Líder mapuche condenado por el Estado chileno
Ancalaf, perfil de un luchador
El pasado 22 de noviembre, la Corte Suprema rechazó el recurso de queja interpuesto por la defensa del dirigente Víctor Ancalaf, ratificando de esta forma la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción y que condenó al dirigente a 5 años y un día de cárcel por el delito de "incendio terrorista". Ancalaf, quién saltó al primer plano de la figuración pública el año 1998, deberá pasar los próximos años tras las rejas, cumpliendo una sentencia que lo hermana con sus ex compañeros de la CAM, organización que lideró en sus inicios y de la cual se distanció con el paso de los años.
Por Azkintuwe Noticias
Víctor Ancalaf siempre fue considerado uno de los "duros" del conflicto mapuche. Corría el año 1998 y las primeras ocupaciones de fundos forestales y enfrentamientos con las fuerzas policiales sorprendían al gobierno y a una opinión pública castrada en su memoria histórica. A diario, nuevas y masivas movilizaciones se sucedían en el campo, amenazando "el estado de derecho y la propiedad privada en vastas zonas del sur de Chile", según editorializaba escandalizado por aquellos días El Mercurio, vocero del sector empresarial chileno. Y a la cabeza de estas acciones, dos jóvenes y desconocidos dirigentes de nombre José Huenchunao y Víctor Ancalaf.
A fines de los noventa, el fracaso de las políticas indigenistas post dictadura, caracterizadas por la burocrática e improductiva implementación de la Ley Indígena 19.253, hacían cundir el descontento a nivel de comunidades mapuches. Esperanzadas en que el nuevo escenario político significase una mejora en sus difíciles condiciones de vida y, principalmente, trajera consigo reparaciones a la expoliación territorial sufrida tras décadas de atropellos, hacia el año 1997 las comunidades simplemente se cansaron de esperar y decidieron pasar a la acción.
Y el descontento acumulado estalló en diciembre del año 1997 en las cercanías del poblado de Lumako, cuando un grupo de comuneros atacó un comboy maderero de la empresa Forestal Bosques Arauco, propiedad del magnate italo-chileno Anacleto Angelini, exigiendo la restitución inmediata de poco más de 3 mil hectáreas de territorio usurpado. No más papeleos, no más listas de espera, no más burocracia indigenista, pareció ser el mensaje lanzado -junto a los cócteles incendiarios- por los miembros de las comunidades Pichilonkoyan y Pilinmapu responsables de la acción, identificadas a partir de entonces por el gobierno y sus organismos de seguridad como "zonas en conflicto" territorial.
Arauco rebelde
Basto que la acción de Lumako estallara en las pantallas de los medios de comunicación del país, para que otras comunidades decidieran seguir el ejemplo y nuevas acciones se repitieran en Tirúa, Cañete, Colipulli, Purén y Los Alamos. Es así como en diciembre del año siguiente nace en la Provincia de Arauco, tras la realización de un masivo encuentro de comunidades declaradas "en conflicto", la Coordinadora Mapuche Arauco-Malleco (CAM), liderada por un colectivo de lonkos tradicionales y encabezada de manera pública por dos jóvenes y hasta entonces desconocidos werkenes: José Huenchunao, por las comunidades de Arauco, y Víctor Ancalaf, por las comunidades de Malleco.
El salto de Víctor Ancalaf a la primera plana de la figuración pública había ocurrido, sin embargo, un poco antes. Fue a comienzos del año 1998, cuando increpó duramente al entonces Presidente Eduardo Freí Ruiz-Tagle durante una visita oficial a la sureña localidad de Mininco, sorprendiendo tanto al propio mandatario como a la numerosa prensa que formaba parte de su comitiva. En dicha ocasión y en momentos en que el Presidente Frei leía su discurso ante la multitud reunida en la Plaza de Armas, un grupo aproximado de 15 mapuches se tomó el estrado, boicoteando el acto con consignas alusivas a la recuperación de sus tierras.
"Frei, no se te olvide que estas en territorio mapuche", le gritó Ancalaf en su cara al primer mandatario, quien solo atinó a huir rápidamente del lugar protegido por su todavía sorprendida escolta de seguridad. De allí a la conformación de la Coordinadora Arauco-Malleco hubo solo un paso y en enero del año 1999 Ancalaf volvía a figurar en las primeras planas de los diarios al participar -esta vez bajo el alero de la CAM- de la histórica ocupación del Fundo Santa Rosa de Colpi de Forestal Mininco por parte de las comunidades de Temulemu, El Pantano y Didaico en Traiguén.
