Latinoamérica
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"SOS por Colombia"
Acosados por una campaña de exterminio, sindicalistas y activistas piden ayuda y denuncian la pasividad del Gobierno y los efectos nocivos de la "seguridad democrática
Ana Zarzuela
Colombia es un país de tristes récords: cada día se registran 58 homicidios,
cada año alrededor de 3.000 personas son secuestradas. Las trágicas "plusmarcas"
llegan a su cumbre cuando se refieren a defensores de derechos humanos,
sindicalistas y periodistas. Esta tierra de realismo mágico es el lugar donde
pierden la vida el 80 por ciento de los sindicalistas en el mundo.
¿Quién protege a los protectores de los trabajadores?, ¿quién defiende a los
defensores de los derechos humanos? Esas preguntas esconden una tarea titánica.
Tanto que la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales
Libres) considera a Colombia el país más peligroso del mundo para ejercer la
actividad sindical, y la ha convertido en objetivo prioritario internacional de
su trabajo. Luis Hernández Monrroy lo sabe bien. Su trabajo como director del
sindicato Sintraemcali en Cali -la tercera ciudad del país, núcleo industrial y
empresarial y epicentro de la ola privatizadora- lo ha convertido en objeto de
amenazas de muerte. Tiene el dudoso "honor" de ser uno de los 85 líderes
políticos, sociales y sindicales incluidos en la lista negra de la operación
Dragón, un intento de exterminio encabezado por un presunto militar en supuesta
colaboración con agentes de inteligencia y ejecutores paramilitares, que ha sido
destapado en las últimas semanas. El escándalo surgió cuando, por iniciativa de
algunos de los amenazados, las fuerzas de seguridad, a través de varios
allanamientos descubrieron en manos de un presunto coronel varios supuestos
documentos de inteligencia militar que señalaban a varias personas como
objetivos armados. Entre ellos están desde el presidente del partido Polo
Democrático, Lucho Garzón, hasta el gobernador Angelino Garzón. "Los derechos
humanos se violan las 24 horas del día. Uribe quiere vender la imagen positiva
ante la comunidad internacional de una democracia, pero en la práctica lo que
tenemos acá es un régimen", explica Luis. "Quieren exterminar al sindicalismo de
una u otra forma. Primero, con el cierre. Este Gobierno está cerrando empresas,
todas las que le parezcan, en cumplimiento del modelo neoliberal. En segundo
lugar, se relaciona a los sindicalistas con la insurgencia para llevarnos a las
mazmorras. Y, en tercer lugar, se nos asesina de forma sistemática. A los
afectados por la operación Dragón el Ministerio de Justicia nos ha dicho que van
a investigar, ¿pero qué esperanza tenemos?, ¿cómo buscar protección? Buscarla en
el estado es como poner a Drácula a cuidar un banco de sangre", denuncia. Como
otros cientos de compañeros amenazados se rodean de agentes de seguridad de
confianza para que el fantasma del asesinato no se haga realidad. La experiencia
les hace desconfiar de la seguridad oficial.
No sólo se trata de la amenaza de la operación Dragón. Decenas de listas negras
salen cada día a la luz, como una espada de Damocles, con los nombres de cientos
de activistas. Sólo en la ciudad de Barranquilla (la cuarta del país) 70
sindicalistas saben que están en el punto de mira; para seis de ellos la amenaza
ya se cumplió. Su muerte no es nada exótico. Como concluye el informe de la
Misión de Abogados, que visitó el país en marzo de 2004 a petición de la
Comisión Internacional para los Derechos de los Trabajadores, la terrible
realidad es que "probablemente resulta más rápido, más barato y menos arriesgado
asesinar a los sindicalistas involucrados en disputas laborales que usar los
procedimientos civiles existentes para resolver tales disputas". Las cifras
avalan esa impresión: según los cálculos de la CUT (Central Unitaria de
Trabajadores) y de la Escuela Nacional Sindical, desde la llegada de Uribe, en
2002, han sido asesinados al menos 164 sindicalistas (178 según la CIOSL) y se
han producido más de mil violaciones a sus derechos.
La CIOSL ha constatado que, como presumen las cifras oficiales del Gobierno
colombiano, el número de asesinatos de sindicalistas ha descendido en
comparación con los 184 en 2002. Pero los homicidios son sólo la punta del
iceberg. Como denuncia esta organización, otras formas de exterminio y de
presión se han incrementado: las amenazas de muerte, los despidos, las
desapariciones forzosas, los secuestros... Así, durante el mandato de Uribe, la
CIOSL calcula que más de 670 dirigentes sindicales han sido amenazados (frente a
357 del periodo equivalente del gobierno de Pastrana), se han producido 104
detenciones arbitrarias (diez durante el mandato anterior) y se han llevado a
cabo 14 allanamientos ilegales (dos con Pastrana).
