Latinoamérica
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El domingo 31 de octubre
Los uruguayos también votan el futuro de
la privatización del agua
Claudio Aliscioni
Clarín
Como en las grandes ciudades argentinas, los porteros y amas de casa de Uruguay
también trajinan por las mañanas con mangueras y escobas para asear las veredas.
La diferencia es que aquí —en el verano al menos— hay restricciones en el uso de
agua, para evitar que con cada baldazo se desperdicie un elemento que es
naturalmente escaso: apenas el 1% del agua en el mundo es apta para consumo
humano.
Conscientes de la importancia del recurso, y en un hecho sin precedentes, los
uruguayos decidirán el próximo domingo si aprueban una enmienda constitucional
que impida la privatización del abastecimiento y el saneamiento hídrico. Será a
través de un plebiscito sometido a votación junto con las elecciones
presidenciales.
El asunto no es un tema minúsculo y se anticipa a lo que muchos expertos llaman
"la gran guerra del futuro", como lo ha dicho el ex vicepresidente del Banco
Mundial, Ismael Serageldin, en alusión a la competencia que estallará este siglo
entre las naciones y las corporaciones multinacionales por la captura del
recurso.
En concreto, los uruguayos votarán por sí o por no una reforma al artículo 47 de
la Carta Magna que deberá estipular que el agua es un derecho humano y no una
mera mercancía sujeta al regateo del mercado; que en la prestación de los
servicios hídricos se deberá anteponer las razones de orden social a las de
orden económico; y que, en rigor, los trabajos de provisión y saneamiento del
agua deberán ser "prestados exclusiva y directamente por personas jurídicas
estatales".
Pero los alcances del plebiscito —y así lo han asegurado varios expertos en los
últimos días— van mucho más allá de la distribución del agua. También está en
juego la protección del sector uruguayo del Acuífero Guaraní, uno de los
reservorios de aguas naturales más grandes del mundo (ver Una reserva...).
"En la medida en que el texto plebiscitado dice que las aguas subterráneas son
de dominio público estatal, lo que se intenta es salvaguardar el futuro del
acuífero", explicó a Clarín Adriana Marquisio, vicepresidente de la federación
que agrupa a los funcionarios de OSE (Obras Sanitarias del Estado), que desde
1952 se encarga del servicio de agua potable y es una de las mayores promotoras
de la consulta.
La instalación del plebiscito corresponde a una iniciativa de varios vecinos de
la llamada Costa de Oro (el eslabón de playas del Departamento de Canelones, al
este de Montevideo) que fue impulsada por varios sindicatos y partidos de la
centroizquierda, entre ellos el Frente Amplio.
Para que el plebiscito triunfe debe contar con el 50% más uno de los votos. La
campaña es apoyada no sólo por la alianza encabezada por Tabaré Vázquez sino
además por el candidato Jorge Larrañaga, del partido Nacional. El presidenciable
del oficialista Partido Colorado, Guillermo Stirling, rechaza la consulta con el
argumento de que es un pésimo mensaje a los inversores. Lo mismo afirman algunos
prominentes empresarios, siempre celosos del derecho a la propiedad. Al parecer,
las encuestas dan la razón a quienes respaldan el "sí". Hay un 65% a favor, un
9% en contra y la indecisión embarga al 26% del universo sondeado, dijo a Clarín
Oscar Bottinelli, director de la encuestadora Factum.
Pero un flanco muy problemático acaba de aflorar con algunas discrepancias en el
Frente Amplio acerca de si deben caer o no los contratos firmados con dos
multinacionales y una docena de empresas comunitarias que prestan el servicio.
Se trata de Uragua (filial del consorcio español liderado por Aguas de Bilbao) y
Aguas de la Costa (de la francesa Suez Lyonnesse des Eaux), que funcionan en el
rentable departamento de Maldonado. La Justicia ha recibido denuncias contra
estas empresas por incumplimiento de contrato.
Aunque la gente muestra interés por el destino del agua, el plebiscito en sí no
es muy visible en el debate político, tan opaco como un traje gastado. No hay
carteles alusivos en Montevideo y tampoco mucho entusiasmo en los medios, aunque
ha sido la prensa la que metió pólvora en la llaga. Según el tradicional
semanario Brecha, el FMI presionó a Uruguay para prestarle plata en la crisis de
2002: además de exigirle que abriera al mercado su gordo sector estatal, le
reclamó como garantía de pago las reservas minerales del país, entre ellas, el
agua.