Latinoamérica
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21 de febrero del 2004
Chile: Entrevista al werken mapuche Víctor Ancalaf Llaupe, en la carcel El Manzano
'El principal terrorista es el estado'
Manuel Lincoñir
Llegamos a la cárcel El Manzano de Concepción cerca de las 13 horas. Es día sábado y cientos de personas hacen filas en su exterior aguardando poder visitar a sus familiares. El sol golpea fuerte sobre nuestras espaldas y más aun sobre este moderno recinto amurallado y super vigilado en el cual cerca de 5 mil internos cumplen sus respectivas condenas. 'No se trata de una cárcel cualquiera, sino de un recinto de Alta Seguridad', nos comenta un joven gendarme mientras esperamos en la guardia el regreso de nuestras cédulas de identidad, solicitadas minutos antes por el oficial a cargo para comprobar si en verdad somos quienes decimos ser. La cárcel esta enclavada en las afueras de Concepción, camino a la ciudad de Penco y a los pies de unos cerros plagados de pinos de alguna empresa transnacional forestal. ¿Mininco, Bosques Arauco...?. No lo sabemos, pero el contraste con la situación que padecen varios presos políticos mapuche recluidos a poca distancia y precisamente por luchar contra ese tipo de plantaciones industriales, resulta más que evidente. Una especie de mal chiste, por decir lo menos.
En la Cárcel El Manzano, además de la población penal común, conviven en su interior 6 prisioneros políticos. Tres de ellos son chilenos, ex miembros de agrupaciones armadas de ultraizquierda y que arrastran pesadas condenas desde fines de la dictadura militar. Los otros tres son mapuche, Héctor Llaitul, José Huenchunao y Víctor Ancalaf. Los dos primeros importantes dirigentes de la Coordinadora Arauko- Malleko (CAM) sometidos a proceso por 'asociación ilícita' y el tercero Ancalaf, acusado de atentados 'terroristas' contra la empresa Endesa-España en la zona pehuenche del Alto Bio-Bio. Tanto Llaitul, Huenchunao y Ancalaf pertenecieron hace años a la misma CAM, llegando este último incluso a ser reconocido como el más importante vocero público de dicha organización, hoy ilegalizada por el gobierno y perseguida por la justicia chilena. Eso duró hasta el 2001, fecha en que Ancalaf, junto a varios otros lonko tradicionales, decidió marginarse señalando severas diferencias 'tácticas' con sus compañeros de ruta.
Diferencias respecto de lo oportuno o no de negociar algunos fundos en conflicto con el gobierno, habrían provocado el quiebre. Mientras un sector mucho más politizado de la CAM propugnaba una estrategia de 'avanzar sin transar', Ancalaf, un dirigente campesino, sin escuela política anterior y evidentemente mucho más pragmático que sus pares, reconocía la importancia de ir mezclando en el camino diversas estrategias de lucha, incluso -una de ellas- el sentarse con las autoridades a debatir puntos de interés para la resolución de algunos focos de conflictos. Mal no le fue en su empeño. En menos de dos años, las comunidades bajo su cargo lograron recuperar cerca de 2 mil hectáreas de territorio en la zona de Collipulli. Hoy esas tierras, anteriormente en manos de inmigrantes alemanes y latifundistas criollos, están siendo trabajadas productivamente por las propias comunidades, algunas de ellas incluso asesoradas por el polémico Programa Orígenes, el cual para Ancalaf no tendría mayores efectos perjudiciales en las comunidades 'si es que existe claridad cultural y política en nuestros hermanos de lo que somos y lo que debemos aspirar a ser como pueblo'.
Sin embargo y a pesar de su postura más diplomática, Ancalaf hoy esta preso condenado por 'terrorismo', debido al apoyo que tras su retiro de la CAM decidió brindar a las hermanas Quintreman en su emblemática lucha contra Endesa. 'Nosotros acudimos a un llamado de las hermanas, que estaban absolutamente solas y abandonadas en su empeño contra la represa Ralko. Acudimos en su apoyo como lo haríamos con cualquier mapuche que necesitará de sus hermanos de pueblo... Allí logramos reorganizar una pequeña resistencia, pero ya era demasiado tarde. Finalmente la máquina del gobierno y la presión gigantesca de Endesa lograron imponer el megaproyecto', señala Ancalaf con rabia y amargura.
