Latinoamérica
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El símbolo de una donación
Por Juan Carlos Vallejo
Una donación simbólica del grupo "Opstand" (Rebelión) de Dinamarca a las FARC-EP, ha hecho rasgarse las vestiduras al sanedrín del establecimiento colombiano. Inmediatamente, la gran prensa ha desplegado todo su arsenal de propaganda internacional para señalar como "auxiliadores del terrorismo" a los cien creativos daneses. Más que la cuantía, $8.500 dólares, lo que se buscaba era un golpe de opinión que rompiera el cerco mediático sobre la grave situación de los derechos humanos en Colombia bajo la administración del siniestro Alvaro Uribe ("Varito"1, como lo llamaba el padre de los confesos miembros del Cartel de Medellín, con quien el presidente colombiano guardaba una estrecha amistad), y abrir un debate amplio y sincero sobre el conflicto colombiano. ¡Y en verdad que lo lograron!
La crisis humanitaria es de incalculables proporciones, y se ha agravado bajo el Plan Colombia y el Plan Patriota2. Estrategias militares de los Estados Unidos para vender armas y proteger sus intereses presentes y futuros (petróleo y agua dulce). Esto, obviamente, bajo la condición de mantener los privilegios de la mafiosa, racista y asesina oligarquía colombiana.
Cuando el campesino Pedro Antonio Marín3 se fue a las montañas colombianas con catorce primos, como consecuencia del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán por parte del "establishment" colombiano en complicidad con la CIA4, nunca imaginó que 56 años después sería el guerrillero más antiguo del mundo al mando del grupo insurgente más poderoso e igualmente antiguo del planeta. Primero fue llamado "chusma", años después "bandolero", tiempo más tarde "narcotraficante" y ahora, porque los Estados Unidos y el gobierno colombiano así lo quieren, "terrorista". Siempre existirán calificativos para deslegitimar al contradictor político.
Un simple ejercicio aritmético nos lleva a un cuestionamiento lógico: ¿Cómo es posible subsistir tantos años en las intrincadas e indómitas montañas y selvas colombianas, aumentando la cifra de miembros de tan sólo 14 a casi 50 mil5 y expandiendo su área de influencia desde un pequeño poblado al suroeste del país, llamado Génova, haciendo presencia efectiva a lo largo y ancho de 1'141.748 Km², que es la superficie del territorio colombiano, siendo perseguido y asediado por tropas nacionales y extranjeras? La respuesta se encuentra en el respaldo popular. Las FARC-EP han crecido y se han expandido conforme ha crecido y se ha expandido la miseria y la injusticia social en Colombia.
El conflicto colombiano es y ha sido agrario (el origen de las FARC-EP es campesino) Ha sido una lucha de clases basada en la tenencia de la tierra. Una guerra entre "las dos Colombias"6, la virtual y la real. La primera, en donde la corrupta oligarquía –que se autoproclama "la gente de bien"- dueña y adueñada de vastas extensiones de territorio y propietaria de los medios de información y producción, sofoca y silencia cualquier asomo de protesta social que evidencie un síntoma de malestar popular ante la comunidad internacional. Una Colombia virtual en la que, aparentemente, nada pasa, nada sucede y lo que más preocupa y perturba es la humedad del clima para el próximo partido de golf, el horario del juego de canasta, el lugar del desfile de modas con las siliconadas modelos. Pero la otra Colombia, la real, es la que padece el desarraigo, la tortura, la desaparición forzada, el encarcelamiento, la criminalización de su protesta social. Es esa Colombia paupérrima, indígena, negra, mestiza. Es la Colombia del Código Civil para los ricos y un Código Penal para los pobres7. Es la Colombia desempleada, explotada y abandonada a su suerte. Es la Colombia de la Unión Patriótica8. Es el "otro país" que sólo aparece en las páginas rojas de la gran prensa. En está Colombia han estado siempre las FARC-EP. Por eso el establecimiento colombiano nos las ve, no las encuentra. Porque nunca ha visto ni ha querido ver a "la otra Colombia".
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