Durante el transcurso del año 1999, Ancalaf se desempeñó junto a Huenchunao como werken oficial de dicha organización autonomista mapuche, participando activamente de las continuas movilizaciones y recuperaciones de tierras impulsadas en distintos puntos de la zona sur del país por dicho referente, siendo detenido y encarcelado por la justicia chilena en varias oportunidades al ser considerado por las autoridades como un verdadero "peligro" para la estabilidad del gobierno, comprometido este último con el proceso de inversiones que diversas transnacionales implementaban en el Wallmapu a espaldas de las comunidades.
Su participación en diversas movilizaciones, un discurso radical y la especial preocupación que los organismos de seguridad manifestaban sobre su persona, transformaron rápidamente a Ancalaf en un verdadero mito. Una especie de guerrero que contrastaba en su accionar rebelde con la diplomacia y los buenos modales del otro referente mapuche reconocido en ese entonces, Aucán Huilcamán. Operó a favor de esta imagen su figura de rudo dirigente campesino, alejado de cualquier orientación política no mapuche, y conocedor como pocos del sentir y la dinámica interna de las comunidades, las mismas que durante gran parte del año 1999 le posibilitaron burlar cotidianamente la acción de la policía, actuando como un manto de protección a su favor.
Entre los años 1998 y 2000, Ancalaf apoyó personalmente ocupaciones de fundos forestales en distintas zonas geográficas del Wallmapu, impulsando entre las comunidades la ocupación efectiva de predios como vía de presionar al gobierno y a las empresas forestales para su devolución. Ocupar, resistir y producir, eran sus consignas. Producto de estas acciones políticas, Ancalaf fue acusado de delitos contra el orden público y daños a la propiedad privada en reiteradas ocasiones, sin que se pudieran probar sin embargo -en muchos de esos casos- tales cargos por parte de los tribunales de justicia chilenos.
Sin embargo, más allá de los estereotipos y de las imágenes míticas levantadas por los medios de comunicación, Ancalaf siempre se consideró un sencillo dirigente de base, un padre de familia que luchaba en último caso por el futuro de sus cinco pequeños hijos, un dirigente que gustaba planificar personalmente las movilizaciones y alejado por completo de cualquier pretensión de poder al interior del movimiento mapuche. Por el contrario, crítico de la dirigencia mapuche de su tiempo, "que hacen política desde las ONGs", según ironizaba, Ancalaf se consideraba un dirigente en terreno, un luchador comprometido con las comunidades que lideraba y que gustaba de predicar con el ejemplo.
Esto último quedó claro en marzo del año 2000. En momentos en que arreciaba en su contra la búsqueda de los organismos policiales, decide de manera sorpresiva liderar personalmente una inédita ocupación del Juzgado de Collipulli. La acción, desarrollada junto a otros 30 comuneros que coparon sin resistencia todas las dependencias del edificio y transmitida por los noticieros en vivo y en directo a todo el país, buscaba sacar a la luz pública una situación que el gobierno se esmeraba en mantener hasta entonces oculta. Nos referimos a la situación de prolongado encarcelamiento que afectaba a varios dirigentes y miembros de las comunidades en conflicto y que según Ancalaf, debían ser reivindicados como "presos políticos" de la democracia chilena.
Tras esta espectacular acción que finalizó con la entrega pacífica de las dependencias judiciales, Ancalaf sería detenido junto a la totalidad de los manifestantes, acusado de "desórdenes" y de "secuestrar" al ministro de la Corte de Apelaciones de Temuco, Lenin Lillo, magistrado que se encontraba casualmente de visita en el edificio al momento de producirse la ocupación. Después de permanecer más de 5 meses recluido en la Cárcel de Temuco, tanto Ancalaf como el resto de los manifestantes recuperaron su libertad, siendo sin embargo la mayoría de ellos condenados años más tarde por desacato a la autoridad y secuestro.
