuno dar una oportunidad a la paz.
Por último, su posición fue más clara luego de la noticia confirmando la salida de Aristide, pues Philippe declaró que esperaba la llegada de la fuerza multinacional y ofrecía su colaboración a todas luces. No se trata de un comportamiento antiimperialista y a favor de la liberación, pues avala una ocupación del país. Actitud que confirma los informes que señalaban a su movimiento armado como una creación yanqui.
En ese contexto, es evidente que el pueblo haitiano ha sido una vez más víctima de engaños. Puso los muertos, sufrió todas las penurias derivadas de la crisis, y todavía no tiene una organización capaz de dirigir la lucha en defensa de sus intereses.
Sin embargo, más allá de esa nueva realidad, el levantamiento popular armado logró la partida de Aristide, es decir se cumplió uno de los primeros objetivos de la rebelión. Ahora la lucha ha de seguir para que haya un gobierno popular y no tener en el Palacio Nacional a Boniface Alexandre con el embajador norteamericano, James Foley, atrás dictando lo que se tiene que hacer. Además hay un país en ruinas, una sociedad que se encuentra en el abismo, un sistema político y económico que estalló en mil pedazos. La solución no provendrá jamás de una ocupación sino del triunfo de la lucha por la liberación nacional y social construyendo una sociedad más justa y destruyendo las estructuras de dependencia.
Por todo ello, la lucha ha de seguir; sobre todo con aquellos que lucharon con las armas en las manos en distintos lugares del país independientemente del imperialismo y para un verdadero cambio. A 200 años de la Proclamación de la Independencia de Haití, sería una traición a la memoria de nuestros próceres no confiar en la capacidad del pueblo haitiano para vencer todos los obstáculos por más enormes que parezcan. Hay un camino abierto : el del levantamiento popular armado. Hay una crisis imposible de ser resuelta en el marco del régimen de dependencia; por ende no queda otra alternativa que la de depurar el Movimiento Popular de los falsos justicieros y desarrollar una estrategia revolucionaria para la conquista del poder aprovechando también el estallido de las contradicciones entre los enemigos del pueblo. La revolución haitiana es posible y es imprescindible.