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Latinoamérica

17 de enero del 2004

La dignidad del Bloque de Poder Latinoamericano

Heinz Dieterich
Rebelión

George Bush se estrelló en la Cumbre Extraordinaria de las Américas, en Monterrey, contra el muro de la dignidad del Bloque de Poder Latinoamericano (BPL). Repitió el fracaso que su país había sufrido en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún, sin que, esta vez, los gigantes China y la India hubieran estado al lado de los latinoamericanos.

Por primera vez, desde la independencia política de las naciones latinoamericanas, "ese pequeño genero humano" ---como llamaba El Libertador Simón Bolívar a los pueblos de la Patria Grande--- se enfrentó razonablemente unido al gran depredador del norte y lo derrotó, según el acertado pronostico del presidente argentino Nestor Kirchner, por "knock out técnico".

Históricamente, los pueblos de la Patria Grande siempre han sido portadores de la dignidad, de la identidad y del patriotismo latinoamericano, defendiendo la soberanía de nuestros países con enorme heroísmo y pagando altas cuotas de sangre por su determinación y voluntad, de ser libres. Por eso, no es exagerado llamarle a esas tierras, "el subcontinente heroico", categoría que describiría su idiosincrasia arquetípicamente, desde la invasión europea de 1492.

Delante de nuestros ojos se desarrolla la épica lucha del Comandante Marulanda de las FARC-EP ---y del Ejército de Liberación Nacional (ELN)--- quién lleva cuarenta años en la montaña, resistiendo y creciendo ante una de las dictaduras más feroces y sangrientas que hayan registrado los anales negros de las oligarquías latinoamericanas.

Y no se puede pisar el pequeño país de El Salvador, sin encontrarse con incontables héroes anónimos de la última guerra de liberación, que hicieron fracasar a la intervención militar de los gringos y la represión de los oligarcas, en el campo de batalla. Ahí está el médico que realizaba cirugías "imposibles" en un precario hospital de campaña en el Cerro de Guazapa, después de haberse convertido en cuadro de las Fuerzas Especiales, entrenadas por los sabios vietnamitas, cuyos generales les enseñaron con los planes operativos originales de la guerra contra los franceses y los gringos, en mano, como tenía que hacerse la guerra popular prolongada, para derrotar a un ejército ocupador occidental.

Ahí caminan los héroes de las fuerzas especiales que en una noche liquidaron a veintisiete posiciones de ametralladoras que protegieron al cuartel general de una brigada del ejército, sin que se escuchara un solo disparo, y sin que la brigada se diera cuenta, hasta que fue tomada por asalto. Y ahí está la memoria viva de esos cuadros que entraron con explosivos en el centro mismo del cuartel, volándolo a sabiendas, que la triunfadora ola expansiva exigía como precio del éxito, su propia inmolación.

Anda en estas tierras, que ---como decía el incomparable Alí Primera--- tienen "el cielo por sombrero", aquel joven ingeniero mecánico, jefe de la guerrilla urbana de San Salvador, preparado hasta el grado de coronel en una escuela militar de un archipiélago revolucionario, quién mejoró con ingenio caribeño un formidable arma de guerra de la tecnología soviética: el lanzacohete RPG-7.

El RPG-7 soviético, que actualmente es la pesadilla de las tropas estadounidenses en Irak y de los destructores Caterpillar D-9 del ejército terrorista israelí en Palestina, fue convertido por el ingeniero en un arma extraordinariamente eficiente y versátil, al aumentarle el radio de alcance mediante la modificación de las cargas de propulsión.

Después de experimentos artesanales in situ, el guerrillero-ingeniero transmitió la idea de su innovación a la mítica isla del Caimán Barbudo, cuyos ingenieros militares hicieron las pruebas empíricas con el proyectil, de manera científica, definiendo sus trayectorias según las cargas propulsoras. Finalmente, le confirmaron que sí, que se podía duplicar la carga propulsora, sin poner en peligro al cuadro que la activara.

Arrestado por el terrorismo de Estado, el guerrillero soportó estoicamente durante meses las torturas, sin revelar nada de lo que sabía. Cuando lo soltaron, fue a otros frentes de guerra, para preparar a los combatientes psicológicamente en el saber, de cómo resistir a la tortura, si cayeran en manos del enemigo.

