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Latinoamérica

7 de febrero del 2004

Chile: La herencia de Pinochet

Emir Sader
Servicio Informativo "alai-amlatina"

Los emocionantes actos que marcaron los 30 años de recordación del golpe de Chile convivieron con el extraño sentimiento de saber que del otro lado de la ciudad -en el "barrio alto" de Santiago, claro- millares de adeptos de Pinochet lo conmemoraban con él. Sin embargo, más duro aun es percibir que la herencia pinochetista no está solo allí sino que sigue presente en las políticas de los gobiernos que le sucedieron, sean los presididos por demócratacristianos, o incluso hasta por el "socialista" Ricardo Lagos.

¿Cómo explicar que Chile, pionero en los proyectos de integración latinoamericana, sea hoy un aliado privilegiado del gobierno de Bush en la lucha por el ALCA, haya firmado un vergonzoso acuerdo bilateral con Washington, se oponga a los proyectos comandados por Brasil y Argentina para la integración de América del Sur, se niegue a discutir la salida al mar para Bolivia?

Difícil de entender esa transformación sin remitirnos al mantenimiento de la política pinochetista por los gobiernos demócrata cristianos-socialistas. Esa política abrió, desde los primeros días del golpe de 1973, la economía chilena al exterior, asestando un duro golpe al Pacto Andino y haciendo al país retroceder a una economía primario-exportadora. Al mantener ese modelo económico - salpicado de políticas sociales compensatorias-, esos gobiernos se autoexcluyeron de cualquier proyecto de integración regional, se apartaron del MERCOSUR y fueron escogidos por Washington como los candidatos privilegiados a ingresar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y a constituirse en la primera línea de combate -junto con México- en defensa del ALCA: una especie de extensión del acuerdo bilateral firmado por el gobierno chileno con el gobierno Bush.

La economía chilena, viviendo de la exportación del cobre y sus derivados, de madera, de fruta, de pescado, depende para la mitad de su PIB del comercio exterior, habiendo prácticamente eliminado cualquier barrera aduanera. Esto impidió que Chile avanzase en su proceso de industrialización y condenó al país a las oscilaciones de los mercados asiáticos, europeos y norteamericanos. Y a más de ello, lo aisló del continente latinoamericano.

De ahí nació esa política pro-norteamericana de los gobiernos chilenos, inclusive la del "socialista" Ricardo Lagos, y creó un clima odioso con relación a la justa reivindicación boliviana de restitución de su salida al mar. Bolivia y Perú perdieron partes significativas de sus territorios que pasaron a manos de Chile en la Guerra del Pacífico, en 1879, cuando las empresas de salitres inglesas financiaron y promovieron el conflicto a partir de territorio chileno, para quedar con las ganancias fundamentales de la victoria de Chile.

Perú y Bolivia perdieron territorios que permitieron la expansión chilena a partir de la exploración del salitre -y posteriormente del cobre- y éste último pasó a ser un país sin acceso al mar. Se puede imaginar cómo economías primario-exportadoras como las nuestras son afectadas directamente por la falta de acceso marítimo.

Hace pocos meses el líder político boliviano, Evo Morales, fue invitado a participar en el lanzamiento de una organización no-gubernamental en Chile, pero esta entidad terminó suspendiendo su viaje, ante el clima de hostilidad creado por la prensa local -prácticamente toda ella de derecha, en gran parte pinochetista- contra Morales.

A esto se ha reducido la actuación externa de Chile, como resultado de que sus gobiernos pos-pinochetistas hayan asumido la continuidad de la política económica neoliberal de la dictadura. Que sirva como llamado de atención para Brasil también: la política externa es expresión de las grandes opciones estratégicas internas. Que la continuidad de la política económica de Fernando Henrique Cardoso no se choque con la soberanía, hasta ahora reafirmada de nuestra política externa, y que, al contrario, ésta sirva como norte para que la política económica sea instrumento de un proyecto transformador y no regresivo, como lo ha sido hasta ahora.