Latinoamérica
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21 de enero del 2004
Congreso del Frente Amplio de Uruguay
Un congreso y dos caminos para la izquierda
Hugo Cores
En la contratapa del último número de BRECHA, Álvaro Rico analizó con acierto cómo se gesta un "sentido común que exculpa a los gobernantes, en el que los procesos de desestructuración social (...) y debilitamiento de la democracia son ajenos a la dinámica de las propias instituciones y a la voluntad política y la forma de ejercer el mandato por parte de los gobernantes" y en el que sus desatinos (o lealtades de clase) se presentan como una fatalidad. Un sentido común, se podría concluir, apuntado a consagrar la imposibilidad del cambio.
Aunque hace unos meses los ámbitos académicos no parecían tener muchas expectativas sobre el papel transformador de la izquierda, el reciente congreso del Frente Amplio (fa), preparado en buena medida en el clima de movilización que culminó con la victoria popular del 7 de diciembre, parece inspirar una línea de contestación contra ese "sentido común" fatalista que - desde el Estado y el oligopolio mediático- fumigan las clases dominantes.
Ecos de un debate
Sobre el IV Congreso del fa ha habido alguna charamusca y se han dicho algunas gracias. Vale la pena preguntarse desde dónde ordenar el intercambio de opiniones. Creo que a partir de cómo desarrollar las tareas actuales de la izquierda. Justamente las resueltas por el propio congreso.
¿Se podría hacer otra cosa? Sí, darle a las resoluciones el "honor de la gaveta". Considerarlas palabra muerta, retórica para salir del paso. Y apostar a funcionalizar electoralmente a nuestro favor ese sentido común alimentado por la intoxicación mediática y la atonía social, cultural, sindical y política.
Intentarlo, "a puro show", a mera eficiencia mediática. Con una campaña electoral de planteos genéricos, sin propuestas de cambio netas que obliguen a definirse a todos los actores. Una campaña centrada en la cooptación de dirigentes blancos y colorados con las contrapartidas correspondientes y en silenciar los temas polémicos, las cuestiones urticantes.
Un programa opositor
Prácticamente la totalidad de lo resuelto en el congreso, casi siempre por gran mayoría de votos, implica enfrentar al gobierno, "ir contracorriente" de la opinión dominante y hacerse cauce, con propuestas de movilización, del malestar existente.
Resoluciones acerca del papel del Estado, la depuración de las Fuerzas Armadas, la denuncia del terrorismo de Estado y la lucha por la verdad y la justicia, las mejoras salariales y la redistribución de la renta, las mejoras en la salud y la vivienda: sobre todo eso se pronunció, y bien, el IV Congreso. Estas resoluciones ponen al fa ante la necesidad de enfrentar las inercias políticas y mediáticas dominantes. Y hacerlo de la manera que aprendimos con nuestra larga experiencia anterior y con la campaña, desde abajo y a contracorriente, que culminó el 7 de diciembre.
Tanto en el curso del congreso como después, algunos compañeros han planteado la necesidad de actuar "con habilidad política", no dando pretextos a la derecha para sus ataques. A todo se puede renunciar menos a la victoria, se ha dicho. Pensemos que en realidad lo que se quiso decir es que podemos renunciar -no a todo, en ese caso no habría victoria- sino a algunas cosas.
Empecemos por decir que, salvo en la moción referida a la derogación de la ley de caducidad, en el congreso nadie habló de renunciar a nada. Más bien de reafirmar y avanzar hacia más claras posiciones de izquierda.
Dando un giro, el congreso resolvió retirar todo adjetivo elogioso a la Comisión para la Paz, no hubo una sola voz que se alzara en su defensa. Se pronunció a favor del juez Alejandro Recarey, condenó la actitud del Poder Ejecutivo con relación a la desaparición de María Claudia Irureta de Gelman, rechazó los dichos del ministro Yamandú Fau y del asesor presidencial Carlos Ramela.
Por lo demás, renunciar, en un programa del fa, a determinados postulados, ¿resuelve el problema que plantea el hecho de que el elector uruguayo, cuando no forma parte de la movilización política de izquierda, está ideológicamente influido por un oligopolio mediático que nos es hostil y que está aliado a una burguesía autoritaria y con una larga promiscuidad con el poder? Pero además, ¿qué grado de credibilidad tendría nuestra carta rogatoria por los buenos modales manoseada por los operadores políticos del orden conservador y la dependencia externa?