La experiencia de El Salvador se repite en Nicaragua. No se puede mover entre el pueblo nicaragüense, sin estar rodeado de gente heroica que derrotó tres veces a Washington: primero, a la banda mercenaria, conocida como la Guardia Nacional de Somoza; derrotándola por segunda vez, cuando ya había cambiado de nombre, siendo los "Contras" de Ronald Reagan y venciendo, por tercera ocasión, directamente al imperio, cuando el criminal de guerra Ronald Reagan no se atrevió a mandar sus marines, para invadir al país.

Daniel Ortega se lo había advertido a una de tantas comisiones chantajeadoras, enviadas por Reagan a Managua. Arrogantemente, el gringo le dijo, casi ordenando: "Desistan de la compra de aviones de combate." "Los vamos a comprar, porque los necesitamos para nuestra defensa", replicó el jefe sandinista. El gringo se rió cínicamente y espetó: "¿Para que los quieran? Llegando aquí, los vamos a destruir".

"Bueno, aquí los esperamos", contestó Daniel, despidiendo a los emisarios de Reagan. Los marines nunca llegaron. Sabían, que los Sandinistas habían preparado la logística de la guerra popular prolongada, desde Colombia y Panamá, hasta Guatemala, y que Washington iba a salir derrotado de esta invasión, tal como había sucedido con Sandino medio siglo antes.

Y están llenos de héroes los países del sur. El director de cine chileno quien estuvo a cargo de la recepción de decenas de toneladas de armas, donadas por países simpatizantes a la resistencia chilena, que llegaron una noche a la costa y fueron distribuidas en operaciones hormigas en todo el país, poniendo a los terroristas de seguridad de Pinochet en la histeria absoluta. Y con razón, como mostró la operación militar del Frente Patriótico Manuel Rodríguez contra el general traidor, de la cual se salvó de milagro; pero que fue el fin político de su dictadura, porque Washington entendió muy bien que dejar al asesino en el poder, haría imparable la insurrección del pueblo.

Detenido y torturado, el director de cine no habló. Y, en una noche de lluvias torrenciales, cuando los carceleros observaban su telenovela favorita, la ventana de la oportunidad se abrió por una hora. Como si fuera un guión de película, puso en acción un plan de escape minuciosamente planeado desde hace mucho tiempo. Saltando una barda de seis metros entró en la libertad, junto con otros compañeros del Frente.

Y cruzando la cordillera, se encuentra a algunos sobrevivientes del comando justiciero que ejecutó en Asunción al sanguinario tirano Anastasio Somoza, quién, después de refugiarse con las maletas llenas de dólares en Miami, había escogido la perenne dictadura de Stroessner en Paraguay, para destruir subversivamente al gobierno popular sandinista.

La necesidad de parar las actividades subversivas de "Tacho" Somoza en Asunción, era un sentir compartido por el pueblo sandinista, el gobierno sandinista y un importante gobierno popular de la Patria Grande. De tal manera, que juntaron esfuerzos y crearon la logística necesaria para la operación.

Disfrazados de vendedores de periódicos en un kiosco callejero, y de agentes de relaciones públicas de un famoso cantante pop español con quién se iba a realizar, supuestamente, una película en Asunción, los miembros de la operación le dieron pacientemente el seguimiento a la rutina de Somoza.

Cuando se precipitó la operación final, el Mercedes Benz blindado de Somoza parecía salvarle la vida, tal como había sucedido con Pinochet. Sin embargo, un eficiente M-16 de fabricación estadounidense, disparado a corta distancia, venció a la "buena estrella" de las carreteras alemanas y selló el destino del tirano. Ante la persecución policíaca, algunos de los cuadros se salvaron, cruzando en nado el río Paraná. Otros pagaron con su vida el clamor de justicia del pueblo nicaragüense.

Por desgracia de la humanidad, Augusto Pinochet se escapó de la justicia popular chilena. Y en otra desgracia, su homólogo caribeño, Fulgencio Batista, se salvó de la justicia revolucionario cubana. Saliendo con las maletas repletas de dólares, de Cuba, se amparó con su amigo, "el chivo" Rafael Leónidas Trujillo, en la República Dominicana. Cuando el dictador empezó a extorsionarlo, Batista se refugió en Madeira, donde solía pasarse en un lujoso yate por el mundo turístico de España y Portugal.

