Latinoamérica
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26 de febrero de 2004
TLCAN
Cantinflas no entiende. Mas bien lo contrario
Eduardo Jiménez García
No era el Dios de la Lluvia, sino el mismísimo cuerno de la abundancia, el que se derramaría sobre México. Al menos eso decían Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, los organismos financieros internacionales, la Reserva Federal, Clinton y Cantinflas.
"!Ahí está el detalle, pues!", parecían repetir con el comediante mexicano los profesores Luis Serven y William Maloney, ambos de la Oficina del Economista Jefe del Banco Mundial, cuando aseveraron que el TLCAN "sí que ha sido positivo para México, pero no tan espectacular como muchos esperaban".
Serven y Malloney, no obstante reconocer que los resultados mexicanos no eran como para echarse a llorar de la alegría, significaron que, en términos generales, índices como el comercio exterior, la inversión extranjera directa y la productividad, habían crecido desde la entrada de México al TLC en 1994.
Sin embargo, "el tren del TLC pasó de largo por los estados del sur", reconocía Serven, apuntando como causas los bajos índices de escolaridad de esa zona mexicana, los déficit infraestructurales, la inestabilidad política y la magra institucionalidad. A juicio de Serven, el ingreso per capita en México no había crecido de modo parecido al de Canadá y Estados Unidos por la corrupción y la falta del buen imperio de la ley. Malloney, en su exposición, hizo notar también que el aumento de la productividad lamentablemente no estuvo impulsado por la aplicación de progresos tecnológicos.
"A pesar del TLCAN -señalaba Malloney-, México ha invertido poco en Investigación y Desarrollo (I+D), y apenas logra patentar innovaciones. Ha proliferado mucho la maquila, pero poco la innovación. ¿Por qué se está invirtiendo tan poco, y por qué se está empleando tan mal la inversión en I+D?"
El profesor Arroyo, a cargo de la disección del estudio del BM, comenzó por recordar -de muy buen talante, por cierto- que "parte de los malos resultados se deben a que el Estado mexicano no fue capaz de hacer bien la tarea, aun cuando la reforma neoliberal exigida como premisa para el TLCAN, lo había dejado con muy poca capacidad para intervenir y moderar el curso de la economía".
Los mismos números, pero interpretados de manera distinta, le revelaron a Arroyo "una verdad padre": Con el TLCAN se esperaba que México -procedente de la década perdida- reemprendiera el crecimiento. "Pero después del TLCAN, la tasa media de PIB por habitante ha sido la más baja del siglo XX en nuestro país (0,2 %). Se suponía que el aumento de las exportaciones y de la IED hicieran crecer nuestra economía, pero eso no sucedió".
"¿Cómo es posible que México triplicara sus exportaciones en estos años y que la economía apenas creciera? Sencillo, el 42% de las empresas exportadoras son maquila, e incorporan sólo un 2% de insumos mexicanos. El grueso de la IED no se ha dirigido a crear empresas, sino a comprar las existentes, sobre todo por medio de las privatizaciones. La productividad creció un 57% en estos años (sin invertir en más innovación tecnológica) y el costo de la mano de obra disminuyó un 33%. O sea, el aumento de las exportaciones tuvo como base la disminución de los salarios, y no la mejoría de la base tecnológica".
Como diría Cantinflas: ahí está el "detalle".