Por esta participación en la lucha de las comunidades pehuenche, Ancalaf acaba de cumplir un año en la cárcel. El ministro Diego Simpertigue, de la Corte de Apelaciones de Concepción, lo sindica como 'autor intelectual y material' de una serie de atentados incendiarios que, en un plazo menor a seis meses, redujeron a escombros maquinaria de la empresa transnacional española en dicha zona cordillerana del Wallmapu. Si bien Ancalaf aun niega cualquier vinculación con los atentados, una leve sonrisa de satisfacción inunda su rostro al mencionar esos hechos, asumiendo que sólo el coraje y la osadía de aquellos anónimos weichafe que los llevaron a cabo, -ninguno de ellos identificado por el ministro hasta la fecha, nos recuerda- le permitió sobrellevar la derrota frente a Endesa en Ralko con un mínimo de dignidad tras las rejas. Esto, a pesar de que el ministro Diego Simpertigue ya hizo pública su decisión de condenar al dirigente a 10 años de cárcel por su responsabilidad en los hechos, en uno de los dictámenes más severos que se haya aplicado contra un dirigente mapuche hasta la fecha.
Pese a todo, el dirigente se toma estas resoluciones judiciales con tranquilidad e inclusive bastante buen humor. Experiencia tiene de sobra al respecto, asegura, ya que sobre él pesan desde hace un año otras dos condenas ya ratificadas por la Corte Suprema. Ambas a 3 años y un día de cárcel. La primera por supuesto 'robo de madera' a la Forestal Mininco y, la segunda, por 'secuestro' en la figura del ministro de la Corte de Apelaciones de Temuko, Lenin Lillo, hecho ocurrido en marzo del año 2001 cuando lideró una inédita ocupación del Juzgado de Collipulli, exigiendo la liberación de los presos políticos de su organización recluidos en ese entonces.
'No se trató de un secuestro, el ministro estaba de paso en el tribunal cuando lo tomamos y como nadie lo conocía, no le dimos importancia. Luego, cuando desalojamos a todos los trabajadores del edificio, el también salió, caminando y muy tranquilo. Nosotros también salimos al rato, pacíficamente y nos entregamos a la policía, que había acordonado todo el centro de la ciudad. Luego, cuando estábamos en la cárcel de Temuko, supimos que nos estaban acusando de secuestro. Nosotros pensábamos que era una broma, pero era verdad y aquí me tienen, condenado también en forma paralela por esa causa', señala entre risas.
Sin embargo, para este padre de cinco pequeños hijos, amante de su familia y de su vida en el campo allá en la comunidad Choin Lafkenche de Collipulli, la cárcel no constituye ningún lugar digno de idealizar. Es más, asegura ser muy crítico de aquellas voces que hoy se alzan 'glorificando' la prisión política como si se tratara de una escuela de formación por la cual todos los mapuche debieran pasar algún día. 'Asumo mi condición de preso político, de estar encarcelado por defender los derechos de mi pueblo, pero de allí a plantear que la cárcel es un lugar que dignifica mi compromiso, no lo creo. La cárcel es un lugar que no le deseo a nadie y no me hace mejor ni peor que otros hermanos mapuche, es tan sólo el lugar que el Estado chileno le asigna a las personas que se apartan del orden establecido, orden muchas veces legal, pero no por ello justo. En el caso nuestro estamos recluidos por sostener una idea de libertad para nuestra gente, por reclamar derechos territoriales que nos fueron arrebatados con sangre y fuego por los militares chilenos hace poco más de un siglo. Ese es nuestro delito. No otro. Pero yo quisiera que ningún mapuche estuviera en esta situación y creo que cualquier organización responsable debiera preocuparse primero por cuidar a su gente. Es cierto que en todo conflicto hay costos, pero en la medida que vamos avanzando debiéramos también aprender a evitar estas situaciones', señala tajante.
Según Ancalaf, su paso por diferentes cárceles de la zona sur en los últimos dos años le ha permitido conocer de primera fuente estos verdaderos 'cementerios humanos', como los llama insistentemente, y renegar de aquellos idealismos trasnochados propios de personas aventureras. Quizás por ello, a poco de ingresar a la cárcel El Manzano el año 2002, solicitó su traslado desde el módulo de los presos políticos chilenos a otro para compartir con los prisioneros comunes, una decisión extraña a simple vista, pero que al explicarla guarda exacta lógica con su discurso crítico anterior. 'Con los políticos, como se les llama aquí, jamás he tenido buena relación.
