Tras la misión internacional que estuvo en Haití en busca de una solución negociada a la crisis política que mantiene enfrentados a rebeldes opositores y el gobierno constitucional desde el pasado 5 de febrero, la República Dominicana, único país que le hace frontera, sigue en una posición delicada frente al conflicto político y la violencia desatada.
Por un lado está la amenaza latente de un éxodo masivo de haitianos que busquen refugio en territorio dominicano, sumado a más de un millón de ciudadanos de la antigua colonia francesa que, se estima, habita en la antigua colonia española de manera ilegal y la posibilidad de establecer campos de refugiados aquí.
Por otro lado está la situación económica de las ciudades fronterizas, en espec! ial de las tres en donde hay puentes aduanales, como son Dajabón, Pedernales, Elías Piña y Jimaní, en las cuales operan mercados bilaterales en los cuales se produce un intercambio comercial que deja más de 20 millones de pesos en beneficio a los comerciantes, según la Asociación de Comerciantes de Dajabón.
Otra cara de esta moneda es la imagen convulsa que tiene "la isla" y las dudas que se generan en el mercado turístico, principal fuente de ingreso de divisas de la República Dominicana.
Para el historiador José Antinoe Fiallo, la cuestión migratoria y no solo migratoria del desarrollo social entre Dominicana y Haití "es un problema de dimensión isleña y si eso no se entiende no hay salida a los problemas de fondo de las dos sociedades, la haitiana y la dominicana. La sociedad dominicana no es un paraíso, es una sociedad pobre con millones de empobrecidos y la sociedad haitiana una sociedad con millones de más empobrecidos y para superar eso se necesitan tra! nsformaciones radicales en ambas sociedades y planes articulados de de sarrollo sin pretensiones de hegemonismos, sino planes de naturaleza popular: democracia participativa con economía participativa en toda la isla. Necesitamos un proyecto democrático de isla y ese es el fondo, lo demás son discusiones coyunturales y de corto plazo".
Los rebeldes armados que tomaron varias ciudades haitianas y exigen la renuncia de Jean Bertrand Aristide y la corriente Lavalás que lo llevó al poder, sitiaron al menos dos de las comunidades más cercanas a la frontera con Dominicana, provocando que las Fuerzas Armadas cerraran los pasos oficiales. Pero la frontera tiene 380 kilómetros y la vigilancia no es en todo el trayecto, lo que ha facilitado por largos años la entrada de haitianos ilegales por los puntos más vulnerables.
Estos ciudadanos se integran a las labores agrícolas, como la recolección de café y el corte de la caña, pero también son valorados en la industria de la construcción, sobre todo porque trabajan mucho y se quejan poco, a p! esar de los bajos salarios.
En el caso de los trabajadores de la caña, estos se establecen en los bateyes, comunidades en las que viven los braceros mientras dura el tiempo de corte, que se denomina zafra. Ellos son contratados por las empresas cañeras y al término del contrato son devueltos a su país.
Muchos de ellos logran quedarse y van a vivir a otros lugares fuera del batey. Buscan qué hacer y en la mayoría de los casos se integran al comercio informal con la venta de frutas en las calles.
Algunos diligencian su residencia, pero la mayoría tiene estatus de ilegalidad.
Cada vez son más los niños y mujeres haitianas que se apostan en las esquinas de los semáforos en los centros urbanos a pedir dinero, lo que motivó que el sacerdote Jorge Cela declarara en una ocasión que la presencia de haitianos ilegales en el país empobrece a la República Dominicana.
No sólo por estar aquí y pedir en las calles, él citaba que cerca del 18 por ciento del pres! upuesto de salud se invierte en atender a parturientas haitianas que c ruzan la frontera en busca de la atención médica que no tienen en su país, sobre todo en los hospitales de Santiago de los Caballeros y Monte Cristi, con el consecuente deterioro de la calidad del servicio, que de por sí es precario y que está planificado para determinados volúmenes de población.
