Este gobierno ha escrito su propio epitafio porque, en la nave principal, se ha desatado el nudo gordiano de la corrupción. Toledo y sus amigos palaciegos tienen que irse ahora mismo porque si continúan un día más al frente del país caeremos en la anomia y la ingobernabilidad. Si tiene dignidad y vergüenza debe renunciar y convocar a elecciones.
Resulta imposible aceptar que Alejandro Toledo ignorase las conversaciones que César Almeyda, uno de sus hombres de mayor confianza, además de consejero legal, realizaba con personajes vinculados a la mafia fujimontesinista. Es como si creyéramos que el fugitivo Alberto Fujimori Fujimori desconocía lo que Vladimiro Montesinos realizaba al frente del Servicio Nacional de Inteligencia.
De todo lo acontecido en estos últimos días hay un hecho muy grave y que los acólitos y escribas afines del peruposibilismo tratan de soslayar. Almeyda se reunió con el cajero de Montesinos, el general Oscar Villanueva Vidal, para pedirle plata a cambio de favores en el Poder Judicial y obtener información relativa a miembros de la mafia fujimontesinista. Y la prueba de todo esto es el audio, que por fin apareció. Almeyda, al respecto, ha dado hasta tres versiones con el propósito de confundir, siguiendo una vieja recomendación de los manuales de inteligencia. Pero ni siquiera esa conseja evitará que finalmente salga a la luz la verdad y se confirme que el presidente Toledo y el ex ministro Olivera estaban al tanto de todo.
Por eso, la actitud de Juan Carlos Tafur y Catherine Lanceros, entre otros periodistas, es encomiable. El periodismo, como ciencia social que es, tiene como razón de ser la búsqueda de la verdad y combatir la mentira. Resulta lamentable, pues, que algunos ventrílocuos oficialistas argumenten que, al desenmascarar la corrupción gubernamental, la prensa hace de caja de resonancia de la mafia. Y más aún, cuando afirman que si existe un núcleo de corrupción éste se encuentra en el Poder Judicial y no en el gobierno.
Si se está perdiendo la guerra contra la corrupción es por la incompetencia de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Y de muy poco consuelo sirve sostener que la mafia fujimotesinista tiene recursos y todo el tiempo del mundo para intentar desestabilizar esta frágil democracia. Entonces ¿por qué no se van?