Digamos que desde el principio no tuvimos muchas coincidencias y preferí juntarme con los presos comunes, gente del pueblo, pescadores, obreros, pobladores, jóvenes delincuentes -muchos de ellos mapuche- que por distintas razones han llegado a delinquir y a pagar sus costos en este recinto. Con ellos me siento quizás mucho más identificado, yo soy un campesino, no tengo muchos estudios, me entiendo mejor en este ambiente. Además, ellos me respetan y yo también los respeto a ellos', señala.
Y vaya si lo respetan. Tanto, que el pasado 3 de abril, cuando Ancalaf fue severamente castigado por las autoridades del penal tras conceder, en vivo y en directo para todo Chile, una entrevista por Radio Bio-Bio de Temuko, fue la propia población penal organizada quién exigió su regreso al módulo y el fin de las sanciones en su contra. Heridos en su orgullo, los responsables del penal 'más seguro de la zona sur' no le perdonaban al dirigente haber podido burlar las estrictas medidas de seguridad del recinto, para solidarizar con los lonko mapuche Pascual Pichún y Aniceto Norín, en esos días enjuiciados por 'terrorismo' en tribunales de la ciudad de Angol. Por ello decretaron su incomunicación y posterior traslado a celdas de castigo.
'Sin embargo, debieron quedarse con las ganas', recuerda Ancalaf, ya que los mismos presos, que en esos días mantenían una movilización por sus derechos a nivel nacional, impidieron se hicieran efectivas las sanciones. No se trató, por cierto, de un apoyo espontáneo o gratuito. Los 'comunes' agradecieron de esta forma el apoyo brindado a ellos por el propio dirigente, quién a través de la entrevista radial solidarizó a la vez con sus demandas y exigió al gobierno de Lagos mejoras en las infrahumanas condiciones de vida de sus compañeros de encierro.
'La cana tiene sus códigos y uno de ellos es apoyarse mutuamente', nos confidencia el dirigente, quien reparte cotidianamente su tiempo entre el taller de carpintería del penal, sus lecturas sobre el acontecer mapuche y las conversaciones con sus compañeros de 'carreta', uno de ellos dirigente de la Confraternidad de Presos Comunes de Chile. 'Otro dirigente social como yo', nos señala Ancalaf mientras prepara la mesa y el mate para iniciar la ronda de preguntas.
'Aún vivimos bajo una dictadura'
Víctor, el pasado 2 de enero el ministro Simpertigue te notificó de una condena en primera instancia a 10 años de cárcel por tu apoyo a la resistencia pehuenche en Ralko. ¿Qué nos puedes comentar la respecto?
-Bueno, que según la justicia winka se ha hecho justicia. Eso al menos debe estar pensando el gobierno y los ejecutivos de Endesa-España, dos de los sectores que complotaron para construir la represa en el Bio-Bio y también para encarcelarme sin ninguna prueba judicial. Por mi parte, estoy tranquilo. En la justicia mapuche, que es la que a mi hoy me interesa destacar, soy inocente. En esa justicia, que es la justicia de mi gente, de mi pueblo, no soy culpable de nada, por el contrario, soy una persona que humildemente ha cumplido con su deber de apoyar a sus hermanos en momentos de dificultad. Más me interesa esto último, lo que diga o no digan los tribunales chilenos sobre mi persona me tiene desde hace ya mucho tiempo sin cuidado.
Para los tribunales eres un 'terrorista'...
-Si, un terrorista. Hoy todos los mapuche somos terroristas a menos que demostremos lo contrario. Es la nueva justicia. Se nos acusa de terrorismo todos los días. A nuestros lonko, a nuestros jóvenes, a lamgen como Mireya Figueroa o Patricia Troncoso, sólo falta que acusen de terrorismo a nuestras machi, cuando aquí el principal terrorista es el Estado chileno. Cada día se cierran espacios políticos para solucionar el tema y se privilegia criminalizar nuestras demandas. Por esa vía no llegaremos a ningún lado, solo al enfrentamiento y a llenar las cárceles. Este gobierno supuestamente democrático de la Concertación está llevando las cosas demasiado lejos. Yo creo que las posiciones se van a ir endureciendo. Si no hay soluciones políticas, sino se discute el tema de nuestros derechos políticos y territoriales con altura de miras, esto puede desembocar en cualquier cosa y la principal responsabilidad entonces no será de nosotros los mapuche, sino del gobierno y sus funcionarios.