El ex presidente Leonel Fernández y el actual, Hipólito Mejía, hicieron de la frase "República Dominicana no puede sola con Haití", la divisa oficial de la nación en los foros internacionales, procurando sensibilizar a las naciones poderosas y la comunidad internacional organizada para que pusieran atención a una crisis que lleva 200 años ya.
Los haitianos son una carga pesada para el país, sobre todo si salen despavoridos de su tierra, la más pobre del continente y vienen acá de manera desordenada y caótica como se prevé, y así lo expresaron varios líderes locales la semana pasada.
Desde ya, con el cierre de los mercados la situación de los pueblos fronterizos ! que viven del intercambio comercial se puso "color ceniza" la semana pasada, pues el único medio de sustento son esas plazas comerciales.
Tanto para quienes compran y venden mercancías, como para quienes venden comida, para quienes ofrecen alojamiento, para quienes venden bebidas refrescantes de manera ambulante, para las gasolineras que abastecen los camiones, los salones de belleza, las bodegas, las farmacias, los camioneros, y un largo etcétera.
Las Fuerzas Armadas dominicanas siguen con el envío de tropas y vehículos de guerra para proteger la línea divisoria y los pasos oficiales siguen cerrados, aunque el viernes se autorizó la apertura del mercado de Juana Méndez (Quanaminthe), a unos 600 metros de Dajabón, debido a que los comerciantes así lo exigieron a las autoridades dominicanas, que cedieron por la tranquilidad que se observó allí después de los enfrentamientos de dos semanas atrás, que dejaron un saldo de 4 civiles muertos.
Por las aduanas ! dominicanas sólo se permite el paso a extranjeros que residen en Haití y salen por el llamado de sus países, como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, para que abandonen el territorio haitiano. Se impide el paso de vehículos con mercancías hacia Haití, así como de los pocos haitianos que, con documentos en mano, intentan entrar de visita a su país.
Y mientras la violencia se recrudece donde los vecinos, la inquietud crece de este lado, por temor a una estampida. Joseph Cherubin, dirigente del Movimiento Socio Cultural para los Trabajadores Haitianos (MOSCTHA), y quien lleva 20 años residiendo en Dominicana, dijo que históricamente nunca se produjeron estampidas masivas desde Haití hacia República Dominicana, ni siquiera cuando el golpe de Estado contra Francois Duvalier ni cuando el golpe contra Aristide, este último en 1991.
Esta entidad también está de acuerdo en que no es sólo República Dominicana que debe cargar con el problema haitiano, sino otras naciones como Estados Unidos, Canadá y Francia, los denominados "países ami! gos de Haití". Ellos abogan por una salida negociada, porque de lo contrario entrarían en un círculo vicioso de un golpe de Estado tras otro, "porque Aristide también tiene grupos armados" y se quejan de que su país está aislado: "Nuestros vecinos más cercanos hablan Español, no creole, no francés", dijo Cherubin.
Mientras, el canciller envió un mensaje tranquilizador a los intelectuales y la población, al negar las versiones de que se había reunido con representantes de Naciones Unidas y el Servicio Jesuita de Refugiados, para considerar la instalación de centros de Refugiados y la paralización de las repatriaciones, que mensualmente rondan entre 3.500 a 4.000 haitianos ilegales, a los cuales se atrapa en "cacerías" realizadas en barrios de zonas urbanas y rurales.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dicho que al menos un millón de los ocho millones de habitantes de Haití se encuentra en estado crítico debido a la falta de alimentos y medicinas, q! ue se ha agravado con la violencia de las últimas semanas y el aprovis ionamiento de productos de primera necesidad del pueblo haitiano depende, a grandes rasgos, de las importaciones y de los mercados binacionales como el de Dajabón y Ouanaminthe.
