Latinoamérica
|
Haití: Vacío de poder
Yanik Delvigne
ALAI-AMLATINA
Bajo la mirada indecisa de la comunidad internacional, Haití celebra el bicentenario de su independencia en medio de una violenta tormenta social que deja al gobierno de Jean Bertrand Aristide tambaleando, y la "primera república negra de la historia," fragmentada entre facciones rivales.
Vigilados por una fuerte presencia policial, un grupo de mil opositores de la sociedad civil se arriesgaron una vez más a marchar en la capital Puerto Príncipe el domingo 15 de febrero para pedir la renuncia del presidente. Las manifestaciones se vienen repitiendo desde hace dos meses.
Por su parte, el Frente de Resistencia Revolucionaria Artibonite, dirigido por Butteur Metayer, que ha tomado el control en el Norte del país, llamó a la insurrección nacional, amenazando que "no esperaría al fin del mes para marchar sobre Puerto Príncipe y sacar a Aristide". La ciudad norteña de Gonaives, donde también empezó la rebelión que terminó con casi 30 años de dictadura de la familia Duvalier en 1987, ha sido la escena de violentos enfrentamientos entre grupos rivales en los últimos meses que han dejado alrededor de 40 muertos. El Frente, anteriormente llamado "grupo Caníbal" cuando era financiado y armado por el mismo Presidente como fuerza de choque, se rebeló y tomó Gonaives el 5 de febrero, precipitando el último episodio de una crisis sociopolítica endémica desde varios meses.
El lunes 16 de febrero los grupos rebeldes armados controlaban todavía todo el norte del país cuando se anunció la caída de la ciudad de Hinche en el nordeste.
Choques violentos entre rebeldes y simpatizantes del presidente Aristide seguían también en la ciudad vecina de Saint Marc a 95 kilómetros de la capital.
Jonas Petit, vocal del partido presidencial Lavalas, se lamentó que "los 5000 policías nacionales, cuya prioridad es proteger la capital, serán insuficientes para mantener la seguridad del país".
No obstante, no toda la oposición está de acuerdo con la resistencia armada. André Apaid, líder del "grupo de los 184", que reúne, al interior de la "Plataforma democrática," organizaciones de la sociedad civil y grupos de empresarios, plantea la salida del presidente de manera pacífica: "Entre más pronto se vaya, más temprano podremos reconciliar al pueblo haitiano," comentó Apaid a principios del febrero.
Otros líderes que participan en la Plataforma democrática, como Micha Gaillard, buscan desligar sus movimientos políticos y civiles de los grupos armados activos en el norte del país. Critican la alianza de esos grupos, anteriormente armados por el partido de gobierno Lavalas, con paramilitares activos bajo las dictaduras de Raoul Cedras (1991-1994) que acaban de regresar de su exilio en República Dominicana para apoyar a los insurgentes. Según Apaid, esas facciones representan una visión del pasado de la cual el pueblo haitiano no quiere más.
Comunidad internacional indecisa La comunidad internacional ha mantenido una postura ambigua ante el conflicto. Luego de su encuentro en Washington el viernes 13 de febrero, los ministros de asuntos exteriores de Estados Unidos, Canadá y de la Comunidad de países del Caribe (Caricom) pidieron una solución "pacífica, negociada, democrática y constitucional" a la crisis, que amenaza con provocar, según personal de la Cruz Roja y de Naciones Unidas, una emergencia humanitaria en el país más pobre del continente.
"No aceptaremos la salida ilegal del presidente elegido", dijo Colin Powell, secretario de Estado de EE.UU., quien descartó la posibilidad de una intervención armada en el país como la que se realizó en 1994 con la participación de 20,000 soldados estadounidenses para restablecer al presidente Aristide después del golpe de Estado del general Raoul Cedras. El representante del Caricom, Patrick Manning, quien es primer ministro de Trinidad y Tobago, descartó cualquier tipo de intervención militar para restaurar la paz, pero admitió que Caricom podría enviar una misión armada de paz a Haití.
A fines de enero, líderes del Caricom se habían reunido sucesivamente con los líderes de la oposición haitiana y el Presidente Aristide. En esas reuniones se había decidido darle al presidente hasta marzo para calmar la situación, mientras que Aristide acordó establecer un "consejo asesor de base amplia" que integraría a personalidades independientes, y a desarmar a las pandillas armadas. La Comunidad Caribeña condenó el desorden y la anarquía en Haití y urgió a todos los grupos involucrados a la necesidad del diálogo.
El gobierno de Aristide -ex sacerdote católico y antiguo defensor de la Teología de la Liberación-, se enfrenta a una oposición que ha venido creciendo desde su reelección cuestionada en 2000, y que pide su renuncia bajo acusaciones de obstrucción al proceso democrático, prácticas de corrupción y violencia generalizada contra grupos de la sociedad civil.
Organizaciones de estudiantes, sindicatos y mujeres denuncian, desde hace varios meses, la fuerte represión del régimen de Aristide y sus simpatizantes. En diciembre, importantes manifestaciones estudiantiles y populares habían ocupado las calles de Puerto Príncipe para protestar contra el gobierno.
Myriam Merlet de la Coordinación nacional de defensa por los derechos de las mujeres (CONAP), alerta en una carta a las mujeres del Caribe que "en esta guerra que libra el gobierno Lavalas contra las poblaciones civiles haitianas, las mujeres son particularmente víctimas de extorsiones por parte de las fuerzas represivas y de sus sicarios". Varios casos de violaciones por motivos políticos y perpetrados por los simpatizantes Lavalas, fueron reportados por la organización de mujeres que también denuncia la represión brutal de la policía y de los mercenarios contra los manifestantes, que sigue creciendo desde enero.
Aristide fue electo presidente por primera vez en 1990 y aclamado como un "salvador" y un "padre combatiente" por los de pobres de Haití, que son 80% de la población. Pero hoy se le critica por la fortuna que acumuló en Estados Unidos, y por su vida lujosa, su mansión de dos piscinas en un país donde apenas 39 % tiene acceso a agua potable. Por ello Aristide ha sido apodado como "Duvalier-bis".