En una de esas salidas, el largo brazo de la justicia revolucionaria lo iba a alcanzar, para llevarlo ante una corte penal de la isla, donde iba a pagar por sus incontables crímenes contra el pueblo cubano. Sin embargo, a corto tiempo de ser capturado en una audaz operación marítima, la muerte natural lo libró de la justicia terrenal. Somoza, felizmente, no logró compartir ese destino: terminó su miserable vida de represor imperial ante la Némesis popular.

Ahí anda también el silencio y modesto contador público quien vio las listas de los trabajadores de la fábrica, que iban a ser desaparecidos y a quienes pudo avisar, salvando algunas vidas. O aquel guerrillero, que después de años de tortura y cárcel, salió al exilio y regresó en una misión de la organización con un pasaporte falso al aeropuerto de Ezeiza, donde en la revisión de la policía de inmigración se le cayó la foto mal pegada del pasaporte; y quién se salvó de la muerte segura por, quien sabe, qué intervención divina.

El subcontinente heroico es, por lo tanto, no una figura literaria, sino un hecho empírico, construido a través de medio milenio de lucha de sus pueblos. Nada parecido se puede decir de las elites y de sus Estados, que siempre han estado en venta al mayor postor imperial y que han sido el principal obstáculo al bienestar y la felicidad del "pequeño genero humano".

Monterrey ha roto esa cadena de ignominia de los Estados canallas latinoamericanos, al enfrentarse el Bloque Regional de Poder (BRP), en sus representantes presidenciales, a las insolencias de los funcionarios del gobierno neofascista de Bush. Hugo Chávez, Nestor Kirchner, Inacio "Lula" da Silva y el ausente, pero siempre presente Comandante Fidel Castro, derrotaron claramente a un Bush, visiblemente incómodo e inseguro, en medio de sus vasallos y procónsules.

La estrategia militar de la batalla fue notable. Bush, Powell, Noriega y Rize, habían tratado de amedrentar a los generales criollos, mediante un Blitzkrieg (guerra relámpago) verbal previo a la Cumbre, a fin de que no presentaran batalla en Monterrey.

Una guerra de desgaste, librada en cuatro frentes, fue la respuesta. Finas esgrimas de florete desde Sao Paulo; acertadas estocadas de cuchillo gaucho desde la pampa humeda; feroces ataques de los llaneros venezolanos, y el oportuno uso de las tremendas mandíbulas del caimán barbudo, acabaron con el tigre de papel de estrellas y barras.

Los generales estadounidenses se retiraron del campo de batalla, pese a haber sido tildados de "ignorantes", "analfabetas", "impertinentes", "cínicos y mediocres". Insólito acontecimiento, pero los ejércitos unidos del sur, triunfaron. A tal grado, que Brasil le contesta a las medidas de "seguridad" de Bush con la misma moneda y que multa a un piloto de American Airlines con 12,500 dólares, por haberle hecho la señal de fuck you a la policía aeroportuaria brasileña; deteniendo las autoridades además a la tripulación gringa ---que aplaudía la ofensa--- y regresándola de vuelta a su hermoso país.

Consumando dos días después su valiente acción, el gobierno obligó a un avión militar Hércules C-130 de la Marina de Guerra estadounidense a aterrizar en Porto Velho, porque pretendía sobrevolar territorio nacional sin autorización, en su trayectoria al Paraguay.

Estaban debilitadas las huestes del agresor Bush, sin duda. La descalificación que hizo el ex Secretario de Estado, Paul O´Neill, del Presidente y su gobierno, en el sentido de que Bush actuaba en el gabinete como "un ciego en una habitación llena de sordos", y que había planeado la invasión a Irak siete meses antes de los atentados del 11 de septiembre del 2001; la derrota previsible en Irak, junto con la publicación del nuevo plan de operaciones de la camarilla neofascista-sionista, por Perle y Frum, y la abierta declaración de guerra de la derecha Reaganiana a esa camarilla, han sembrado la confusión en los estrategas del gabinete Bush. Sin embargo, esto es como el dicho político: la oposición no ganó las elecciones; el gobierno las perdió.

A doscientos años de la independencia, los Estados sudamericanos más importantes están recuperando el concepto de la dignidad, a través del Bloque Regional de Poder. Si siguen unidos, la derrota del imperialismo dejará de ser una excepción y se convertirá en notable regla de nuestra existencia.

El renacimiento del sujeto latinoamericano es ya un hecho innegable. Y cuando "el pequeño genero humano" del subcontinente heroico logre su alianza con un Estado regional de la dignidad, habrá sellado el inicio de la segunda liberación de la Patria Grande.