Sin embargo Víctor, hoy mucha gente esta valorando iniciativas del gobierno como el Informe del Nuevo Trato, donde se hace una especie de mea culpa histórico de la relación Estado y pueblos indígenas. ¿Qué opinión te merece el Informe? ¿Lo has podido leer?
-No, en lo personal no lo he podido leer completo pero si algunas cosas aparecidas en la prensa. Mira, yo creo que son iniciativas meramente simbólicas y si la gente las valora, pues bien por ellos. Yo quiero recordarte un poco el contexto en que nace dicha Comisión de gobierno y en la cual yo fui invitado a participar. Eso fue el año 2001, cuando el conflicto estaba en su punto más alto y nosotros con el Mideplan acordábamos la entrega de varios fundos en conflicto de Collipulli a manos de comunidades, llegaron personeros de gobierno a mi casa, para invitarme a conformar esta Comisión. Yo de inmediato les dije que no y por una razón muy simple. No creo que el rol de los dirigentes políticos de un pueblo sea andar haciendo informes. Ese es un trabajo académico y además, ya está bueno de informes y diagnósticos, eso les dije. Más tarde insistieron e incluso llegaron a ofrecerme la vocería mapuche en la Cumbre Contra el Racismo y la Discriminación Racial que se iba a desarrollar en Sudáfrica. Tampoco acepte esa invitación. Es en ese contexto en que nace esa Comisión, en el contexto de las movilizaciones y en la necesidad del gobierno de desinflar un poco el ambiente, sacando a dirigentes políticos de su verdadero rol que es estar allí, en la lucha, acompañando a su gente. Por ello no aceptamos y creo que fue lo mejor, ya que es poco probable que sus recomendaciones tengan futuro en los hechos.
En una de sus recomendaciones se plantea la entrega de 'territorios usurpados' a las comunidades. Incluso se ponen plazos, se habla de tres años máximo.
-Si miramos el pasado de este país y sus legislaciones podemos ver lo difícil que es solucionar este asunto. En el Informe se habla incluso de 'expropiaciones' y eso me parece cuando menos afiebrado, tomando en cuenta las reales condiciones políticas que vive el país. El gobierno sabe que son declaraciones para la foto, es decir, declaraciones que le permiten convencer a algunas comunidades, fortalecer la Conadi, mostrar una cara un poco más democrática en momentos en que la represión y la cárcel están primando ante la opinión pública. Pero son sólo eso, falsas esperanzas. Incluso, si tuvieran el convencimiento de entregar esas tierras, ni el Parlamento ni sectores derechistas lo permitirían. Además, siempre en la historia, cada vez que el Estado ha firmado un acuerdo con los mapuche, las autoridades de turno lo han violado. Eso ha pasado siempre.
Por otro lado, lo que existe aquí en Chile es desde hace mucho tiempo una dictadura disfrazada de democracia. No hablo de una dictadura militar, sino de una dictadura económica, donde quienes realmente ordenan el país son los grupos empresariales y no los políticos. En la práctica son los poderes económicos quienes ponen las cartas sobre la mesa al gobierno y las autoridades, sean de derecha o de la Concertación, sólo les cabe obedecer. Ya lo han dicho los empresarios hace poco, a propósito del tema de Spiniak, que para ellos un gobierno de derecha o de la Concertación les da lo mismo y que votarían encantados por Eduardo Frei. Eso es una señal poderosa, están diciendo en el fondo que ellos mandan en Chile y que estarían dispuestos a dejar votado a Lavín si este no les garantiza 'gobernabilidad', es decir, paz para sus inversiones. En ese contexto las recomendaciones del Nuevo Trato no van a llegar más allá de lo simbólico, quizás algunas iniciativas se concreten, aquellas de tipo folklórico, pero no veo posibilidades de que algunas medidas políticas puedan prosperar debido a la negativa de estos poderes fácticos.
Víctor, volviendo al caso Ralko. ¿Qué lecciones crees que se pueden sacar por parte del movimiento mapuche?
