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Latinoamérica

29 de enero del 2004

México: Apuntes sobre el proceso de construcción del PC
Despojados de todo reformismo

Pável Blanco Cabrera
Partido de los Comunistas


El 26 y 27 de julio del 2003 se ha constituido un nuevo partido comunista en México, producto de la unidad orgánica del Partido de la Revolución Socialista y del Partido de los Comunistas Mexicanos, lo cual fue la culminación de un amplio proyecto unitario de seis partidos marxistas agrupados en el Movimiento de los Comunistas Mexicanos y que en un espacio de tres años discutieron los asuntos relativos al programa, la estrategia, la táctica y las formas de organización, empeñados en arribar a una sola formación política de la clase obrera, de ideología marxista-leninista y en lucha por el socialismo, practicante del internacionalismo proletario e inserta en el movimiento obrero y popular.

Este proceso posee riquezas y enseñanzas que deben ser socializadas y comprendidas pues se inscriben entre dos épocas del genero humano: la derrota temporal del movimiento comunista y del progreso del genero humano escenificada en la contrarrevolución triunfante en el Este de Europa y principalmente en la disgregación de la URSS, la disolución del PCUS y la cancelación del proyecto socialista en la patria de los soviets; Y por otra parte la rápida conclusión de un periodo que se creía de larga duración, como consecuencia de los acontecimientos citados y proclamados por la propaganda imperialista como fin de la historia y las ideologías, y que es representado por la revuelta global contra el orden capitalista, de Chiapas a Seattle, acompasando la descomposición económica y la crisis terminal del capitalismo en su fase imperialista y sus manifestaciones de barbarie.

Presentar el debate que nos dio origen, origen como continuidad, pues venimos de lejos, como diría Palmiro Togliatti, es una tarea básica en la construcción del proyecto revolucionario y del instrumento de lucha de la clase obrera de México.

Apostar por la unidad de los comunistas en un periodo de ascenso de la lucha de clases.

El movimiento obrero posrevolucionario no solo tuvo la característica de tener dos expresiones principales, la del Partido Comunista de México (Sección Mexicana de la Internacional Comunista), después llamado Partido Comunista Mexicano y la de Vicente Lombardo Toledano, independientemente de que en sus mejores años (1930-1950) tuvo una sola dirección, sino que estuvo marcado por una cultura de la división y constantes escisiones, expulsiones, etc. , tal vez más que en cualquier otro lugar del mundo. Si en momentos esta tendencia a la dispersión se consideraba natural, en los momentos de dominio unipolar de la superpotencia y la hegemonía neoliberal, se presento como una tragedia necesaria de superar, pero en un momento en que el pueblo mexicano, como parte del ascenso de la lucha de los pueblos latinoamericanos pasa a la ofensiva, el no comprender la unidad y sus motivos es una traición imperdonable.

Por supuesto la cuestión no es sencilla, es decir no se trata de la unidad por la unidad, o para usar la consigna, correcta pero desafortunada, por ir de un extremo a otro de los comunistas en los años 30, "unidad a toda costa". Es decir que unidad y para qué.

Desde una perspectiva histórica el marxismo ha luchado y luchará por que el proletariado como clase se una, pues es premisa fundamental para transformar la sociedad, para ser una "clase para sí". Consecuente con esa idea el grito de batalla con que termina el Manifiesto del Partido Comunista es ¡Proletarios de todos los países, uníos!; Es comprensible entonces que la unidad de clase se impulse decididamente por los elementos más conscientes del proletariado, los comunistas, y es entonces un contrasentido la fragmentación de los destacamentos comunistas, que por supuesto tienen justificadas explicaciones y que nos se analizaran ahora; baste decir que las crisis del movimiento comunista han sido las crisis del genero humano lo mismo que las guerras, etc.

Centrados en la experiencia mexicana, la diáspora de los comunistas se agudizó en el momento que la contrarrevolución burguesa personificada en Reagan y Tatcher y el transfuguismo de Gorbachev y otros, desequilibraban la correlación internacional de fuerzas debilitando al socialismo, pero también las vías de desarrollo no capitalistas, el welfare state, los movimientos de liberación nacional y por supuesto al modelo de la Revolución mexicana.

En torno a la Revolución Mexicana giro durante décadas el programa de los marxistas mexicanos y una gran confianza se fundaba en el amplio sector estatal de la economía representado en 1982 en 1155 empresas del Estado. La conducción de ese proceso abierto en 1910-17 se entregó durante años a la burguesía nacional, la que zigzagueante en momentos, termino finalmente por entrar en un proceso de autoliquidación cuando arranco el proceso de privatizaciones; pero por años la clase obrera no fue independiente ideológicamente. El deslinde de los comunistas de la ideología de la Revolución Mexicana ha permitido repensar en el papel central y dirigente de la clase obrera mexicana para alcanzar la soberanía, la independencia, la democracia y el socialismo.

Ejes centrales en el debate de los comunistas mexicanos.

