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Latinoamérica

10 de febrero del 2004

La moneda cubana tiene actualmente una baja cotización en el mercado "progre" del Uruguay. Hay mucha gente apurada -tienen tiempo hasta octubre- por limpiar en pocos meses el prontuario de tantos años de simpatías revolucionarias
Emigraciones

Gonzalo Solari
Rebelión

Que la excesiva cercanía sea enemiga de la perspectiva y la distancia su aliada, es algo absolutamente incontrovertible. Esta reflexión en voz alta nace de esa convicción. No pretende catonizar y mucho menos convencer a nadie de sus bondades.

La obstinada tarea que me guía es la de observar el continente latinoamericano y nuestro país, el Uruguay. Lo hago con los ojos que me traje de allá hace tantos anos, los del sur. La mirada, a diferencia de muchos compatriotas alienados y domesticados por este norte en el que abrimos cotidianamente los ojos, es también sureña.

El Uruguay, tacita de plata en la que tantos nadadores expertos continúan naufragando, se encuentra en una situación dramática. Ha habido una perversa democratización de la sociedad. Lo que no lograron los tupamaros - algunos de ellos arrellanados actualmente en cómodos sillones parlamentarios - lo consiguió el capitalismo salvaje de la dictadura militar y de los gobiernos blanquicolorados a los que hoy, patéticamente, el progresismo trasnochado del Frente Amplio les hace de contrapunto.

No es una democratización hacia arriba. Viniendo de donde viene, claro está que la leche está cortada y se ha vuelto agria para todos. En la volteada cayó también la burguesía vernácula, cuyos hijos, otrora clientes de los exclusivos colegios privados, comparten ahora la escuela pública con los últimos orejones del tarro que aún no han sido expulsados del sistema escolar.

En ese contexto, la emigración ha constituído una indudable válvula de escape, capaz de reducir la tensión de una situación insostenible. Con la sordidez y la absoluta falta de moralidad que caracteriza el servilismo de algunos autodenominados intelectuales, Carlos Maggi, figura provincial de esas que tiran la toalla de su prestigio en la Barra de Santa Lucía, dijo:"Cuando un uruguayo se va, es como si se abriera otra fábrica."

Huele demasiado feo como para no echar encima un manto piadoso y seguir de largo.

Esa actitud se vincula con otra emigración que está asolando el Uruguay. Es una emigración mucho más grave y peligrosa por su carácter sibilino. No comporta necesariamente el recurso a la valija y el pasaporte y suele ahorrar los llantos a moco suelto en el aeropuerto. Es, duele decirlo, una emigración moral.

Es así que asistimos cotidianamente al florecimiento de una fauna variopinta de periodistas y escritores "doloridos", no de las miserias que los circundan sino de lo que ocurre en una isla caribeña y lejana que, les guste o no, constituye un baluarte de dignidad continental que no encontrarán en su - nuestro - país.

Cantores que improvisamente se vuelven prudentes y domesticados, avaros a la hora de apoyar causas por las que en el pasado, como en un gran juego familiar, invitaban a sus amigos a firmar.

Artistas e intelectuales que firmaron junto a mí la carta que se le enviara a Jorge Batlle por la nuera del poeta Juan Gelman y que si se trata de hacerlo por Cuba se "borran".

La moneda cubana tiene actualmente una baja cotización en el mercado "progre" de la Banda Oriental. Hay mucha gente apurada - tienen tiempo hasta octubre - por limpiar en pocos meses el prontuario de tantos años de simpatías revolucionarias.

Los líderes progresistas prometen cargos a quienes no les ahuyenten el electorado moderado, vestidito nuevo que acaban de estrenar y por el que sienten un legítimo orgullo. Y entre "dolorcitos" y silencios cómplices, todos se preparan para el gran banquete oficial."Habrá migajeo para todos lo que se porten bien", prometen los capataces.

Senadores a los que yo, como tantos compatriotas, respeto por un intachable pasado fraguado en luchas sociales, que levantan en esa farsa colosal que es el parlamento uruguayo, una manito fláccida allí donde antes hubo un puño crispado.

Se me objetará que el país no es el de treinta años atrás. Acepto la objeción y la refuerzo agregando que tienen razón. En efecto, el Uruguay de hoy es muy diferente al de 1971. Es espantosamente más pobre, más injusto y más inviable como país. Es simplemente peor.

En este panorama desolador, ¿cuál es el ancla que una fuerza política puede, desde la izquierda, lanzar a un pueblo que siente en la nuca el aliento del naufragio?