-Yo veo varias lecciones. Una de ellas es la responsabilidad de los dirigentes y de las organizaciones que un día declaraban por la prensa que 'darían la vida' por defender el territorio pehuenche y que al final nunca se aparecieron por la zona cuando se los necesitó. Eso es ser irresponsable. Peor aún, eso es crear falsas expectativas respecto de una lucha que todos sabíamos difícil. Por ello, cuando se produce esta negociación final entre las ñaña y el gobierno, algunos reaccionan con sorpresa, incluso indignación, pero esa reacción simplemente reflejó el desconocimiento de esas personas respecto de la situación en la zona. Otra lección tiene que ver con asumir responsabilidades y no llorar sobre la leche derramada. Aquí todo el movimiento pecó de falta de visión política. Jamás se le dio a Ralko la importancia que tenía como símbolo de resistencia a nivel internacional. Ralko era un conflicto que pudo haber cambiado la relación entre el Estado y los mapuche, pero se desaprovechó una oportunidad histórica y nuevamente el Estado ha pasado sobre nosotros. Esas son lecciones que debemos aprender.
Respecto del año 2003, existe la percepción que se trató de un año judicial por excelencia. Condenas a dirigentes, encarcelamientos, persecuciones, etc. ¿Cómo calificarías este año que pasó? -Bueno, como el año de la criminalización del movimiento mapuche. Este año, más que ningún otro, el gobierno a hecho su apuesta por la represión, por la judicialización de la demanda política de nuestro pueblo. Eso es algo que sabemos mejor que nadie nosotros los presos políticos. La mayoría estamos aquí encerrados sin pruebas, otros peñi en Angol y Temuko también están encarcelados por decisión de las autoridades y de los tribunales racistas que operan en la zona sur. Se habla de hacer respetar el estado de derecho, pero el Estado jamás ha respetado los acuerdos que ha firmado con nuestro pueblo. Entonces, ¿qué estado de derecho defienden ellos?. Eso me pregunto yo y eso le he dicho varias veces al ministro en visita que me acaba de condenar. ¿Qué estado de derecho defiende usted?. Y el se queda callado, sólo me mira y piensa. No sé que pensará, nunca me lo ha dicho. Pero más allá de esta criminalización y de gran cantidad de gente sometida a proceso o encarcelada, lo que interesa es que como pueblo seamos capaces de resistir, seamos capaces de encontrar fórmulas políticas que nos permitan como pueblo, no como sector de comunidades u organización, enfrentar esta arremetida del Estado y volcar el escenario político a nuestro favor. Se vienen buenas coyunturas a corto y largo plazo. La Cumbre de la Apec, muy pronto. El Bicentenario del Estado Chileno, también. Son espacios que debemos utilizar para denunciar lo que sucede, para movilizarnos. Internamente también debemos dejar de lado sectarismos que a nada conducen y trabajar políticamente por unirnos en un frente común. Más allá de tener diferentes formas de lucha, debemos concordar en algunas cosas, poner sobre la mesa nuestros objetivos estratégicos y avanzar juntos. Yo creo que es posible hacer eso. Esta la gente, están los sectores organizados, está el newen, está la conciencia cada día más fuerte.
Yo creo que los dirigentes políticos deben estar a la altura de los desafíos que vienen y no seguir cometiendo los mismos errores año tras año. Uno de ellos ha sido el caer en actitudes caudillistas y en intentar imponer cada organización su línea política. Ambos son vicios que debemos extirpar. Nuestro pueblo es diverso, son muchas las visiones que existen respecto de lo que somos y debemos ser a futuro como pueblo, pero eso es legítimo que exista. Debemos entender que estamos luchando por la libertad de un pueblo, no de un sector social, no de un sector territorial, hablamos de un pueblo, de una nación y en ese ámbito hay algunas cosas que debemos ir transando entre nosotros para avanzar. Como los palestinos, como los catalanes ahora, debemos ser capaces de confluir en una idea de libertad a largo plazo para nuestro pueblo. Si esa idea se trabaja desde la cultura, bien. Si se trabaja desde las artes, bien. Si alguien quiere aportar desde lo académico, pues que lo haga. A nosotros nos toca la parte política, ponernos de acuerdo y aceptar que no sólo 'mi' organización tiene el derecho de hacerlo, sino todas aquellas que dignamente trabajan como mapuche, las comunidades, los estudiantes, los profesionales. Nosotros no podemos creernos dueños de la verdad, ese es un error que se ha cometido y que ha causado un grave daño al movimiento, fomentando la desconfianza y la rivalidad. Esas actitudes creo ya deben terminar.