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Latinoamérica

Marginales

Eleuterio Fernández Huidobro
senador, dirigente MLN Tupamaros

En el país de la cola de paja del que hace añares hablaba Benedetti, se acaba de instalar la viejísima diosa Hipocresía.
En medio de un coro a medias falso y a medias histérico, casi toda la prensa - salvo raras excepciones - y casi todos los "analistas" concomitantes comentaron tranquilamente que en determinado momento irrumpieron sobre la tragedia en el barrio Euskalerría "LOS MARGINALES".
La gente de pueblo también lo manejó así: de pronto, aprovechando la situación, vinieron "los marginales".
La diosa Hipocresía, riendo en cómodo trono, festeja hoy una de sus más grandes, gratuitas y hasta inesperadas conquistas.
Supongamos por un instante que se hubiera dicho que "entonces llegaron los judíos" o que se hubiera proferido que "entonces llegaron los armenios o los gallegos o los turcos" Hace poco conmemoramos con respeto y dolor "la Noche de los Cristales Rotos".
El esfuerzo militante en el mejor sentido de la palabra de esas conmemoraciones solo tiene un objetivo: que jamás vuelva a pasar algo parecido en ningún lugar del planeta. Menos en Uruguay.
Fue inútil: en cuestión de horas la prensa resucitó al Demonio nazi en ancas de la Hipocresía criolla.
Habíamos exterminado a los indios en Salsipuedes. Eramos un país de inmigrantes y por lo tanto de tolerancia. No teníamos quéchuas ni aymarás.
Tampoco chechenos, ni chiítas ni sunnitas, tampoco judíos porque al único que conocíamos cuando niños en realidad era nada más que un flor de "jás" derecho. Discriminábamos nada más que a los negros y a los gallegos pero los adorábamos si eran nuestras madres o se llamaban Obdulio. Eramos un Paraíso en la materia si nos comparábamos con lo que vemos por la televisión.
Pues bien: si bien ya venía larvándose, esta semana los medios de prensa y sus "analistas", sacándola de la crisálida, presentaron en sociedad, en la pasarela como en un desfile de Giordano, a la nueva raza, la nueva etnia, la nueva tribu, la otredad odiable, discriminable y temible, la que además sirve para ocultar mis culpas y también de paso porque no es poco, para darme la identidad que me falta por otario: una identidad por la negativa.
Una identidad para llenar mi propio vacío y mi propio fracaso. Una especie de burocrático y temible sana sana culito de rana.
Ese genial invento del Demonio racial y de la Hipocresía (valga la redundancia), propio de Le Pen o de Hitler en Uruguay, se llama a partir de ahora: "LOS MARGINALES".
Esta etnia, tribu, religión o raza se define, como no podía ser de otra manera en un país ganadero y de latifundios, por el lugar donde vive. No se le podía pedir mas imaginación a sus inventores que a la postre son nada mas que uruguayos.
Al contrario de los palestinos o de los gitanos, y antaño de los judíos, son una nacionalidad sin estado pero CON TERRITORIO. Como los Kurdos o los Vascos.
Tienen su música importada: la cumbia villera. Su idioma, su cultura y hasta su modo de vestir: son "planchas". La gorrita de visera los define con tanto prestigio que ha sido adoptada incluso por muchos habitantes del otro planeta, y hasta periodistas, para lucirla con orgullo snob en los más inverosímiles lugares donde corre el dinero a raudales.
Siempre pasó lo mismo: la camiseta con el Che, y hasta el Che en el living de Punta del Este, o el pañuelo palestino, terminan siendo "de más".
Pero la diosa Hipocresía no les dijo a los racistas del apartheid uruguayo que el policía de segunda que hizo los disparos es muy probable que viva en un asentamiento y sea él mismo un MARGINAL tal como ellos lo definen.
Les cambiaría el análisis y por eso callan.
Y que en general la mayoría de todos sus policías, y soldados, y marineros, y maestros, y enfermeros, y empleados públicos y privados, sus limpiadoras, su "personal doméstico", el mozo que los atiende en el bar o en el restaurante de "onda", lujoso y caro, VIVEN EN LOS ASENTAMIENTOS y por lo tanto son esos mismos MARGINALES que según dicen irrumpieron de pronto en el barrio Euskalerría.
Han construído el crimen de la injusticia y quieren no solo lavarse las manos como Pilatos sino, ahora, también echarles la culpa.
Esos MARGINALES viven donde viven por los sueldos que les pagan los mismos que se rasgan las vestiduras y los acusan.
Y les pagan lo que les pagan para poder seguir ellos ganando lo que ganan. Y por eso este país es según datos nacionales e internacionales uno de los que distribuyen peor la riqueza disponible. Peor que en Africa.
Y quienes crearon el problema, ahora para salvarse, acusan a la víctima. A la víctima de ellos.
Vamos a no hacernos más los otarios.
Si mañana se llegan a rechiflar los marginales del Batallón cualquiera de Infantería o de las unidades de choque de la policía o de la Armada o de la Fuerza Aérea, no se va a tratar de una pistolita de 9 milímetros con dos cargadores. Eso es nada.
Una grandísima parte de todos ellos son "MARGINALES" porque viven, como es público y notorio, en los asentamientos.
Hacerse el ignorante y no ver esa REALIDAD es muy tramposo.
Pagarle la miseria que se les paga; lo mismo a maestros y a enfermeros, lo mismo a empleadas y empleados públicos y privados, y después exigirles que actúen como Scotland Yard o como obreros alemanes, es una sangrienta burla por lo menos.
Se burlaron muchos, casi la mitad del país, del Plan de Emergencia del Frente Amplio defendido y propuesto hace quince años por Tabaré Vázquez.
Aludía a estos escandaloso asuntos. No se dieron por enterados. O, mejor dicho: se burlaron. Y hubo poderosos medios de prensa, y periodistas concretos, coreando la burla.
Debemos reconocer, además, que la diosa Hipocresía no es de izquierda ni de derecha ni de centro. Hay estúpidos, giles e hipócratas en todos lados.
Nadie tiene ese monopolio.
La muerte de Santiago, tan valiente, debe servir para que todos, absolutamente todos, reflexionemos a solas con nosotros mismos acerca de qué estamos haciendo. Las flores que sus amigos del asentamiento pusieron en el ombú de la muerte le quiebran el espinazo al fascismo fraudulento en ciernes.