Matanzas selectivas
"Los sindicalistas plantean que no es una exterminación arbitraria, sino que se
hace precisamente para acabar con la negociación colectiva, el derecho de huelga
y facilitar las privatizaciones. Eso se sustenta en datos: en Colombia este año
hay menos de 50.000 trabajadores beneficiándose de la negociación colectiva y en
lo que va de 2004, de 30 huelgas que se han planteado, 27 se han declarado
ilegales o incluso terroristas. No se puede plantear que hay una democracia real
si no puedes tener derecho de manifestación, ni de huelga ni de asociación",
relata Pilar Morales, secretaria de Cooperación de CC OO de Madrid y presidenta
de la Fundación Paz y Solidaridad. Ambas organizaciones se han volcado desde
hace años en el apoyo al sindicalismo colombiano.
Junto con Pilar Morales, otros 46 representantes de organizaciones sindicales de
19 países y de cuatro organizaciones internacionales conformaron una misión
internacional que visitó el país el pasado mes de septiembre en respuesta al SOS
lanzado por el sindicalismo colombiano. La misión ha vivido en carne propia los
rigores del miedo, la coreografía de la seguridad extrema con la que tienen que
vivir y trabajar los sindicalistas y defensores, líderes populares, trabajadores
de la sanidad o maestros, entre otros. Grupos de riesgo con los que se ceban los
escuadrones armados y los comandos paramilitares. Según la Fecode (Federación
Colombiana de Educadores), entre 2000 y 2003 fueron asesinados 191 educadores,
de los cuales 58 murieron después del 7 de agosto de 2002, cuando asumió su
cargo Uribe. Y es que, para los colectivos que están en la mira del terror, no
hay duda de que, con la aplicación de la seguridad democrática del presidente y
las reformas constitucionales, su vida y su trabajo corren más peligro.
Hernández lo denuncia sin cortapisas: "La situación ha empeorado durante los dos
años de Uribe. El Gobierno dice que los asesinatos no obedecen a móviles
políticos, lo disfrazan diciendo que han mejorado los derechos humanos, cuando
es el mismo gobierno el que está haciendo pescas milagrosas, es el mismo
Gobierno el que en las ciudades y los pueblos hace detenciones masivas, de 200,
300, hasta 500 personas. Si antes las cárceles estaban llenas, hoy están llenas
a reventar de gente inocente retenida y llevada a las cárceles. No se le puede
decir al mundo que se está mejorando las condiciones de los derechos humanos
cuando son las mismas fuerzas militares las que atropellan al pueblo".
"La política antisindical del gobierno nacional y de los empleadores al señalar
a las organizaciones sindicales como los responsables de la quiebra del país y
de las empresas, de ser agentes de la guerrilla y del terrorismo, ha contribuido
para que los actores de la violencia asesinen a los mejores hombres y mujeres de
la lucha social y política; algo en lo que el Estado tiene un porcentaje de
responsabilidad directa e indirecta, como en el caso de Arauca", afirma un
documento conjunto de las tres grandes centrales sindicales del país: CUT, CTC y
CGDT. El caso al que se refiere su informe es el asesinato, el pasado 5 de
agosto, de Héctor Alirio Martínez, Leonel Goyeneche y Jorge Prieto, tres líderes
históricos de la región de Arauca, que murieron abatidos, por la espalda, por
efectivos del ejército colombiano ahora detenidos.
Disfrazar la realidad
A pesar de las revelaciones de los organismos de investigación, de ciertas
evidencias (no tenían armas, los sacaron de casa descalzos en la nocheŠ) y del
propio informe de la Fiscalía, fuentes militares han insistido en calificar el
suceso como un simple combate con subversivos, mientras el ministro de Defensa
califica a los fallecidos como guerrilleros del ELN buscados por la justicia.
Unas circunstancias que han convertido estas muertes en paradigma de la zozobra
sindical y que han levantado a organizaciones sindicales y sociales, indignadas,
contra el Gobierno de Uribe. "Uno de los logros de la misión sindical es que
esos tres asesinatos no pasaran a la justicia común, sino que se consideraran un
delito contra los derechos humanos. Lo que están haciendo cuando se produce un
asesinato de un sindicalista es decir que es un lío de faldas, que tenía
conexiones con la guerrilla o que ha sido un delito común, un ajuste de cuentas.