"La crisis haitiana actual es coyuntural y es política, pero la crisis más importante es la estructural, la que lleva 200 años, y que podría tardar 100 años más en superarse. Esa crisis es la de la pobreza extrema y la debilísima institucionalidad, que nadie, ni las potencias internacionales, ni empresarios, ni políticos (del gobierno o de la oposición, no importa) ni ciudadanos, respetan", dice el sociólogo y comunicador Darío Tejeda.
Para él, la causa profunda de la crisis política actual es la intolerancia política de todos los sectores, gobierno y oposición, sin dejar de mencionar el fracaso de la OEA, que en tres años ha enviado más de 20 misiones para buscar un diálogo y no ha sido posible llegar a un acuerdo entre las partes, "porque ninguna tolera a la otra, ninguna confía en l! a otra, ninguna quiere ceder a la otra".
Por eso Leonel Fernández, el ex presidente, dice que los problemas haitianos son de ellos y el país no debe inmiscuirse. Por eso las organizaciones de haitianos establecidas en el país criticaron la declaración del presidente Mejía cuando admitió que los golpistas estaban en el país, a pesar de las constantes denuncias de Aristide al respecto.
El historiador Roberto Cassá también criticó en cambio las respuestas del gobierno del presidente Hipólito Mejía ante las constantes denuncias de las autoridades haitianas sobre supuestas acciones de conspiradores refugiados en el país, como el ex comisario policial haitiano Guy Philippe, quien encabeza la revuelta y salió desde Dominicana.
"Sabiendo que la RD será (ya está siendo) afectada por la crisis haitiana (por el incremento de la inmigración y por la reducción del comercio transfronterizo), creo que el Estado dominicano debe ser el promotor número uno de una salida ! negociada a la crisis, y asumir un gran protagonismo en ese sentido, a provechando su membresía en la OEA, ONU y Caricom", dijo Darío Tejeda.
Mientras tanto, el gobierno estadounidense ordenó la retirada de todo el personal no imprescindible y sus familias de su embajada en Puerto Príncipe, e igual decisión tomó el gobierno mexicano, que recomendó a la comunidad mexicana que se encuentra en territorio haitiano su salida de ese país.
José Antonie Fiallo, historiador dominicano, entiende que el asunto es más complejo en términos políticos por las muchas intervenciones que ha vivido Haití y cita la de los Estados Unidos de 1914 que duró hasta 1935 y la de 1994, de la misma nación, que restauró a Aristide después del golpe de Estado del 1991.
"Ninguna de las dos produjo los resultados que querían las elites occidentales tradicionales. Ahora se maneja como variante un protectorado o una variante de protectorado auspiciado por organismos internacionales, lo que es un perversidad, bajo el argumento de que Haití no es viable", dic! e el también investigador y profesor universitario que cree que los procesos son viables siempre que existan las fuerzas sociales y políticas capaces de articularlo e impulsarlo.
"En este caso, la viabilidad es un proceso sobre todo de naturaleza popular y eso es lo que necesita la sociedad haitiana: un proceso democrático y popular desde abajo, sin pactos con las elites duvalieristas o post-duvalieristas. Las intervenciones son pactos con las elites de adentro y de afuera", dijo.
Antinoe Fiallo, que critica los métodos de los organismos internacionales para manejar la crisis latinoamericana, dijo que en Haití se han producido variantes de golpe de estado: desde afuera del gobierno y desde adentro: para sacar a Aristide, por ejemplo y luego para mantener la mayoría Lavalás dentro del gobierno y el poder parlamentario.
"Lo que sucede es que los gobiernos latinoamericanos no están terminando y cuando terminan lo hacen precariamente y entonces se recurre ! al eufemismo de las "vías constitucionales"para tapar la crisis de la democracia representativa en tiempos de crisis mundial. Y eso no lo quieren discutir, amparándose en la carta nueva de la OEA que, naturalmente, responde a una estrategia de preservación del orden y no a transformaciones de fondo".