Empeñados en la unidad de los comunistas en un solo partido afrontamos el descrédito que tienen conceptos como socialismo, clases sociales, partido, solidaridad, el reciente debate imperio-imperialismo y la aparente oposición que se les presenta, es decir democracia, sociedad civil, movimientos, derechos humanos, etc, etc.

Significa entonces que se trató de un debate de principios en un momento oportuno lo cual arrojó frescura y posibilitó un discurso renovado y firme en la teoría revolucionaria, preocupado por el nuevo tejido social y nuevas formas de organización y lucha.

En primer lugar, por las implicaciones políticas que arrojan para el movimiento antiglobalización y anticapitalista, están las tesis planteadas por Toni Negri y Michael Hardt en su libro Imperio con amplísima divulgación, a las que se reconoce la preocupación por una temática clave en la articulación de una respuesta estratégica al periodo, pero que presenta conclusiones gravísimas para los pueblos y su combate a la globalización neoliberal. Sostienen quienes piensan que el capital a entrado en una fase distinta a la del imperialismo, estudiada y explicada por Lenin que el capital se ha desterritorializado y que el capital tiene ya mando único e intereses comunes y en consecuencia toda lucha se da exclusivamente en el territorio de lo global, lo que es solo parcialmente correcto en el terreno de algunas multinacionales, pues lo que continua fundamentalmente es la correspondencia del capital y bloques militaristas en disputa por el mundo, intentando asegurar un reparto beneficioso a sus intereses, una recolonización expresada en tratados comerciales anexionista como el TLC, el ALCA, la propia UE, etc.; Aceptar esas tesis es desmovilizarse en la lucha por la paz, cuando lo que se mantiene es que esa disputa cruda, por ahora en el terreno económico entre los bloques imperialistas pueda pasar al terreno militar, lo cual no puede descartarse en la búsqueda por los mercados y consumidores y de un orden internacional complaciente; la refutación contundente a las tesis de Negri y Hardt lo representa la agresión imperialista a Afganistán e Irak, aunque disfrazada de multinacional es claro que obedece a los intereses del lobby militarista yanqui y que los mísiles que asesinaron al pueblo y destruyeron sus ciudades tenían inscrita la leyenda Made in USA. De suscribir esas posiciones nuestro programa se orientaría contra abstractas multinacionales y no contra el imperialismo yanqui que ha mutilado nuestro territorio, saquea nuestros recursos, empobrece a nuestro pueblo y pretende engullirse a la nación en su totalidad; terminaríamos por fatalmente aceptar que de nada vale el Estado-Nación y que soberanía e independencia no son ya intereses de actualidad.

Otra cuestión esencial tiene que ver con el sujeto histórico de la revolución. Al igual que en otros momentos se pretende desplazar a la clase obrera de esa responsabilidad, magistralmente expuesta por Carlos Marx y Federico Engels. Los comunistas no negamos el nuevo tejido social, los sujetos emergentes y por emerger, la necesidad de ampliar el abanico de alianzas, pero insistimos en caracterizar a la clase enterradora del capitalismo y constructora de la nueva sociedad, los proletarios, los que no tienen nada que perder, los que al emanciparse emancipan.

Ligada a esta cuestión esta la reivindicación de la política y de lo político, tan descalificada y desprestigiada por la desideologización y por supuesto los instrumentos para practicarla. En nuestro debate la formación política que reivindicamos es el partido, el partido leninista, una organización moderna, una colectividad militante, democrática y unida, representativa de un interés, el de la clase obrera que engloba los intereses en conjunto del genero humano. No admitimos que haya disociación entre partido y movimientos, mucho menos entre el partido de la clase obrera y los movimientos sociales; que es artificial el argumento de que se excluye el uno al otro. Por supuesto asumimos que cada uno tiene su personalidad, sus ritmos y que no admiten suplantación alguna. Partimos del reconocimiento de que las luchas sociales que no trascienden a la esfera de la política y del interés clasista no alcanzaran sino parcialmente sus reivindicaciones.

Finalmente queremos destacar en estas características que dan identidad al Partido de los Comunistas la cuestión del poder, situado de manera central en nuestra agenda. Es el tema sobre el que se articula nuestro Programa y nuestra estrategia y viene a romper con el gradualismo y el reformismo que marcaron a las organizaciones comunistas del pasado en México. Unas semanas antes del Congreso que nos da origen como partido unificado de los comunistas y revolucionarios se desarrollaron las elecciones federales para relevar la Cámara de Diputados, elecciones intermedias calificadas siempre como un termómetro de la labor del ejecutivo, el resultado: ¡la más alta tasa de abstencionismo en la historia contemporánea!, la desconfianza a un modelo en crisis, que continua empeñado en completar el despojo vía privatizaciones. Por primera vez en muchos años se habla de que el Presidente puede no concluir su mandato. Es la burguesía como clase la que ha fracasado. Es el proletariado como clase el que esta llamado al poder en la actual situación de bancarrota económica, política, social y cultural de México, asegurar que alcance ese objetivo es la tarea nuestra.

* Integrante de la Dirección Colectiva del Comité Central (
http://www.comunistas-mexicanos.org)