Está documentado que esas personas están siendo asesinadas por su militancia
sindical, igual que hay asesinatos de mujeres dirigentes del movimiento de
trabajadoras informales, o de defensores de derechos humanos. Se matan
periodistas, diputados, concejales, alcaldesŠ Esos asesinatos se intentan
disfrazar de delincuencia común. Pero como en toda sociedad en conflicto hay
muchas llamadas de atención, de colectivos de mujeres, de indígenas, de
intelectuales., de los propios funcionarios del gobierno que quieren una
sociedad democrática. Lo bueno de las movilizaciones ciudadanas es que están
sirviendo para sacarlo todo a la luz y evitar la impunidad", explica Morales.
Además de su responsabilidad por omisión o dejación en la protección de
activistas laborales y defensores derechos humanos, desde los sindicatos y
organizaciones sociales se mira al Gobierno de Uribe y sus fuerzas de seguridad
como sospechosos de complicidad. Por una parte, en un momento en el que el
Gobierno de Uribe negocia la paz y la desmovilización de 20.000 paramilitares,
se ha reavivado el debate sobre las numerosas sospechas de conexiones entre
miembros de las fuerzas de seguridad del estado y los paramilitares. Casos como
el asesinato de los tres líderes de Arauca o la operación Dragón no han hecho
más que encender los ánimos y avivar las acusaciones de pasividad que llueven
sobre el Ejecutivo. "Todo aquello que se paga con dinero público debe
controlarlo el poder público y justificarse transparentemente. Nosotros estamos
en contra de todo tipo de terrorismo El Gobierno no puede consentir que ningún
militar, sea de la graduación que sea, haga un allanamiento, un asesinato o una
operación Dragón, puntualiza Pilar Morales. Por otro lado, las acusaciones que
planean sobre defensores y sindicalistas, los colocan muy a menudo en la diana
de los señores de la muerte. El escandaloso asesinato en Barranquilla el pasado
17 de septiembre del sociólogo y catedrático Alfredo Correa de Andreis, a
consecuencia de los disparos de dos sicarios, es buena muestra. Semanas antes de
su muerte, la Fiscalía había ordenado su encarcelamiento, basándose en las
acusaciones de un reinsertado que lo señalaban como ideólogo de las FARC. Aunque
después la Fiscalía revocó la detención preventiva y ordenó su libertad, (al
desestimar tales imputaciones), Correa había quedado ya marcado como objetivo
paramilitar.
Movilización social
El malestar y la zozobra va mucho más allá de los sindicatos. Los informes de
organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y HRW inciden una y
otra vez sobre la debilidad de las garantías jurídicas. Buena parte de la
sociedad civil está en pie contra la llamada seguridad democrática. La Minga
(marcha) por la vida del mes de septiembre echó a las calles a decenas de miles
de personas, lideradas por los indígenas, para protestar por la desaparición y
asesinato de decenas de indios colombianos en los últimos meses y por las
consecuencias nocivas que las privatizaciones y la reforma económica. Con la
intención de resistirse a esa situación, el movimiento social se echó a la calle
el 12 de octubre, liderado por las organizaciones sindicales. Las dos
principales centrales de trabajadores -CUT y CTC- han optado por unirse para
aumentar su peso y por extremar su proyección internacional. "Tenemos el
compromiso internacional de acabar con la impunidad y la invisibilidad y
oponernos a cualquier tratado que suponga armas para Uribe. De hacer que
operaciones como la Dragón se queden sólo en el papel", asegura Morales.
Como confía Luis Hernández, "mantener el perfil muy alto de estos asuntos puede
servir para mantenernos vivos".
El exterminio en cifras
-90 sindicalistas han sido asesinados entre mayo de 2003 y abril de 2004 y otros
ocho han sido víctimas de atentados; 48 han perdido la vida en 2004, de ellos 16
eran dirigentes sindicales.
-En lo que va de año, cinco dirigentes o activistas sindicales han sido
desaparecidos, seis secuestrados y 92 obligados a desplazamientos forzosos. Una
veintena han sido sometidos a detenciones, 43 a hostigamientos y se han
producido siete allanamientos ilegales.
-De los casi 4.000 asesinatos de sindicalistas en los últimos 15 años, sólo
cinco han desembocado en condenas judiciales.
-Colombia presenta una de las tasas más bajas de cobertura sindical de América
Latina. Sólo el 4 por ciento de los trabajadores está sindicado.
- Durante el 2004 sólo se crearon tres sindicatos y de los 112 paros convocados
en 2003, 111 fueron declarados ilegales.
- 650 maestros han sido asesinados desde 1993.