Congreso de reafirmación y, por qué no, de victoria
Cualquiera que lea sin prejuicios sus resoluciones, por ejemplo en lo referido a la cuestión de la deuda, sabe que lo que se resolvió no es lo que quieren los poderes constituidos en el mundo, el fmi, la diplomacia estadounidense y los intereses conservadores en Uruguay.
Aun cuando se podría haber formulado con más claridad, agregando propuestas que fueron mocionadas, lo que se votó va en una línea de enfrentamiento al fmi y a los acreedores externos, un poco a la manera de Néstor Kirchner. Es previsible que, como él, un gobierno progresista en Uruguay reciba presiones y muestras de hostilidad de los fuertes del planeta. Para evitarlas, ¿ debemos pagar la deuda con más estancamiento y más hambre?
También es elocuente el pronunciamiento sobre el alca: "Se trata de un instrumento que dispone un espacio de libre circulación de capitales y de recursos norteamericanos, asegurando el trato nacional a los mismos en cada país integrante de la zona y que deriva al ámbito de la omc la consideración y el tratamiento de las medidas proteccionistas que impuso Estados Unidos. Por lo tanto, rechazamos el actual proyecto alca y los eventuales acuerdos bilaterales de comercio con Estados Unidos concebidos en este marco, en tanto no resultan favorables a nuestros objetivos de consolidación de país productivo".
Gobierno y poder
Es importante ganar la elección, ya lo creo. A la vez, entre los muchos lujos que no nos podemos dar está el de olvidarnos de nuestra experiencia, de las cosas que sabíamos (o creíamos saber) antes. Solíamos distinguir entre "gobierno" y "poder". ¿Cuántas veces en América Latina se consiguió la victoria, se accedió al gobierno y no se rozó siquiera el poder? ¿Y cuántas veces esa victoria electoral, después de muchos consentimientos al "pragmatismo" y al "realismo", terminó con la recuperación del gobierno por parte de las clases que nunca habían soltado ni una hilacha del poder?
Por lo demás, la "doma del poder" ya se nos ha revelado que no tiene nada de fácil. Aunque muchos compañeros prefirieron archivarlo en un plenario reciente, ya tenemos evidencias de que es necesario desarrollar el alerta máximo en transparencia y control desde abajo, pues sucede que la mera ilusión de unas chirolas de poder llega con toda su carga de generación de privilegios burocráticos y corrupción.
Por esa ordalía pasaron no sólo fogueados izquierdistas europeos sino también revolucionarios probados. Y sucumbieron. Ocurrió en Nicaragua, como triste desenlace de uno de los procesos más heroicos en la lucha por la emancipación latinoamericana, para nombrar apenas una peripecia.
Las resoluciones del IV Congreso constituyen la visión de un programa de transformaciones de fondo. Ha sido un paso. No se puede soslayar el hecho de que el gobierno ha reafirmado su línea neoliberal luego del 7 de diciembre. Incluso agresivamente, en los dichos del presidente Batlle y el ministro Alfie. Desde la oposición se ha dejado terreno luego del triunfo del Sí, y el pronunciamiento ciudadano no ha tenido las consecuencias que podría tener. El reclamo de cambios en las orientaciones gubernamentales en áreas clave de lo productivo y lo social no tiene todavía expresiones claras, propuestas definidas.
Al mismo tiempo, como apunta la nota de Rico, desde la derecha ya está instalada una campaña ideológica, en cierto sentido preelectoral. Esa campaña se propone evitar que gane la izquierda. Y que, si gana, no pueda llevar adelante su propuesta. Que reciba una soberanía recortada, casi un interinato sometido al visto bueno del poder económico y los intereses externos.
Dos modelos de izquierda
Ante esa campaña tenemos que definir qué modelo de fuerza política queremos construir. Uno, compuesto por protagonistas que participan en colectivos diversos y aportan sus opiniones, sus conocimientos y su militancia. El otro, un movimiento compuesto por individuos aislados, pasivamente sentados ante un televisor, a la espera del carisma que los atrape. Dos modelos, dos destinos. Dos destinos de la fuerza política y también de su previsible gobierno.
Para la apuesta al modelo mediático, al fa le falta dinero (que para la derecha es interminable) y le sobran dos cosas: la estructura de coordinadoras y departamentales y una buena porción de los partidos que lo integran. ¡Ah, y le sobran también los congresos!
El IV Congreso demostró que el fa no está estancado. Sus acuerdos programáticos actuales están mejor informados y son más precisos que otras veces. Sin duda se debe avanzar más en este plano. También las responsabilidades son mayores.
En manos de una fuerza política enraizada en la sociedad, atenta a sus reclamos, ese programa contiene un potencial transformador formidable. Que de eso se trata, ¿no?