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Latinoamérica

Habló el buey y dijo…

Por César Samudio(*)


"¡He aquí la justicia!" ¡No, no, no! "¡Yo no soy buey de mi alteza!" ¡No, no, no! Y entonces, ¿qué diablos dijo? Dijo ¡mu!, lo único que saben decir los bueyes. Y es que según este viejo refrán español, del buey (toro domesticado) no se puede esperar una catilinaria o una rebelión —como la de la asna de Balaam— porque él, como el paisano mío panameño, siempre dirá ¡mu!; pero nunca será un ¡mu! para luchar o para protestar. Su muuu yacerá invariable, mustio, instintivo, una reafirmación de lealtad hacia su amo o, lo que es lo mismo, hacia el pienso que aquél le suministra cada día.
¿Y qué pasaría si alguna vez, como cuentan los apólogos populares, laicos o bíblicos, un buey con piel de hombre, huésped de la cuadra de los intereses creados, llegara a convertirse en juez de su propio amo? El fallo, pese a las expectativas, ¿acaso no resultará su invariable muuu mustio, instintivo, servil, de toda su vida? Sabed que el buey es buey y de él no esperéis ley, ni buena ni mala. Estemos al corriente que éste, como el paisano mío panameño, siempre dirá mu, pero no para luchar o para protestar, sino para seguir siendo buey, bueno, dócil y servicial. El buey seguirá siendo buey in secula seculorum, y cada vez que abra la boca dirá mu, aunque lo clonen, lo disfracen de sacerdote o de pretor o lo conviertan en una deidad.
Hay veces que los hombres, como los bueyes, se tornan mustios, predecibles y piensantes (que no pensantes). Porque observemos, entre otras cosas, como el muy venerable juez Brian Hutton terminó su show judicial con un muuu mustio, instintivo, que no hace más que reafirmar la lealtad de la muy cacareada justicia británica hacia Tony Blair, George Bush, las guerras imperiales y la impunidad internacional. El "Informe Hutton" ha resultado como un sepelio por separado de la moralidad e independencia que durante siglos han caracterizado al sistema judicial británico. En otras palabras, el amo de Hutton (Blair) no sólo ha resultado inocente sino también víctima de una patraña informativa de la BBC porque, según el inquisidor Hutton, "el encuentro del Dr. Kelly con Gilligan [periodista de la BBC que divulgó las falacias utilizadas por Tony Blair para justificar la agresión a Irak] no estaba autorizado y el primero pudo haber dicho al segundo más de lo que en realidad deseaba decir".
El pueblo británico, tan orgulloso de su sistema de justicia, esperaba que al final de esa investigación su venerable juez, por lo menos, dijera: "¡He aquí la justicia!" o "¡Yo no soy buey de mi alteza!" Pero, como dice el refrán, habló el buey y dijo mu. Porque resulta un soberano insulto a la inteligencia el hecho de que un periodista británico o un fiscal panameño, para denunciar conspiraciones palaciegas criminales (la agresión a Irak) o para demandar la ilegalidad de decretos o contratos prohijados por el Ejecutivo (Camino Ecoilógico), tengan que buscar una autorización previa otorgada por los mismos funcionarios públicos que tras bastidores promueven estas agresiones criminales a países subdesarrollados o que, como en el caso panameño, con mil subterfugios buscan convertir en letra muerta las normas que protegen el ambiente.
Yo nunca he estado, como los ingleses, tan orgulloso de nuestro sistema judicial. Pero siento que, como los ingleses, a veces la gente espera mucho de nuestros flamantes magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Hay, reconozcamos, magistrados que por lo menos, en momentos críticos, salvan su voto. ¿Pero qué podemos esperar cuando las acciones contra la ilicitud del Camino de la Muerte las tiene que decidir un magistrado que fue escogido no en el seno del mundo jurídico/académico sino en la oquedad de una asamblea legislativa que ha escenificado los más deplorables actos de inmoralidad y de corrupción de toda la historia republicana?
Y esto viene al caso porque mentira es que, por ejemplo, el rechazo a la demanda de nulidad interpuesta por el fiscal Giovanni Olmos para evitar la construcción del camino de concreto absurdamente llamado ecológico sea únicamente un revés para el Fiscal del Ambiente. El revés es para el ambiente. El revés es para nuestro maltrecho sistema de administración de justicia. El revés es para la moralidad y la decencia pública. Este llamado revés es asimismo un espaldarazo destinado a fomentar la impunidad y la convicción generalizada de que los hombres de leyes del país del canal no son más que seres crapulosos, despreciables, que con sus acciones u omisiones fomentan las injusticias y los antivalores que, irónicamente, deben castigar estos mismos hombres de leyes.
Este sistema judicial panameño, como el inglés, da risa y muchas veces hasta ganas de quitarse la vida para no seguir siendo testigos silenciosos, cómplices, de tantos disparates. Según el magistrado ponente de la rechazada demanda de nulidad, en virtud del cargo que ostenta, el Fiscal del Ambiente no puede recurrir los actos delictivos en los que forme parte el estado (que él llama la nación) si previamente no se obtienen órdenes o instrucciones del Órgano Ejecutivo. Esto quiere decir, de acuerdo con este docto razonamiento, que es la misma señora presidenta, promotora principal de este patético crimen ambiental, la que tiene que autorizar al fiscal Olmos para que recurra contra los múltiples mamotretos seudo jurídicos que se han aprobado para hacer realidad, a expensas del ambiente, este capricho presidencial.
Esto es ridículo y pone al descubierto la doble moral de nuestro mal llamado sistema de administración de justicia. Porque, si como dice el texto constitucional, todos los panameños somos iguales ante la ley, ¿cómo se explica que en este país cazar una iguana para alimentar a una prole hambrienta resulte más alevoso que violar los convenios internacionales, la constitución, las leyes y el derecho que tenemos todos los ciudadanos a nacer, crecer y multiplicarnos en un ambiente sano?
¡Este absurdum pareciera indicarnos que tanto en Inglaterra como en Panamá lo que hay son Cortes Supremas de Injusticias o sistemas judiciales aherrojados por los intereses de perniciosas plutocracias que paulatinamente, fallo a fallo, cantinflada tras cantinflada, han logrado flexionar el ordenamiento jurídico general hasta reducirlo a un ordenamiento jurídico egoísta, deshumanizado y hasta personal donde algunos magistrados, como el paisano mío panameño, siempre dicen sí cuando no y no cuando sí.
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(*) César Samudio, periodista independiente de Chiriquí, república de Panamá.