Latinoamérica
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5 de febrero del 2004
La lucha de clases en Brasil
Emir Sader
El gobierno Lula -cualquiera que sea la configuración definitiva que llegue a asumir- se inscribe en el proceso de lucha de clases para decidir quién pagará el precio, y en qué medida, de la farra especulativa de la economía brasileña en los años 1990. Las clases sociales fundamentales -ligadas al capital y al trabajo- y sus fracciones internas, así como las fuerzas externas aliadas a ellas, se preparan, en las nuevas condiciones, para adquirir mayor capacidad de defensa y de apropiación de la riqueza socialmente producida frente a una economía y un Estado financierizados.
La continuidad (y la profundización) de la política económica del gobierno Fernando Henrique Cardoso (FHC), como determinante y condicionante mayor del gobierno Lula, recoloca en posición extremamente ventajosa al capital financiero, en su modalidad especulativa, como sector hegemónico en la reproducción del capital en Brasil. En el primer año del gobierno Lula ese sector se vio fortalecido, no sólo por la continuidad mencionada, sino también por la adhesión de un partido originalmente vinculado al mundo del trabajo, expandiendo su capacidad consensual y aislando relativamente a los sectores que organizan la clase trabajadora, comprendida en el sentido más amplio de la palabra: la de los sectores que viven de su trabajo, sin explotar el trabajo ajeno.
El aumento del desempleo, el deterioro del nivel de empleo y la disminución del poder adquisitivo del salario se dieron concomitantemente con el aumento de las ganancias de los bancos como expresión sintética y dramática de la naturaleza de clase del primer año de gobierno Lula. La reforma del sistema de Seguridad Social y la ausencia de una reforma tributaria con real poder redistributivo favorecieron esa hegemonía, por medio de la cual el gobierno Lula debilitó al movimiento organizado de los trabajadores y la dimensión pública del Estado brasileño, buscando articular bases populares de apoyo al bloque en el poder -mediante la legitimación de sus políticas por medio de la simpatía de los sectores más pobres y desorganizados del pueblo hacia la figura de Lula-, asentándose, de ese modo, en un arco de fuerzas que combina el capital financiero y la masa desorganizada. La intensificación del carácter privatizado del Estado favorece, a su vez, al gran capital, no sólo por la expansión del mercado de los fondos privados de pensión, sino también porque esto contribuye a la descalificación del Estado y de su dimensión pública.
El gobierno Lula, al contrario de lo que intenta proyectar, no está aparte de la polarización que opone a las clases fundamentales. De un lado están los que luchan por la prioridad de lo social, constituyendo el bloque popular, los que no se rindieron a las políticas focalizadas y asistencialistas -que pueden convivir con los "superávit fiscales", ya que no afecta de forma substancial la pésima distribución de renta construida y reproducida durante siglos en Brasil. Esos luchan por cambiar la centralidad del ajuste fiscal por la atención de los derechos sociales y económicos universales de la población -comenzando por el derecho al empleo formal, con el objetivo del "desempleo cero". En el otro polo se sitúan los que priorizan el ajuste fiscal, asumen la reproducción del modelo económico neoliberal, consolidan la hegemonía del capital especulativo y se sitúan como eje del bloque conservador dominante en el gobierno.
De la misma forma, la prioridad por el MERCOSUR o el ALCA establece una política externa soberana o definitivamente subordinada. Esa opción define, de hecho, la alineación al lado de la prioridad de la extensión del mercado interno de masas, esto es, de lo social, o la alineación con los sectores financiero y exportador. Puede abrir espacio para un modelo alternativo, fortaleciendo el bloque social popular, o puede complementar en el plano externo el actual modelo conservador, confirmando una de las tesis clásicas de la izquierda, según la cual la forma de inserción internacional define los marcos de las políticas internas.
El bloque alternativo cuenta con el apoyo del movimiento social organizado, con la militancia descontenta de los partidos de izquierda y con gran parte de la intelectualidad crítica. El bloque dominante cuenta con las políticas hasta ahora hegemónicas en el gobierno, con la gran mayoría de los medios de comunicación de masas, con el apoyo de los organismos financieros y comerciales internacionales y con la legitimidad, junto a la masa desorganizada, de la población.
Sintéticamente, podemos proyectar tres evoluciones futuras: la primera, el mantenimiento de esas fuerzas y la consolidación del gobierno como un bonapartismo conservador, que administra la crisis actual y consolida la hegemonía del capital especulativo; la segunda, la conquista por el movimiento social organizado de parte de los sectores populares hasta ahora no organizados, vaciando al gobierno de apoyo social significativo y generando una crisis de legitimidad; la tercera, como desarrollo de la segunda, el cambio de carácter del gobierno, que se adhiere a la alternativa popular y genera un cambio de hegemonía en su interior y en la sociedad brasileña.
De cualquier forma, lo cierto es que la historia, cambiando siempre su forma, continua siendo la historia de la lucha de clases. Los partidos, los gobiernos, las fuerzas sociales y culturales cambian, transforman su naturaleza de clase, pero siempre se definen por su alineamiento en relación con los grandes intereses del capital o del trabajo. El período histórico actual no es la excepción, por muy grande que sea la originalidad de su forma; de la misma manera que su desenlace, abierto, dependiente del devenir de la relación de fuerzas entre los bloques sociales antagónicos, es que se definirá la cara de Brasil en el siglo 21: dominado por las fuerzas del capital o del trabajo, por la ínfima minoría en el poder o por las grandes masas de la población, organizadas como ciudadanos libres y soberanos.
* Emir Sader, 60, es profesor de sociología de la Universidad de Saô Paulo (USP) y de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ), donde coordina el Laboratorio de Políticas Públicas. Es autor de "A Vingança da História" (Boitempo Editorial), entre otros libros.
03.02.3004