Creo que antes que nada debe ser un mensaje moral forjado en la solidaridad y no en la claudicación. El pueblo debe sentirse respaldado en sus reclamos de justicia económica, humana y social, sabiendo que las figuras institucionales que lo representan están de su lado y no del otro, prendidos del teléfono - como ocurrió con Arana en medio de la huelga municipal - llamando a las fuerzas represivas para ahogar con el garrote los justos reclamos de los trabajadores ante su política negrera. Si el señor Arana y su patota de directores tuvieran un móvil altruista que fuera más allá de la saciedad de sus apetitos individuales, no le exigirían a ningún compañero un esfuerzo que ellos no fueran capaces de realizar. Cuando los directores rompehuelgas tienen que entrar por puertas especiales, significa que existe sobre todo una fractura moral, una distancia incolmable entre lo que se dice y lo que se hace. Y esto el pueblo lo percibe.

"Armémonos y partan" es un eslogan que tiene sus patas tan cómodas para el que lo pronuncia como cortas para el que lo recibe.

Esa era la fuerza moral del Che. Nadie habría podido jamás poner en duda que lo que lo movía era una innata capacidad de entrega por los demás. Lo "único" que poseía cuando lo mataron, fue lo que nos legó: un ejemplo de moralidad y coherencia, junto a una poblada biblioteca que dejó a su familia en Cuba.

Los jóvenes más que nadie, son extremadamente sensibles y receptivos a este mensaje. Después de todo, ¿qué fue lo que determinó en nuestra adolescencia que dobláramos a la izquierda y no a la derecha en ese gran cruce ideológico en el que nos sumieron las contradicciones sociales y políticas de nuestro país?

Marx, Engels, Guevara, el imperialismo, el colonialismo y todo el bagaje teórico que cada cual fue ampliando como quiso y pudo, eran en ese momento una alforja demasiado pesada para nuestras espaldas juveniles. Cuando decidimos de qué parte estar, lo hicimos guiados por sentimientos de pureza y altruísmo que ciertamente no podíamos encontrar en la - ya entonces evidente - descomposición de los partidos tradicionales.

Cuando en el congreso del FA, no se vota un tope máximo de 1500 dólares para los cargos del futuro gobierno progresista, se le hace con ello honor al nombre: progresará el malón de oportunistas y parásitos que esperan su carguito de confianza en la cola y se joderán los de siempre viéndola pasar. Esta lógica ha guiado históricamente la acción de los partidos tradicionales. Blancos y colorados se han repartido las riquezas de nuestro país, en el que el límite entre el patrimonio público y el privado lo imponía siempre este último a través del caudillejo de turno. En el interior esto asumía ribetes grotescos y todo quedaba a la merced de estas bandas autodenominadas partidos.

Si las cúpulas de la izquierda renuncian a ese patrimonio moral que es el único que no tiene ni podrá tener cabida en los partidos tradicionales, ya que entraría en conflicto con la íntima razón de ser de estos últimos, el pueblo tendrá que encontrar otras formas de organización capaces de prescindir de estas escorias. Quien tiene responsabilidades de gobierno en una fuerza política de izquierda, debe ser el primero en sostener que él debe estar al servicio de la estructura y no al contrario, que su tarea es antes que nada una gratificación moral, pues ha recibido del pueblo la confianza que lo transforma en un engranaje de la máquina encargada de destruir una sociedad obsoleta y corrupta y que esa enorme tarea de edificar un país más justo, no le da derecho a sueldos de privilegio. Esto sucede en el capitalismo y como decía el Che, "a éste no se lo puede combatir con sus propios fetiches".

Estas no son utopías. Dependen de nosotros y de la relación de fuerzas que seamos capaces de instaurar.

Así como la delicia y la crispación del amor se vuelven caricaturescas si llegan a los cincuenta años, del mismo modo una sociedad dispuesta a cambiar, no puede optar por quienes le ofrecen, desde lo que ellos denominan progresismo, un horizonte recortado por la impunidad, la deuda externa, la subordinación al poder militar y el amiguismo.

De esta comparsa de biblias y calefones, después de pasar por el colador los blancos y colorados que se están mudando antes del cierre, nos queda el respeto por el pasado de muchos integrantes de la coalición. Gente a la que nadie le puede reprochar el no haberse jugado con nobleza. Allá lejos y hace tiempo...

"El alma de fuego bajo la ceniza de los años es una metáfora literaria, desgraciadamente incierta. La ceniza ahoga a la llama y protege a la brasa. El ingenio es la llama; la brasa es la mediocridad."

Esto decía ese gran filósofo argentino llamado José Ingenieros, maestro de juventudes.

Si pudiera reaparecer por un instante y escuchara a nuestros respetables parlamentarios con pasado guerrillero, no dudo que, tocándoles el hombro fraternalmente les diría con infinita tolerancia: "Abuelito, vaya a dormir que es tarde..."

* Gonzalo Solari es guitarrista. Arezzo (Italia)-Febrero de 2004