El quiebre
Dos años de movilizaciones ininterrumpidas, la efectiva acción de los organismos policiales contra la cúpula dirigencial, las actuaciones asistencialistas del propio gobierno y un prolongado período en la cárcel, cambiarían la visión del dirigente respecto del escenario de conflicto que estaban enfrentando. De persistir con las ocupaciones y los enfrentamientos, el destino de la organización y sus miembros sería la cárcel, presagiaba Ancalaf. Ergo, había llegado la hora de aceptar los ofrecimientos de diálogo del gobierno y atreverse a explorar la vía de la negociación. En resumidas cuentas, una tregua tras la rebelión.
Sin embargo, no era tan simple. Mientras Ancalaf proponía aceptar el diálogo allí donde las posibilidades de recuperar los predios por vías institucionales fueran reales, otro sector, liderado por Huenchunao y mucho más radical, rechazaba de plano tal posibilidad. Es así como a comienzos del año 2001, junto a otros dirigentes decide abandonar definitivamente las filas de la organización que tres años atrás había ayudado a fundar. La imposibilidad de aunar criterios y la visión crítica que Ancalaf comienza a manifestar en torno al "voluntarismo" de las acciones de la CAM, sentenciaron su alejamiento. De su relación con Huenchunao, no quedaría ni siquiera el saludo.
Una vez separado de las filas de la CAM, la nueva visión del dirigente lo lleva a apoyar decididamente las negociaciones establecidas por los dirigentes de la zona de Collipulli con la entonces Ministra de Mideplan, Alejandra Krauss. El pragmatismo le daría sus frutos. A comienzos del año 2002, dichas comunidades logran la firma de un histórico acuerdo con el gobierno, que involucraba la devolución de más de 3.000 hectáreas de tierras usurpadas por forestales y latifundistas a las comunidades en conflicto de dicho sector. Entre los fundos contemplados en el acuerdo figuraban los emblemáticos Rucañanco y San Jorge de Forestal Mininco, además de los fundos Granaderos, Pemulemu y Ginebra, propiedad de latifundistas particulares y que eran reclamados desde hace décadas por las comunidades.
Durante las negociaciones con la ministra Alejandra Krauss, sus ex compañeros de la CAM acusaron públicamente al dirigente de "trabajar" para las autoridades de gobierno. Ancalaf dolido en su orgullo pero fiel a sus principios, prefirió guardar silencio y dejar que fueran sus acciones las que hablaran por él. Es así como paralelo al proceso de negociación con las autoridades, Ancalaf se comprometió activamente entre los años 2002 y 2003 en la defensa del territorio pehuenche amenazado por la construcción de represas hidroeléctricas en la zona del Alto Bio-Bio, proyecto impulsado por la transnacional Endesa-España, con la venia del gobierno chileno.
Por este apoyo a la lucha de las hermanas Nicolasa y Berta Quintreman, Ancalaf fue acusado de "atentados terroristas" en contra de maquinarias e instalaciones de la multinacional Endesa-España en la zona cordillerana del Alto Bio-Bio y arrestado en abril del año 2002 tras un violento operativo desarrollado por agentes de civil de la Dirección de Inteligencia Policial (DIPOLCAR) en la ciudad de Temuko. Invitado a participar de un Trawun de comunidades y organizaciones en el sector de Makewe, Ancalaf fue abordado por media docena de agentes cuando se preparaba a abordar un bus de recorrido rural, en compañía del werken de Traiguén e hijo del lonko de Temulemu, Juan Pichún.
Desde esa fecha, el dirigente permanece recluido en el Modulo de Presos Políticos de la cárcel El Manzano de la ciudad de Concepción, condenado a 5 años de cárcel por "incendio terrorista" en un proceso plagado de irregularidades y basado en la legislación antiterrorista creada por el régimen de Pinochet. Paradójicamente, la misma ley que tiene hoy tras la rejas o clandestinos a sus ex compañeros de la CAM. Adentro, en la cárcel, reparte cotidianamente su tiempo entre el taller de carpintería del penal, sus lecturas sobre el acontecer mapuche y las conversaciones con otros internos que forman parte de su "carreta". Afuera, en la calle, no sólo sus cinco pequeños hijos esperan el día de su salida. También lo hace todo un Pueblo / Azkintuwe
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desoBDC, ser tu mism@ es la revolución ....
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Claudio Escobar Cáceres (No a Ralco)
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