Latinoamérica
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Coletillas al Margen
Que se vayan todos
Carlos Angulo Rivas
RODELU
La incansable frivolidad
Los mismos actores de la crisis política existente no pueden ni deben tratar de resolverla, pues nadie les creerá. Ellos están moralmente impedidos, desprestigiados y desautorizados por la inmensa mayoría de la población. En consecuencia, seguir con la cantaleta de fomentar la gobernabilidad, consolidar las instituciones y defender el Estado de Derecho a través de la transición hacia la democracia resulta excesivo, una vulgar mentira. En un Estado putrefacto como el actual, ni los poderes públicos ni las instituciones ni los partidos políticos valen una migaja sobre la mesa. El manido recurso de crear una crisis ministerial como solución, cada vez que brota la pus del tejido enfermo, constituye una burla al país y trasluce la incompetencia del gobierno en todas sus instancias, ejecutivas, legislativas y judiciales.
Un gabinete conversado, multipartidario, de tecnócratas independientes o como quiera llamársele, simplemente es un farsa montada por quienes de manera alguna piensan salvar la institucionalidad, tal como vociferan, sino mas bien la ubicación privilegiada que en ella tienen. La repetición del esquema anterior, de Dañino y Kuczynski (ministros importados, tecnócratas e independientes); de Luis Solari, gabinete partidario con independientes escogidos; de Beatriz Merino (tecnócrata independiente) y de Carlos Ferrero furibundo ex fujimorista, hombre de los consensos con Dios y con el diablo, que a duras penas tiene tres meses como primer ministro con dos bajas escandalosas cuando recién estrenado, son, a excepción del primero, gabinetes ministeriales producto de las dificultades y los embrollos.
Ahora los mismos actores han convertido el escándalo César Almeida, que involucró al gobierno y, particularmente, a Alejandro Toledo con la corrupción, revelando extraños nexos con la mafia de Fujimori y Montesinos, en una crisis ministerial como si esta fuera la única fórmula de salida del lodazal o la medida indispensable de salvar un barco a la deriva, listo a sumergirse en las profundidades del océano. Nada más falso.
La revancha de APRA
Y aunque parezca paradójico el paso atrás de Olivera y el FIM, para dar cabida a ese tan reclamado gabinete independiente, no significa la superación de la profunda crisis moral en la que todos están envueltos. Habida cuenta de la animosidad de Olivera contra el inefable sinvergüenza Alan García Pérez, quien como estaba pensado regresará con aires de Mesías este 22 de febrero, la suerte del FIM estaba echada en medio de la enésima crisis del gobierno de Toledo. Pero todo aquello es apenas un soplo de refresco para el caldeado ambiente del país. Pongamos los puntos sobre las íes. El Estado putrefacto no quiere ser cambiado, de éste, todos sacan tajada a buena merced; el gobierno tampoco y por supuesto menos se piensa en la disolución del Congreso para dar paso a una Asamblea Constituyente y la configuración de gobierno de emergencia nacional de un año d e plazo. Como es sabido, la gran mayoría del pueblo quiere que se vayan todos, pero todos ellos insisten en quedarse a como dé lugar, haciendo de Alejandro Toledo el estropajo necesario para sus propósitos futuros. ¿Acaso el APRA o la Unidad Nacional, apartados del Acuerdo Nacional por propia voluntad, desean integrarse al gabinete del exfujimorista Carlos Ferrero, ahora que el FIM ha dado un paso al costado? No, por supuesto que no. Ambos azuzan y desde la platea observan y esperan el descalabro total e irremediable de un régimen ilusamente pensado en la lucha contra la corrupción y el establecimiento de un Estado justo, soberano, sólido y respetado. En el Congreso no han sido capaces de restablecer el ordenamiento jurídico de la República, menos de contribuir con eficacia a la lucha contra la corrupción y la inmoralidad en la que todos están envueltos dentro del Estado putrefacto que recibieron, no sólo de la era Fujimori – Monte sinos, sino de la de Alan García y mucho más atrás, en esta enfermedad endémica del país.
La partida espera
Demás está mencionar la imposibilidad de la independencia en política, el hecho de no estar inscrito en un partido político no hace de la persona un ente sin opción doctrinaria, menos cuando ocupa un cargo de ministro en un gobierno urgido de decisiones. De esta forma, el gabinete conversado de independientes o tecnócratas es una salida simplona, poco inteligente, ridícula por el lado que se le mire, porque significa propugnar la autonomía de cada ministerio en razón de las ideas particulares de cada ocupante en virtud de su independencia y libertad de acción. En realidad, es propugnar o defender el caos sobre el caos existente; y ello no tiene sentido menos coherencia cuando se trata de gobernar una nación. Dejémonos de tonterías, los ministros podrán ser todo lo independiente que quieran pero no podrán irse por la libre sino someterse al gobierno de Alejandro Toledo y el camaleón Carlos Ferrero.
No hay salida pensaran muchos. Evidentemente no la hay en manos de los mismos actores. Ni Toledo va a renunciar, ni el Congreso lo va a destituir. Ni van a convocar a la Asamblea Constituyente ni nada; la clase política aventaja, usufructúa, explota, prospera y pervive dentro del Estado putrefacto, ése es su medio natural desde los inicios de la República. Entonces el hartazgo del pueblo los tiene que sacar a todos en una situación similar a la de Argentina, Bolivia o Ecuador, recién en ese momento se verán obligados a devolver al pueblo su derecho a elegir. Así de simple. Si el país realmente quiere cambiar, trabajo le va a costar. La indispensable convocatoria a una Asamblea Constituyente hacia la fundación de un nuevo Estado no va a salir de los actuales gobernantes y representantes, eso sería pedir peras al olmo. Estemos claros en este aspecto. La movilización popular es la única posibilidad real de salir de la enorme crisis política y social; sólo ella será capaz de obligar a quienes ostentan el poder, como un cheque en blanco hasta el 2006, a convocar a elecciones de la Constituyente, a la inmediata disolución del Congreso actual una vez aceptada la renuncia de Toledo o ejercida la facultad de destituirlo. El nombramiento de un gobierno de emergencia nacional deberá ser designado por la Asamblea Constituyente en pleno a término de funciones con la entrega del mando a un gobierno producto de elecciones generales con la nueva Carta Magna. De esta suerte, la finalización del régimen de Toledo, incluidas las funciones del incapaz Congreso Nacional, no tendrán encontronazos traumáticos ni serán un salto al vacío. Sería bueno realizar una revisión de los antecedentes históricos del gobierno de David Samanez Ocampo en 1931 y el nacimiento de la Constitución de 1933.
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