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Latinoamérica

21 de enero del 2004

El País continúa acosando al gobierno de Hugo Chávez
Prisa por el golpe

Jose Daniel Fierro
Rebelión

Han pasado casi dos años desde el fallido golpe de estado en Venezuela, pero aún resuenan los ecos y las amenazas golpistas en diarios independientes como El País.

El pasado domingo (18 de enero) El País Semanal arremetía de nuevo contra Hugo Chávez, con un artículo de título "Las caras de Caracas", firmado por el vocero de los golpistas Juan Jesús Aznárez y sin embargo corresponsal del diario español.

El suplemento dominical, cuya calidad periodística es inversamente proporcional al creciente colorido de la publicidad destinada a las clases acomodadas, recogía como complemento la colaboración, en forma de artículo, del histriónico bufón Boris Izaguirre. Este venezolano, ferviente opositor de Chávez y animador de uno de los más casposos y decadentes programas basura de la televisión española, era presentado por el diario como "escritor y showman".

El artículo de Aznárez se gestó en una casona, en el residencial Altillo de Caracas. El propietario de tal mansión permanece en el anonimato, pero sólo a primera vista.

Indagando con más detalle, se deduce que Patricia ("la nívea estudiante de leyes"), el personaje con el que arranca el relato, es la hija del magnate venezolano Rafael Poleo, propietario del periódico caraqueño El Nuevo País. Tampoco dice que Patricia es la directora del citado periódico y que su padre fue nombrado Primer Notario General del (breve) Reino de Carmona. Él es, por tanto, el desconocido hacendado que invita a diferentes corresponsales extranjeros a una cena en su lujosa vivienda.

Aznárez, que comparó a Hugo Chávez con Idi Amin y con Mussolini, se cuida muy mucho de no dar demasiadas pistas. Pero conociendo su trayectoria, su esfuerzo se vuelve inútil.

Rafael Poleo es la fuente más recurrida por El País en sus informaciones sobre el golpe de estado y sobre Venezuela. El nombre de su hija, Patricia Poleo, apareció en un documento abandonado en el Palacio presidencial tras la precipitada huida del golpista Pedro Carmona el breve. En el papel aparecían los nombres que los facciosos barajaban para los diferentes cargos ministeriales.

A tal punto llega la connivencia entre el nuevo y el viejo País que, tras el estrepitoso fracaso del golpe de estado, Aznárez adoptó la versión exculpatoria y justificativa utilizada por los Poleo. Idénticos argumentos, para explicar intereses similares.

"En El País del 17 de noviembre (2002), el corresponsal en Venezuela Juan Jesús Aznárez realiza un 'meritorio' esfuerzo para exculpar a la mayoría de los promotores del golpe empresarial-mediático-militar. [...] En un artículo titulado Venezuela: por qué fracasó el golpe, con una desvergüenza y una técnica manipuladora insuperables, el insigne periodista introduce motivaciones, justificaciones y actitudes distintas entre los autores del golpe. Una parte de ellos –los responsables del fracaso final que lamenta claramente Aznárez- suplantaron la volunta de los otros" (1).

Este fue, sintéticamente, el argumento esgrimido por los Poleo y adoptado por el grupo Prisa para salvar los muebles. La estrategia consistió -y aún consiste- en proteger a los grandes agentes desestabilizadores y mantener activa la dinámica del golpe.

Curiosamente esa estrategia nació a posteriori, porque mientras el golpe estuvo vigente El País lo denominó "rebelión civil" (nunca lo calificó como golpe de estado), Aznárez definió a Carmona como "presidente de una junta cívico-castrense que conducirá a Venezuela hacia unas elecciones a corto plazo" y Patricia Poleo desveló que "en todas las reuniones [de los golpistas] se habló de que la junta que debía asumir la transición debía contar con el componente empresarial, el laboral y el militar".

Pero volvamos al artículo del pasado domingo. Así las cosas, Aznárez se limita a simular distancia para tratar de aparecer como observador objetivo. Y de esa forma poner en boca de otros, el mensaje que sus jefes hace tiempo adoptaron para (des)informar sobre Venezuela.

"Nunca había existido lucha de clases en Venezuela, pero este zambo (mezcla de indio y negra, o viceversa, en alusión a Chávez) la ha activado" dice uno de los comensales. "Aquí el lumpen asalta al grito de '¡Viva Chávez!' –asegura un médico de un hotel de cinco estrellas- hay que matarlo". "No es posible permanecer impasible cuando este loco nos lleva a la ruina", atribuye al antichavismo. A partir de esta frase, Aznárez se desliza, tratando de construir una explicación a la fractura social que se vive y se siente en Caracas.

A decir del periodista la sociedad está muy radicalizada a favor o en contra de Hugo Chávez. Es por ello que "no sorprenden las invocaciones al magnicidio". Bueno, no le sorprenderán a él, que debe estar acostumbrado a la manera de funcionar de sus valedores. Además, es capaz de ubicar geográficamente y por barrios a unos y a otros. Parece ser que hay pobres y ricos, aunque el artículo no explica ni bien ni mal el porqué. Para los primeros se destinan términos como "infelizaje oficialista", "el baratillo y el hampa", y su puestos y mercadillos acumulan un "80% de mercancías de contrabando". "Las masas negras y mulatas, los parados que atribuyen su desgracia a la depredación plutócrata del petróleo [...] integran el grueso de los batallones oficialistas". Pero no hay tal. Lo que ocurre en Caracas (otrora "ciudad emergente" de Latinoamérica) se debe a "una crisis económica arrastrada desde hace tres lustros, agravada durante la presidencia de Chávez".

Ciertamente que en la búsqueda de culpables sólo aparece, una y otra vez, la figura de Hugo Chávez. Y ello a pesar de reconocer que "la huelga petrolera del pasado año quiso estrangular al Gobierno y estimular un pronunciamiento militar, y causó una caída del PIB de 15 puntos".

Después de tantos improperios y tantos despropósitos, al menos una cosa queda clara: Aznárez sólo recoge las impresiones y los exabruptos de la desquiciada oposición, el medio en el que siempre se ha movido. El País no tiene espacio para la "otra cara" de Caracas.

Paradójicamente es la adenda, realizada por Boris Izaguirre, la que recoge al menos una frase para la reflexión: "Caracas fue en los años setenta una representación del sueño latinoamericano [...] en los ochenta, ese sueño se había estrellado y todos los días esperábamos porque alguien sacara el martillo que terminara de romper el espejo. En 1992, Hugo Chávez lideró un fallido golpe de Estado que consiguió a la larga hacer saltar en añicos ese espejo de injusticia social, desequilibrio económico, corrupción y francachelas en que se había convertido la ciudad y por ende el país".

El resto es blanda sensiblería, adornada con tintes cosmopolitas, y la fingida candidez de un hijo de familia acomodada, metido a cronista de una realidad social que desconoce.

Notas:

(1) El golpe, las imágenes y las palabras. Antonio Maira. En "Periodismo y crimen", varios autores. Hiru 2002.